En plena Brujas medieval, el punto de encuentro era el palacete de los Van der Bourse. Era fácil identificarlo por el escudo familiar y sus tres bolsas de plata. Cualquier mercader de la época que se preciara hacía negocios en casa de estos banqueros venecianos, cuyo apellido original era Della Borsa. Y que prestaron sin saberlo su nombre a un fenómeno que estaba a punto de cambiar la forma de pensar el dinero: las bolsas.
Desde la primera bolsa en sentido moderno creada en Amsterdam en 1602 hasta la creación del primer mercado transatlántico con la mega-fusión de NYSE y Euronext a fines de 2006, los mercados de valores debieron mutar constantemente para sobrevivir. Y en las últimas dos décadas, aquellas primeras corporaciones de agentes de bolsa, verdaderos clubes de socios que habían montado una infraestructura que les permitiera desarrollar su actividad debieron ceder ante un mundo globalizado que les pedía escala, agilidad y eficiencia.
Así, en el camino no sólo quedaron la mística del recinto abarrotado y el griterío febril un mundo que deslocalizaron y esterilizaron las plataformas electrónicas, sino también estas estructuras mutualizadas, en las que propiedad y derecho de explotación se hermanaban (y dificultaban la internacionalización de los mercados).
Las bolsas abandonaron así el esquema miembros-propietarios y dejaron de ser asociaciones sin fines de lucro para convertirse en sociedades anónimas enfocadas en maximizar sus beneficios. Incluso, las bolsas comenzaron a cotizar en bolsa.
Las principales privatizaciones comenzaron en 1993 con la Bolsa de Estocolmo y hoy alrededor del 75% de las bolsas del mundo están desmutualizadas. En el 2000 se acoplaron desde Londres y Frankfurt hasta Hong Kong y Toronto, mientras que al año siguiente, se sumaron Tokio, el Nasdaq y la bolsa española. En 2006, fue el turno del NYSE. En América latina, el proceso también está avanzado. La bolsa de Lima se desmutualizó en el 2003. Brasil lo hizo en el 2007 y México, al año siguiente. Ambas bolsas hoy cotizan en los mercados que gestionan. La Bolsa de Valores de Colombia, por ejemplo, desmutualizada y con fines de lucro desde su creación en 2001, salió a la Bolsa en mayo de 2007.
Pero la desmutualización no sólo formalizó la desvinculación entre acceso y poder de decisión sino que instaló a su vez la polémica sobre la autoregulación: en el nuevo esquema surgía un conflicto entre la vigilancia de lo que más conviene al mercado versus lo que mejor sirve los intereses de los accionistas. Aquí, no obstante, la solución ha variado: en algunos casos las bolsas preservaron sus atribuciones de autoregulación bajo distintos modelos (como por ejemplo la separación de las actividades regulatorias en una empresa con independencia funcional y económica) mientras que en otros se optó por trasladar esas responsabilidades directamente al Estado (como se propone hacer con la CNV).
En plena polémica por el proyecto de reforma del mercado, resulta difícil discutir la necesidad de ponerse a tono con los tiempos y tratar de revitalizar un mercado que de lo contrario parece condenado a la irrelevancia. Pero incluso los expertos en el tema plenamente informados de las tendencias mundiales y los círculos virtuosos que puede generar la desmutualización en cuanto a reducción de costos de transacción y aumento de volumen se muestran llenos de reparos.
Hay un elemento básico para que todo esto funcione y es la institucionalidad del país en cuestión. Por ejemplo, la tendencia mundial es otorgarle al regulador independencia del poder político de turno (no del Estado, sino minimizar las interferencias del gobierno). En Argentina hay claramente un déficit importante en este sentido ya que el directorio de la CNV es legalmente nombrado y removido sin mayores problemas/causales/etc. por el Poder Ejecutivo, explica un especialista en el tema.
Esto además se ve agravado por la presencia de un directorio incompleto (3 de 5) hace muchos años y un muy bajo presupuesto para llevar adelante sus tareas de regulación y particularmente la supervisión que demandaría el nuevo esquema sin autoregulación. Tomando los indicadores más comunes, como presupuesto por personal del regulador o por entidad a ser supervisada, la CNV muestra el más bajo presupuesto de los reguladores de la región más relevantes, agrega.
Aún así, hay quienes destacan aspectos positivos. Es cierto que la autoregulación no funcionó. En la Argentina hay una clara falta de sanciones. Además, el costo de las transacciones es asombroso, se paga más del doble de lo que se paga en USA por una transacción de un inversor medio. Además, los agentes de bolsa no tienen necesidad de mostrar su situación financiera transparentemente. Cuando le entregamos dinero a un agente de bolsa no sabemos qué nos puede pasar porque desconocemos su solvencia y nadie los controla, apunta un profesor experto en estos temas.
Incluso, algunos hacen un voto de fe. En Brasil, por ejemplo, toda la cadena trabajó para crear un mercado fuerte. Desde los brokers hasta los reguladores. Así es como en los últimos cincos años hubo un despegue impresionante del mercado en términos de volumen, de convergencia con las prácticas internacionales y de mejora tecnológica. Y salieron a vender su bolsa al mundo, se entusiasmaba un experto que participó en la desmutualización de varias bolsas de la región.
Pero no es ésa la nota dominante. En una Argentina en la que las últimas medidas sólo parecen haber confirmado los peores pálpitos, el ánimo se inclina más bien a la sospecha. Hay que aclarar que los problemas de subdesarrollo del mercado son más profundos que lo que se intenta vender con la reforma. Hay factores macroeconómicos e institucionales que, si no son corregidos, hacen estéril reformas como ésta, insistía otro experto. La idea de ir hacia un mercado desmutualizado me parece positiva. Pero me genera dudas que esta administración lleve adelante una reforma de tipo pro-mercado sin que haya algo detrás que todavía no alcanzo a discernir, confesaba.
El reflejo mejor entrenado es siempre el que gana. En esta Argentina que cría desconfianza, detrás del arrebato modernizador, muchos descuentan las intenciones más arcaicas. Y temen una reforma a la medida de la avanzada K.
Desde la primera bolsa en sentido moderno creada en Amsterdam en 1602 hasta la creación del primer mercado transatlántico con la mega-fusión de NYSE y Euronext a fines de 2006, los mercados de valores debieron mutar constantemente para sobrevivir. Y en las últimas dos décadas, aquellas primeras corporaciones de agentes de bolsa, verdaderos clubes de socios que habían montado una infraestructura que les permitiera desarrollar su actividad debieron ceder ante un mundo globalizado que les pedía escala, agilidad y eficiencia.
Así, en el camino no sólo quedaron la mística del recinto abarrotado y el griterío febril un mundo que deslocalizaron y esterilizaron las plataformas electrónicas, sino también estas estructuras mutualizadas, en las que propiedad y derecho de explotación se hermanaban (y dificultaban la internacionalización de los mercados).
Las bolsas abandonaron así el esquema miembros-propietarios y dejaron de ser asociaciones sin fines de lucro para convertirse en sociedades anónimas enfocadas en maximizar sus beneficios. Incluso, las bolsas comenzaron a cotizar en bolsa.
Las principales privatizaciones comenzaron en 1993 con la Bolsa de Estocolmo y hoy alrededor del 75% de las bolsas del mundo están desmutualizadas. En el 2000 se acoplaron desde Londres y Frankfurt hasta Hong Kong y Toronto, mientras que al año siguiente, se sumaron Tokio, el Nasdaq y la bolsa española. En 2006, fue el turno del NYSE. En América latina, el proceso también está avanzado. La bolsa de Lima se desmutualizó en el 2003. Brasil lo hizo en el 2007 y México, al año siguiente. Ambas bolsas hoy cotizan en los mercados que gestionan. La Bolsa de Valores de Colombia, por ejemplo, desmutualizada y con fines de lucro desde su creación en 2001, salió a la Bolsa en mayo de 2007.
Pero la desmutualización no sólo formalizó la desvinculación entre acceso y poder de decisión sino que instaló a su vez la polémica sobre la autoregulación: en el nuevo esquema surgía un conflicto entre la vigilancia de lo que más conviene al mercado versus lo que mejor sirve los intereses de los accionistas. Aquí, no obstante, la solución ha variado: en algunos casos las bolsas preservaron sus atribuciones de autoregulación bajo distintos modelos (como por ejemplo la separación de las actividades regulatorias en una empresa con independencia funcional y económica) mientras que en otros se optó por trasladar esas responsabilidades directamente al Estado (como se propone hacer con la CNV).
En plena polémica por el proyecto de reforma del mercado, resulta difícil discutir la necesidad de ponerse a tono con los tiempos y tratar de revitalizar un mercado que de lo contrario parece condenado a la irrelevancia. Pero incluso los expertos en el tema plenamente informados de las tendencias mundiales y los círculos virtuosos que puede generar la desmutualización en cuanto a reducción de costos de transacción y aumento de volumen se muestran llenos de reparos.
Hay un elemento básico para que todo esto funcione y es la institucionalidad del país en cuestión. Por ejemplo, la tendencia mundial es otorgarle al regulador independencia del poder político de turno (no del Estado, sino minimizar las interferencias del gobierno). En Argentina hay claramente un déficit importante en este sentido ya que el directorio de la CNV es legalmente nombrado y removido sin mayores problemas/causales/etc. por el Poder Ejecutivo, explica un especialista en el tema.
Esto además se ve agravado por la presencia de un directorio incompleto (3 de 5) hace muchos años y un muy bajo presupuesto para llevar adelante sus tareas de regulación y particularmente la supervisión que demandaría el nuevo esquema sin autoregulación. Tomando los indicadores más comunes, como presupuesto por personal del regulador o por entidad a ser supervisada, la CNV muestra el más bajo presupuesto de los reguladores de la región más relevantes, agrega.
Aún así, hay quienes destacan aspectos positivos. Es cierto que la autoregulación no funcionó. En la Argentina hay una clara falta de sanciones. Además, el costo de las transacciones es asombroso, se paga más del doble de lo que se paga en USA por una transacción de un inversor medio. Además, los agentes de bolsa no tienen necesidad de mostrar su situación financiera transparentemente. Cuando le entregamos dinero a un agente de bolsa no sabemos qué nos puede pasar porque desconocemos su solvencia y nadie los controla, apunta un profesor experto en estos temas.
Incluso, algunos hacen un voto de fe. En Brasil, por ejemplo, toda la cadena trabajó para crear un mercado fuerte. Desde los brokers hasta los reguladores. Así es como en los últimos cincos años hubo un despegue impresionante del mercado en términos de volumen, de convergencia con las prácticas internacionales y de mejora tecnológica. Y salieron a vender su bolsa al mundo, se entusiasmaba un experto que participó en la desmutualización de varias bolsas de la región.
Pero no es ésa la nota dominante. En una Argentina en la que las últimas medidas sólo parecen haber confirmado los peores pálpitos, el ánimo se inclina más bien a la sospecha. Hay que aclarar que los problemas de subdesarrollo del mercado son más profundos que lo que se intenta vender con la reforma. Hay factores macroeconómicos e institucionales que, si no son corregidos, hacen estéril reformas como ésta, insistía otro experto. La idea de ir hacia un mercado desmutualizado me parece positiva. Pero me genera dudas que esta administración lleve adelante una reforma de tipo pro-mercado sin que haya algo detrás que todavía no alcanzo a discernir, confesaba.
El reflejo mejor entrenado es siempre el que gana. En esta Argentina que cría desconfianza, detrás del arrebato modernizador, muchos descuentan las intenciones más arcaicas. Y temen una reforma a la medida de la avanzada K.
Teman. Están en lo cierto, afortunadamente.
Pobrecita la abuelita Mercado, tan desamparada ella.