La historia científica y el segundo fusilamiento de Dorrego.

Alrededor de la creación del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano «Manuel Dorrego» se ha levantado tanto polvo como si fuera una medida propagandística digna de Stalin en la Unión Soviética o de Goebbels en la Alemania Nazi. La andanada de críticas desde los medios hegemónicos podrían catalogarse en 4 impugnaciones diferenciadas: 1) la creación misma del instituto y las personalidades nombradas como miembros; 2) que sea el Estado quien lo cree con el propósito de imponer una «visión única de la Historia», desde donde reafirmar su autoritarismo en materia cultural; 3) un rechazo categórico a todo lo que sea tildado de “revisionista” en materia histórica y 4) a que se discuta la validez de la Historia institucionalizada tanto en la Academia como en las aulas o la sociedad.

Para no mezclar los tantos analicemos cada uno de ellos.

 

1 Críticas a la creación del instituto y a sus miembros.

Casi de inmediato se alzaron las primeras críticas de algunos historiadores y ensayistas famosos contra la creación misma del instituto y los miembros propuestos. El historiador José Luis Romero argumentó que aunque el revisionismo histórico había contado con autores prestigiosos (Julio Irazusta, Ernesto Palacio y José María Rosa) quienes habían sido escogidos como miembros del Instituto Dorrego ninguno “es reconocido, o simplemente conocido, en el ámbito de los historiadores profesionales. De los 33 académicos designados, hay algunos conocidos en el terreno del periodismo, la docencia o la función pública” y que “El Estado asume como doctrina oficial la versión revisionista del pasado. Descalifica a los historiadores formados en sus universidades y encomienda el esclarecimiento de la «verdad histórica» a un grupo de personas carentes de calificaciones.”

A su vez la ensayista Beatriz Sarlo descalificó al revisionismo histórico porque no se practica en la universidad “(donde se lo estudia como se estudian las obras del pasado) es una especie de fósil que vive en el paraíso de los best-sellers”.

Para defender la creación del instituto, uno de sus miembros, Hernán Brienza, contestó que existen varias líneas del revisionismo y que “reducir todo el revisionismo a uno solo es, por lo menos, una visión simplista, si no de mala intención” y nombró a autores bien distintos entre sí “desde el nacionalismo oligárquico y católico, como los hermanos Irazusta, por ejemplo, pero también desde el liberalismo, como Adolfo Saldías; desde el republicanismo, como Ricardo Rojas; desde el radicalismo yrigoyenista, como Arturo Jauretche y Raúl Scalabrini Ortiz; desde el trotskismo, como Jorge Abelardo Ramos (¿y Milcíades Peña?); desde el marxismo, como Hernández Arregui”.

Pero, ante la virulenta descalificación de los miembros designados, uno mismo se pregunta: Bartolomé Mitre, el fundador de la historiografía nacional (y venerado por quienes impugnan el instituto), ¿en qué universidad o academia estudió la carrera de historiador? El presidente Mitre, la piedra fundamental de la historia liberal argentina no era un historiador profesional sino un malogrado militar, mediocre escritor, político y periodista, como alguno de los miembros cuestionados del instituto Manuel Dorrego. En ese sentido la falta de pergaminos universitarios no descalifica totalmente a una persona para pertenecer a un instituto de investigación y difusión de historia: de ser así deberíamos impugnar, además de a Mitre, a Scalabrini Ortiz, Puiggrós, José María Rosa, Fermín Chávez, Pacífico Otero, etc. Al menos si se inscribe en la línea liberal de la historia. Más adelante volveremos sobre la calidad de los miembros designados.

 

2 Críticas al intento estatal de imposición de un discurso histórico único y autoritario.

También se denunció la intención del estado de “imponer” una visión uniforme de la historia. La conocida ensayista antikirchnerista Beatriz Sarlo dijo que “ya se sabe quiénes fueron los héroes y los villanos. Ahora hay que difundirlo desde un organismo público. (…) El Instituto de Doctrina podría convertirse en un rincón arcaico y polvoriento. Pero también podría ser un centro que irradie su «historia» a la escuela”.

Lo mismon señaló el conocido historiador Luis Alberto Romero: “de sus fundamentos se deduce que el Estado argentino se propone reemplazar la ciencia histórica por la epopeya y el mito. (…) Sobre el pasado -así como sobre el presente- hay una verdad, que el Estado conoce y que este instituto contribuirá a inculcar. Para ello se ocupará de la correcta educación de los docentes y los vigilará para que no recaigan en el error. (…) Pero ahora es el Estado el que se pronuncia y convierte el discurso militante en doctrina nacional. El Estado afirma que la correcta visión de nuestro pasado -que es una y que él conoce- ha sido desnaturalizada por la «historia oficial», liberal y extranjerizante, escrita por «los vencedores de las guerras civiles del siglo XIX». Y luego denunció admonitoriamente: “el instituto deberá inculcar esa «verdad» con métodos que recuerdan a las prácticas totalitarias. Palabras, quizá, pero luego vienen los hechos«.

Sorprendido, Hernán Brienza se preguntó entonces «¿qué les puede molestar que 33 puntos tengan el apoyo de la presidenta para investigar a los caudillos federales, a los sectores populares, a lo que puede llamarse lo más ampliamente posible el “interés nacional”?”
El director del instituto, Pacho O’Donnell salió a aclarar que “no se pretende hacer un texto que se estudie en los colegios sino que se trata de una manera diferente de ver la historia «porque los hechos existen, están en el rango de lo objetivo, y después viene la interpretación de las circunstancias”.

Los historiadores Hilda Sábato y Juan Suriano sostuvieron en un comunicado que «el decreto pone al desnudo un absoluto desconocimiento y una desvalorización prejuiciosa de la amplia producción historiográfica que se realiza en el marco de las instituciones científicas del país -universidades y organismos dependientes de Conicet, entre otras- donde trabajan cientos de investigadores en historia, siguiendo las pautas que impone esa disciplina científica pero a la vez respondiendo a perspectivas teóricas y metodológicas diversas”. Pero, paradójicamente, como bien puntualiza el historiador Sergio Wischñevsky: “el Estado que se fustiga como tendiente al pensamiento único es el mismo que ha aumentado significativamente el presupuesto del Conicet y su cantidad de becarios dedicados a la historia, el Canal Encuentro, también dependiente del Estado nacional tiene a los historiadores provenientes del mundo académico como invitados o protagonistas permanentes en sus documentales y programas; y hasta en las netbooks que llegaron a millones de chicos en toda la Argentina los contenidos de historia que se aplican citan privilegiadamente a historiadores como Halperin Donghi y al propio Romero entre otros”.
Así y todo, quienes impugnan la creación de un instituto revisionista no siempre son un baluarte de apertura y pluralidad. Como denuncia Fabián Harari, Doctor en Historia y docente de la UBA, en el CONICET es donde estos impugnadores del Dorrego «tienen «el control de las comisiones que “asesoran”. Es decir, deciden quién investiga qué cosa y quién se queda afuera. Pues bien, allí no impera la objetividad y el intercambio, sino la arbitrariedad y la persecución ideológica, (…) Éste es el organismo que dirigen los dueños de la historia. Allí no es posible ninguna “diversidad”. Allí, la obsecuencia, el clientelismo, la reacción ideológica, la persecución (…) han dejado a la historia en ruinas».
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Como vemos, cuestionan que el gobierno manche la historiografía científica con las impurezas de la política, que niegue el aporte de la Academia y la Universidad mezclándola con intenciones políticas, quienes hacen lo propio en sus propios reductos de poder, lo que corrobora los argumentos del decreto presidencial. Pero a esta altura de la polémica vale aclarar algo: Mitre, el “padre de la historia argentina” (respetado por todos y venerado por muchos que se rajan las vestiduras frente a la creación del instituto revisionista) militaba entre los vencedores de la guerra civil del siglo XIX, y su “versión” de la historia argentina fue el basamento de la ideología oficial de su generación… Y fue la que dictaminó dónde empezaba la “verdadera” historia nacional, quiénes eran sus personajes protagonistas, quiénes los secundarios, y digitó cómo seguiría la historia durante los siguientes cien años… Aunque el corpus historiográfico mitrista ya no tiene la misma influencia que en el siglo pasado, su impronta sigue vigente aún hoy, no tanto en la academia cuanto en la visión histórica de la sociedad, por carácter transitivo en la mirada “seria” y “autorizada” del pasado y, por supuesto, en el “sentido común” argentino. Pero la ideología liberal, intrínseca en esa visión histórica, no ha muerto sino que se ha renovado y el sector que ataca más ferozmente al instituto Dorrego está embanderado en ella.

Paradójicamente, el diario La Nación, creación del mismo Bartolomé Mitre, fundado en 1870 bajo el lema “La Nación, tribuna de Doctrina” está hoy preocupado por el peligro de que el estado “imponga una doctrina” en la sociedad (que no sea la suya) y enarbole una visión de la historia de nuestro país (que no sea la suya). Es fácil intuir que la reacción desproporcionada de la derecha se debe a algo más que una crítica formal o una impugnación a los miembros del instituto. La denuncia de que el gobierno intentaría imponer una visión única y totalitaria de la historia, al asemejarse a las constantes (y ya deslucidas) críticas a la “hegemonía” kirchnerista en el discurso mediático, dan un indicio de dónde proviene el viento anti-revisionista: es una discusión sobre política y no sobre historiografía. Pero, por ahora, sigamos con el análisis.

Todas estas impugnaciones a la creación del instituto Dorrego se basan en el decreto de la Presidenta de la Nación. Repasemos, entonces, algunos de los párrafos del decreto que causan tanta indignación a estos custodios de la pureza de la Historia:

Dice el decreto 1880/2011:

Que se ha elegido la figura del Gobernador Manuel DORREGO como símbolo de esta iniciativa por ser un prócer caracterizado por su patriotismo, coraje y clarividencia que lo llevaron a destacarse corno pocos en las luchas de nuestra Independencia. Abogó por la organización federal de nuestra Patria y representó los intereses de los sectores populares, como quedó demostrado durante su corta gestión como Gobernador de Buenos Aires. Su trágico final y las sangrientas consecuencias posteriores son un llamado a desterrar la intolerancia y la violencia de las prácticas pollticas. Por su parte, su impronta iberoamericana (…) se reflejó en sus vinculas con Simón BOUVAR, como asf también, en sus esfuerzos para impedir la anexión de la Banda Orientel del Uruguay al Brasil.
Que la ectividad del Instituto permitirá profundizar el conocimiento de la vida y obra de los mayores exponentes del ideario nacional, popular, federalis1a e iberoamericano, como José de SAN MARTIN; Martfn GÜEMES; José Gervasio ARTlGAS; Estanislao LOPEZ; Francisco RAMIREZ; Angel Vicente «Chacha’ PEÑALOZA; Felipe VARELA; Facundo QUIROGA; Juan Manuel de ROSAS; Juan Bautista BUSTOS; Hipólito YRIGOYEN; Juan Domingo PERON y Eva DUARTE de PERON, entre otros. Asimismo, estudiará la trayectoria de otros próceres iberoamericanos como Simón BOLlVAR, Bernardo O’HIGGINS, el mariscal Antonio José de SUCRE, Miguel Gregorio Antonio Ignacio HIDALGO, José MARTI, Manuel UGARTE, José VASCONCELOS, Rufino BLANCO FOMBONA, Augusto SANDINO, Luis Alberto HERRERA Y Víctor Raúl HAYA DE LA TORRE.
Que, dentro de las competencias del Instituto. se cuenta el estimulo y la promoción de la actividad de historiadores, ensayistas y pensadores abocados a la investigación y divulgación de la historia revisionista.
Que la creación del INSTITUTO NACIONAL DE REVISIONISMO HISTORICO ARGENTINO E IBEROAMERICANO «MANUEL DORREGO» permitirá la continuidad institucional de un estudio riguroso sobre los temas de incumbencia, mediante la recopilación del material documental y testimonial existente y la promoción de congresos, cursos y publicaciones que contribuyan a la profundización y divulgación de las personalidades y su repercusión histórica social. (…)
Art. 3″ – Serán competencias del INSTITUTO NACIONAL DE REVISIONISMO HISTORICO ARGENTINO E IBEROAMERICANO»MANUEL DORREGO»:
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a) La investigación histórica y los estudios historiográficos, críticos, filosóficos, sociales, económicos, educacionales, jurídicos y políticos referidos a la acción pública y privada de Manuel DORREGO y de tocas y tocos aquellos que, como él, abogaron por una Patria de raíces nacionales, populares, democráticas y federalistas. (…)
19
b) La elaboración de publicaciones y organización de eventos culturales, viajes, seminarios, congresos, jornadas, reuniones académicas y de investigación científica, tanto en su sede como en establecimientos educacionales, civiles y centros de cultura del país.
e) La colaboración con las autoridades nacionales, provinciales, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y municipales y con las instituciones de enseñanza oficiales y privadas, para enseñar los objetivos básicos que deben orientar la docencia para un mejor aprovechamiento y comprensión de las acciones y las personalidades de las que se ocupará el Instituto como, asimismo, el asesoramiento respecto de la fidelidad histórica en todo lo que se relacione con los asuntos de marras.”

Ahora bien, si analizamos desprejuiciadamente los hechos, veremos que el Estado ha creado muchos otros institutos históricos, similares a éste pero referidos a otros personajes o hechos históricos, y los mismos no han levantado críticas tan airadas como éstas. Repasemos brevemente dichos institutos, cuándo fueron creados, sus objetivos, quiénes son sus miembros y sus respectivas profesiones y comparémoslos con el Instituto Dorrego.

 

Comencemos brevemente con el INSTITUTO NACIONAL BELGRANIANO
Presidente: Dr. Aníbal Jorge Luzuriaga
Fue creado por un decreto de Carlos Menem de 1992:
ARTICULO 1°
– Oficializase el INSTITUTO BELGRANIANO CENTRAL DE LA REPUBLICA ARGENTINA cuya denominación a partir de la entrada en vigor del presente decreto será de «INSTITUTO NACIONAL BELGRANIANO» dependiendo del MINISTERIO DE CULTURA Y EDUCACION
ARTICULO 3°
– Fijase como competencia del Instituto mencionado:
a) La investigación histórica y los estudios historiográficos, críticos, filosóficos, militares, económicos, educacionales, periodísticos, jurídicos y políticos referentes a la personalidad a la acción pública y privada del Prócer.
b) La difusión del conocimiento de la vida, personalidad e ideario del Doctor Manuel BELGRANO en sus aspectos civiles y militares a cuyo fin el Instituto hará publicaciones y organizará cursos y conferencias en su sede y en establecimientos educacionales, civiles, militares y centros de cultura del país.
c) La colaboración con las autoridades nacionales, provinciales y municipales y con las instituciones oficiales y privadas a fin de fijar objetivos de la enseñanza de la vida del Prócer como, asimismo, el asesoramiento respecto de la fidelidad histórica en todo lo que se relaciona con la persona del Doctor Manuel BELGRANO.
d) La formación de museos, archivos y registros documentales, bibliográficos, iconográficos, numismáticos, filatélicos, etc.
e) El estudio y el registro de la toponimia y demás denominaciones Belgranianas como así también de efigies, distintivos y emblemas.

ARTICULO 15°.
– Los actos de cualquier naturaleza a ejecutar por el Estado o con participación del mismo relacionados con el General Don Manuel BELGRANO requerirán asesoramiento previo al INSTITUTO NACIONAL BELGRANIANO. Asimismo cuando se trate de actos a realizarse por particulares, instituciones privadas, autoridades, dependencias provinciales y municipales que requieran apoyo financiero o de otro tipo por parte del Estado, será indispensable el asesoramiento previo mencionado.”

(¿Será que hay una verdad sobre Belgrano «que el Estado conoce y que este instituto contribuirá a a inculcar. Para ello se ocupará de la correcta educación de los docentes y los vigilará para que no recaigan en el error. (…) Pero ahora es el Estado el que se pronuncia y convierte el discurso militante en doctrina nacional» como alerta hoy Luis A. Romero?)

Además, el consejo directivo de este instituto de historia cuenta entre sus miembros al LIC. MANUEL BELGRANO (descendiente del mismísimo Belgrano) pero también a “historiadores” como el General Brigadier “VGM” CARLOS MARIA MARTURET, el Brigadier Mayor (R) LIC. JUAN CARLOS ALBANESE, el Coronel (R) DR. GUILLERMO J. MONTENEGRO y el Arquitecto CARLOS MORENO.
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Veamos ahora más coincidencias en el INSTITUTO NACIONAL BROWNIANO.
“Presidente: Capitán Navío (R) Jorge Rolando Bergallo”
“El 18 de diciembre de 1996, por decreto del Poder Ejecutivo Nacional, fue elevado a la categoría de Instituto Nacional, pasando al ámbito de la Secretaría de Cultura de la Presidencia de la Nación.
“Su actividad es de carácter histórico patriótico. Cumple sus fines por medio de la investigación y la exposición de la vida y la obra del Almirante Brown, de sus colaboradores y subordinados; la divulgación de la historia de la Armada Argentina; el estudio y la difusión de los intereses marítimos y fluviales argentinos, circunscriptos a sus aspectos históricos.”

Sus últimos presidentes fueron los “historiadores”:
Contraalmirante Horacio RODRÍGUEZ
Contraalmirante Carlos Alfredo VAIHINGER
Vicealmirante Oscar Carlos ALBINO
Capitán de Navío Jorge BERGALLO
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El Decreto Nº 1486/96 de la Presidencia de la Nación que dispone su creación dice:
“Créase el Instituto Nacional Browniano en el ámbito de la Secretaría de Cultura”
Y su “Artículo 24º: Cuando se lleven a cabo actos a cargo de particulares, instituciones privadas, autoridades, reparticiones públicas, provinciales o municipales que requieran apoyo financiero o de otro tipo por parte del ámbito oficial para su realización, será indispensable solicitar el asesoramiento previo del INSTITUTO NACIONAL BROWNIANO, quien tendrá además intervención necesaria en eventos que organice el Estado Nacional o con participación del mismo, cuando ellos tengan por finalidad exaltar la figura del Almirante Guillermo BROWN.
Carlos S. Menem – Carlos V. Corach.
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(¿Se habrá quejado Luis A. Romero de que el Estado menemista «descalifica a los historiadores formados en sus universidades y encomienda el esclarecimiento de la «verdad histórica» a un grupo de personas carentes de calificaciones«?)

 

También contamos con otro instituto que se atreve con los próceres “malditos”, aunque parece que pasó desapercibido para los críticos del Instituto Dorrego:
INSTITUTO NACIONAL DE INVESTIGACIONES HISTÓRICAS “JUAN MANUEL DE ROSAS”
Presidente: Dr. Alberto González Arzac

 

Pero no sólo los próceres del siglo XIX tienen un instituto que estudie sus historias, el menemismo también impulsó los estudios sobre los fundadores del peronismo (Para Sarlo, Sábato, Suriano y Romero ¿habrá sido una imposición autoritaria del discurso único peronista?):

INSTITUTO NACIONAL DE INVESTIGACIONES HISTÓRICAS EVA PERON
“Fue creado el 23 de septiembre de 1998, por decreto del Poder Ejecutivo de la República Argentina y funciona en el área de la Secretaría de Cultura de la Nación de la Presidencia de la Nación. Se encuentra dedicado a difundir la vida, obra e ideario de María Eva Duarte de Perón; del mismo depende el Museo Evita que se rige por el mismo marco jurídico.”
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“Promueve la investigación histórica y los estudios historiográficos referidos a la acción de Eva Perón, y los concernientes a la participación de la mujer en la vida política, económica, social y cultural de nuestro país, actuando en paralelo como centro de recopilación documental y bibliográfico.”
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Ahora pasamos de Eva Perón a su esposo:
INSTITUTO NACIONAL JUAN DOMINGO PERÓN
“El Instituto Nacional “Juan Domingo Perón” de Estudios e Investigaciones Históricas, Sociales y Políticas fue creado el 26 de abril de 1995, en la decisión de “declarar de interés nacional el estudio e investigación de la vida y obra del Tte. Gral. Juan Domingo Perón”, quien fue democráticamente elegido para gobernar el país por tres períodos presidenciales, y cuya vigencia política ha signado definitivamente los últimos sesenta años de la historia argentina.

Esta institución se propone el intercambio académico de excelencia, dentro de un marco pluralista. Para ello, ha estado reuniendo a los mejores especialistas, de diversas ideologías, en distintas disciplinas.”

Las autoridades son también notables “historiadores de la Academia” como veremos:
AUTORIDADES Y FUNCIONES
Secretario General
Diputado Nacional Lorenzo A. Pepe (m.c.)

Miembros de la Comisión Permanente del 2003

Jesús A. Blanco, Antonio Francisco Cafiero, Oscar J. Castellucci, José María Castiñeira de Dios, Fermín Chávez, Roberto Di Sandro, Nélida A. Domínguez de De Miguel, Carlos A. Juárez, Ricardo Obregón Cano, Hipólito Jesús Paz, Lorenzo Antonio Pepe, Esther A. P. A. de Pérez Pardo, Manuel Quindimil, Ángel Federico Robledo, Alberto Luis Rocamora, Lecio L. Romero, Irma Roy, Juan José Taccone, Ernesto J. Tenenbaum.”

Nuevamente los críticos del Instituto Dorrego estuvieron distraídos, esta vez durante todo el menemismo…
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Otro baluarte de la historiografía nacional es el instituto dedicado al Gran Libertador, cuya historiografía está muy bien custodiada por un “batallón” de “historiadores” de fuste:

INSTITUTO NACIONAL SANMARTINIANO
Presidente: Gral. (RE) Diego Alejandro Soria

Presidentes del Instituto Nacional Sanmartiniano
Cnl. D. Bartolomé Descalzo (27/6/1945 al 13/5/1950)
Prof. D. José María Castiñeira de Dios (14/8/1950 al 6/9/1952)
Cap. Frag. D. Jacinto R. Yaben (4/10/1952 al 1/11/1955)
Grl. Br. D. Ernesto Florit (25/2/1957 al 5/10/1965)
Grl. Br. D. Carlos A. Salas (5/9/1967 al 4/9/1970)
Grl. Div. D. Joaquín Aguilar Pinedo (25/2/1977 al 5/12/1983)
Grl. Br. D. Manuel A. Laprida (20/9/1984 al 24/10/1989)
Grl. Div. D. Toms Sánchez de Bustamante (26/10/1989 al 30/7/91)
Grl. Br. D. Diego Alejandro Soria (1/2/1992 al presente)

(No recuerdo haber leído una crítica porque ninguno de estos miembros sea «reconocido, o simplemente conocido, en el ámbito de los historiadores profesionales«.)

“Objetivos Generales:
Desarrollar la investigación histórica y estudios históricos, críticos, filosóficos, militares, políticos, con respecto a la personalidad, y la acción pública y privada del prócer y sus colaboradores.
Propender a la difusión del conocimiento de la vida, personalidad e ideario del Libertador General Don José de San Martín, en sus aspectos militares y especialmente morales y civiles, y su proyección democrática; a través de actividades didácticas y mediante la enseñanza dirigida al público en general, y especialmente a la juventud estudiantil.
Organizar cursos y conferencias en distintas disciplinas, música, artes plásticas, radio, cine, videos, literatura y por toda forma de difusión. En su sede, en establecimientos educacionales, militares, civiles y en centros de cultura de todo el país.
Colaborar con las autoridades nacionales, provinciales, municipales e instituciones oficiales y privadas, con el fin de fijar los objetivos de la enseñanza histórica del prócer dentro y fuera del país; asimismo asesorarlas respecto de la fidelidad histórica de cuanto se relacione con la personalidad del General San Martín.
Realizar publicaciones y artículos periodísticos a fin de difundir el conocimiento de la vida, personalidad e ideario del Libertador General Don José de San Martín.
Coordinar las Asociaciones Culturales Sanmartinianas y los Institutos Sanmartinianos, y promover la fundación de nuevas Asociaciones Culturales Sanmartinianas.
Responder, asesorar y orientar a estudiosos y docentes que consulten la Biblioteca Institucional. Colaborar con historiadores e investigadores históricos que se acercan a la Biblioteca en la sede del Instituto Nacional Sanmartiniano.”
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(Es decir que este instituto estatal posee el metro patrón de todo lo referido al Padre de la Patria. ¿Se habrá quejado Beatriz Sarlo de que este instituto de doctrina oficial sanmartiniana «podría convertirse en un rincón arcaico y polvoriento. Pero también podría ser un centro que irradie su “historia” a la escuela»?)

 

Hasta nuestro paladín de la aviación tiene su propio instituto:
INSTITUTO NACIONAL NEWBERIANO
Presidente: Lic. Salvador Roberto Martínez

 

Y en pleno gobierno peronista de Néstor Kirchner se creó un instituto para el estudio y exaltación del mayor radical de la historia (¿intento K de cooptar a don Hipólito?):

INSTITUTO NACIONAL YRIGOYENEANO
Consejo Directivo del Instituto Nacional Yrigoyeneano (2006 – 2009)

Sus reconocidos “historiadores” miembros son:

Presidente: VÍCTOR HIPÓLITO MARTÍNEZ
Vicepresidente: DIEGO ALBERTO BAROVERO
Secretario General: FERNANDO M. BLANCO MUIÑO
Secretario de Actas: MIGUEL ANGEL MIERES
Tesorero: PABLO EDUARDO DIAZ
Protesorero: ALBERTO GONZALEZ ARZAC
Vocales Titulares: JORGE REINALDO VANOSSI, RENZO R. BREGLIA, FIZ ANTONIO FERNANDEZ. MIGUEL ANGEL ESPECHE GIL, GUILLERMO HORACIO GASIÓ, OSVALDO ALVAREZ GUERRERO
Vocales suplentes: RUBÉN LÓPEZ CABANILLAS, ROBERTO CORNE
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Fue creado por la Ley 26.040 del 2005 (por el Presidente Néstor Kirchner), y veamos de qué tratan algunos artículos:
“ARTICULO 2º — Fíjase como finalidad primordial del Instituto Nacional Yrigoyeneano la investigación, la enseñanza, la exaltación, el estudio, la ponderación, la promoción y la difusión de la personalidad del doctor Hipólito Yrigoyen y su obra.

ARTICULO 3º — Fíjase como competencia del Instituto Nacional Yrigoyeneano:
a) La investigación y los estudios historiográficos, críticos, filosóficos, sociales, jurídicos y políticos referidos a la acción pública y privada del doctor Hipólito Yrigoyen y su época.
b) La difusión del conocimiento popular de la vida, personalidad e ideario del doctor Hipólito Yrigoyen, a cuyo fin, el Instituto hará publicaciones, organizará eventos culturales, seminarios, congresos, jornadas y reuniones académicas y de investigación, tanto en su sede como en establecimientos educacionales, civiles, militares y centros de cultura del país.
c) La colaboración con las autoridades nacionales, provinciales y municipales y con las instituciones de enseñanza oficiales y privadas, para enseñar los objetivos básicos que debe orientar la docencia para el mejor aprovechamiento y comprensión de la obra y el pensamiento del doctor Hipólito Yrigoyen, como asimismo el asesoramiento respecto de la fidelidad histórica en todo lo que se relacione con la personalidad del prócer.
d) La formación de museos, archivos y registros documentales, biográficos, bibliográficos, iconográficos, numismáticos, filatélicos, etc., como así también la realización de cursos literarios, históricos, musicales, etc., referidos a la obra del doctor Hipólito Yrigoyen, pudiendo entregar distinciones dentro y fuera del país.
e) La cooperación con autoridades, instituciones y personas respecto del contexto histórico y de la conservación y seguridad de los establecimientos, edificios, lugares históricos, obras de arte y demás elementos rescatados o que se recuperen en el futuro vinculados con la vida y obra del doctor Hipólito Yrigoyen.
f) El estudio y registro de la toponimia y demás denominaciones relacionadas con el doctor Hipólito Yrigoyen, como así también todo lo referente a efigies, distintivos y emblemas.
g) La actuación como ámbito de concentración del material documental existente en el país y en el exterior vinculado con la vida, obra e ideario del doctor Hipólito Yrigoyen funcionando a la vez como banco de datos, archivo gráfico, biblioteca, hemeroteca, cinemateca, videoteca y museo.
h) La realización de estudios, investigaciones, cursos, conferencias, seminarios, publicaciones, etc., acerca de la acción pública y privada del mencionado.

ARTICULO 5º — Cuando se lleven a cabo actos a cargo de particulares, instituciones privadas, autoridades, reparticiones públicas, nacionales, provinciales o municipales que requieran apoyo financiero o de otro tipo por parte del ámbito oficial para su realización, será indispensable solicitar el asesoramiento previo del Instituto Nacional Yrigoyeneano, el cual tendrá además intervención necesaria en eventos que organice el Estado nacional o con participación del mismo.”
(Parece que el kirchnerismo también intenta apoderarse de la historia radical, pero los indignados críticos del Inatituto Dorrego tampoco se dieron cuenta…)
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Uno más y no jodemos más…:

MUSEO CASA DE RICARDO ROJAS
Directora a/c: Prof. Laura Pellegrini

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Como vimos, ni la creación de un instituto de estudios históricos ni el texto del “polémico” decreto de la Presidenta Fernández son nada original, sino que cumplen con las especificaciones de rutina en todos estos casos, incluso en el carácter de los miembros designados, que, como vimos en todos los casos no son siempre prestigiosos historiadores de la Academia precisamente… aunque esto no pareció preocupar a los custodios de la pureza de la Historia argentina, como sí les preocupó que haya sido este gobierno el autor del “polémico” decreto, y que además se trate de un instituto revisionista.

 

3 Críticas al revisionismo histórico.

La ensayista (y no historiadora) Beatriz Sarlo impugnó la corriente revisionista de la historia porque “su versión del pasado es simple, con malos y buenos, elites y masas, pueblos y oligarquías enfrentados en una wagneriana guerra prolongada. Todo es fácil de leer. Comparados con una página de Tulio Halperin Donghi (nuestro historiador máximo según las más variadas opiniones), diez libros revisionistas actuales suenan tan sencillos como una canción alpina”.

Otros historiadores esgrimieron críticas similares: «El enfoque maniqueo que el instituto adopta no admite la duda y la interrogación, que constituyen las bases para construir, sí, saber científico«. Para Sábato, Suriano y Lobato, «a través de esta medida, el Gobierno revela su voluntad de imponer una forma de hacer historia que responda a una sola perspectiva; se desconoce así no solamente cómo funciona esta disciplina científica, sino también un principio crucial para una sociedad democrática: la vigencia de una pluralidad de interpretaciones sobre su pasado«. A su vez, advirtieron que «se avanza hacia la imposición del pensamiento único, una verdadera historia oficial«.

Ante esto Hernán Brienza aclaró que “el Estado no elige una sola visión, garantiza que hay una visión que no estaba presente hasta ahora. Ni el Instituto Sanmartiniano, ni el Belgraniano, ni las universidades tienen una marca revisionista; por lo tanto, la presidenta no hizo otra cosa que ampliar la oferta de investigación histórica, democratizarla. (…) El objetivo es buscar un camino de investigación diferente al que trabajan las otras formas de analizar o de acceder a la historia, como la academia, la universidad, los historiadores ligados con el mitrismo, (…) Es otra forma de mirar la historia, con un anclaje más en lo nacional y lo popular en el análisis”.

Como vemos, el revisionismo no es ni algo nuevo, nacido de una noche de insomnio de la presidenta, ni algo viejo y perimido. El tema es que nunca fue aceptado por la Academia o adoptado por las universidades. Debió conformarse con transitar los suburbios de la cultura dominante. Fue un paria, un desclasado, un despreciado por el Estado hasta que se creó el Instituto Dorrego, que, además, lo extiendo a la historia de toda Iberoamérica.

Y ahora sí podemos decir que el debate que se abrió es más de fondo que de forma: es un debate político y de actualidad. Veamos por qué:

 

4 Pelea de Fondo: la discusión por el relato histórico.

Uno de los propósitos del nuevo instituto es estudiar a los caudillos del interior, a quienes la historia oficial o “seria” trata como personajes secundarios, a los hijos de la “barbarie”.

Desde el comienzo se intentó cuestionar inútilmente la versión mitrista de la historia, baluarte de la historiografía argentina pero no exenta de un sesgo autoritario, escrita en períodos donde la oposición había sido callada -y asesinada-, por eso se la impuso como visión única, obligatoria y uniforme en todo el país… (salvo la que se divulgaba de boca en boca y en textos subalternos, y que perduró hasta que el revisionismo la recogió y la valorizó). Hasta el mismo Bartolomé Mitre lo admite en privado, en una carta a Vicente Fidel López confiesa: «Los dos, usted y yo, hemos tenido la misma predilección por las grandes figuras y las mismas repulsiones contra los bárbaros desorganizadores como Artigas, a quienes hemos enterrado históricamente.» (Ernesto Palacio, «La Historia Falsificada«. Editorial Independencia. Bs. As. 1981, pág. 68/69)

Esa visión hegemónica de la historia, Mitre se aseguró de que perdurara junto con su ideología portadora con la fundación del diario La Nación (como dijo Homero Manzi de Mitre: «un prócer que se dejó un diario de guardaespaldas«). Y como acota Brienza: “La Nación es el bastión mitrista, de la historia fraguada, contada desde la defensa de los intereses de la Sociedad Rural, de los que hicieron la Guerra del Paraguay. Hay una clara intención de intentar sostener los privilegios de esa historia”.

Lo que se vislumbra detrás de las críticas al nuevo instituto es la disputa por el poder de la palabra en la sociedad: la clase dominante (representada en este caso por las plumas del diario La Nación) no se resigna a que el pueblo sea quien gobierne y que además pretenda dar su versión de algunos hechos históricos. En definitiva, que a través del estado democrático haga uso de su derecho a revisitar la historia y esbozar su versión, y mucho menos que la constituya en un corpus con rango académico, más allá del éxito de ventas en librerías o en pantallas de TV o cine. Como decía hace tiempo un tal Carlos Marx: «Las ideas dominantes en una sociedad son las ideas de la clase dominante«, y la manera de enfocar la historia es un ejemplo de ello.

Pero, por supuesto, este debate no es nuevo, ya en 1973 la revista Crisis preguntaba a distintas personalidades de la historia y la cultura: ¿Se enseña en la Argentina la historia real del país? Veamos algunas de aquellas respuestas.

Ana Lía Payro respondía:
«La que sí está escrita es la que se enseña en los tres niveles del sistema educativo, plasmada por los vencedores de Pavón, aquellos que van a liquidar a sangre y fuego a las montoneras federales y que serán los artífices del genocidio de la guerra de la Triple Alianza.
La «civilización» posibilitaba las bases de la dominación; era el puerto, las ciudades del litoral, la burguesía comercial, los terratenientes y los ganaderos, los «doctores». Era los ferrocarriles y sobre todo los remingtons que derrotaron la resistencia popular del interior. Ésta era la «barbarie», los gauchos, los indios, las montoneras, la defensa de la soberanía en la Vuelta de Obligado…
Este sistema de valores es el que conforma la historia que escriben los vencedores: la que Bartolomé Mitre sanciona no sólo como en La Historia de Belgrano y en La Historia de San Martín , sino también a través de una prédica de casi cien años en La Nación , expresión misma del liberalismo oligárquico.
Pero no fueron sólo los libros o el periodismo, ellos no hubieran podido cimentar la fortaleza inexpugnable de la ideología liberal-oligárquica y la vigencia de sus contenidos en la conciencia, sobre todo, de los sectores medios del país. Era el control que el Estado oligárquico ejercía sobre la enseñanza.«
Ana Lía Payro (1938). Codirectora del Instituto de Investigaciones Históricas «Diego L. Molinari» de la F. F. y L. y profesora titular de Introducción a la Historia.

A su vez, Rodolfo Puiggrós respondía:
«La historia argentina, partiendo de esta concepción racista positivista, dividió el pasado en civilización y barbarie. Civilización era lo que venía de Europa; barbarie era lo que pertenecía a nuestro país, lo autóctono.
La historia es indispensable para el político de nuestros días. Un político que no conoce la historia de su país es simplemente un politicastro de comité. Debe conocerla porque la historia es una ciencia y además porque no se puede, como pretendía la gente del 53 al 80, borrar el pasado.«
Rodolfo Puiggrós (1906). Escritor, periodista, ex – rector de la Universidad de Buenos Aires.

Jorge Abelardo Ramos respondía:
«La enseñanza de la historia en la Argentina -como en cualquier país- satisface una necesidad específica de las clases dominantes. Para consolidar los privilegios del presente, dichas clases necesitan fijar en la conciencia colectiva una visión particular del pasado que justifique tales privilegios. No es un azar que Rivadavia haya sido juzgado durante más de un siglo como la figura paradigmática de la historia nacional. Representante de los importadores ingleses, socio de la Casa Hullet de Londres, enemigo de Facundo, adversario tenaz de las quimeras sudamericanas de San Martín y Bolívar, Don Bernardino es el responsable, junto con Manuel García, de la capitulación ante la Corte Brasileña.
El ideal de cultura de tales instituciones se personificaba en Sarmiento y Rivadavia, asesino de gauchos el primero y hombre de la burguesía comercial porteña el otro. De alguna manera, las clases medias del litoral admitieron esa versión portuaria de la historia porque su situación en la semicolonia la vinculaba hasta cierto punto a una alianza de hecho con la oligarquía terrateniente.
(…) Creo que sólo el revisionismo socialista ha logrado acercarse a una concepción nacional de la historia argentina, no sólo por descubrir la oculta trama de su estructura económica y social sino ante todo por ver en ella un fragmento insular de la nación latinoamericana inconclusa.»
Jorge Abelardo Ramos. Político e historiador.

José Luis Romero (padre de Luis Alberto Romero) respondía:
«Si se tratara de condensar en una frase mi respuesta, bastaría decir que la historia se enseña muy mal en todos los grados de la enseñanza. Pero me apresuro a agregar que la culpa no es de los maestros y los profesores: es de la ciencia histórica misma, cuya estructura epistemológica y cuyas peculiaridades generales plantean problemas graves y casi insolubles.
El primero y más grave es que, a diferencia de la botánica o la física, la historia se enseña con una intención muy marcada. Esta intencionalidad puede ser genérica, pero a veces es también específica y se relaciona con problemas políticos, tanto en el sentido más extenso de la palabra y -más noble-, como en el más estrecho y con frecuencia más mezquino. Tanto en la escuela primaria como en la secundaria la historia no se enseña como una ciencia sino como una disciplina destinada a crear, o a fortalecer, o a negar, una imagen del pasado que conviene a la orientación predominante. Y esto ha ocurrido siempre, porque la historia es la conciencia viva de la humanidad y de cada una de sus comunidades, y nadie podría prescindir de su apoyo para defender su propia imagen y su propio proyecto de vida.
La historia es comprensión, y su enseñanza debe proporcionar los elementos para alcanzarla. Con eso se modera el riesgo inevitable del maniqueísmo.»
José Luis Romero. Doctor en Historia, ex-rector de la Universidad de Buenos Aires.

Vicente Sierra respondía:
«La historia no sólo es mal enseñada, sino que lo que se enseña es mala historia. Los motivos son diversos. No se puede enseñar bien lo que se ha aprendido mal.
Si se analiza el desarrollo de la idea liberal, aparece como factor básico de la doctrina el ingrediente histórico. La historia se presenta como la sustancia de la ideología liberal. Ello determina que Historia y Doctrina se confundan. A partir de ahí, como acota Dilthey, «La lucha por la interpretación de la historia universal acompañará en adelante a todas las luchas por la determinación del futuro; éstas no podrán efectuarse sin aquélla». Tanto en liberales como en marxistas, se advierte que las luchas ideológicas provocan el riesgo de que la verdad histórica se oscurezca por las tendencias que corresponden a las ideologías.
Durante el siglo pasado los historiadores de todos los países europeos cayeron en el mismo desliz científico, consistente en hacer de la historia un campo de ensayos y formación del régimen representativo. Esa historiografía sólo considera hechos históricos a aquellos que sirvieron para la implantación y el desarrollo de la sociedad liberal, así como, para Marx, la historia es el campo de ensayos y formación que conduce al comunismo. (…) Lo que en la escuela argentina se enseña no es Historia; apenas si es un no siempre atractivo anecdotario… y muchas veces falso.»
Vicente Sierra. Profesor fundador de la Universidad del Salvador y director de la Escuela de Historia. Doctor Honoris Causa en Historia.

 

Esa disputa por producir el relato histórico ya se produjo en el siglo XIX, cuando Mitre y su generación se apropió de la palabra e impuso su versión de la historia del país. Pero quienes denuncian al gobierno de pretender “dictar doctrina” bajo el disfraz de la historia, nunca reconocerían que eso fue lo que hicieron Mitre y sus contemporáneos y siguen haciendo hoy sus seguidores más fervientes. Como bien postula la socióloga María Pía López : “Las sociedades requieren la narrativa del pasado. Ya sea bajo la forma de memoria, de símbolos comunes, de relatos escolares o de texturas míticas. Lo sabía Mitre cuando participa de la Galería de celebridades argentinas e impulsa una suerte de santoral patriótico, destinado a una pedagogía cívica y, a la vez, a una división maniquea de lo moral y lo inmoral.
Mitre cultiva la reticencia, probablemente más efectiva. Mientras hace el ademán de sustentarse en los datos y documentos.
El revisionismo se desplegó discutiendo esa presunta relación y señalando hasta qué punto era un sendero cargado de omisiones y malinterpretaciones. La discusión acerca de la pérdida, en algún cajón del escritorio de Mitre, de la copia de un Plan de operaciones para el Río de la Plata que habría escrito Mariano Moreno, ponía en escena el procedimiento para constituir una historia ejemplar”.
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También es necesario aclarar, como lo hace el historiador Enrique Manson : “Más allá de que está claro que no se trata de la imposición de una versión dogmática de nuestro pasado, tampoco tiene mucha seriedad la pretensión de objetividad de una interpretación desarrollada en tiempos en que se imponía –muchas veces, como en Pavón y en Cañada de Gómez− por la fuerza de los Remington, derramando la sangre de los gauchos que sólo eso tenían, para Sarmiento, de seres humanos. No fue muy objetiva la argumentación utilizada para condenar a Juan Manuel de Rosas. “Si el juicio de Rosas lo librásemos al fallo de la historia”, decía Nicolás Albarellos al fundamentar la ley que lo declaraba reo de lesa patria, “no conseguiremos que sea condenado como tirano, y sí, tal vez, que fuese en ella el más grande y glorioso de los argentinos… Juicios como estos no deben dejarse a la historia. ¿Qué se dirá, qué se podrá decir, cuando se viere que la Inglaterra le ha devuelto sus cañones y saludado su pabellón manchado con sangre inocente con la salva de 21 cañonazos?… ¿Que el valiente general Brown, el héroe de la marina de Guerra de la Independencia, era el almirante que defendió los derechos de Rosas? ¿Que el general San Martín, el padre de las glorias argentinas, le hizo el homenaje más grandioso legándole su espada? ¿Se creerá dentro de 20 años, o 50, todo cuanto digamos contra el monstruo, si no lo marcamos con una sanción legislativa para que ni siquiera quede marcado por nosotros, voz del pueblo soberano? Se dirá que no ha sido un tirano; lejos de ello ha sido un gran hombre. ¡¡Ese monstruo, señor!!” (Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados de Buenos Aires, año 1857, sesión del 1 de julio)
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Cada época o período histórico relee la historia, la analiza de acuerdo con su presente. Así fue cuando nuestra sociedad se libró del oprobio de la dictadura en 1983. La democracia fue vista como un nuevo valor a conservar, a profundizar, igual que los derechos humanos, y de la misma manera se releyó la historia, se resignificaron hechos y personajes de la misma, e incluso la Academia y la Universidad releyeron también la historia en consonancia con los nuevos aires, y nadie puso el grito en el cielo. Como señala el historiador Sergio Wischñevsky: “La supuesta cientificidad que se autoasigna el discurso historiográfico que se abrió paso desde 1984 y hoy es hegemónico, aunque no exclusivo, en las universidades nacionales y en el Conicet, es una vieja coartada para ocultar posturas políticas y juegos de poder interno. Es esconderse detrás de la ciencia para negarle derecho a la existencia a discursos opuestos. La abrumadora mayoría de los textos escolares que se producen para el ámbito educativo abrevan en historiadores de esta procedencia”.
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Por eso, después del apoliticismo militante de los noventa, de la debacle del neoliberalismo, de los sucesos del 2001, de la inédita recuperación económica y social de este siglo, con la ruptura con el pensamiento único y la ortodoxia económica, más el denso presente que vive toda Latinoamérica tanto social como políticamente, la creación de nuevas organizaciones multilaterales (Mercosur, Unasur, CELAC), más nuevos paradigmas que surgen y viejos que caen, las inesperadas crisis que surgen en los países menos pensados, etc., suena lógico que la sociedad se replantee su visión de la realidad, y con ella la de su propia historia. Y por eso no debe sorprendernos que desde el Estado se promueva el debate histórico aportando una nueva herramienta (una más entre otras) como es este instituto Dorrego. Pero así también se explica la reacción virulenta y la descalificación gratuita que se enarbolan desde el establishment cultural y la intelligentzia academicista (como señaló Araceli Bellota: “las críticas no vienen de la Universidad de Buenos Aires, sino que sólo se trata de la reacción de un sector de esa casa liderado por Luis Alberto Romero”) contra un nuevo instituto que tan sólo pretende ampliar el debate sobre la historia (y por ello también sobre el presente y el futuro) que la sociedad ya está sosteniendo, y proveerla de más datos y herramientas para enriquecerlo. Lo sorprendente no es que haya habido tal reacción de la derecha liberal y los medios afines, sino que lo sorprendente hubiese sido que no haya habido reacción, sabiendo qué símbolos, relatos, panteones heróicos e ideologías hay en juego. Una cosa es que un sector de la sociedad gane las elecciones un par de veces, que abale un rumbo económico, un modelo de país o determinados representantes para que los gobiernen, pero otra distinta es que quiera releer la historia del país partiendo de este presente inédito, y mucho menos que intente reescribirla: eso para algunos “intelectuales” ya es demasiado. Es mejor que los caudillos sigan bien muertos, que el panteón nacional siga como está, que Lavalle siga siendo una calle importante de la ciudad capital y que Dorrego siga fusilado… Y si vuelve en forma de refrescante fuente de estudios históricos, se lo fusila de nuevo: no sea cosa que finalmente conozcamos a fondo lo que pensaban realmente los próceres “secundarios”, los caudillos del siglo XIX o del siglo XX, el pueblo que los seguía y los intelectuales que los explicaban, y terminemos encontrando semejanzas con los personajes del presente o con nosotros mismos…

Y si de historia y democracia hablamos, veamos ahora lo que un prestigioso personaje histórico, contemporáneo al mitrismo, decía al respecto:

«Los caudillos son la democracia. Como el producto no es agradable los demócratas lo atribuyen a la democracia bárbara. ¿cuál es esta?, la democracia del pueblo más numeroso y menos instruido y rico, antítesis, de la democracia en línea, que es minoría en América más que en Europa, luego los caudillos son los representantes más naturales de la democracia de Sudamérica, como es ella es pobre, atrasada, e indigente. Solamente que ellos (Sarmiento y Mitre) quieren reemplazar a los caudillos de poncho por los caudillos de frac. Quieren reemplazar la democracia de las multitudes de las campañas por la democracia del pueblo notable y decente de las ciudades, es decir, las mayorías por las minorías populares, la democracia que es democracia por la democracia que es oligarquía
Juan Bautista Alberdi, del libro Grandes y pequeños hombres del Plata. Edit. Fernández Blanco. Bs. As. 1962

 

Acerca de Basurero

Soy un basurero interesado en Antropología, Historia Argentina, Política, Economía Política, Sociología, idioma Inglés, Fotografía y Periodismo, y culpable confeso de ejercicio ilegal de estos temas en mi blog.

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41 comentarios en «La historia científica y el segundo fusilamiento de Dorrego.»

    1. ¡Barbaro tu escrito!
      (luego de escribir eso, pensé en la palabra bárbaro, y sí, es coherente, tu escrito entre civilización y barbarie está más por el lado bárbaro, tal cual lo pinta Alberdi en la última cita.

      Pero bueno, ante la duda, cambio, muy buenas tus opiniones y «rejunte» de datos y citas.

      Sólo quiero mencionar algunas cosas. Así como por mucho tiempo no se percibió -o reconoció- el tema de los civiles en las dictaduras militares, la llamada Academia ha sido responsable o partícipe o cómplice de muchas malos momentos de nuestra vida.
      Y eso no lo van a reconocer y van a querer seguir teniendo el monopolio del «saber»

      Ayer tuve me invitaron a dar una charla en un panel que se organizaba en la facultad de filosofía de la UBA por la Asociación de Graduados en Ciencias de la Educación sombre «La secundaria: deudas pendientes y nuevos desafíos»

      Y tuve la mala ocurrencia de al pasar, mencionar que la Ley Federal, tan destructiva para la educación argentina, no había salido de la nada, y que era fácil atribuirsela al menemismo, pero en realidad tenía sus orígenes en el Congreso Pedagógico bajo el alfonsinismo, y que en su elaboración, implementación, ideas, etc, había jugado un papel fundamental la Academia.
      ¡Para qué habré dicho eso!

      Durante veinte minutos hablé de que hace años y años no se resuelven problemas fundamentales como que los alumnos no aprenden a interpretar texto, resolver problemas, expresarse y saber estudiar. Y también vincule ello a nuestro propio trabajo docente, a la formación docente, y obviamente no lo dije pero varios allí lo pensaron, a la Academia, que vive dando recetas, luego imponiéndolas, luego diciendo cómo salir de esas recetas que tan mal resultados dieron, y así sucesivamente.
      Y seguí con las perspectivas, lo que se podría hacer, etc, Varios de ellos ni escucharon lo que dije, se quedaron clavados en aquella afirmación sobre la Academia: ya nada de lo que dijera tenía el mínimo valor.

      La hago corta: nunca viví una hostilidad latente y una descalificación como ayer.

      Hubo una cerrada defensa de la Academia, y con fundamentaciones del tipo de defensa que hace alguien cuando se lo acusa de racista: pero yo tengo un amigo judio.
      Me mencionaron algunos académicos que se opusieron a la ley federal.
      Pero yo no me refería a los académicos, sino a la Academia
      Pero supongo que es pedirle peras al olmo que se estudien a sí mismos y vean sus propias responsabilidades en lo que pasa en el sistema educativo, siempre es más fácil echarle la culpa al otro.

      No son capaces de percibir que La Academia son los que producen y manejan los contenidos, los guardianes del saber y la verdad. No se les ocurre analizar el papel de instituciones como Flacso, IIPE UNESCO y a las principales Universidades antes y durante la Ley Federal, que fueron consultadas y apoyaron e incluso elaboraron documentos en el proceso de la ley federal hicieron contratos, asesorías, dieron su gente para funcionarios de primer, segunda y tercera línea durante todos los noventa y antes y luego.
      La ley federal fue votada por unanimidad por todos, entre otras por ese respaldo.
      Y les recuerdo que entre otras cosas primarizaba los dos primeros años de la secundaria, eliminando materias como Historia…
      (y geografía, química, física, biología)

      Si hoy leen el diario La Capital de Rosario está el reclamo de que se enseñe historia en el primer año de la secundaria, pues a pesar de que ya hace más de cinco años que se dio de baja la ley federal el socialismo/radicalismo aún sigue con sus planes de estudio, y supuestamente el año que viene hará el cambio, pero oh sorpresa, sigue sin aparecer historia en el primer año (la hacen aparecer recién en el segundo, hasta este año no estaba ni en el primer año ni en el segundo.

      Y ni hablemos de la historia que se enseñará, cuando se enseñe, aunque siempre es mejor tener la materia porque siempre habrá docentes de historia que tratarán de enseñarla lo mejor que puedan.

      Ayer, dicho sea al pasar, para fundamentar que los chicos no saben interpratar texto porque en realidad no se les enseña bien a ello tal vez porque los propios docentes no sabemos interpretar texto, puse como ejemplo el tema del 12 de octubre, donde por decenas de años se enseñó que se descubrió américa (una simple interpretación de texto da cuenta que uno descubre algo si no fue visto antes por otro ser humano, y era necesrio no reconocer tal entidad a los 100 millones de habitantes para poder quitarles las tierras, matarlos, etc, etc). O lo que una simple interpretación de texto puede dar de que se hable del «Dia de la Raza» o de «La Conquista del Desierto» (como si fuera realmente un desierto, es decir, que no viviera nadie)
      ¿Saben qué me contestaron ante el cuestionamiento implícito de que por decenas de años y millones de libros y de actos se enseñara eso?
      1) que la Academia no había elaborado el decreto que ponía esos festejos
      2) que hubo algunos docentes que se opusieron a ello y que incluso fueron sancionados.
      Y muchas veces la Academia se opuso a leyes y decrestos y nunca a estos, ni defendió públicamente a sancionados o a callados cuando era necesario hacerlo
      Lo que pasa es que la Academia siempre estuvo de acuerdo con ello o priorizó su estatus y vinculación con el poder de turno.

      En fin Basurero, seguramente no tenés ningún título de historiador pero me gustaría que los historiadores y los que hablan de historia usen la metodología que vos usaste.
      Chau
      Nota del diario:
      http://www.lacapital.com.ar/la-ciudad/Docentes-piden-una-reunion-con-la-ministra-de-Educacion-para-que-los-chicos-aprendan-historia-20111207-0043.html

      1. ¿cómo se te ocurre sugerir que LA ACADEEEMIA puede equivocarse?

        y menos que menos -¡oh, dios!- decir que tienen intereses que trascienden el saber…

        la pluma es más fuerte que la espada y debían estar pensando en clavarte una.

        hay muchos mitos en relación a LA EDUCACIÓN que tenemos que romper.

        ahí tenés otro lindo libro para encarar, como hiciste con la inflación.

        saludos!

      2. Gracias por lo de «bárbaro», aunque sea un debate del siglo XIX se sigue debatiendo en pleno siglo XXI.
        En cuanto a lo de la facultad, el tema es que nombraste la horca en la casa del ahorcado… La Academia no sólo está para investigar y teorizar «en vacío» sino que debe actuar sobre la realidad, compartir su trabajo con los «simples mortales», y muchas veces lo hace sin saber que lo hace… y otras no.
        Efectivamente, no tengo ningún «título habilitante» como sospechás, aunque trajiné la UBA un par de años pero en Antropología. Como digo en mi blog: «Soy un basurero interesado en Antropología, Historia Argentina, Política, Economía Política, Sociología (…) y Periodismo, y culpable confeso de ejercicio ilegal de estos temas en mi blog» y aquí también.

  1. Basurero, siguiendo tu orden:

    1)No es cierto que Mitre sea «venerado» por la historiografía académica. Esa afirmación era quizás cierta a fines de la década del 50. Todavía tiene cierta vigencia en reservas naturales de dionosaurios como la academia nacional de la historia y otras instituciones similares, pero si encontrás un «mitrista» en alguna universidad nacional o en el conicet te recomiendo comunicarte urgente con tu arqueólogo amigo.

    Estoy de acuerdo en que no es el título de grado un criterio excluyente. La influencia de, por ejemplo, Oszlak, en todo lo referente a la historia del siglo XIX, que no es historiador da cuenta de ello. Sin embargo, si bien el título de grado no es un criterio relevante, la utilización de metodologías y encuadres teóricos rigurosos si lo es. Y por este lado, creo que es legítimo sostener que muchos de los autores en cuestión (el mismo Brienza, Pacho), notables escritores algunos de ellos, se manejan con categorías y métodos cuando menos debatibles.

    2)Estoy de acuerdo, la histeria paranoia de Romero et all es ridícula y mueve a risa. En cambio, creo que la existencia de reservorios de dinosaurios diversos no legitima ni justifica la apertura de uno nuevo. No se si esos diversos institutos reciben financiamiento público por, digamos $50 pesos. De ser así, creo que habría que cerrarlos a todos, porque no tienen ninguna utilidad. Si a alguien le interesa financiarlo de su bolsillo me parece muy bien. Pero $50 mangos para que la gorda que te atiende en la VTV se compre facturas me parece un destino mejor de fondos públicos. Claramente, la comparación del novel I Dorrego con ese rejunte de cachos de fierro oxidado que en décadas no ha producido nada relevante, excepto ridículos importantes (acordate de las solicitadas indignadas de los sanmartinianos ante la perspectiva de que el general fuera mestizo) no le hace ningún favor. Por el contrario, subraya su previsible irrelevancia en cuanto a la producción de conocimiento, y su rol de club para viejos con tiempo libre.

    3)Sábato tiene razón. Y no solo ella lo dice, uno de los autores que vos citás, y que no se muestra indignado por el instituto dice:

    «Las críticas más justas que se les puede hacer son, sin duda: la falta de actualización, la simplificación de los hechos en pos de relatos en los que los protagonistas aparecen homogéneos y sin claroscuros; la insistencia en un nacionalismo esencialista, que el historiador Norberto Galasso ha llamado de derecha en algunos casos; una escasa estima por el ajuste teórico de los supuestos en los que se basan. En muchos de sus escritos se ignora la investigación historiográfica de los últimos 30 años.»

    http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/subnotas/182655-56862-2011-12-04.html

    Claramente tiene razón y, fijate, no son cuestiones menores. Con educación, sin histeria y con claridad, Wischñevsky da un conjunto de razones que tanto individualmente como (más aún) en conjunto implican la producción de textos incapaces de aprobar un seminario de grado o la presentación a cualquier congreso más o menos relevante. Problemas metodológicos, teóricos y empíricos realmente serios.

    4)Nuevamente, es sencillamente falso que no se estudie a los caudillos del interior. Sucede, sencillamente, que trabajos como los de De la Fuente, Scmith, Buchbinder o la misma Sábato (que desde hace una década se dedica a las Guardias Nacionales) no tienen la misma difusión que, por ejemplo, Pigna. No porque exista alguna conspiración o algo así. Sucede sencillamente que el sentido común se siente más iterpelado por historias de superhéroes que por análisis complejos de procesos históricos.

    El hecho de que la mayoría de tus citas tenga más de 40 años (y algunas más de 70) creo que ilustra bien la cuestión. Los ejercicios literarios de divulgación que pasan por «revisionismo» sencillamente no se dan por enterados de la producción historiográfica real. Sus diátribas están dirigidas a un hombre de paja. En el fondo, discuten con Mariano Grondona o Rolando Hanglin, que tienen un nivel de rigurosidad y solidez teórica similar a su obra.

    Pero la discusión histórica va por otro lado. Y este si me parece un punto importante. Los historiadores han fallado en producir una buena divulgación, capaz de mitigar un poco el aburrimiento que produce la aridez académica en el lector no acostumbrado, sin por ello convertir en puré la producción intelectual. Hay un verdadero abismo entre la discusión berreta entre los esqueletos venerables del mitrismo y el rosisto y los problemas reales que tratan los historiadores.

    1. Guido:
      Excelente y ajustada síntesis la tuya para demoler esta obsoleta construcción piloteada por don Pacho O Donnell , quien se pavonea por todos los canales hablando de lucha populares y la recuperación de nuestras riquezas saqueadas y entregadas, ovbiando, igual que «muchos otros», su activa participación en el menemismo.
      saludos

    2. Hay una distancia importante entre las obras de Abelardo Ramos y de Pacho O’Donell, como entre las de Galasso y de Pigna (¿quién lo duda?), pero como creo demostrar en la nota, una cosa son las obras y otra que estén o no calificados para pertenecer a un instituto (veamos los otros) que: «permitirá la continuidad institucional de un estudio riguroso sobre los temas de incumbencia, mediante la recopilación del material documental y testimonial existente y la promoción de congresos, cursos y publicaciones que contribuyan a la profundización y divulgación de las personalidades y su repercusión histórica social» además de «La elaboración de publicaciones y organización de eventos culturales, viajes, seminarios, congresos, jornadas, reuniones académicas y de investigación científica, tanto en su sede como en establecimientos educacionales, civiles y centros de cultura del país», que es el propósito del instituto. Al mismo se lo juzgará por los hechos, pero la creación misma del Dorrego es un aporte a la discución de nuestra historia.
      En cuanto a estudios sobre los caudillos, que «trabajos como los de De la Fuente, Scmith, Buchbinder o la misma Sábato (que desde hace una década se dedica a las Guardias Nacionales) no tienen la misma difusión que, por ejemplo, Pigna» son un indicio de la necesidad de la existencia de un centro que promueva el debate sobre ellos, que recopile, confronte y fundamentalmente difunda sus historias (además de la historia de Iberoamérica), cosa que hasta ahora quedó en manos de O’Donell, Pigna y demás, aunque también pero lamentablemente en menor medida de Abelardo Ramos, José María Rosa y Norberto Galasso.
      Como bien decís vos: «En el fondo, discuten con Mariano Grondona o Rolando Hanglin, que tienen un nivel de rigurosidad y solidez teórica similar a su obra», pero en la práctica, quienes «marcan la agenda» de la historia y elaboran el «sentido común» argentino son quienes tienen «la palabra», es decir ellos (además de quienes les dan letra: Sábato, Romero, Donghi, y hasta Sarlo). También con ellos hay que discutir, y convengamos que una cosa es discutir desde un «Best Seller» y otra desde un instituto de investigación histórica. Qué va a resultar del mismo, lo veremos más adelante, pero que la discución haya comenzado es saludable: hasta ahora el llamado «revisionismo» era sólo un fenómeno de los setenta y un boom editorial de los últimos años, y por lo tanto tomado con sorna por la academia y el establishment mediático. Ahora veremos si está a la altura de las circunstancias. Yo creo que si.
      Saludos.

      1. El asunto es que esa discusión que te parece tan importante, existe en el ámbito académico, lejos de esa imagen que los autotitulados «revisionistas» posmo tienen de ella.

        Fijate que lo central de mi comentario es el carácter berreta del revisionismo mediático. Que de revisionismo tiene poco. Su éxito reside en que sus motivos están fuertemente arraigados en el sentido.

        Solo un ejemplo: el agro bonarense, en especial en la frontera, fue tradicionalmente considerado un espacio social dominado por terratenientes oligárquicos que explotaban gauchos sometidos. Coincidían en eso liberales «mitristas», revisionistas (de los de veras), marxistas y hasta funcionarios de organismos internacionales (la CEPAL veía en el supuesto latifundio la causa de la «decadencia» argenta»). Ahora bien: no es así.

        En las últimas tres décadas se ha demostrado hasta el hartazgo la complejidad de la sociedad de frontera, la diversificación productiva existente, el carácter falso (y algo racista) de la creencia de que los criollos eran incapaces de practicar la agricultura, etc.

        Los «revisionistas» ni enterados. Se siguen peleando con el chozno de Martínez de Hoz.

        Dame cualquier lugar común del revisionismo qualunquista y te puedo mostrar que no solo el ocultamiento que denuncian es una fantasía (sino un artificio retórico) sino que ni siquiera conocen lo que se ha discutido el tema.

        Un debate necesita bases mínimas de discusión. Está todo bien si quieren debatir con Lanata (otro «revisionista», je) o algún otro zapallo. Pero si quieren discutir con alguien que sepa, necesitan laburar. Pareciera más cómodo hablar pavadas (compartidas por sus tías y peluqueros) y de paso tirar a la basura el laburo real de debate con el liberalismo académico que otros damos, con investigación de verdad, metiéndo todo en el mismo revoltijo de la conspiración sinárquica para evitar que el hijo del colorado Ramos viva sin laburar.

        No, ninguna ficha a una beca para Pacho. Que vengan a dar clases a los colegios si son compañeros. Ladris.

      2. Porque la investigacion historica tiene que ser «institucional», que supongo quiere decir financiada y promovida por el gobierno? Porque no puede ser un tema abierto, sin una verdad unica, a cargo de historiadores o investigadores de todo tipo? Creo que el problema argentino con la historia, que no es un problema de la historia sino de absolutismo mental, es siempre, del lado que sea, buscar ‘una’ historia que convierte la opinion propia sobre los problemas actuales en ‘verdad’ historica.

    3. guido,

      lo que no me termina de cerrar es la negación al dorrego.

      decís: «Los historiadores han fallado en producir una buena divulgación, capaz de mitigar un poco el aburrimiento que produce la aridez académica en el lector no acostumbrado, sin por ello convertir en puré la producción intelectual».

      tal vez el dorrego ayude a mejorar, precisamente, eso, ¿por qué no?

      saludos,

      1. Porque no se plantea como un ámbito de divulgadores del saber académico, sino como un espacio de tipos que tienen la posta ocultada por las malévolas artes de la oligarquía burujujuajua.

      2. perdón, pero eso es una interpretación muy tuya. los únicos que lo plantean como «que tienen la posta» son vos, sarlo y jitrik, que parece que se contagió de la vieja en esta vuelta; pero nadie más.

        el decreto tiene el mismo tenor que los otros muchos de entidades similares. los textos de esos decretos son elocuentísimos al respecto.

        vos estás defenestrando a gente antes de que muestren su trabajo.

        pero bueno. el dorrego allí está. en un tiempo podremos leer esos trabajos y hablar sobre cosas concretas.

        saludos

    4. Guido, atendiendo a tus atinados comentarios de los que se deduce que sos profesional en la materia, podés recomendar alguna bibliografia que supere los viejos paradigmas y que no sea excesivamente árida para un lector del llano como yo?

  2. La lucha por la recuperación de la memoria del pasado no es inocente, lo que está en juego no son sólo imágenes de la historia, sino la certeza tan entendida de que esas representaciones del pasado tienen el poder de tornar legítimas las posiciones presentes y de influir en las batallas de la hora. Y de tales batallas dependerá el futuro que pueda constituirse, escribe Alejandro Cattaruza. Nos dice también que estas representaciones del pasado se caracterizan porque se trata de una competencia y un debate entre varias lecturas de la historia y que esos debates tienen un objeto declamado, y ciertamente auténtico, constituido por las imágenes del pasado, y otro implícito, tan auténtico como el anterior, que se define en el presente y está asociado a los conflictos político-sociales del momento. (1)
    Como muestra de ello, tempranamente Adolfo Saldías señala: “Voy a escribir la historia de la Confederación Argentina movido por el deseo de transmitir a quienes recojerlas quieran las investigaciones que he venido haciendo acerca de esa época que no ha sido estudiada todavía, y de la cual no tenemos más ideas que las de represión y propaganda, que mantenían los partidos políticos que en ella se diseñaron. Perseguiré la verdad histórica con absoluta prescindencia de esas ideas que tuvieron su oportunidad en los días de la lucha y su explicación en la efervescencia de las pasiones políticas. No se sirve a la libertad manteniendo los odios del pasado”. (2)
    Mitre le contestará al recibir un ejemplar de la obra: “Es un libro que debo recibir y recibo, como una espada que se ofrece galantemente por la empuñadura; pero es un arma del adversario en el campo de la lucha pasada, y aún presente, …Si por tradiciones partidistas entiende usted mi fidelidad a los nobles principios porque he combatido toda mí vida,…debo declararle que conscientemente los guardo, como guardo los nobles odios contra el crimen que me animaron a la lucha.” Sin perjuicio de lo cual agrega: “Todo esto no impide que haga justicia como lo he hecho antes a la sana intención que haya podido inspirar su obra, al procurar estudiar los complejos y confusos fenómenos de nuestra sociabilidad a través de la historia, aún cuando no acepte su criterio histórico. Reconozco la inmensa labor que encierra su libro, verdaderamente extraordinario en la compulsión de documentos comprobatorios, la metódica ordenación de las materias, la extensa exposición de los hechos –a veces por demás prolija- revelando en el estilo y los corolarios un notable progreso intelectual, que hace honor a usted como trabajador, escritor y pensador.” (3)
    La contrahistoria revisionista parecería alejarse de la visión de Saldías ya que opera una redefinición de la funcionalidad de la historia, pidiéndole no una conclusión objetiva y científica sobre los hechos sociales, sino una conclusión que pueda producir nuevos hechos históricos –concepto utilitario de la verdad histórica al servicio de la política. La verdad historiográfica no sirve de nada si no es capaz de engendrar nuevas realidades históricas. La generación revisionista ha contribuido mucho, en un campo de saber tan sensible como la historia nacional, a quitarle todo valor al trabajo intelectual desprovisto de ambición política inmediata, su importancia no se encontrará en los logros o en sus fracasos más evidentes, un incuestionable triunfo mediático y político a partir de una metodología arcaica, perimida, sino más bien en la permanencia de los nudos temáticos que supo imponer y que la sociedad argentina no pudo superar. Este logro es una hipoteca que sigue pesando sobre quienes querrían hacer una historia argentina no sin ideología pero al menos capaz de escapar a las trampas de todo discurso normativo. (4)
    Con razón señala Cataruzza que el revisionismo logró un éxito importante a fines de los años treinta, que residió en la organización de una imagen de la llamada “historia oficial” que resultó muy eficaz y duradera: esa “historia oficial” que solía llamarse también “falsificada”, sería homogénea, uniforme, antirrosista en bloque, fruto de la distorsión de la verdad histórica en función de intereses políticos, resultando de la acción de los vencedores de Caseros, y en consecuencia, una historia al servicio de esos grupos. (5)
    Esa errónea caracterización aún sigue imperando y lo prueba el decreto 1880/2011, el que olvida que como lo advierte Andreas Huyssen: que “no siempre resulta fácil trazar la línea que separa el pasado mítico del pasado real, que fuere donde fuere, es una encrucijada que se plantea a toda política de la memoria. Lo real puede ser mitologizado de la misma manera que lo mítico puede engendrar fuertes efectos de realidad.” (6)
    Nada nuevo bajo el sol de nuestra Patria.-
    (1) Cattaruzza, Alejandro. Los usos del pasado. La historia y la política argentinas en discusión, 1910-1945. Sudamericana. Bs. As. 2007. Págs. 18/19.-
    (2) Saldías, Adolfo. Historia de la Confederación Argentina. EUDEBA. Bs. As. 1973. T.I. Pág. 7.-
    (3) Citada en: Scenna, Miguel Ángel. Los que escribieron nuestra historia. La Bastilla. Bs. As. 1976. Págs. 100/101.-
    (4) Quattrocchi-Woisson, Diana. Los males de la memoria. Historia y política en la Argentina. Emecé. Bs. As. 1995. Págs. 329 y sgts.-
    (5)Cattaruzza, op. Cit. Pág. 188.-
    (6)Huyssen, Andreas. El busca del futuro perdido. Cultura y memoria en tiempos de la globalización. FCE. Bs. As. 2001. Pág. 20.-

    1. Estoy de acuerdo con el punto de Cattaruzza, se debate el pasado y al mismo tiempo el presente, de eso estoy hablando cuando digo: «no sea cosa que finalmente conozcamos a fondo lo que pensaban realmente los próceres “secundarios”, los caudillos del siglo XIX o del siglo XX, el pueblo que los seguía y los intelectuales que los explicaban, y terminemos encontrando semejanzas con los personajes del presente o con nosotros mismos…». Esa es una de las razones de tamaña reacción del establishment mediático e histórico ante la creación de un nuevo instituto, y porque no pasó lo mismo con los anteriores que se crearon tanto durante el kirchnerismo como el menemismo: algo se tocó esta vez que activó este volcán de declaraciones altisonantes y descalificaciones… ¿No será que el debate se mueve en dos niveles, el historiográfico (pasado real) donde la Academia (o parte de ella) no quiere nuevos actores que disputen su poder, y el simbólico (pasado mítico) donde los medios hegemónicos y sus «explicadores» por hora temen perder ascendencia social ante la posible convalidación académica de otro relato histórico contrapuesto, que hasta ahora circuló por la colectora de los best sellers y la TV y que amenaza su relato único y que tal vez se consolide y cualifique… Porque, como bien acotás (a través de Huyssen): «Lo real puede ser mitologizado de la misma manera que lo mítico puede engendrar fuertes efectos de realidad» y, como sabemos, la realidad (mítica y real) argentina, regional y mundial es muy distinta que la de hace 10; 20 ó 60 años, por lo que la lectura que vamos a tener de la historia y los temas a debatir sobre ella son necesariamente diferentes, y en ambos campos es donde quienes se oponen al Dorrego trabajan: como dice Cattaruzza: «esos debates tienen un objeto declamado, y ciertamente auténtico, constituido por las imágenes del pasado, y otro implícito, tan auténtico como el anterior, que se define en el presente y está asociado a los conflictos político-sociales del momento».
      Saludos.

      1. Basurero:
        Primeramente me parece excelente tu trabajo, en el que creo no has dejado nada de lado.
        Es cierto que cada uno defiende su «quintita» y que la virtud de un buen investigador debería ser la humildad, virtud de la que carecen muchos, entre ellos Luís Alberto Romero, de quien sin perjuicio de ello comparto muchas de sus tesis.
        El problema de ¿por qué no al Dorrego y sí a los otros institutos?, creo que pasa fundamentalmente por la «desconfianza» que muchos experimentamos con relación a este gobierno y que yo ya he comentado en otras entradas y otros temas. Esa manera propia de gobernar de las llamadas democracias delegativas, con decisiones abruptas e inconsultas y como viviendo en una continua gesta frente a la amenaza de grandes poderes, me lleva a desconfiar de los propósitos de esta creación. Creo que el derecho y deber de todo ciudadano es estar atento y criticar los actos del gobierno que no comparte.
        Saludos.-

      2. Las palabras de Basurero y Daio muestran que este debate está contaminado desde el principio, ambos encarnan las dos posiciones: la historiografía hegemónica (que no es necesariamente mitrista o gorila) nos advierte el peligro de la historia a imponer por el actual gobierno hitleriano y sus Goebbels, mientras que el revisionismo mediático nos dice que viene a revelarnos la verdadera historia oculta por los mitristas. Sarasa de ambos lados. Este debate no vale ni una moneda falsa.

  3. «no se sirve a la libertad manteniendo los odios del pasado»-cita de Saldias segun comenta Daio.Gran pretexto para perdonar a los genocidas,que no perdonaron…el problema psicosoial nacional(o uno de ellos)es el»maniqueismo» o esquizofrenia colectiva que puede licuarse y superarse si cada uno reconoce esos errores del pasado,apuntando a objetivos comunes superadores.

    1. Isabel:
      Una cosa es el odio otra, muy diferente, es la memoria histórica.Hasta que Saldías escribe, en general la historia del periodo rosista era una historia de odios, agravios, insultos, y en el mejor de los casos, el olvido. Te recomiendo leas las primeras páginas del libro de Saldías, es imposible que la transcriba totalmente, pero en resumen el dice que historiando ese pasado «cree haber hecho mejor servicio que el que han hecho hasta ahora los que han escrito libros para enseñar a odiar la tiranía, con el propósito deliberado de eludir responsabilidades propias en tiempos de extravíos comunes.» Cualquier semejanzas con tiempos actuales no es mera coincidencia.-

  4. desde el presente buscamos el pasado,con intereses determinados.No hay percepcion ni evocacion aseptica.Claro que hay que probar lo que se dice,cuando se comunica y se pretende ir mas alla de la subjetividad.SI NOS QUISIERAMOS UN POCO MAS…,PERO TAMBIEN IMPORTA LA VERDAD.

  5. El punto falso, de entrada, es la historieta esa de que la «versión revisionesta» de la historia es una especie de secta perseguida que sobrevivía en catacumbas. Hubo hace casi 70 años minsitros de educación que adherían a dicha «escuela».
    Como bien dijo Guido, tampoco es cierto que el mitrismo constituya una «historia oficial» desde hace 120 años. Hace muchas décadas que ha sido abandonada.
    Ser historiador es revisar continuamente el pasado.
    El problema es lo que se entiende por «revisionismo»: según el decreto «la reivindicación de todas y todos aquellos(y aquellas)que, como él, defendieron el ideario nacional y popular ante el embate liberal y extranjerizante de quienes han sido, desde el principio de nuestar historia, sus adversarios». Eso es lo que dice el decreto, o sea que el instituto es para fomentar una visión Billiken de nuestra histora como una lucha del bien contra el mal. Es el Estado Nacional el que adopta esta visión, por lo tanto esa historia de la lucha entre el ying y el yang pasa a ser, sin mayor profundización, la historia oficial.
    Ese es el problema, con otros considerandos, nadie se habría opuesto a la creación de un instituto que investigue a Dorrego y a los caudillos, por más mediocres que sean sus miembros.

    1. Marianot:
      Los institutos tienen como fin no sólo promover el estudio, recopilación sino también la difusión de determinados personajes o hechos históricos, no son una universidad, por eso existen el Sanmartiniano, el Belgraniano, etc. Si no fuera así sólo habría facultades de historia, cuya misión es otra. En el caso de esta visión de la historia no había ninguno hasta ahora. El gran debate que causó su creación demuestra que hacía falta. Quienes cacarean con el pluralismo y la libertad de expresión en relación con el presente no deberían rechazarlo en relación con el pasado… pero vemos que no es así. Por supuesto no se creará una historia oficial porque no sólo no es el único instituto sino que tampoco sucedió así con el Sanmartiniano, el Belgraniano, el de Perón o Evita, etc. etc. ¿O alguien puede afirmar seriamente que el estado impuso una visión única de esos personajes históricos en universidades públicas, privadas, escuelas, medios, etc.?
      Además, en relación a la pluralidad, neutralidad y objetividad de la visión académica, acerco al debate una reflexión de Norberto Galasso: «considero que la “Historia Social” no impugna a la vieja Historia Oficial –cuyos “héroes” predominan aún en los institutos de enseñanza, los carteles de las calles, las estatuas, los cuadros de los colegios, los nombres de las plazas, etcétera–, sino, como reconoce Halperín Donghi: “Trata de ilustrar y enriquecer pero no poner en crisis, con sus aportes, a la línea tradicional”, pues “el país debe enriquecer pero también reivindicar la tradición política-ideológica legada por el siglo XIX”, es decir, el liberalismo conservador sustentado por el mitrismo. Asimismo, después de largos años de rendir culto al supuesto “rigor científico”, el mismo profesor ha confesado últimamente que no hay historia neutra, al referirse a su obra: “Lo que no hice, y eso evidentemente es muy objetable, pero es inevitable, es justificar la selección. Mi selección está hecha con mi criterio, es decir, lo que me parece importante. Ahora tengo una especie de adversario, el historiador nacionalista Norberto Galasso, que explica que para hacer historia hay una etapa en que se junta todo y otra en la que, desde una perspectiva militante, se explica la versión que a uno le gusta. Es una manera un poco tosca de decir lo que todos hacemos.” Y agrega: “Cuando hago una reconstrucción histórica de alguna manera, lo que es un poco desleal, es que eso lo tengo adentro, pero no lo muestro” (La Nación, suplemento Enfoques, 13/9/2008). Después de explicarle que no soy nacionalista sino que adhiero a la Izquierda Nacional, le contesté que celebraba su confesión porque, hasta ahora, “ellos, los historiadores profesionales”, eran “científicos” y nosotros, “curanderos”, y de allí en adelante, resulta que inevitablemente todos somos “curanderos”, es decir tendenciosos».
      http://tiempo.infonews.com/notas/necesidad-de-revisar-historia

  6. Como muestro en la nota, el decreto «maldito», «autoritario» y kirchnerista no difiere mucho de los decretos que crean los demás institutos, por lo que oponerse al instituto por sus propósitos explícitos es improcedente, porque sería oponerse a que el Ejecutivo cree cualquier instituto. Como creo haber aclarado en el texto, no planteo el debate en términos de historia revisionista de Billiken vs historia maldita de Mitre y Videla, sino en términos del derecho que tiene un gobierno de crear un instituto que investigue y difunda la historia desde un ángulo determinado, ausente en los demás, y que coincida con su propia visión histórica, como lo hizo Menem, y antes los gobiernos semidemocráticos de los sesenta, Perón, los gobiernos de la década infame y hasta la misma generación del ’80. El pluralismo siempre enriquece, más voces amplían las visiones y la «verdad» histórica (si es que eso existe) está así cada vez más cerca.
    Ser historiador es revisar contínuamente el pasado, sí, pero también lo hace la sociedad, y el gobierno que es la representación de la misma y el único que puede llevar a la práctica esa tarea por él. Por eso descalificar que sea el estado quien promueve institutos que lo hagan es cuestionar ese instrumento mayoritario, en definitiva, es cuestionar la democracia. La Academia o la Universidad de Buenos Aires puede tener su visión o visiones sobre el tema, pero no es la única universidad que existe (aunque sea la mejor), lo mismo pasa con el Instituto Sanmartiniano, y no por eso vamos a confinar al Gran Libertador al tutelaje del mismo, como tampoco a la facultad de historia de la UBA. De la misma manera, creo que no se pretende que el Dorrego sea quien monopolice la historia del benemérito fusilado por los «doctores» de Buenos Aires, como tampoco lo sean los «caudillos» del interior y los demás próceres de latinoamérica, pero parece que los detractores del instituto pretenden impugnar y, si pudieran, prohibir que se estudie o divulguen esas historias y esa versión de la historia. Uno puede no coincidir con la ideología o la visión que tenga ese instituto, puede criticar a sus miembros por su capacidad o aptitudes, pero no por eso puede impugnar la creación misma del instituto so pretexto de que sólo algunos pontífices tienen la «autoridad» sobre la palabra sagrada de la historia. La lucha por la historia entre mitristas y rosistas, luego entre revisionistas y academisistas del siglo pasado, influyó tanto en la Academia como en los propios revisionistas, por lo que el debate actual no es el mismo, pero sí es hijo y nieto de aquellos, y está vigente tanto en las universidades como, a raíz de este vilipendiado decreto, en los medios y en la calle: ¡bienvenido sea! La Historia no trata de la misma manera a los Rivadavia, a los Mitre, a los Sarmiento, a los Urquiza, a los Roca como a los Dorrego, a los Artigas, a los Güemes, a los López, a los Ramirez, etc. y eso no depende de razones objetivas sino subjetivas o de sesgo ideológico o cosmovisión. Desde el 2001 pocos rincones de la sociedad han quedado libres de debate, hoy es el turno de la Historia, y pueden no gustarnos demasiado los actores pero el resultado del debate no sólo depende de ellos sino de todos nosotros, y cuantos más seamos, mejor.

    1. Basurero:
      Más arriba escribía sobre la desconfianza que algunos tenemos sobre este gobierno, derivada de su manera de gobernar y entender lo público.
      Algunos investigadores del CONICET criticaron la creación del Instituto Dorrego.
      La respuesta a esas críticas parece haber sido esta:
      http://aportes.educ.ar/historia/nucleo-teorico/tradiciones-de-ensenanza/la-historia-de-ensenar-historia/la_historia_recreada_en_los_te_1.php?page
      «Comunicado
      Estimado Sr Investigador/ra:
      Con el motivo de aclarar algunas cuestiones referidas a la relacion de nuestro personal con los medios de comunicación, quisiera participarles de un concepto rector:
      Sólo la Presidente del Conicet, o la persona en quien ésta expresamente delegue tal facultad, puede expresar de modo válido la opinión institucional del Consejo.
      Al no tener personería jurídica propia, ninguna unidad divisional o instituto del CONICET o de doble dependencia tiene de por sí delegadas facultades para hablar en nombre del, o de los organismos en los cuales se desempeña o depende. Si surgiera alguna duda al respecto, la Dirección de Comunicación del Consejo está permanentemente a disposición y plenamente capacitada para aportar orientación e inclusive aconsejar el mejor modo de proceder ante una cuestión concreta, siempre que se lo haga con antelación a pronunciarse. A esto se suma la red de comunicadores en los CCT, que pueden aportar su saber en la faz operativa y canalizar las consultas debidamente.
      Este criterio persigue un principio de unidad de discurso necesario en materia de comunicación institucional, sin perjuicio del cual el Directorio del Conicet continúa preservando la pluralidad de las ideas de sus miembros, de modo que cualquiera de ellos pueda comunicar sus opiniones o los resultados de sus investigaciones, aclarando cuidadosamente que tales resultados u opiniones, sean de una investigadora, investigador o de un grupo, no representan necesariamente la opinión del organismo sobre el tema, sino que son ejemplos del legítimo ejercicio del derecho a la libertad de expresión individual que proverbialmente defendemos.
      De más está decir que no nos referimos a los resultados de investigaciones, de cualquier tipo que fuesen, comunicadas en los ámbitos académicos.
      El Conicet está en proceso de elaboración de una política estructural de comunicación con mayor grado de detalle, que será oportunamente difundida a todas las unidades ejecutoras ni bien esté aprobada por el Directorio.
      Le agradezco su colaboración y quedo a su disposición para cualquier aclaración.
      Muy cordiales saludos.
      Dr xx
      Vice Presidente de Asuntos Tecnológicos»
      ¿Qué opinas?
      Saludos.-

      1. Supongo que si no estás de acuerdo con la frase:»Sólo la Presidente del Conicet, o la persona en quien ésta expresamente delegue tal facultad, puede expresar de modo válido la opinión institucional del Consejo» es porque creés que cualquier miembro puede hablar en nombre del Conicet, por lo que entonces habría miles de opiniones diferentes del mismo Conicet ante cada tema. Una cosa es la opinión individual de cada becario y otra es la del Conicet como institución.

      2. Basurero:
        El CONICET tiene sus normas, y a ellas habrá que remitirse. Sin embargo el decreto-ley 1291/58, ratificatoria y modificatorias,que organizan la institución, no contiene normas específicas sobre este tema. No estando entre las facultades del Presidente (Secretaría de Ciencia y Técnica)tal facultad, que en su caso podría ser ejercida por el directorio.
        Sin perjuicio de ello, lógicamente como vos dices, ningún miembro puede opinar en nombre de la institución, en ésta o en cualquiera.
        Pero el tema no pasa precisamente por lo antes dicho, sino por la casualidad o causalidad, no se sabe, que habiendo opinado individualmente varios miembros del CONICET en forma crítica sobre la creación del Instituto aparezca este comunicado. Como se dice: las brujas no existen, pero…
        Saludos.-

    2. Dale Basurero, tu discurso es una impugnación a la historia mitrista, según vos la historia académica. Estás planteando el debate en esos términos, para ello ignorás lo estudiado sobre los caudillos de Ravignani para acá, ya en los años 20 figuras como Artigas habían sido reivindicadas por la Academia (ya te había respondido Guido sobre trabajos más recientes).

      No podés hacerte el boludo, eso es lo que más me molesta de vos y Pablo, siendo tipos con conocimientos hacen piruetas para demostrar que las boludeces de los Brienza son piezas de valor y mejor si tienen el apoyo del Estado. Brienza sabe de Historia mucho menos que un lector especializado, apenas un poco más que un alumno de la secundaria. Anguita cuando improvisa comete errores groseros, en la escuela la maestra le pondría un cero. Bellota, supongo la especialista en el Dorrego en temas de género, es una escritora de anécdotas. O´Donell en su sitio proponía debates tan interesante y actuales como: Rosas, ¿caudillo popular o tirano?. Hasta Pigna se asoma como el autor más serio de esos payasos (mirá lo que digo).

      En el Dorrego se colaron algunos ramistas, va a ser lindo leer su reivindicación del cuasiexterminio dirigido por Roca, algo así como el Perón del siglo XIX para Ramos. Van a ser lindas las omisiones de los escritores rosistas sobre las campañas antirrosistas del Chacho Peñaloza, o el ocultamiento de la participación de Varela en una campaña de Lavalle. Y todo en nombre del pluralismo…

      1. Emilio:
        La nota no es de impugnación a la historia mitrista sino contra la impugnación de historiadores y ensayistas del establishmnet mediático o la Academia (no todos) de la creación de un instituto que no comulga con su visión de la historia o su ideología, haciendo hincapié en sus miembros o en el derecho del Ejecutivo de hacerlo. Y no hablo sólo de historia mitrista sino que: «La lucha por la historia entre mitristas y rosistas, luego entre revisionistas y academisistas del siglo pasado, influyó tanto en la Academia como en los propios revisionistas, por lo que el debate actual no es el mismo, pero sí es hijo y nieto de aquellos, y está vigente tanto en las universidades como, a raíz de este vilipendiado decreto, en los medios y en la calle:»
        Como veo cuál es tu opinión sobre las calidades de los miembros designados, que suponés que vos tendrías más derecho a ocupar ese sitio y como parece que no quedó claro lo que dije de los miembros, lo reitero:»Hay una distancia importante entre las obras de Abelardo Ramos y de Pacho O’Donell, como entre las de Galasso y de Pigna (¿quién lo duda?), pero como creo demostrar en la nota, una cosa son las obras y otra que estén o no calificados para pertenecer a un instituto». No sé tu opinión pero creo que el General Brigadier “VGM” CARLOS MARIA MARTURET, el Brigadier Mayor (R) LIC. JUAN CARLOS ALBANESE, el Coronel (R) DR. GUILLERMO J. MONTENEGRO y el Arquitecto CARLOS MORENO. Contraalmirante Horacio RODRÍGUEZ Contraalmirante Carlos Alfredo VAIHINGER Vicealmirante Oscar Carlos ALBINO Capitán de Navío Jorge BERGALLO Roberto Di Sandro, Nélida A. Domínguez de De Miguel, Carlos A. Juárez, Ricardo Obregón Cano, Hipólito Jesús Paz, Lorenzo Antonio Pepe, Esther A. P. A. de Pérez Pardo, Manuel Quindimil, Ángel Federico Robledo, Alberto Luis Rocamora, Lecio L. Romero, Irma Roy, Juan José Taccone, Ernesto J. Tenenbaum. Cnl. D. Bartolomé Descalzo Prof. D. José María Castiñeira de Dios Cap. Frag. D. Jacinto R. Yaben Grl. Br. D. Ernesto Florit Grl. Br. D. Carlos A. Salas Grl. Div. D. Joaquín Aguilar Pinedo Grl. Br. D. Manuel A. Laprida Grl. Div. D. Toms Sánchez de Bustamante Grl. Br. D. Diego Alejandro Soria VÍCTOR HIPÓLITO MARTÍNEZ : DIEGO ALBERTO BAROVERO FERNANDO M. BLANCO MUIÑO : MIGUEL ANGEL MIERES Tesorero: PABLO EDUARDO DIAZ : ALBERTO GONZALEZ ARZAC Vocales Titulares: JORGE REINALDO VANOSSI, RENZO R. BREGLIA, FIZ ANTONIO FERNANDEZ. MIGUEL ANGEL ESPECHE GIL, GUILLERMO HORACIO GASIÓ, OSVALDO ALVAREZ GUERRERO RUBÉN LÓPEZ CABANILLAS, ROBERTO CORNE no tienen mejores pergaminos académicos que los miembros ad honorem del Dorrego, y esos son los miembros de los demás institutos históricos a los que nadie impugnó ni descalificó, y menos aún a los institutos mismos. Además el decreto no impone ni a sus miembros ni a los productos que tenga el instituto como materia ni material obligatorio en las universidades nacionales o la Academia misma, no interviene universidades ni otros institutos, como parece que creen algunos de sus impugnadores, como no lo hizo ninguno de los otros institutos al ser creado, tan solo crea uno nuevo con una visión distinta y con la novedad de agregar a iberoamérica en sus objetivos. Pero, de nuevo, la reacción desproporcionada demuestra que hay algo más atrás y que algo importante se tocó con el decreto. ¡Si hasta se lo critica por lo que aún no hizo, y los documentos que aún no produjo…! Ni siquiera se conocen los investigadores seleccionados. Quienes cacarean con el pluralismo y la libertad de expresión en relación con el presente no deberían rechazarlo en relación con el pasado… pero vemos que no es así. Falta que Carrió anuncie una dictadura chavista-dorreguista…
        Saludos de un boludo que estudió en el secundario con el libro de texto de historia argentina obligatorio escrito por un profesor de… ¡Literatura!

      2. Basurero:
        Bueno. Conforme a la falta de antecedentes de los «figurones» que aparecen integrando los institutos creados anteriormente -punto a tu favor- creo que vista la lista de los 33 -¿símbolo masónico o 33 orientales?- observo que no se ha innovado mucho, que digamos. Lástima. ¿No?. Personalmente hace unos 50 años que, sin tener ningún título en historia, me interesa nuestro pasado y he formado una modesta biblioteca de unos 6000 volúmenes, salvo Chumbita, Brienza, Pigna, Anguita y Jauretche, sobre cuyos méritos no entro a considerar, a los demás no los conozco. Rectifico: conozco al actual Presidente de Quilmes y al miembro de Entre Ríos – con buenos historiadores, más conocido por otros menesteres que por su dedicación (?) a las investigaciones históricas.-
        Saludos.

  7. interesamte el articulo de Forster en Pagina 12 hoy 9 sobre el tema,reconociendo como critica»enfasis» y «omisiones»en los fundamentos del decreto de creacion del Instituto,pero aprobandola como centro de investigacion y cultura,pues la oposicion como gata flora critica si no se apoya a la cultura,o si se la apoya…

  8. Buen artículo del ahora miembro del Instituto Dorrego, Hugo Chumbita. Claro que hace unos años atrás,en el que entre otras cosas interesantes escribe:
    «Efectivamente, la plaga de las malas novelas históricas ha hecho estragos en nuestro país. No sólo las malas: incluso algunas buenas, como La novela de Perón o Santa Evita de Tomás Eloy Martínez, son ejemplos de una abusiva manipulación de los datos históricos por escritores que mezclan de manera indiscernible –este es el punto– historia y ficción.»
    http://www.google.com.ar/#hl=es&cp=44&gs_id=4t&xhr=t&q=hugo+chumbita+contra+la+historia+conformista&pf=p&sclient=psy-ab&source=hp&pbx=1&oq=hugo+chumbita+contra+la+historia+conformista&aq=f&aqi=&aql=&gs_sm=&gs_upl=&bav

    1. Me indignó tanto La Novela de Perón, que no me puse a analizar sus posibles méritos literarios. Tal vez, como dice Chumbita, los tenga.

      1. El problema de las novelas históricas está en ese especie de mandato posmoderno que disfumina la frontera entre narraciones de ficción y narraciones históricas, se dice en nombre del elemento constructivo que las pone en pie de igualdad. Además hay tantos libros de historia que no alcanza el tiempo para leerlos y como ya leímos demasiadas novelas en nuestra niñez, tenemos dos buenas excusas para ahora dejarlas de lado.

  9. pero hay que reconocer que,como esta la sociedad,las novelas historicas son mas leidas y sirven para iniciar en los temas,sobre todo boigraficos,que los textos academicos.

  10. Hola;
    Me gustaría saber el nombre del autor para citar apropiadamente este texto en mi planificación. Soy docente de Epistemología de la Historia (Escuela Normal Superior «Osvaldo Magnasco», victoria, Entre Ríos) y siempre destino clases al debate en base a un conjunto de artículos de disimiles posiciones en torno a alguna polémica reciente relacionada a la historiografía. Me gustaría integrar tu artículo este año, pero necesito consignar debidamente los datos de autoría.
    Gracias, «Basurero»
    Ana

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