El ladrón cree que todos son de su condición

El ladrón cree que todos son de su condición. En este caso podría aplicarse al mercenario. El mercenario cree que todos son de su condición. Cómo esta habituado a adecuar su pensamiento y su pluma a los intereses económicos que lo sustentan, el mercenario –Jauretche solía llamarlos “cagatintas”- no tiene empacho en considerar que quienes se identifican con determinado tipo de proyecto o de ideas políticas lo hacen con un interés que nunca podrá ser el del compromiso de compartir un espacio de pensamiento común, sino que todo estará atravesado por el cálculo, por la especulación y por la ambición de cercanía al poder.

Durante los años de lobotomía cultural a la que nos sometió la hegemonía del pensamiento neoconservador, se instaló la idea de que los intelectuales y periodistas, para ser aceptados por el canon moralista en boga, debían reivindicar su independencia, lo que traducido al lenguaje de jerga es: ser independiente es ser crítico de los gobiernos, de todos los gobiernos, especialmente del kirchnerismo. De allí que el modelo de intelectual de los medios concentrados sean hoy columnistas del diario La Nación como Beatriz Sarlo o Santiago Kovadloff –vocero de la Mesa de Enlace agropecuaria-, y sus periodistas estrella(dos) sean Nelson Castro, Jorge Lanata y Jorge Fontevecchia. Todos ellos independientes, por supuesto. Independientes de los dineros oficiales, claro, porque los dineros “privados” de pooles de siembra, bancos de inversión o Embajadas que los financian a ellos lo hacen por mero altruismo y compromiso con la república que todos queremos.

Esta misma “prensa” es la que ha instalado la liberal y controvertida idea de que quien ocupa la presidencia de la Nación –si es Néstor Kirchner la definición encaja mejor- tiene el “poder”, ignorando que la mayoría de los presidentes que tuvo la Argentina fueron subsidiarios de los grupos corporativos de poder: desde la oligarquía hasta la patria contratista, pasando por las privatizadas y la patria financiera. Desde allí se elaboró un diccionario de nueva jerga antipolítica que en muchos bloggs se ha analizado con mucha precisión que incluye conceptos tales como “hegemonía”, “cooptación”, “caja”, “ex presidente en funciones” y otras por el estilo. Todas asociadas a lo espurio, a lo corrupto, a lo vil, todas asociadas al kirchernismo.

Hoy, de acuerdo a los criterios de moralidad y republicanismo que prescribe el periodismo opositor, cualquier coincidencia con alguna iniciativa del gobierno nacional, aunque sea parcial, mínima, matizada convierte a quien la expresa en un “oficialista” o, peor aún, en un “kirchnerista”. Esta vez les tocó ser puestos bajo la lupa de la prensa moralista e inquisidora a los intelectuales, periodistas y trabajadores de la cultura que conforman Carta Abierta, un colectivo de personas que comparte los principales lineamientos políticos del gobierno nacional y que ha sido demonizado por haber prohijado el concepto de “clima destituyente” referido a la embestida sin ambages de los sectores patronales agropecuarios contra el modelo económico de un gobierno elegido en elecciones libres, democráticas y sin proscripciones.

De acuerdo a la particular interpretación, así como los sectores populares y pobres votan al kirchnerismo por el clientelismo que no les permite ser libres para elegir, los intelectuales que coinciden en general con las políticas que lleva adelante el gobierno lo hacen por un oscuro interés: los suculentos sueldos que cobran por ser investigadores del Conicet o decanos de universidades públicas, o por su participación en programas de los canales públicos, de acuerdo a la arriesgada conclusión a la que llega el pormenorizado informe que publica la revista Noticias sobre “Cómo funciona la usina ideológica del gobierno”, tan similar a las “investigaciones” que suelen publicar portales como Seprin y Urgente 24, directamente vinculados a los servicios de inteligencia de la última dictadura.

Y esta nota tiene el mismo tufillo que aquella que publicara la misma revista mencionando el uso político que el kirchnerismo hacía de los organismos de derechos humanos, denunciando los subsidios que Madres y Abuelas recibían del Estado Nacional como parte de un canje para obtener el apoyo de personajes como Hebe de Bonafini o Estela Carlotto tornándolas sospechosas de mercenarias o en estúpidas por no percibir que el gobierno las utilizaba para mejorar su imagen ante los sectores de centroizquierda. Según la óptica de Fontevecchia y sus obedientes y serviciales escribas, el apoyo de Bonafini y Carlotto al gobierno nacional nunca podría ser auténtico en reconocimiento al kirchnerismo por convertir a la cuestión de los derechos humanos en una política de de Estado, más allá de que existieran o no intenciones ocultas. También lo hicieron con artistas populares como León Gieco, Adriana Varela, Teresa Parodi y Mercedes Sosa.

Es curioso que quien encabeza estas movidas mediáticas sea un personaje como Jorge Fontevecchia que en épocas que prefiere no recordar escribía cosas tales como: “Por favor, no nos venga a hablar de campos de concentración, de matanzas clandestinas o de terror nocturno (…) Esta es una fecha clave para defender al Proceso”. (Editorial de la revista La Semana de mayo de 1.978, ante la inminencia del Mundial de Fútbol y para contrarrestar lo que la dictadura cívico militar denunció como la “campaña antiargentina”).

Siempre pensé que la oposición al proyecto nacional carecía de ideas propias o, lo que es peor aún, se identificaba con las ideas y políticas que llevaron a la Argentina al precipicio de 2.001 y que por eso se dedicaban sólo a criticar al gobierno, pero desde hace un tiempo que percibo el malestar de cierto periodismo inquisidor –solo una de las patas opositoras- con el hecho de que no sólo sean los pobres del conurbano o del norte del país los que apoyen al gobierno por el pancho y la coca, sino que también lo hagan muchos intelectuales de trayectorias incuestionables, y eso se vuelve algo evidentemente imperdonable porque revela la falacia del relato hegemónico por el cual pretender definir al kirchnerismo. Eso no les cierra, les hacer ruido, los que piensan no pueden apoyar al gobierno; si lo hacen, “por algo será”, dictamina la galaxia Fontevecchia, casualmente lo mismo que éste servicial escribir afirmaba durante los años más oscuros de la Argentina.