Indignarse, un buen negocio

Un nuevo triunfo ideológico/discursivo del carriotismo después del “son todos chorros” que viene pregonando desde hace 5 años, y que hoy se presenta como una verdad incuestionable, está asomando en el horizonte político argentino.

La oposición encontró un arma política increíblemente eficaz a la hora de oponerse a algo y no contar con los argumentos suficientes ni las propuestas superadoras para rebatirlas: hoy (y cada vez con mayor frecuencia) la oposición se indigna, cada vez son más los dirigentes que se sienten “moralmente” en contra de tal o cual medida.

Carrió no sabía como articular dos ideas para oponerse a la re estatización de las AFJP, hasta que se le prendió la lamparita. Se indignó.

La estrategia de “me indigno” renace con el proyecto de blanqueo de capitales al que el oficialismo dio media sanción. Incluso por sectores fuertemente ligados al proyecto de gobierno.

No está mal indignarse; el problema es cuando la indignación le gana a la política, enterrándola dos metros bajo tierra. Un ejemplo: quién puede estar en desacuerdo con la idea de que el pago tiki taka al FMI fue inmoral, en un país donde grandes capas de la población no tenía (ni tiene) para comer. Pero al mismo tiempo fue una medida política y estratégicamente acertada, necesaria, indispensable.
En relación al tan mentado blanqueo, y a riesgo de ser catalogado de ultra pragmático, me juego: la medida será acertada si se logran juntar unos 4 o 5 mil millones de verdes. Fracasará si junta menos de eso.

4 comentarios en «Indignarse, un buen negocio»

  1. El problema de ese tipo de discurso es el cual se crea un “sentido comun” antipolítico. Creo que es eficiente a corto plazo, inclusive optar por tal discurso es blanquear la esperanza nula que tiene de ser oficialista. Sabe en el fondo que no llega (seguramente otro se colará detrás de tanto manoseo institucional), si tuviese la posibilidad concreta de gobernar algo (hablo de Lilita), se daría cuenta que esta destruyendo algo que le puede servir el día de mañana en una supuesta elección ganada. Actúa así porque en el fondo sabe que no puede ganar.

  2. Estimado: exactamente, si me indigno no necesito justificar mi postura, porque la misma indignación me exime de justificarme ¿Pero como me pregunta por qué? (subir el tono de voz y fruncir el seño). Es como ud. dice ausentar la política de los discursos y reemplazarla por las posturas. La indignación se autolegitima, y cuando no hay ni ideas ni construcción de política, es una buena alternativa. ¿4 palitos? Veremos

  3. Leandrog:
    en línea con lo que plantea Goliardo, me parece que la estrategia opositora de identificar cada acción de gobierno con un latrocinio perpetrado por una pérfida mafia instalada de facto en las oficinas desde las que parten las órdenes, se vuelve, en el mediano plazo, un obstáculo insalvable para la posibilidad de acumular poder.
    A ver si me explico mejor: es lo que le pasó a la Alianza. Cuando uno genera la expectativa de que su función, una vez ganadas las elecciones, será desarticular todo el entramado de corrupción, recibe la factura ante la primera situación en la que no puede cumplir. Si uno promete ser santo, y su base de sustento se basa justamente en la expectativa de que se cumpla con esa santidad prometida, toda la estructura se resquebraja y derrumba cuando no se lo puede cumplir.
    Veamos el caso Macri. Va en ese camino. Y a mucha velocidad.

    Respecto del blanqueo. Creo que la idea se orienta a convencer a los exportadores a que declaren lo que dejaron afuera vía subfacturación. Es decir, que reinviertan utilidades que prefirieron preservar (y lejos de preservarlas, las están perdiendo). Me parece que falló el timing. Hace un mes o dos, la medida hubiese sido mucho más efectiva. A esta altura la licuación está consumada, hay poco para resguardar.
    Saludos

  4. goliardo y mariano: Acuerdo en general con la idea de que esta estrategia debilita el rol del estado y el accionar político que se puede imprimir desde allí. Pero me parece que este tipo de discursos operan en base a una idea que le da sustento, en este caso «son todos chorros».
    Ya no se analizan las medidas, lo que se analiza es quien las propone. Creo que si estas mismas medidas las anunciara Macri, la recepción sería bien distinta.

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