El laboratorio del fracaso

El caso podría ser la decepción más grande de Cristina Kirchner como presidenta. Tres años después de haberla estatizado de hecho (todavía no la expropió), Aerolíneas Argentinas se convirtió en el laboratorio donde fracasaron muchas políticas del oficialismo. Fracasó, sobre todo, la mezcla de arbitrariedad y de voluntarismo, de dispendio y de favoritismo en la administración de los bienes del Estado.
Una de las fallas más notables es la decisión de encumbrar a una generación nueva, sin experiencia pero con ambición, a los niveles más altos de la administración. La Cámpora no puede mostrar ningún resultado bueno en su hegemónica administración de Aerolíneas Argentinas, el único lugar donde no comparte el poder con nadie.
Mostró también las pésimas consecuencias de apoyarse en los sindicatos para destruir enemigos reales o potenciales. Los sindicalistas son ahora la única estirpe política que desafía el poder presidencial.El dominio gremial sobre sectores sensibles del Estado obligó también al Gobierno a volver sobre sus pasos y devolverle a la Fuerza Aérea un poder cuestionado sobre el tráfico aéreo. Fue la aceptación implícita de una derrota.
El gobierno más cercano a los sindicatos de las últimas décadas se vio obligado al recurso más severo que se haya tomado contra un gremio desde 1983: pidió a la Justicia la suspensión de la personería gremial del sindicato de los mecánicos aeronáuticos. El caso de Aerolíneas Argentinas ya había provocado en su momento que el ministro de Trabajo, Carlos Tomada, amenazara al sindicato de los pilotos con intervenir el gremio. «Siempre detesté la idea de intervenir un gremio, pero en el caso de ustedes tendré el gusto de hacerlo personalmente», llegó a advertirles en una de las habituales crisis de los pilotos con los entonces dueños privados de la compañía aérea. La decisión se demoró, pero finalmente parece concretarse con el sindicato de los mecánicos, aunque se eligió el camino de la Justicia.
Es difícil para el Gobierno explicar que una compañía que recibe casi 2 millones de dólares diarios de recursos del Estados no haya conformado a nadie: ni a los sindicatos ni a los pasajeros. Para peor, tiene casi la mitad de la flota en tierra, ya sea por problemas de mantenimiento o porque hay aviones que no tienen pilotos. Sin embargo, la conducción estatal de la compañía sumó 230 pilotos en el último año de su administración. Semejante situación no podría ser otra cosa que la consecuencia de la impericia en el manejo de la empresa.
Dramático
El resultado podría ser irónico si no fuera dramático para el Estado: se trata de una empresa que obtiene 700 millones de dólares anuales para financiar su déficit, pero que sólo sirve para trasladar a un porcentaje muy pequeño de argentinos. Los argentinos son contradictorios: una mayoría dice en las encuestas estar de acuerdo con la conducción estatal de Aerolíneas Argentinas, mientras que sólo un 7% de los viajeros de Ezeiza elige a la compañía nacional. El resto prefiere viajar en compañías extranjeras mucho más previsibles.
¿Están equivocados los que se inclinan por otras empresas? La conducción de La Cámpora descabezó Aerolíneas Argentinas, barrió a todos sus funcionarios de carrera y colocó en su lugar a militantes que hacen política. De alguna manera, ése es el reclamo fundamental que están realizando los gremios. Por primera vez, a todo esto, el jefe del sindicato de mecánicos, Ricardo Cirielli, está denunciando que podría haber problemas en la seguridad de los aviones, cosa que nunca antes se había puesto en discusión. Aerolíneas Argentinas conserva un lugar entre las diez compañías aéreas más seguras del mundo.
Cirielli sólo expone las deficiencias de la administración de la compañía. Espera el vencimiento de los plazos de revisión de los aviones para dejarlos en tierra. Sólo entonces los funcionarios de la empresa se enteran de los problemas. Fue el gobierno de los Kirchner el que les dio a los sindicatos (tanto al de Cirielli como al de los pilotos, conducido por Jorge Pérez Tamayo) un poder que no habían tenido antes. En el caso de Aerolíneas Argentinas los usaron para echar a sus dueños privados, jaqueados por innumerables huelgas salvajes. Los españoles no eran buenos, pero debieron conducir una empresa sin subsidios, con tarifas congeladas y en medio del asedio de siete gremios espoleados por el Gobierno.
¿Cómo decirles ahora a los sindicatos que ya no tienen el poder que tenían? ¿Por qué resignarían el viejo poder? Hugo Moyano le soltó la mano ayer a su viejo abogado y aliado Héctor Recalde para apoyar a un adversario en la interna gremial, Cirielli. Recalde es padre del joven camporista Mariano Recalde, presidente de Aerolíneas y responsable del desembarco masivo de La Cámpora en la compañía. Para Moyano está primero el deber corporativo y Cirielli tiene ahora el gremio amenazado por una suspensión judicial.
También influye la vieja pelea del peronismo entre los cuadros históricos de ese partido, como lo es Moyano, y la juventud reformadora, que expresa La Cámpora. Salvo por su relación familiar con Recalde, ¿qué motivos tendría Moyano ahora para estar de parte del Gobierno, como sí lo estuvo en los tiempos de los enfrentamientos entre Néstor Kirchner y los propietarios privados de la empresa?
El papel de De Vido
No es extraño en ese mundo de viejas y nuevas trifulcas que el ministro Julio De Vido haya sido sorprendido al lado de Moyano. De Vido es el más peronista entre los auténticos kirchneristas y tiene cierta aversión instintiva por las desmedidas pretensiones de La Cámpora. Influye en él, además, un reflejo puramente kirchnerista: si hay impericias, que no se noten. Pero ¿cómo disimularlas en un conflicto en el que los aviones no vuelan y los pasajeros duermen en los pasillos de los aeropuertos?
¿Cómo, cuando el Gobierno debió devolverle a la Fuerza Aérea el control del tráfico aéreo, contra la experiencia del mundo, que pone en manos de civiles esa cuestión? La autoridad civil argentina (ANAC) terminó colonizada por los gremios. Está llena de gente de Pérez Tamayo y parte de los controladores aéreos están bajo el control de Cirielli. Por eso, Cristina Kirchner les restituyó el problema a los militares. Resulta que la Fuerza Aérea también está cuestionada. ¿O, acaso, no salió de un aeropuerto de la base militar de Morón el avión con 944 kilos de cocaína que los hermanos Juliá depositaron en Barcelona en enero pasado?
Si la Presidenta no aprovechara su reasunción para promover un cambio drástico en la empresa, el caso Aerolíneas Argentinas es uno de esos conflictos en el que todo puede ser aún peor..

Acerca de Nicolás Tereschuk (Escriba)

"Escriba" es Nicolás Tereschuk. Politólogo (UBA), Maestría en Sociologìa Económica (IDAES-UNSAM). Me interesa la política y la forma en que la política moldea lo económico (¿o era al revés?).

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