La utopía de ser felices: ¿hasta cuándo hay que esperar?

Que un pueblo, que las personas no puedan ser felices, es una imposición cultural conservadora. Desde que nacemos y a lo largo de nuestras vidas instituciones como la familia, la escuela, la religión, los medios de comunicación, la sociedad en general, nos van diciendo “esto está bien” y “esto está mal”. Y de ahí, parece, no nos podemos mover.

Quizá es la adolescencia el momento en el que podemos cuestionar algunos de esos valores impuestos. En esa etapa de nuestras vidas adolecemos de reglas; pero pasados esos años, con sus más o con sus menos, volvemos a acomodarnos en un conservadurismo que muchas veces nos impide ser felices. Lo peor de todo es cuando esas mismas reglas se las transmitimos a nuestros hijos: vamos moldeándolos a nuestro antojo sin respetar que son personas distintas a nosotros. Quizá algunos pongamos mucha voluntad, mucho esfuerzo, para que no sigan los preceptos heredados al pie de la letra. Pero las reglas básicas siempre son las mismas. Y, así, impedimos sin darnos cuenta las revoluciones.

A los pueblos les pasa lo mismo. Pueden ser felices, pero siempre dentro de los límites de un estado de cosas establecido. Puede haber blancos, negros, grises, pero no puede haber verdes, celestes, violetas, rosas. Hubo intentos en la historia que marcaron hitos, hubo revoluciones que dieron vuelta muchas páginas. Pero esas mismas revoluciones establecieron también sus propias reglas en cada sociedad: ésa es la base la convivencia, de los consensos ineludibles.  Llega un punto en la historia, que vivir bajo la presión de tantos preceptos morales puede traer consecuencias negativas.

Cuando un pueblo decide que se doble, pero que no se rompa, apuesta a color. Cuando un pueblo decide que se rompa, aunque sea un poco, apuesta a plenos. Los plenos son los cambios. Y, quiero decir, cuando es la mayoría del pueblo la que decide ser feliz, es el Gobierno, son las mismas instituciones que impusieron las reglas las que se tienen que acomodar. Son ellas las que tienen que poner la mesa.

Siempre el objetivo del Estado es buscar la felicidad del pueblo. El pueblo somos todos, pero también siempre hay quienes pierden: hay una nosotros y hay un ellos. Pero no tenemos que caer en los discursos autoritarios y machacadores que nos dicen  “esto está bien” y “esto está mal”. La felicidad de un pueblo también reside en buscar pequeñas revoluciones que cambien y mejoren su vida diaria. Porque cuando el pueblo está triste, las cabezas están bajas; cuando se impone el gris, aparece la indiferencia, la abulia.

Hoy estoy sensible, pero al escribir estas líneas desahogo, desato nudos estomacales y me pongo las pilas con la vida.

8 comentarios en «La utopía de ser felices: ¿hasta cuándo hay que esperar?»

  1. Ahora hablando en serio: decis «Siempre el objetivo del Estado es buscar la felicidad del pueblo.»

    En realidad, es al reves. La definicion que alguno dio de modernidad es que el estado no puede obligarte a ser feliz. Los yankees entendieron eso y declararon que uno tiene el derecho a buscar la felicidad, y el estado tiene que garantizarte ese derecho, pero nunca el estado debe tener como objetivo buscar la felicidad del pueblo. Eso es en realidad, la definicion de totalitarismo.
    Y de paso, hace de Boca que es como volverte un ser universal.

  2. Alberto: me corrijo.
    Donde dice «buscar» debía decir «acompañar». Lo mío fue más hippie y el post lo hice con el corazón. Largué los libros unos días.

  3. ALbert, ¿ves qué sos un semi-peronista?

    «Y de paso, hace de Boca que es como volverte un ser universal»

    «queres ser feliz? hacete de Boca. Asi de simple.»

    «Para los sindicalistas el peronismo es el eje de la Nación; la columna vertebral de la clase trabajadora son las 62 y la Unión Obrera Metalúrgica. Ergo: la Unión Obrera Metalúrgica es el eje de la Nación (1)

    Cambiamos UOM por Boca y te tenemos a vos. Otra similitud tiene Boca y el peronismo, se creen la mitad más uno, pero al final, son el 40%.

    Pero si hay algo en lo que Boca es inigualable es que cuando ganan, festeja la mitad más uno, pero cuando pierden, festeja la mitad menos uno.

    Saludetes

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