¿Por qué suben los precios?

Por Javier Gonzalez Fraga
10/08/12 – 11:34
Mucho se ha escrito y discutido sobre las causas de la inflación, pero pareciera que no ha sido suficiente. El Gobierno sigue ignorando el tema, pero la inflación sigue erosionando el bolsillo de los argentinos, y especialmente el de los jubilados, empleados públicos, beneficiarios de planes sociales, o sea, de los más indefensos.
Ultimamente ha sido frecuente echar la culpa de la inflación a los intermediarios. No es la primera vez que en la Argentina se hace esto. Hace ya 60 años Perón lanzó desde la Plaza de Mayo a los Inspectores de Agio y Especulación a controlar precios y márgenes en los comercios minoristas. Obviamente no funcionó, como no funcionaron todos los intentos de controlar precios que siguieron desde entonces, incluyendo los más recientes del secretario Guillermo Moreno.
Las actuales autoridades, resignadas a no poder controlar la inflación de esa manera, decidieron en cambio, controlar los índices de inflación. A tal efecto intervinieron el Indec, y presionaron en las cadenas de comercio para que unos pocos productos, durante unos pocos días al mes, exhiban precios irrealistas. Justamente los días que esos comercios eran visitados por los agentes del Indec, quienes tomaban nota justamente de esos productos exclusivamente. Por eso el Indec estima que alcanza con $ 22 al día para alimentar una familia tipo. Seguramente siguen creyendo que el pan cuesta $ 3 el kilo, y la carne $ 10,50, algo que no podemos asegurar porque esas informaciones ya no son públicas.
Entre los voceros oficiosos de culpar a los intermediarios se destaca el discutido empresario de la carne, Alberto Samid. Según lo ha repetido en varios programas de TV, la culpa de la inflación la tienen algunas cadenas de supermercados, especialmente los de origen francés, chino y estadounidense. Esta curiosa argumentación es fácilmente vendible, porque son muchos los consumidores que sospechan sobre las ganancias de estas organizaciones comerciales. Pero con un poco de análisis, el argumento se ve claramente falso.
En primer lugar, para explicar que los intermediarios mencionados, u otros, son los causantes de la inflación, no alcanza con decir que la leche vale tres o cuatro veces más en la góndola de lo que se paga al tambero, o lo mismo sobre otros productos. Para explicar la inflación habría que demostrar que esos márgenes, además de altos, son siempre crecientes. Y esto es claramente imposible en una inflación que ya superó el 20% anual hace más de cinco años. Si los márgenes son altos, cosa que no descartamos, pero estables, la tasa de crecimiento de los precios minoristas debería ser igual a la tasa de crecimiento de los respectivos precios mayoristas.
Otra curiosidad del planteo de Samid es que esos mismos supermercados están presentes en otros países, como Chile, Uruguay, Brasil, además de en sus países de origen, Francia, Estados Unidos y China. ¿Cómo puede ser que sólo los gerentes de las sucursales de Argentina son perversos e inflacionarios? Algo más tiene que estar pasando para que esas cadenas en nuestro país, suban los precios, y en otros países, donde ni siquiera hay controles, no lo pueden hacer.
También es raro que estos comercios no quieran competir entre sí, y que hayan celebrado acuerdos para el manejo de los precios, lo que es indispensable para coordinar la conducta perversa que insinúa Samid. Sobre todo a pesar de los cientos de millones de pesos que gastan en publicidad cada semana.
Si, como pensamos, los Samid están absolutamente equivocados, ¿dónde están las causas de la inflación?
Algunos economistas ortodoxos dirán que es el déficit fiscal y la consecuente expansión monetaria. Pero esta explicación no alcanza. Hay muchos países en el mundo con déficits mayores, y con menor inflación. Y también la Argentina tuvo en el período de 2002 al 2006, mucha expansión monetaria y la inflación fue muy moderada.
En mi opinión, una de las causas principales de nuestra inflación actual está en el rápido crecimiento del gasto público, a un ritmo muy superior al crecimiento de la oferta de bienes, y en la baja productividad y progresividad del mismo. No hay en economía una regla clara de cuál es el tamaño óptimo del gasto público. Hay países que funcionan bien con gastos públicos superiores al nuestro, y otros que no.
Nadie puede discutir la validez de aumentar las jubilaciones, de las asignaciones por hijo, y de los demás gastos sociales destinados a los sectores más carenciados. Pero estos gastos justificados no explican ni el 40% del gasto total efectuado. Una gran parte de los subsidios fueron a beneficiar a sectores que no los necesitan, y el espectacular crecimiento del empleo público no tiene nada de progresista, pero sí de clientelismo. Lo mismo con muchas obras públicas, sólo explicables para favorecer a los amigos del Gobierno, y obtener retornos ilegales. Y además tenemos el derroche energético pagado por el Estado. Tomemos conciencia de que el incremento acumulado del gasto público en estos diez años de kirchnerismo equivale a casi 300 mil millones de dólares; equivale a 15 sistemas ferroviarios completos, y a cuatro veces todas las viviendas que hacen falta en la Argentina.
Este shock de demanda no fue acompañado por una política de estímulo a la inversión y a la producción de forma equivalente y coordinada. Por el contrario, con los controles de precios, y las permanentes intromisiones en la actividad empresaria, se ahuyentaron inversiones, tanto nacionales como del exterior.
Lo que importa es el tamaño y la calidad del gasto público, y no es menos grave que esté fundamentalmente financiado por una presión tributaria excesiva, y sólo un cinco por ciento es cubierto por emisión. Si el Gobierno colocase deuda pública para reducir la emisión del BCRA, habrían subido las tasas de interés hace años, y hoy estaríamos hablando de la insolvencia del sistema financiero.
El desafío consiste en evitar que el ajuste del excesivo gasto público se produzca por medio de devaluaciones, como fue el caso más frecuente en nuestra historia, como puede observarse en el gráfico que acompaña esta nota. Es hora que la dirigencia política, el Gobierno y la oposición, debatan cómo encarar esta tarea de reordenamiento económico, sin especulaciones políticas ni mezquindades. Con creatividad y grandeza.

Acerca de Nicolás Tereschuk (Escriba)

"Escriba" es Nicolás Tereschuk. Politólogo (UBA), Maestría en Sociologìa Económica (IDAES-UNSAM). Me interesa la política y la forma en que la política moldea lo económico (¿o era al revés?).

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