Anticipos del tiempo en que los K y el sindicalismo librarán batallas

Cristina Fernández se ocupó en su visita a Santa Fe de enmendar el discurso del día anterior. El lunes, a propósito del conflicto en Aerolíneas Argentinas, había instado a los sindicalistas a no boicotear el país.
Ayer estiró el significado de esas palabras: incluyó entre los supuestos boicoteadores a los empresarios que “ganan fortunas” y no la invierten en el país. Aquella enmienda, en principio, apuntó a dos cosas: equilibró el sesgo inicial de un mensaje políticamente incómodo para ella; pudo servir también para que uno de sus más temibles adversarios, Hugo Moyano, no recupere, en base a movimientos de coyuntura, un espacio que se le empezó a reducir en el universo kirchnerista, incluso antes de la muerte de Néstor Kirchner.
La Presidenta sabe que la pelea final con el secretario General de la CGT se avecina, pero no estaría dispuesta a anticipar los tiempos.
Moyano podría permanecer con el timón de la central obrera hasta mitad del 2012. Aunque su radio de acción, más allá de ciertos corcoveos, se observa acotado por distintas razones. El vacío ostensible dentro del propio gremialismo respecto de su liderazgo; el andar de la Justicia, en especial el juez Norberto Oyarbide, que sustancia causas –la mafia de los remedios– que tienen apremiado al dirigente camionero.
El apoyo de la CGT a la Asociación del Personal Técnico Aeronáutico (APTA), que lidera el ex subsecretario de Transporte Aerocomercial, Ricardo Cirielli, y causa el problema en Aerolíneas, no debería verse quizás como un gesto audaz del líder camionero. Fue sólo la utilización de uno de los tantos y viejos problemas irresueltos que arrastra el kirchnerismo. El caso de Aerolíneas es desde hace décadas, también con la reestatización, un claro ejemplo de descalabro nacional.
Moyano tuvo con Cirielli la misma solidaridad que, por otros motivos, había tenido con un adversario político: Gerónimo Venegas. El dirigente rural duhaldista fue detenido este año por supuesta vinculación con la mafia de los remedios. Su detención duró apenas un día por la enorme presión corporativa que desató el sindicalismo.
Vale detenerse en algo. Venegas encabeza ahora una protesta –con piquetes en rutas– porque el Ministerio de Trabajo se niega a homologar el aumento salarial del 34% convenido en las paritarias del sector. Un porcentaje diez puntos por encima, por ejemplo, del que obtuvo el gremio camionero. Aunque con un piso salarial infinitamente más bajo.
Habría que seguir el mapa de ruta de ese conflicto y la posible conducta de Moyano .
El líder camionero no estuvo en la celebración de la victoria de Cristina. Ni en el hotel ni en la Plaza. Hizo una recordación propia del primer aniversario de la muerte de Kirchner, pero aprovechó ese día de luto para enviar correos a Cristina. Reclamó la aprobación en el Congreso del proyecto de ley para el reparto de ganancias en las empresas.
Cristina vive esos avances del líder camionero como desafíos osados. No parece este el momento adecuado para alentar expectativas sobre progresos en el reparto . La situación financiera local continúa sin estabilizarse por la presión sobre el dólar. La economía comienza a sentir algunos cimbronazos. El precio de ciertos comodities se desliza todavía suavemente hacia abajo. El paisaje internacional es, por mucho, desalentador. La canciller de Alemania, Angela Merkel, consideró que Europa vive su peor momento histórico después de la Segunda Guerra. Si fuera así, sufrirá más Brasil y sufrirá también la Argentina.
Cristina se estaría empezando a enfrentar con dilemas que se incubaron en los ocho años de ciclo kirchnerista. Uno de ellos refiere al peso sindical y, en particular, al poder que el matrimonio le permitió acopiar a Moyano. Ese poder, amén del dinero, tuvo que ver con las características del mismo modelo y precariedades que el Gobierno nunca logró subsanar. La expansión agropecuaria halló una correspondencia casi simétrica en el crecimiento del transporte terrestre. Los camiones, por encima de una red ferroviaria inutilizada.
Algo similar sucede con los gremios aeronáuticos. Cirielli fue funcionario de Kirchner bajo las órdenes de Julio De Vido y Ricardo Jaime. Incluso le sirvió de ariete al ministro de Planificación para deshacerse de Jaime. Entre ellos urdieron cantidad de huelgas cuando Aerolíneas también era mal administrada por un grupo privado español.
El Gobierno lo responsabiliza ahora de los recientes problemas en la línea aérea y pidió la suspensión de la personería gremial de APTA. Cirielli se sigue diciendo kirchnerista, pero ya con muchos peros. Otra bomba late en APLA (Asociación de Pilotos de Líneas Aéreas), que conduce Jorge Perez Tamayo. Un viejo sindicalista que ha sido acompañante de viajes presidenciales. Hay manejos de la empresa que le disgustan.
En el ojo de la tormenta quedó Mariano Recalde, el titular de AA. Su padre, el diputado Héctor, es la mano derecha de Moyano.
En esos laberintos ocurrirá la batalla que viene.

Acerca de Nicolás Tereschuk (Escriba)

"Escriba" es Nicolás Tereschuk. Politólogo (UBA), Maestría en Sociologìa Económica (IDAES-UNSAM). Me interesa la política y la forma en que la política moldea lo económico (¿o era al revés?).

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