Por Marcelo García y Luis López
Un debate racional o la negación de todo lo existente
La actualidad argentina presenta una brecha entre realidad y expectativas que es demasiado amplia como para ser ignorada. A días del comienzo del año legislativo el próximo lunes, el entretenimiento cotidiano al que nos somete la discusión público-política del país se muestra menos como una conversación en la que los actores acuerdan reglas mínimas de lenguaje que como una arena de confrontación en la que los leones están listos para alimentarse y hacer, alternativamente, de alimento.
De cara a la nueva conformación en las Cámaras parlamentarias, la falta de debate real y los prejuicios en torno de las medidas que lleva adelante el Poder Ejecutivo son cada vez más preocupantes y, al mismo tiempo, se establecen como la norma. Es el caso del Fondo del Bicentenario, como lo han sido casi todas las medidas que se proponen en los últimos tiempos.
La crítica, desde sectores conservadores y progresistas, cae como una lluvia mediáticamente permanente, erosionando la escena pública. Los argumentos más sofisticados indican que esas reservas serían necesarias para financiar obras de infraestructura o atender la pobreza. Los menos indican que el aumento del gasto público derivado de los recursos que libera el Tesoro al pagarse los vencimientos de la deuda en dólares con reservas tendría como único fin el traspaso de dichos recursos a contratistas y proveedores amigos del Estado. Los más vulgares, y los que más abundan, dicen que el Gobierno quiere quedarse “con el ahorro de los argentinos”; como si el Gobierno fuese externo a la ciudadanía, como si la sociedad tuviera en su gobierno al peor de los enemigos.
Nuestro país tiene una larga historia de autodestrucciones y de negaciones. La discusión sobre el papel de los actores (sociedad y clase dirigente) queda por lo general saldada en un “otros” extraño, que carece de cualquier tipo de asimilación histórica. Esta ajenidad con la que se piensa al conjunto de actores impide comprender el peso específico de los contenidos políticos. La exteriorización de todos los procesos –el “yo no lo voté”, el “que se vayan todos”, el “todos son corruptos”– hace que el debate por el contenido de los grandes rumbos sea prácticamente inexistente. Como resultado, tendemos a quedar siempre a mitad de camino, en una historia plagada de finales abruptos y negaciones vergonzantes que mueve erráticamente las piezas del tablero político. Una sociedad adolescente que prefiere el facilismo negador a la responsabilidad individual y colectiva del ensayo-error inherente a cualquier proyecto político.
El fuego automultiplicador que emiten los medios (la cuestión de las reservas hace unas semanas, el costo de vida estos días, algo más será mañana) muestra a actores más ensimismados en el drama que entusiasmados por la historia, más apegados al suspenso que al camino seguro y convincente. Donde dice “gobierno” y “oposición” se borronea el colectivo dirigencia, donde dice “empresarios” y “sindicatos” no siempre se vislumbra al sector productivo, donde se dice “medios de comunicación independientes” se asoman, brutales, intereses económicos demasiado específicos para la función social que deberían cumplir. Resulta difícil para el ciudadano de a pie estar informado.
La cornucopia mediática aleja del gran público las herramientas necesarias para discriminar lo importante de aquello que dista de serlo. Como dijera hace tiempo un veterano senador estadounidense, cualquiera tiene derecho a tener una opinión propia o divergente, pero a lo que no tiene derecho es a tener sus propios datos. Esto se aplica para todos los actores.
No se trata aquí del simple desgaste tras ya casi siete años de mandato, sino de la incapacidad de la sociedad –al menos en su expresión publicada– de generar, a medida que se acerca a un final de ciclo (si éste fuera el caso), un balance maduro y responsable de los pros y contras de lo existente. Sucede entonces que, de la misma manera con que la crítica a la década neoliberal se focalizó más en cuestiones ético-institucionales que en el esquema de política económica que la guió, estamos ahora terminando otra década y un nuevo proceso político sin ser capaces de realizar un balance racional.
La focalización lacerante de la crítica en la figura de la pareja presidencial y su círculo más reducido de colaboradores oculta la verdadera esencia de un proceso que ha incluido a los Kirchner, pero que, en términos históricos más amplios, los excede. El modelo de fondo de este tiempo es más apropiado para poder pensar a la Argentina en el mediano y largo plazo que el anterior. Y eso, y las formas de hacerlo aún mejor, es lo que debería discutirse en la Argentina de los próximos dos años.
El debate acerca del uso de las reservas no debería omitir cuestiones tangibles como las consecuencias que la liberación de parte del Presupuesto a partir del pago de deuda soberana con reservas tendría sobre el nivel de actividad y el empleo, y sus efectos multiplicadores en materia social y productiva. No debería obviar la discusión sobre cuál tiene que ser el destino de “los ahorros de los argentinos”. El aluvión de críticas que reduce todo a supuestas ambiciones maquiavélicamente hegemónicas del gobierno de turno, que postula al uso de las reservas como un ardid electoralista con miras hacia el 2011 es miope por reduccionista y habla de la endeblez argumentativa –o de la glotonería facilista– de quien lo postula.
Los medios de comunicación tienen mucho, sino todo, que ver en la configuración de este devenir espasmódico de nuestros debates. Desde el conflicto con el sector agropecuario del 2008 y sobre todo desde la aprobación a instancias del Poder Ejecutivo de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual del 2009, el debate público ha mutado en una guerra sin cuartel entre un gobierno fuerte en poder real pero débil en lo simbólico y un conjunto de actores mediáticos/políticos (el orden de esa relación no es inocente) que conservan el poder del símbolo, pero han perdido poder real. En esta guerra, como en todas las guerras, quien muere primero es la información y la verdad.
Pero a diferencia de las guerras, los generales están en este caso tan inmersos en el lodo del combate como el último de los soldados. Si no permaneciesen embarrados, o si no estuvieran algunos compitiendo por un puñado de pesos más que por la gloria, podrían contar con algún dejo de mirada estratégica para mensurar el daño causado a esa entelequia necesaria llamada “interés general” y a su propio futuro como actores importantes de la sociedad.
La forma en que se procesan las disputas en un sistema democrático no está exenta de conflicto y es bueno que no lo esté. Pero el conflicto como forma dialéctica de resolverlas necesita de un momento de síntesis, en el que las posiciones dejan de ser irreductibles y los caminos, antes divergentes, encuentran huellas en común. Si no es así, de lo que se trata es de juegos eternos en los que la suma siempre es cero, como ocurrió en la Argentina durante gran parte del siglo XX. Sería una señal de madurez y responsabilidad colectiva que el nuevo siglo nos muestre que pudimos aprender algo de la historia que supimos conseguir.
*Coordinadores del Departamento de Comunicación del Capítulo Buenos Aires de la Sociedad
Internacional para el Desarrollo (SID)
(Nota publicada en el diario BAE el 25 de febrero de 2010)
Algunas impresiones sobre el discruso de la presidenta en la inauguración de las sesiones ordinarias en el Congreso.
* El tirar cifras aburre a los tefloneros porque no perfora sus preconceptos contrarios a su gobierno y gestión.
* Se mostró más conciliadora (callando críticas a la oposición o a anteriores gobiernos), au…nque los que consideran que es soberbia habrán reforzado esa idea (por cuestiones conceptuales del discurso como su incorregible comunicación gestual/no verbal).
* La oposición no apludía ninguna de esas cifras (muchas de ellas contundentes e irrefutables) pero sí lo hicieron cuando anunció la derogación del Fondo del Bicentenario. Sin embargo, minutos después y ante los micrófonos de los medios, se quejaron de dicha medida que reclamaban.
* Dio muestras de que quizás se encare una normalización del Indec que tanto ha desgastado la credibilidad del gobierno frente a la sociedad al citar cifras del Indec santafesino (A propósito: la ¡diputada! Gabriela Michetti dijo que eso no vale porque Rosario y su región fue levantado por el campo no por las políticas gubernamentales. Es decir, en Rosario y su región gobierna el campo).
* La división metafórica entre país virtual-mediático y país real le abre la posibilidad de respuesta devastadora hasta el último diputado opositor sin mayor esfuerzo. Aunque ese juego discursivo refuerce la permanencia en la agenda pública del impúdico proceder de empresas periodísticas más proclives a defender sus intereses empresariales antes que brindar un servicio informativo imparcial y lo menos subjetivo posible.
* Carrió quedó marginada por la oposición, que además no se levantó -como amenazaron- a pesar de que Cristina refutó a los medios, a la oposición y al poder judicial en varios pasajes. En los próximos días, se verá nuevamente a Elisa tratar de justificar su proceder en términos prognósticos.
* La UCR ya anticipó que votará en contra del nuevo decreto (igual que el Instrumento de Viento) para el pago de los vencimientos de la deuda externa. La mayoría de las voces -que se peleaba para hablar a través de los micrófonos de los principales medios- coincidió en calificar al discurso como irreal y se quejó de que habló poco de la inseguridad y casi nada de la inflación.
Fruta:
1- Tiró cifras que aburren a los tefloneros?? Fueron cifras irreales «made in Indec» y el «diario de Yrigoyen» de los kirchner.
2- Fue conciliadora? es un chiste ese? Una persona que alargó su discurso especialmente esperando a que saliese la guita del Central, y cuando le dieron la señal de que «ya los cagamos», terminó anunciando su decretito trucho. Conciliador es ir a buscar una ley, no hacer un decreto otra vez porque el anterior va camino a que la Corte Suprema lo invalide y el Congreso lo revoque.
3- Ni la oposición ni el Pueblo argentino te va a aplaudir las cifras verseras del indec, ni del «país virtual» (la nube de pedos) en que vive Cristina. No hay inflación, no hay pobres, no hay crisis, la Argentina crece a tasas chinas, sobra guita en el Estado… y a pesar de eso de lo único que se habla es de que sin los miles de millones del Central este gobierno no llegaba a fin de año.
4- Cita a Binner, porque ya empezaron la «ofensiva mediática» los diarios mostrando la inflación que es inocultable (y que va ya para un 30% anual). Las provincias ya presentaron sus cifras, y no queda otra que silbando bajito ir «ordenando» los números del Indec para que no quede tan patente la estafa de sus índices (y por tanto sean todos los empleados de Moreno pasibles de ir a juicio penal por eso). No pueden saltar de una inflación «indec del 4%» a una real del 30% así que van ablandando un poco la cosa.
5- La oposición Real-Virtual es fabulosa para la oposición: Cristina vive en su nube de pedos kirchneristas donde todo va bien (especialmente si sos sindicalista, empleado público o empresario amigo del poder) y habla como si fuera Perón en el `45. El país real vive con inflación, pocas expectativas de cambio a corto plazo, inseguridad, y mal humor social.
6- Carrió estaba aislada del bloque opositor… hasta que Cristina anunció que se afanaba la platita por decreto. En ese momento, todos los no-kirchneristas se dijeron «qué boludos, la gorda por una vez tenía razón, esta vieja baqueteada nos empomó». Y ahora siguen la estrategia Carrió: lluvia de juicios (civiles, penales, comerciales), amparos, llamados a comisión, pedido de leyes, y reuniones donde TODA la oposición se junta -incluidos Carrió y Pino que estaban medio separados hasta ese momento.
7- Como se dijo antes, TODA la oposición va a ir contra el decretazo. Volmemos a épocas reales del menemismo, con la presidencia gobernando por decreto y cagándose de risa del resto y de los medios.
Sigan así, que en el 2011 no salen ni terceros.
Si,se muestra una falta de madurez politica que «cuesta cara».Ahora,la alternativa no pasaria por proyectos sujetos al»ensayo-error»como se dice en el texto propuesto,que nos conducen al»conductismo»en el aprendizaje y a al oportunismo en materia politica,sino a proyectos que si pretenden ser verdaderamente racionales debieran ser globales y en el mediano y largo plazos.
Isabel:
Ensayo-error en este caso quiere referirse menos a una aproximación conductista pavloviana de la práctica política sino a la realidad de los procesos históricos reales, que siempre están sujetos a múltiples aristas, contradicciones y (¿por qué no?) alguna que otra marcha y contramarcha. Lo verdaderamente racional a lo que te referís – algo con lo que en principio no puedo más que estar de acuerdo – generalmente está en la vida real contaminado por islas de irracionalidad con las que se debe aprender a vivir. Saludos
El problema es que hace dos siglos que hay dos Argentinas enfrentadas, y sigue pendiente la síntesis
la racionalidad unida al humanismo puede llevarnos a una mejor convivencia y supervivencia.Y por humanismo no entiendo disciplinamiento(estuve leyendo a Sloterdijk)sino a ese amor al projimo que es lo rescatable del cristianismo.Parece ingenuo lo que digo y es cierto que hay «islas de irracionalidad»incluso en aumento,y el tema parece ligarse con lo del consenso y la confrontacion,tambien con lo apolineo y lo dionisiaco,con civilizacion y barbarie,con lo conciente y lo inconciente,con lo cual podemos armar menudo debate,pero por el momento agregare que en general me parece defendible el texto que nos traen Lopez y Garcia,sobre todo porque el accionar de los medios de comunicacion en su mayoria se ven animados por sentimientos mas que por razones,con lo cualaparecen como paladines de lo irracional.