No es la intención ahondar en cuestiones que afectan al aspecto práctico del tema. Se ha dicho ya, en distintos lugares, cuáles son los problemas más recurrentes, en los 5 para 6 años de gestión en el Ministerio de Desarrollo Social.
Los argumentos que hablan de burocracia, de dilapidación de recursos por “pases de manos”, de cooperativas inviables que se funden al poco tiempo de empezar sin haber dado prácticamente ninguna satisfacción, etc. son irreprochables.
El tema es que todos estos problemas de funcionamiento derivan, aparentemente, en el fin de esta concepción del desarrollo social. Fin de la etapa de economía social, de políticas focalizadas, paso a la etapa de políticas universales (asignaciones universales por hijo, etc.).
El problema por el cual no resulta conveniente a mi criterio criticar a la economía social haciendo hincapié en los obstáculos prácticos de la gestión, o indicando que los resultados no fueron los esperados, es que tarde o temprano se cae en la comparación con las políticas universales, cuyos resultados en materia de desarrollo social son incuantificables hasta tanto las mismas se pongan en práctica. Es así que, entonces, si la conclusión del análisis es la comparación entre lo que pueden dar como resultado una u otra política, para ser justos deberíamos esperar a ver los resultados de la implementación de políticas universales. Tenemos basta experiencia de teorías inmaculadas truncadas por la práctica deficiente.
El tema, entonces, podría pasar por encarar la cuestión desde otra perspectiva.
Y la otra perspectiva es (perdón por la jactancia) teórica.
La implementación de políticas focalizadas en cuanto a desarrollo social responde a una concepción del Estado y de la economía capitalista. Supone al Estado con la capacidad suficiente como para transformarse en un agente económico activo, que puede reemplazar al mercado, asignando eficientemente recursos justamente en aquellos nichos en los que el mercado “sabiamente” decidió que el desarrollo era inviable.
Por supuesto, alguien hablará de “fallas de mercado” para justificar la teoría de que el mercado es eficiente, pero es discutible la eficiencia de una entidad con tantas fallas, y encima previsibles.
Después de la digresión, avanzamos. Las políticas focalizadas parten de la concepción entonces de que el estado puede constituirse en el motor de una economía en desarrollo, allí donde el mercado habría decidido que estaban sus márgenes.
En contraposición, hablar de políticas universales implica reconocerle al mercado una eficiencia en la asignación de recursos mayor a la del estado. Es inyectar guita donde no la hay para que la rueda empiece a andar, desde el consumo (en sectores en que viene atrasado) hasta la producción (que se atrasa cuando no hay consumo).
Estoy tentado a decir que, en este caso, el Estado se limitaría a empujar un poco la copa para que derrame más, aunque sé que esta opinión es polémica. El mercado se encargará de “conseguirle” trabajo a estos nuevos consumidores. Mi objeción a esta idea es: ¿cuál es el estado de estos recursos humanos? Digo, para el mercado estas personas no son otra cosa que recursos humanos, y muy ineficientes. Porque hace mucho que no trabajan, porque no están capacitados en el manejo de las tecnologías más productivas, y por varias razones más.
Cuando las ideas que uno defiende son puestas en práctica y no dan los resultados esperados, es el momento adecuado para dar paso a la acción de quienes promueven ideas alternativas. En materia de desarrollo social, tal vez sea este uno de esos momentos.
Pero no debemos olvidarnos que el cambio de concepción no es gratuito. Y mientras sabemos que en la práctica existen situaciones urgentes que hay que atender y que no pueden esperar, también es bueno que nos tomemos un tiempito para pensar en todas las cosas que se ponen en juego con esta decisión, todas las concepciones que quedan jaqueadas cuando se asume que una política lisa y llanamente fracasó.
Mirá Mariano hace poco MEC dijo «no existe la economía social, existe la economía». Y sinceramente concuerdo.
Si hay una deficiencia en la capacitación de los excluidos, que hace imposible que dejen de serlo, habrá que capacitarlos. Independientemente de la asignación universal.
Impulsar la «economía social» es hacer que un montón de actores que no estan en condiciones de intervenir en la economía, jueguen a la economía.
Yo me pregunto, cuando una panadería cooperativa de Alicia se funde, los que trabajaban en ella pueden conseguir laburo en una panadería común? Están capacitados? Si quieren ponerse su propia panadería, tienen acceso al capital?
Creo que el plan del gobierno debería ser: asignación universal, capacitación focalizada y microcredito.
Adrian: se me podrá tildar de prejuicioso, pero con asignación universal en mano, va a tener que intervenir la barra de Almirante Brown para que la capacitación se lleve a cabo.
Les veo ese límite a las políticas universales; generan dependencia de sí mismas. Son ad infinitum.
Vi el post de MEC, también el de Lucas, y por eso escribí esto. Creí que iba a tener más repercusión, más debate. Mi visión es que, obviamente, la economía social tiene que ser ante todo economía. Poner como decís vos a algunos tipos a jugar a la economía es hacer anti-economía. Cada vez que cierra una cooperativa, es una tragedia. Gente desacostumbrada a sentirse útil para ganarse el pan dignamente, depués de que recuperó la fe, la pierde tal vez para siempre, cuando estas cooperativas cierran. Es jodido.
Pero no creamos que las políticas universales van a ser la panacea. Justamente, porque no atienden el principal problema de la pobreza actual de la Argentina, que es que nos encontramos con generaciones que no saben lo que es el trabajo, porque no vieron laburar ni a sus padres ni a sus abuelos. Es más grave todavía que el hecho de que no estén capacitados para manejar una máquina. No relacionan el trabajo con un modo de ganarse la vida. No tienen fe en que puedan hacer algo por lo cual obtener reconocimiento, sentirse útiles para los demás. Mi óptica es que eso no se arregla dándoles 500 mangos para que gasten. Los 500 mangos les van a servir para atender la emergencia. Pero, ¿después qué?
Gracias por comentar. Un saludo
Es verdad lo que decís, el problema es la falta de relación entre esfuerzo personal y cultura del trabajo con la capacidad para satisfacer las necesidades básica.
Ahora pienso en una madre soltera con 7 hijos y digo, es preferible que se quede en la casa cuidando a los pibes y no que intente laburar en una cooperativa mientras los pibes están en la calle. O en pibes que no estudian ni trabajan y que no pueden integrarse ni siquiera a la «economía social».
No estoy en desacuerdo con el tema de las cooperativas pero creo que tendrían que ser una porción del plan de microcréditos, no el centro de la política social.
En cuanto a como forzar la capacitación, podes hacerla requisito para cobrar la asignación. Como podes poner de requisito la asistencia escolar y el certificado de salud para la asignación a los niños. Y por otro lado la capacitación no debería orientarse a trabajar en cooperativas sino a trabajar en la jungla que es el mercado.
Parece que las cooperativas,mutuales y ONG son agrupaciones que generan los excluidos del sistema formal de trabajo por distintas razones,hasta de rebeldia ideologica,en una sociedad en la que al mercado le interesa tener una masa flotante de desocupados.