Lo que no me gusta

 

por Alejandra Varela

 

 

                No me gustan las notas de José Natanson en Página/12. Alguna vez me acerqué a sus textos con curiosidad pero desde hace unos meses me parecen un decálogo de lugares comunes disfrazados de erudición, de una pretensión de estar ocupando el lugar letrado, el análisis político de fondo del diario. Me parece, además que comete errores demasiado groseros.

                Este domingo 22 de noviembre  prometía escribir sobre la politización de Tinelli, donde aseguraba que la política llevaba años tinellizándose y ahora, se preguntaba ¿se politiza tinelli?

                La televisión siempre fue política y lo sigue siendo, aún en los programas más frívolos o supuestamente farandulizados. Se sostiene todo el tiempo bajo una estrategia política y el programa de Tinelli usó la despolitización como un recurso político. Lo que hizo en estos días (sostener un discurso más directo, discutir claramente con algunas figuras del gobierno) fue posible porque en la sociedad se instaló un malestar y él no hace más que repetirlo. Ni Tinelli, ni Susana Giménez, ni Mirtha Legrand son vanguardia, si enuncian un discurso es porque saben que existe la permisividad suficiente en la sociedad para instalarlo.

               Por otro lado la farandulización de la política es un fenómeno demasiado antiguo para seguir pensándolo como novedad. Lo que vemos ahora, especialmente en los políticos del PRO, es una estrategia de llevar la política al lenguaje de lo que ellos consideran “el ciudadano común”. Traducirla a un idioma básico donde todo se arreglaría con la buena onda y la actitud positiva y, finalmente, en la gestión, termina convirtiéndose en un arma demasiado peligrosa por las consecuencias terribles que genera en la sociedad. Se piensa, desde esta postura, que la gente está cansada de grandes discursos y hay que simplificarle la tarea de pensar. Así se construyen slogans, se habla de soluciones esquemáticas y se supera el momento televisivo con simpatía pero es imposible llevar adelante la administración del estado. La espectacularización de la política es volver digerible algo tan complejo como el juego político pero a su vez tan apasionante, es quitarle tensión. Lo llamativo es que estos personajes que desprecian el conflicto, que lo único que quieren es “vivir en paz”, ahora dramatizan una situación social, sobreactúan un malestar, una situación de caos inexistente. Esto es lo que los medios han tomado del mundo de la ficción, la posibilidad de construir realidades abusando de los recursos narrativos que el periodismo comparte con la literatura. A  esto le suma algunos mecanismos de contagio de la política de masas. Si varios repiten una idea todos terminarán repitiéndola porque creerán que es verdad.   

            Natanson plantea que hay dos políticas que resisten ser capturadas por el lenguaje mediático, una es Elisa Carrió y la otra Cristina Fernández.

           Disiento en relación a la dirigente de la Coalición Cívica. Carrió trabaja un política efectista que sólo tiene sentido instalada en los medios. Ella es muy histriónica y parece tan convencida de las locuras que dice que asusta. Es un espectáculo televisivo verla sostener monólogos que serian insostenibles dentro de una discusión política seria.

           Pero es verdad que Cristina Fernández es una política tradicional, en el mejor sentido de la palabra y creo que eso, paradójicamente, es lo nuevo que ha instalado en los modos de hacer política. Es un cuadro político esencialmente intelectual, casi carente de carisma, por eso es tan difícil de instalar como líder. Su estructura política no tiene muchos interlocutores. Cuando habla para los medios los obliga asimilarse a la lógica política. Su uso de la cadena nacional, que en periodistas mal intencionadas como Magdalena es un síntoma que le hace acordar a los milicos, funciona como un modo de revalorizar el discurso político por encima del mediático. Ella sabe muy bien que los medios, al reproducir su palabra, pueden usar mecanismos que cuenten otra cosa. El ejemplo más claro fue la pantalla dividida durante el conflicto con la patronal rural. La cadena nacional funciona simplemente como un registro del discurso político que no le agrega ni le quita valores narrativos. Por supuesto que es un elemento de control pero no se trata de una censura sino de un modo de resistir frente a la tiranía mediática.

            Lo que tampoco comparto es la novedad que observa Natanson en las declaraciones de Tinelli de los últimos días en las que confronta con la Presidenta y con Luis D elía. Son tan directas como la campaña que le hizo a Carlos Menem y su declaración pública de que iba a votarlo. Me parece que el gran efecto banalizador de Tinelli consiste en reducir los grandes temas como la inseguridad o la elección de un Presidente a la moda. Hay que quejarse o hay que votar al Pro porque está de moda. Es una tendencia como puede serlo un vestuario de estación.

           También me resulta gracioso que Natanson use la palabra “jugarse” para describir el accionar de Tinelli. Si alguien como él confronta con el gobierno lo hace porque sabe que no está corriendo riesgos. En primer lugar porque está siendo obsecuente con el medio para el que trabaja, por otro porque sabe que su audiencia está de acuerdo y el poder de Tinelli se sostiene en esas patas, no en el gobierno de turno.

7 comentarios en «Lo que no me gusta»

  1. A mí, por el contrario, suele gustarme bastante lo que escribe Natanson. Pero, en cuanto a lo que dice puntualmente este post, estoy completamente de acuerdo.

  2. Tomo sólo un párrafo del post de Alejandra Varela, pidiendo disculpas por el acostumbrado porelramismo de AP.
    Cristina está hablando demasiado, que es tan malo como no hablar.
    No hay día en que Radio Nacional no transmita un acto, una inauguración o un discurso de ella.
    No creo que la presidenta de la república deba saturar al público con su presencia, ya que eso desgasta y mucho su imagen.
    Creo imprescindible que Cristina se haga cargo personalmente de los anuncios más relevantes, como la asignación de 180 pesos a los hijos de desocupados y trabajadores en negro. Pero otros temas menores debieran ser anunciados por el vocero presidencial, que actúe a modo de fusible, tal como lo hacen todos los speakers presidenciales.
    Hablando de eso y ya olvidado Miguel Núñez, alguien sabe quién es hoy el mudo vocero?

    1. Schussheim: Lo que yo creo es que Cristina se ocupa personalmente de hacer su propia propaganda de gobierno porque siempre se le ha señalado, tanto desde el oficialismo como desde la oposición que el Kirchnerismo no supo propagandizar su gestión. No sé si lo hace de la manera más efectiva, eso lo podríamos discutir pero también creo que los critican cuando aparecen y cuando no aparecen. Como digo en el post, ella es una política clásica, no mediática y por esta razón creo que su forma de comunicar puede saturar, como vos decís, porque no es una dirigente carismática, en el sentido tradicional de la palabra. Pero creo que ella da batalla con su estilo, es respetable y arriesgado

      1. Alejandra: no critico a Cristina sino a quienes la dejan exponerse demasiado sin aconsejarle manejar sus exposiciones públicas. Como decía Tato, que de público sabía y mucho «a la gente hay que dejarla siempre con un poco de hambre de uno mismo».
        Por otra parte mi opinión es estrictamente profesional.

  3. Coincido en mucho de lo que decís excepto en lo último.
    Creo que Tinelli si puede perder: salir a hablar implicó e implica un riesgo para él.
    Podría haberse quedado mudo. ¿Morales Solá lo iba a criticar en su columna por no hablar de inseguridad en ShowMatch? ¿Andino en el noticiero?

    Saludos.

    1. Ricardo: Me refería a que Tinelli no arriesga porque sabe que su público piensa como él. Jamás diría algo que pueda generar interferencia con «la gente» (expresión que odio pero que aplica a este caso)Ellos no son vanguardia, los medios no son vanguardia, entienden que hay un clima, un pensamiento en la gente y lo legitiman, le sacan el pudor para que puedan expresarlo sin tapujos. En ese sentido son extremadamente demagógicos

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