Hay que consensuar metas de inflación

Se ha repetido hasta el cansancio que la inflación ha dejado de ser un problema en la inmensa mayoría de los países del planeta. Solo la Argentina y Venezuela tienen una inflación superior al 10% anual en América. Y en el mundo, no pasan de 10 los países con este problema. O sea, solo 1 de cada 20 países sufren este flagelo que afecta fundamentalmente a los más pobres, y es una de las causas principales de la injusta distribución del ingreso.
¿Cómo lo han logrado? ¿Acaso con políticas recesivas?
Muchos países de la región crecieron más que Argentina, cuando se mide correctamente el PBI, y han tenido inflaciones menores al 4% anual, y consecuentemente, han sido capaces de reducir los niveles de pobreza. Por lo tanto no es con las políticas recesivas de los años 80´s que se ha logrado controlar la inflación, y que estaban basadas en altas tasas de interés y/o en congelamientos cambiarios y tarifarios.
Desde los años 90´s, en el mundo, se impusieron políticas que controlaron la inflación sobre la base del manejo de las expectativas, y un seguimiento riguroso de los precios. Primero fue Nueva Zelanda, luego Canadá, Chile, Inglaterra, Israel, y varios más, los que adoptaron estas políticas que finalmente se bautizaron como ‘Políticas de Metas de Inflación‘.
¿En qué consisten?
El supuesto del que parten estas políticas es que la inflación no está estrechamente vinculada con la expansión monetaria, ni con las cuentas fiscales, sino más bien, con la lucha distributiva y con la anarquía de expectativas.
Por lo tanto, la tarea del gobierno es sentar en una mesa de negociación a las autoridades monetarias, cambiarias, de servicios públicos, de política fiscal, junto con representantes empresarios y sindicales, y establecer metas de inflación consistentes con sus pretensiones sectoriales, entre todos consensuadas.
Esta teoría reconoce que la base de la inflación es la disputa por una mejora relativa, ya sea de precios o de salarios, y que, si se establece un cronograma de correcciones sucesivas, por ejemplo, de los salarios, no hace falta intentar ajustes excesivos, ignorando si los demás precios van a seguir creciendo. Obviamente la tarea no es sencilla, pero el Gobierno puede lograrla, en la medida que los equilibrios macroeconómicos sean compatibles con las metas establecidas.
La clave del éxito es que las metas de inflación sean modestas, o sea, que no se pretenda bajar una inflación del 25% anual, en solo dos años. Si se pretendiera esto, claramente un sector sería perjudicado, y pretendería una “revancha” al año siguiente, y la inflación volvería a resurgir, como tantas veces ha sucedido en la Argentina de los últimos 50 años. Muchos analistas, algunos cercanos al gobierno, piensan que las Metas son recesivas, porque las asocian a la política anti-inflacionaria aplicada por Brasil, especialmente en la gestión del Presidente Lula. Justamente, Brasil es el mal ejemplo, porque fijó metas excesivamente ambiciosas (4,5% de inflación) cuando tenía fuertes desequilibrios fiscales a nivel estadual, y consecuentemente una enorme afluencia de dólares por las altas tasas de interés fijadas por la autoridad monetaria. Ese es el ejemplo que no hay que seguir. Si la política de Metas obliga a subir las tasas de interés exageradamente es porque las Metas están mal establecidas.
El secreto del éxito en los numerosos países donde ha funcionado bien es la moderación en la tendencia declinante de la inflación, fundamentalmente actuando sobre las expectativas, sin generar desequilibrios, ni obligando a atrasos cambiarios, ni a restricciones monetarias.
La otra clave es la información al instante, y el monitoreo, que generalmente está a cargo del Banco Central, de los precios y su evolución. Esto permite actuar inmediatamente cada vez que algunos precios se apartan de las metas pretendidas. Si bien el monitoreo y la información puede estar en el Banco Central, está claro que las metas deben ser fijadas por la máxima autoridad política, y ser consistentes con la política fiscal, de aumento del gasto público, y obviamente la política cambiaria y tarifaria. Solo si es una decisión del todo el Gobierno, y discutida con empresarios y sindicalistas privados, puede tener éxito.
Obviamente, lo primero que hay que hacer es reconocer la inflación real. Mal podría este Gobierno reducir gradualmente la inflación actual a una del 18% en el 2013, si solo reconoce que la inflación es del 10%. Por eso he afirmado numerosas veces que la intervención del Indec, decidida por Néstor Kirchner en enero del 2007, es el más grueso error, entre los muchos cometidos, por la gestión kirchnerista. No solo ha sido una ilegal manipulación de las estadísticas, generando abusos que seguramente pagaremos en el futuro cuando los jueces tomen nota de estos perjuicios. También ha producido una sobreestimación del crecimiento del PBI, de por los menos 1 a 1,5 puntos anuales, que nos ha salido muy caro en el pago de los cupones de la deuda con ajuste de PBI. Pero las más graves consecuencias son dos: primero el aislamiento mundial al que nos condenó, por carecer de estadísticas confiables, y que imposibilita la colocación de deuda en términos muy favorables, en lugar de introducir ajustes fiscales como está forzando en las provincias últimamente. Y segundo, justamente, haber imposibilitado la aplicación de las políticas anti-inflacionarias no recesivas que han funcionado exitosamente en casi todo el mundo.

Acerca de Nicolás Tereschuk (Escriba)

"Escriba" es Nicolás Tereschuk. Politólogo (UBA), Maestría en Sociologìa Económica (IDAES-UNSAM). Me interesa la política y la forma en que la política moldea lo económico (¿o era al revés?).

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