Sin empleo, no hay reelección

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Martín Redrado, Miembro del Tribunal de Solución de Controversias de la OMC
Muchos colegas opinan que el 2013 traerá mayor oxígeno gracias al rebote económico esperado. El Gobierno concuerda y considera que es tierra fértil para instalar el debate releccionista. Sin embargo, la realidad es bien distinta. Con una economía que cada día se encuentra más sometida a un recurrente cortoplacismo, no se puede incentivar la creación de empleo. Sin empleo, no hay relección posible. Es una variable clave como termómetro del humor social, junto con la inflación y la inseguridad.
En efecto, el empleo viene evidenciando un débil comportamiento ya desde fines de 2011, afectado por los crecientes costos en dólares y la dificultad para alinear las demandas laborales con los perfiles disponibles, razones que se vieron potenciadas por la desaceleración de la actividad en la primera mitad de 2012. De esta manera, tras un ritmo de creación de puestos de trabajo del 2% i.a. en 2011, la misma bajó a un promedio del 0,3% i.a. en el primer semestre de este año. Es decir, por cada punto de crecimiento de la economía, se generaba el doble de empleo. Hoy esta relación es casi nula. Más aún, la comparación con 2011 es de por si beneficiosa, ya que en dicho año la creación de empleo resultó mucho menos dinámica que en el período previo a la crisis de 2009 (4% promedio anual en 2004-2008).
La marcada desaceleración de la actividad económica durante el primer semestre, sobre todo en el segundo cuarto del año, tuvo rápidas repercusiones en el mercado laboral. La velocidad de creación de puestos de trabajo ha sido notoriamente afectada a la vez que una menor proporción de gente decide adentrarse en la búsqueda de un trabajo, ante las menores posibilidades de conseguirlo. Esto se pone en evidencia con más fuerza en el segmento más joven de nuestra población.
En particular, fue el empleo formal el más afectado durante el lapso abril-junio. No sólo se destruyeron puestos en la producción de bienes como la industria manufacturera
(-1,1%), la agricultura (1,7%) y la construcción (-1%); sino también en los grandes sectores de servicios como el comercio (-1,2%), hoteles y restaurantes (-6.1%), transporte (-1,1%) e inmobiliarias
(-2,4%), más intensivos en mano de obra. De este modo, en tres meses se destruyeron alrededor de 22.600 puestos de trabajo formales en el sector de bienes y 45.100 en el de servicios, una merma generalizada. En ese mismo lapso, el empleo público ha crecido muy por encima cuadriplicando el alza del sector privado (6% vs 1,4% i.a.). No obstante, a pesar del esfuerzo del sector público para actuar como factor compensador de la actual coyuntura, no resulta suficiente para absorber a la masa de trabajadores que ingresan al mercado de trabajo cada trimestre, siendo indispensable el dinamismo del empleo privado. Lamentablemente, en este caso, la demanda laboral se mantiene en los mínimos en los últimos cuatro años.
Hacia adelante, no es muy probable que esta dinámica se modifique, ya que el rebote de actividad previsto para 2013, será de corto aliento, y motivado más por factores exógenos como una buena cosecha, buenos precios de commodities, y un favorable contexto internacional y regional. Es más, Argentina ha ingresado a fines del año pasado indefectiblemente a un ciclo económico que perpetua un bajo y/o pobre crecimiento en un entorno de elevada (y esperemos, estable) inflación. Lo que resulta incierto es cuanto tiempo conviviremos en ese entorno.
Una vez pasada la brisa de aire fresco que deparará el 2013, volverán a salir a la luz los problemas de larga data y la incapacidad probada de la política económica para darle una respuesta adecuada. El elevado costo salarial resultante, sobretodo, del atraso cambiario y el desaliento in crescendo a la inversión privada se suman a la falta de formación y adecuación de las capacidades laborales de los sectores más jóvenes, lo cual requiere una política educativa activa. Asimismo esto ocurre en una coyuntura política donde hay una verdadera puja distributiva para incrementar el poder adquisitivo del salario, generando mayor conflictividad en el tridente sindicatos-empresarios-gobierno. Todos estos factores actúan como limitantes de la economía para crear empleo de calidad, principal articulador de la inclusión y la movilidad social.
En definitiva, sin un incremento significativo de la capacidad productiva (que solo puede lograrse fomentando la inversión), que implique una sustantiva demanda de trabajadores, la capacidad para crear empleo por cada punto de expansión económica (la llamada técnicamente elasticidad empleo/producto), continuará en sus mínimos.
Con una economía que dejo atrás definitivamente el crecimiento a tasas chinas pero que tiene en la expansión de su mercado interno, fundamentalmente a través del consumo, el ancla de su modelo económico, esto resul-tante preocupante. Más aún, para un gobierno que puede encontrar en el humor social el límite a su proyecto sucesorio.
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Un comentario en «Sin empleo, no hay reelección»

  1. ¿Y al revés como sería?. Es decir, si cae la propuesta kirchnerista -con r-re o sin ella- que sería de los asalariados.Pueden confiar en Macri, Alfonsín, Binner…Si gana la mitad -no lo es- que cree mantener a la otra mitad, como quedará el país…en manos de los que creen que todo se soluciona con mayor exclusión o exploando a los laburantes

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