No es el cine que más me gusta, pero refleja una época: Luna de Avellaneda es una suerte de Facundo digital post-dosmilunesco.
El argumento es dicotómicamente simple: un club social en quiebra por la crisis no paga un impuesto, que se acumula con el tiempo, hasta que el Estado decide rematarlo. Una empresa quiere construir un casino en ese lugar, y la película cuenta la historia de los esfuerzos de sus miembros porque el club se quede en ese lugar.
La parte que me interesa de la película es el contrapunto entre dos personajes. Darín es la cara visible del club: el tipo que se la sigue rebuscando tras la crisis del 2001, que sostiene al club, que tiene problemas en la casa, un hijo que quiere –como tantos –irse a vivir a España. Del otro lado está Fanego: “el político”. Fanego es el malo antes que empiece la película. Usa traje, cuando Darín anda de camisa y zapatillas, y eso dice más de lo que dice. Darín y Fanego supieron ser amigos. Ambos militantes de los setenta: Darín era un orador increíble, dicen por ahí, militante de la facu, comprometido, activo. Pero ahora desencantado, y el dosmiluno fue la estocada final para ese desencanto.
Cuesta pensar que uno haya cambiado tanto: cuando vi hace un par de años esta película, pensé que el maniqueísmo era un lugar comodísimo: vista ahora, no cuesta tanto identificarse con el malo. La película está hecha para reivindicar una clase de progresismo blanco que me satura: Ricardo Darín no transó, es impoluto. Sostiene sus ideales, a través de un club social, hace política “por afuera de los partidos”, para no ensuciarse. Por eso sabemos todo de su vida: que su hijo labura mil horas, juega al básquet en el club, ahorra para irse a España; sabemos que su mujer lo hace cornudo porque perdieron la pasión, y perdieron la pasión porque ambos laburan otras mil horas y no hay tiempo para nada.
De Fanego no sabemos nada. Sólo esto: Fanego transó, tiene un puesto en “el Municipio”, la forma comunal de denominar a “la política” en sentido peyorativo, y casi el único sentido dosmilunesco de la política. Nos damos cuenta que Fanego es el malo por la lógica propia del cine: el malo nunca pelea por nada, más que por esas ansias infundadas de conquistar el mundo. Todo lo que sabemos de Fanego es que posiblemente militaba con Darín, y que ahora sigue haciendo política: tiene un cargo en el Municipio, y tal vez sea un corrupto. Elípticamente, la película dice todo el tiempo que Fanego es un corrupto, sin mencionar un sobre, guita, o cualquier desviación. Fanego es un corrupto, ante todo, porque está haciendo política. Y porque hace política tiene cara, modos y actitudes de tránsfuga.
(Querer cambiar las cosas desde adentro fue el delito social del post-dosmiluno. La última novela de Caparrós, A quién corresponda, tiene el mismo mensaje: los que hicimos política en los ´70 no podemos aceptar todo esto. Aquella vez apostamos por cambiar todo o nada, y deberíamos habernos quedado sin fichas desde ahí y para siempre. El que sigue apostando, hoy, en lo sucio de la política, demuestra que aquella vez se guardó una ficha.)
La escena de la asamblea –otro rasgo post-2001- es gráfica: Fanego va a convencer a los socios del club para que vendan. Que se diga que en vez del club van a poner un casino es una estrategia conscientemente propuesta: el maniqueísmo hubiese sido nebuloso si en vez de casino se tratara de una fábrica. Sostiene Darín en esa asamblea que le miremos la cara a X (no sé el nombre), una chiquita que vive en una villa enfrente, y que viene todos los días al club a practicar danza. Que sin ese club, en ese lugar, X no va a poder bailar más. Nadie se pregunta sobre emplazar el club en otro lugar, porque también se nubla la dicotomía: o la chiquita de la villa baila ahí o no baila nunca más. A cambio, una poderosa empresa de casinos viene a instalarse en el barrio. Y sigo pensando en el detalle: qué gran película hubiese sido si en vez de casino hubiese sido una fábrica, cuánto más se habría pensado sobre esa dicotomía. Porque Fanego lo dice todo el tiempo: 1500 puestos de trabajo. Claro que el casino representa la inestabilidad laboral, por eso no es una fábrica, y por eso es más difícil identificarse con el malo: pero ¡guay, si propusiera 1500 puestos de trabajo en una fábrica! Existe, como en todo, una carga valorativa de época –consciente o no, esto no es un manifiesto contra Campanella o su película –respecto del renacer de los grupos “de la sociedad civil”: el club, con sus clases de ballet, resulta más inclusivo para los sectores populares que lo que el trabajo informal, o la mano del Estado, puede brindar. Nadie interpela el discurso emotivo, romántico, de Darín refiriendo a la carita de X, la niña pobre, preguntándole si no sería mejor que el padre de X tenga laburo en el casino-fábrica que se va a instalar en el club. Nadie se inquieta, nadie piensa si, tal vez, no resultaría eso un factor de inclusión más estable que un club social casi fundido. Si ese realismo exacerbado, conurbanista, pejotista hubiese chocado contra el progresismo blanco de Darín, su enaltecimiento de las clases de danza del club por sobre cualquier interés colectivo superior, entonces la película hubiese pasado de ser una historia romántica a una gran reflexión sobre el post-dosmiluno y los límites de la ideología dosmilunista de valorización de la ONG. A Luna de Avellanda le faltó tratar de romper la comodidad que el espectador a veces requiere.
El mensaje, tal vez, es que lo políticamente correcto es relativo: del kirchnerismo en adelante, derechos humanos y empleo son valores en sí mismos. Aquélla película, ambientada en la resaca de la crisis, daba cuenta del discurso del momento vinculado a la emergencia de los actores de la sociedad civil como superación de lo sucio, feo y malo de la política. Más Darines y menos Fanegos. En ese sentido, para bien o para mal lo dirán ustedes, el kirchnerismo fue un recupero de “lo político”: y tal vez por eso, viendo Luna de Avellaneda hoy, sea tan sencillo identificarse con los malos.
Excelente post, hay que pensar mucho en estos temas. Para mi el Kirchnerismo fue las dos cosas. La «política» había sepultado el tema DDHH y parecía impotente para renovar la corte. Esas medidas, sumadas a la ruptura con Duhalde, le dieron al gobierno el apoyo de la sociedad civil antipolítica. Pero esa «ruptura romántica», solo es viable para desahacerse de lo anquilosado, para mi está claro que lo permanente solo puede ser la política. Por eso muchos de los que apoyaban, que creían que el romanticismo era para siempre, ahora se sienten traicionados.
Para agregar un poco de autocrítica, creo que quienes apoyamos al gobierno tenemos que aceptar que el camino es convencer, de ahí que el caniche style, sea algo más que una estrategia coyuntural. Si creemos en la política, creemos en convencer a los que puedan ser convencidos. Una medida tan estructural como la estatización de las AFJP, tiene que servir para darnos seguridad en cuanto a los objetivos (creo que ese es el sentido de lo que dijo D’Elia «con medidas así, uno hasta puede perder tranquilo»), entonces la formula se podría resumir en: profundizar el fondo y suavizar las formas.
A mi la película no me gustó, aunque es un tipo de cine, que en su género está bien hecho. Me pareció cómoda y condescendiente. Pero lo mejor, justamente, me pareció el villano, porque lo que él proponía era muy legítimo, la creación de empleo. No sé si me parece mas bien villano por oposición a Darin opor composición de Fanego, que es la mejor de la película.
Me parece que te enroscaste demasiado con la película y terminaste proyectando ideas y valores tuyos que la película ni por asomo quiere retratar.
Es una película humana. Quiere retratar cierto grado de alienación en personas que se ven avasalladas por una crisis política y un cambio cultural que no pueden manejar. No hay buenos y malos en la película, sino que hay tipos algunos tipos más emotivos y otros más materialistas. La película no intenta reivindicar a ninguno de los dos, sino que muestra cómo se produce esa colisión entre dos formas opuestas de conectarse con lo social y público y cómo eso los afecta en sus vidas particular.
“Menos tenemos, menos queremos”. Con esa frase la mujer de Darin lo intenta despertar de la confusión que lo envuelve. Su economía personal y la del club le devoró todo lo que era y lo que quería, su esposa se distancia de él y su hijo se quiere ir de su casa. Siente que le arrebatan todo y ahora también le quieren arrebatar el club en el que nació. Está golpeado, la vida lo trompeó y le cuesta ponerse de pie.
Yo veo eso en la película, y creo que lo retrata muy bien. No veo ningún interés de politizar los personajes o hacer reivindicaciones de clases. Si esa hubiera sido la idea, entonces sí tenía sentido hablar de una fábrica, y también se le podía poner un gremio, y un capataz mala onda que lee La Nación para indignación de Darin. Por suerte la película quería quedarse con lo humano, y no les fue nada mal, hicieron una muy linda película para lo que es el estándar del cine argentino.
TOM: Excelente comentario, se disparan muchas cuestiones….
Acuerdo con que la película sería mejor, si en vez de una casino era una fábrica. Reflejaría un debate más fuerte: ¿Qué queremos, un pantano o una fábrica?
A mí me gustó la película, pese a los lugares comunes y ligerezas (algunas evitavles) del género.
Que hayan filmado al sur del riachuelo, me compraba. Que sea Avellaneda, tocaba mi corazón académico. Que no le haya gustado a El Amante, la hace menos «progresista blanca».
A años de ese film, me gustaría pensar la evolución de los personajes:
– Darín, un tipo arraigado a su barrio fue perdiendo la virgnidad del progresismos blanco y se hizo re-K con la crisis del campo
– Fanego regresó con Duhalde, mentor de los bingos de la zona.
– El hijo de Darín, regresó espantado de Europa, y hoy tiene un blog en AP.
Me gustaría la opinión de Boyle, que siempre analiza esto del «capital social» y las redes social.
Sergio: gracias, y de acuerdo. Una sola cosa: suavizar las formas si, y sólo si, sirve para profundizar el fondo.
WW: de acuerdo, Fanego es lo mejor de la peli.
J.K: puede ser, cada uno interpreta más o menos lo que quiere. Para mí esto va más allá de la intención o no de hacer una película «humana» o de reivindicar a uno o a otro. Fanego queda como un hijo de puta, eso es innegable. Yo digo lo que me pareció a mi viéndolo. Por ahí la politización es mía, y no me parece grave. Además, no dije que la pelicula no me haya gustado: no es el cine que a mi más me gusta, solamente.
Américo: gracias. Repito que no me parece una mala película. Me encantó tu progresión de los personajes: pagaría por ver Luna II: Darín y Fanego versus el campo. Y de acuerdo con que prendamos la Charie-señal a ver qué dice.
Buen artículo, yo me guarde una ficha: soy militante desde mitad de los 6o, anduve un poco retirada y de vuelta a full.Es otro lugar y otro tiempo. Ahora es para volver a armar el PJ que quedó hecho puré con el menemismo, y en el interior donde me refugié. Además pude pasarles a mis hijos la idea de que el medio para el cambio es la política. Esta es una familia de militantes.Saludos
Hola Elena, preciso falar contigo urgentemente. Me mande uma resposta, me diga alguma coisa, preciso saber se tu estás bem. Besos y abrazos. Jorge
Elena, quiero saber si sos la Elena que estoy buscando espero que si.Creo que sabes quien soy.Sos odontologa de La Lucila.Por favor contestame hace años que te busco.
Hola Jorge: que gusto saber de vos. Estoy bien y he tenido una vida feliz. Muy buena. He tenido cosas que jamás pensé tener ni ver: un país como yo quería y una familia hermosa. Sigo y seguiré en la lucha política porque es parte de mí. Espero que te llegue mi respuesta y que para vos también haya sido todo bueno. Te recuerdo con mucho cariño. Elena
Hubieses perdido mucho del realismo que el género en el que está hecha la película reclama, si en lugar de un casino el proyecto hubiese sido el de poner una fábrica en el terreno del club. Fanego representa al prototipo del chanta que por medio de la política se enriqueció mientras los que le creyeron se fueron empobreciendo al compás de la desindustrialización del país.
Por favor, no confundir política con lo que representa Fanego. No acotemos un término tan rico que tiene 2500 años de histoira a esos modos, a esas formas. Y tampoco llamenos anti-política a la política que no nos gusta, eso es negación del otro, lo que implica de alguna manera negación de la política.
Saludos
Es un análisis muy interesante pero cuando la vi, hace mucho, la interpreté al revés. Para mi Darín peleaba también contra la desaparición de la militancia. Esa idea de que laburar gratis para el club (que es una forma de militar y hacer política) es algo tonto. Es un poco lo que le decía el hijo: Vos papá todo el día laburando y no tenés nada. Y Darín se ofendía ¿Como que nada?¿Y el club?. Aunque pierden, la película termina con Blanco y Darín pensando en armar otro club. Barajar y dar de vuelta ¿No es esta una buena imagen del 2001/2?
En mi opinión, Fanego representaba menos al político transero que al ex-militante convencido del realismo neoliberal de los noventa. No me parece un personaje escencialmente malo, más bien al que dice «otra no queda» desde la honestidad.
Cuando se hizo esa película por suerte no existía un concepto tan pelotudo como «progresismo blanco», al parecer usado en AP cada vez que se quiere denostar a algo sin saber bien el por qué.
En todo caso, el personaje de Darín era un progresista rojo, y ya es hora de que empecemos a pensar en como construir un progresismo de tal color en vez de engancharnos con la demagogia de los D´Elía y su progresismo negro, que hasta parece por el color una corriente fundada en el Vaticano.
Coincido con chubutense.
Si queres puede haber una dicotomía entre «militar en lo social» = bueno, «militar en política» = malo.
Pero Fanego no representa a la política en sentido totalizante como mala, sino como aquel representante de los intereses corporativos. Está presentado como un personaje cínico, que sabe que los «1500 puestos de trabajo» en 6 meses se van a convertir en 200. Pero él hace loby para el casino porque es evidente que tiene una cometa. Eso me pareció a mí.
Y Darin representa la cohesión social que genera una actividad social barrial. Si hubiese sido una fábrica le agregaba un condimento extra, pero era un casino = 1500 puestos de trabajos mentirosos frente a un club social = cohesión, pertenencia, comunidad.
Quizá fui muy ingenuo pero yo la vi en clave «salvese quien pueda (logica neoliberal) vs. entre todos podemos porque somos buenos (cínicamente utilizada por Fanego como romanticismo rococó pelotudo)».
Para película del 2003 (estrenada en 2004) era una película que se peleaba más con el pasado que con el futuro.
Gracias Elena-
Diego: esa es una cosa que deja la película. No se ve en ningún momento, en niguno, involucrado en ningún acto de corrupción. Solamente las acusaciones de Darín que, como conocemos su historia, suponemos honesto. Pero Fanego hace política y, posiblemente por eso, aparece la sensación de que es corrupto. Yo no llamé anti-política a nada, creo que la valorización de las orgas de la sociedad civil es una forma de política. Con la cual estoy de acuerdo para aguantar el golpazo, quizás, pero después a volver a LA política de los partidos.
Chubutense: es un buen final y una buena imagen para dejar. Puede ser que Darín pelee por recuperar la militancia, pero militancia también es conseguir cosas, cosas materiales, laburo, para tu gente. Y esas cosas se consiguen metiéndose en el barro. O sea: hagamos cosas, pero sólo por la nuestras porque somos honestos. Esa idea no me gusta.
Emilio: qué va a hacer, nos enganchamos fácil con la demagogia.
Pensando la propuesta de Emilio. Tal vez, el personaje de Darín evoluciona leyendo a Eric Hobswan en vez de a Jauretche y termina en el picnic de Palermo junto Vilma Ripoll, comiendo un asado con Castellx y declarándose NEUTRAL frente a los bancos por el tema de las AFJPs.
Yo creo que como dicen por ahi, la imagen «mala» no pasa tanto por el hecho de que haga politica, sino por el hecho de que lo mueve un interes corporativo.
Si la historia hubiera estado dada entre elegir un club o una fabrica, pues otra hubiera sido la pelicula.
Pero no tenemos que ir a la ficcion para encontranos estas diyuntivas.
Que paso en Esquel? Se eligio preservar la ecologia a costa de una mineria, que hubiera generado cientos de puestos de trabajo y en encima en plena crisis.
Ahora me surge esta duda Tomas. Supongamos que la historia de la pelicula hubiese sido real, vos que posicion hubieras elegido? Con Darin o con Fanego?
Muy bueno Tomás!!!! Qu eépoca de mierda el post 2001. Esas asambleas me artaron. Por otro lado, para mi con el kirchnerismo el empleo «era» un valor en si mismo.El actual gobierno y al final del de Néstor se encargo, a mi parecer, en desmentir eso. El tema del campo (país parado), gasto al pedo en ciertos subsidios, falta de política energética, demuestran o que el empleo de algunos no les interesa o no se dan cuenta.
saludos
Es buena la pregunta, Esteban.
Así presentadas las cosas, es difícil porque hay datos que faltan. Pero digamos que con los 1500 puestos de laburo firmes, y garantizado un puesto a cada socio del club, voy con Fanego. Y que Darín arme el sindicato -total ahora puede pedir personería-. Me parece que esa inclusión laboral, incluso, permitiría refundar el club, no olvidemos que el club estaba en quiebra y nadie podía pagar la cuota.
Yo estoy con Darín. Avellaneda no es lo que era hace unos años en cuento a desocupación. Esperemos que eso no caiga. En ese momento lo central era el trabajo.
Hoy, creo que debemos dar un paso más: los clubes son espacios donde se tejen lazos sociales.
El tiempo libre no se puede dejar en manos del neoliberalismo. También el entretenimiento y el deporte requieren políticas de Estado.
Estoy leyendo la historia del deporte argentino de Victor Lupo y según veo, Perón articuló políticas educativas, de salud, urbanísticas y fomentó la fundación de escuelas para profesores de educación física, de estadios y centros de entrenamiento y, casualmente, clubs de barrio.
Pensaba hacer un post con eso, pero te lo tiró acá.
Haga el post Américo.
De todas maneras, quise contestar de acuerdo a la situación de la película, o sea, ambas propuestas en un momento de crisis y desocupación.
La misma situación planteada hoy -aún sin estar en un paraíso keynesiano ni mucho menos- me sería mucho más difícil de resolver. Pero en 2004, con Fanego. Pero incorporando a Darín. Je.
Tomás, me gustó mucho el texto porque hacer pensar de otro lado algo que naturalmente leemos unívocamente. Que es Darín+Campanella+Club de barrio. De qué lado vamos a estar. Ponerse en contra de Darín es ser casi la antipatria. Hablar mal de Darín es defeccionar.
Con tu relectura no puedo menos que coincidir.
Qué pasaría si Darín pidisese el Casino y Fanego el Club. Pensaríamos que Fanego quiere cagar a los trabajadores de la despensa. Y que Darín quiere lo mejor para los mucachos del Sur.
Todo tiene que ver con el líder. Pero sí, es cierto, Fanego es medio impresentable pero es más pragmático. Darín es pura bondad ad hoc pero es medio pancho. Yo siempre vote pragmáticos, no progresistas blancos.
El progesista blanco es el tipo que siempre está del lado de la verdad, pero no puede agrupar 10 personas. Lo digo para chubutense. Siempre quieren lo mejor pero van por afuera de todo y recaban con suerte, el viento a favor, los astros alineados, y el descrédito de la clase política toda, Zamora, por caso, el 15 por ciento, en las ciudades capitales. El progresismo blanco es muchas veces progresismo rojo.
Último comentario, me parece desafortunada la no mención de la Bertuccelli. Cómo me gusta esa guacha. Un abrazo!
Natanael Amenábar: Coincido en lo de la Bertuccelli !
Tomás, Esteban: cuando vi la peli mi «simpatía» (es casi obvio) estaba con Darín. Laburante, ex universitario, desocupado, cornudo, parecía un personaje del Gordo Soriano, era querible, ché.
Américo, no sea berreta. Ningún rojo (palabra franquista-falangista, ¿son las contradicciones del Movimiento Nacional, otra palabra franquista, je) puede ser neutral ante la estatización de las AFJP. Sólo una tarada como Ripoll y su antisemita partido MST puede ser tan tonto , basta mirar las posiciones de la izquierda orgánica, el PC apoyando y el PO de refilón también. Rojo, rojito. Vilma es amarillita como el Pro.
No me gusta que se naturalice el término progresismo «blanco» ni «negro». Me parece una pérdida de valor conceptual, si ni siquiera sabemos que es un progresista (nunca lo supimos, después de la progre ALianza mucho menos) menos vamos a saber que son las patrañas esas de los progres «negros» o «blancos». Que sé yo, en vez de tanta cacareada (no lo digo por vos Tomás, uno de mis «bloggers» favoritos) yo quisiera ver algo concreto de este Gobierno para eso que los fasistas denominan «negrada» y el término «progresismo negro» no termina de invertir simbólicamente.
Fascinantes los análisis. No pensé en su momento que la peli diera para tanto. Sin embargo recuerdo que salí muy angustiado del cine, ahora entiendo porqué.
Julián:
Discutime, con todo respeto, me pide que no sea berreta y muy berretamente me discute sobre los tonos cromáticos del progresismo y no sobre el tema más importante: los clubes como espacios comunitarios y de socialización.
Para hablar de progresismo rojo hay que ir a Venezuela que es «rojita, rojita». O irse a Italia. Pero ahí ya sería el progresismo «rosso». Y más si estamos hablando de Avellaneda, donde el rojo es un club de fútbol.
Una reflexión muy lúcida. Hace un tiempo, Susana Murillo se preguntaba sobre cosas parecidas en este artículo http://www.redsistemica.com.ar/murillo.htm
Queria saber, por que el hijo del protagonista decide irse y adonde se va?
Gracias!