El primer año de CFK

Los aniversarios de la asunción de un gobierno son la excusa perfecta para realizar un análisis de la gestión y en el caso del turbulento primer año de la presidencia de CFK, parece imposible dejar de soslayo esta empresa.

Podemos decir que el idilio que generalmente poseen quienes acaban de asumir su rol ejecutivo duró mucho menos de lo usual. A esto contribuyeron una campaña mediática feroz que ya comenzó a desplegarse en el último año de la presidencia de Kirchner y varios errores del gobierno entre los que podemos mencionar un excesivo énfasis en la continuidad de nombres y estilo, la profundización de las falencias comunicacionales, un diagnóstico errado del equilibrio de fuerzas de determinados sectores opositores que esperaban agazapados el primer paso en falso de la nueva gestión y un afán de radicalización del conflicto cuya única consecuencia fue dilapidar el capital obtenido en las elecciones de octubre.

Si desarrollamos un poco más los errores del gobierno recién mencionados notamos que la selección de los nombres del gabinete fue, en general, desacertada, sea por sostener en el cargo a dirigentes desgastados, sea por incluir nuevos ministros cuya capacidad comparativamente dista mucho de ser elogiable. Para decirlo con nombres propios: que sea Randazzo y no Aníbal Fernández el portavoz del gobierno es una pérdida irreparable; que Alberto Fernández haya seguido en el cargo más allá de los cuestionamientos tampoco pareció la mejor decisión; que Ginés González García haya dejado su exitosa gestión por la de la honesta y eficaz Ocaña resultó un guiño al lobby eclesiástico al precio de sacrificar una de las pocas gestiones progresistas en salud. Ni que hablar del joven Lousteau, impulsor de una medida que en teoría resultaba razonable pero con una cantidad de fallas técnicas e imprecisiones que invalidaban cualquier atisbo de bondad y justicia.

En este sentido, si el gobierno cree que rodeándose de inoperantes de perfil bajo obtendrá la garantía de ausencia de ensombrecimiento  a la figura presidencial, estará en lo cierto pero el precio de esa estrategia será un excesivo desgaste de la figura de Kirchner y CFK. Por ello, el gobierno debería observar que la exposición de figuras como Rossi, Boudu o Massa favorece la idea de una dirigencia renovada y capaz de enfrentar el sinfín de embates que trae aparejada cada iniciativa.

En cuanto al entramado político, el gobierno parece, tras la derrota de la 125, optar por un doble movimiento: refugio en la base tradicional pejotista y alianzas transversales progresistas en las cámaras. El equilibrio de este doble movimiento es ampliamente inestable pues ninguno de los actores se siente cómodo en él. Sin embargo, en los últimos meses ha funcionado y el apoyo abrumador al proyecto de eliminación de las AFJP es testigo de ello. Sobre este punto, claro está, no se puede obviar la casi deshecha concertación plural. Si bien resulta infinitamente más simple hacer estos señalamientos una vez ocurridos los hechos, el fenómeno Cobos probablemente servirá de advertencia para las futuras alianzas electorales. En algunas notas anteriores, había indicado que, en vísperas a las elecciones de 2007, el gobierno de Kirchner había optado por la gobernabilidad  en lugar de la transversalidad y que en ese gesto había, en parte, una renuncia a una construcción más horizontal y progresista. La necesidad de gobernar vencía al quizás ingenuo intento de aunar fuerzas diversas en una propuesta superadora de ideología progresista.  No tengo la suficiente lucidez como para  poder afirmar que Kirchner se equivocó al ir “sobre seguro” en detrimento de un proyecto mucho más interesante pero con un futuro y una eficacia incierta.

Si continuamos con el mapa de alianza, asumiendo el total riesgo de caer en falacias ad hominem podemos decir que si el gobierno tiene como aliados a los principales caudillos de la provincia de Buenos Aires, a Moyano, a Rico, a Kunkel, a Delía, a Hadad, a Cristóbal López, a los aparatos jurásicos que sacan y ponen gobernadores en los feudos provinciales y ha tenido funcionarios como Piccolotti o Felisa Miceli, debemos decir que, evidentemente, algo estará haciendo mal. Sin embargo siguiendo esta misma lógica es necesario aclarar que si el gobierno tiene en contra a Carrió, a Macri, a Rodríguez Larreta, A Fontevechia  y al Grupo Prisa, al Grupo Clarín, a de Narváez, Manzano y su multimedio, a Laje, a Longobardi, al CEMA, a Pando, a Grondona, a Marsans y al resto de los dueños de las privatizadas que no cumplieron con sus obligaciones, a los ex represores, a Vargas Llosa, a Kovadloff, a Ámbito Financiero, a La Nación, a De Angeli, a Bussi, a la Sociedad Rural, a Cavallo, a Menem, a los Rodríguez Saá, a Piñeiro, a Duhalde y su esposa, a De la Sota, a Bergoglio, etc. quiere decir que algunas cosas estará haciendo bien.

Pero vayamos a lo más importante y dejemos este tipo de argumentos falaces: las políticas del primer año de gestión. Con todas las deficiencias técnicas ya mencionadas, la resolución 125 de las retenciones móviles era una buena medida. Si a eso le sumamos las concesiones que se habían hecho en la cámara de diputados podríamos decir que se había llegado a una norma que era beneficiosa para el fisco, para los pequeños y medianos productores y para desincentivar el monocultivo. Menos controvertida aún es la resolución que acabó con lo que iba a ser el nuevo gran fraude argentino: las AFJP. Por otra parte, ha habido avances en esta lógica de “empresa privatizada que falla vuelve al Estado”, lo cual a priori parece una buena señal. También, aunque lentamente, se ha comenzado a disminuir los subsidios de forma escalonada haciendo que paguen más los que más tienen. Más allá de sus bemoles, todas estas medidas poseen un costado progresista y un afán redistributivo, de aquí que la crítica de la oposición no sea mayoritariamente a las medidas en sí sino al hecho de que el dinero fuera a parar a la supuesta caja política.  

En cuanto a la inflación, ésta se ha frenado aunque claramente no ha sido por el mérito del gobierno sino por la crisis financiera, algo que, paradójicamente le da la razón al gobierno cuando afirmaba que la inflación era empujada por el precio de los commodities.  

Si dejamos de lado el paquete de medidas que el gobierno adoptó para incentivar el consumo tras la crisis financiera mundial que sorprendió a todos, CFK parece haber recuperado tras el fracaso de la 125 el factor sorpresa y la marcada de agenda que tanto caracterizaba a su marido. Está claro que si no es el gobierno quien marque el camino, lo harán los Medios inundándonos de noticias de asaltos a kioskos, secuestrados profesionales ilustres de la zona norte, fatalistas economistas de compulsivas predicciones falsadas, ex aliados K arrepentidos y problemas en torno de la vida de Riquelme.

Queda por avanzar, parecería, en la ley de despenalización del consumo personal de drogas y una agilización de los mecanismos de la justicia. También sería deseable tener más noticias del Ministerio de Ciencia y Tecnología y habrá que ver cuánto peso tendrá el nuevo Ministerio de la Producción.

Además, resta saber cuánto margen tendrá el gobierno para profundizar una política redistributiva en el contexto de elecciones, crisis y desaceleración de la economía. Asimismo, ojalá algún día cercano nos levantemos con la sorpresa de que ahora que la inflación se parece a la del INDEC, se pueda reconstruir la confianza de los índices.  Todo esto sin olvidar la ya utópica reforma tributaria, algo que en este contexto parece impensable llevar adelante.

Pero por sobre todo, existe la gran incógnita de si este gobierno erosionado por campañas feroces podrá enfrentar la madre de todas las batallas: la nueva ley de radiodifusión. Ojalá la cercanía de las elecciones y las consecuencias de la ubicua e inasible crisis financiera no vayan en desmedro del debate de una ley que exprese que con monopolios no hay libertad de prensa ni sistema político que no acabe subsumiéndose a los intereses de los acaparadores de diarios, radios, canales de TV y servicios de Internet.  

 

 

2 comentarios en «El primer año de CFK»

  1. Interesante. No siempre acuerdo, pero es un aporte. Sobre todo, falta política social, eso que inventamos y patentamos nosotros. Y en ausencia de ella, las elecciones de 2009 aparecen como un desafío difícil de superar.
    Como reza el refrán, Cocodrilo que se duerme es cartera. :P

  2. qué divertidos son los argumentos falaces!

    No vimos el nombre de ese detestable hombre que alguna vez escribió el libro ‘para qué sirve la escuela’… fue otro gran error y si tenemos que confesarnos…una de las razones que nos hicieron dudar bastante..debería haber seguido escribiendo interesantisimos libros y el gobierno deberia abrir los ojos antes de comprarse gafas.
    El resto…gracias por el informe!
    Hasta la proxima amigo Dante.

    p/d: nombraste al ex presidente y la nostalgia se hizo presente. Con fallas y todo se lo queria…

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