A ser distinto a lo que se parece

 

(Por Juan Manuel Telechea)

Arranquemos por lo obvio. El resultado de la elección de 2019 va a depender de esa franja electoral cambiante que en algún momento votó al kirchnerismo pero que en 2015 y 2017 votó a Macri. Por lo tanto, resulta muy importante tratar de descifrar cómo recuperar ese electorado.

Esta nota trata de responder esa pregunta, enfocándose en su aspecto económico y parándose sobre los hombros del último artículo publicado en este medio por N. Tereschuk y A. Vitale (TyV, a partir de ahora). Allí, los autores sostienen que para ganar en 2019 hay dos elementos que son imprescindibles: i) una narrativa que apele al futuro pero que además ii) dispute en los propios términos y campos semánticos del rival frente a las demandas que plantea la sociedad.

A contramano del sentido común, desde aquí se postula que el discurso económico de Cambiemos es sólido, fundamentalmente porque cumple con las 4 características principales que tiene que tener para ser efectivo: marca las falencias del rival, es consistente (tiene anclaje en la realidad), muestra cierta autocrítica y apela a un futuro mejor.

Se podría resumir de la siguiente manera: reconoce que la gente antes estaba mejor, pero sostiene que era una mejora ficticia amparada en desequilibrios económicos insostenibles cuya corrección inevitablemente derivaría en un período adverso aunque transitorio, que una vez superado lograría la prosperidad perpetua.

Desde ya que un discurso sólido no tiene por qué guardar relación con una buena gestión económica. Es más, como advirtió Gramsci, si el discurso es lo suficientemente persuasivo podría devenir hegemónico aún con un fuerte deterioro en las condiciones materiales de la población. Por eso resulta tan importante tener una narrativa articulada, consistente y que busque disputar el sentido común en los mismos términos que plantea Cambiemos.

¿Cuál es la mejor estrategia para eso? Al igual que afirman TyV, no alcanza con marcar que la economía anda muy mal. Por dos motivos: no se le está diciendo nada nuevo al electorado, es decir, no aporta demasiado; y a la vez no le disputa el campo semántico al rival, quien en su discurso reconoce explícitamente que esto iba a suceder.

¿Dónde hay que dar la batalla entonces? En la autocrítica y en la idea de futuro, que además están intrínsecamente vinculados. Como varias veces se dijo en este blog, las elecciones las pierden los oficialismos; la diferencia es que en esta elección la oposición era hasta hace poco oficialismo. Cambiemos pudo ganar en 2015 con un discurso etéreo porque no tenía una gestión a nivel nacional que defender ni que justificar. El kirchnerismo no puede hacer lo mismo.

Esa parte del electorado que votó a Macri en 2015 puede estar ahora desencantada porque en ese momento no sabía bien qué tipo de gobierno estaba votando. Pero nada asegura que cambie su voto, precisamente porque la alternativa es aquella que en 2015 decidió dejar de votar.

Por eso, la estrategia para recuperar ese voto indefectiblemente tiene que tener un componente autocrítico. No hay manera de vender un nuevo futuro partiendo del mismo pasado. Esa autocrítica es lo que permite la posibilidad de elaborar un discurso de futuro creíble. Lo difícil es encontrar ese delicado equilibrio que articule una narrativa que muestre que ese pasado era mejor a este presente, pero que a la vez que el futuro no es volver al mismo pasado.

Desde aquí se sostiene que eso se logra con un discurso que tome nota de lo sucedido en estos 4 años, y que a partir de eso retome algunas cuestiones de la política económica anterior pero revise otras. Lamentablemente la gestión económica de este gobierno pone una vara muy baja para comparar(se), pero aun así debería servir para incorporar algunos “hechos estilizados” que se fueron consolidando a partir de la experiencia de ambas gestiones y que se podría decir que hoy gozan de cierto consenso en buna parte de la sociedad:

1) Toda economía enfrenta restricciones concretas que imponen límites al crecimiento. Para el caso argentino la más importante es la denominada restricción externa, que depende de la capacidad para obtener las divisas (exportaciones, emisión de deuda, entre otras) vis a vis su uso (importaciones, atesoramiento, pago de deuda).

2) En última instancia, el crecimiento sostenible de la economía depende de la capacidad genuina para generar las divisas. De manera transitoria el crecimiento (y por ende el nivel de la demanda agregada y el uso de divisas) puede ubicarse por encima, pero a costa de ir acumulando tensiones en el mercado cambiario que se resuelven reduciendo la demanda agregada, devaluando el tipo de cambio o una combinación de ambas.

3) La gestión de la política macroeconómica no es neutral, y por lo tanto también fue parte del problema. En particular, se cristalizó en la dificultad para alinear (y reducir) la dinámica inflacionaria junto con el tipo de cambio, que se tradujo en una constante apreciación cambiaria que contribuyó a la salida de divisas y al surgimiento de este fenómeno.

4) El aumento desmedido e irresponsable del endeudamiento en moneda extranjera, sumado a la decisión de acudir al FMI, de mínima significarán un severo condicionante sobre el margen de maniobra de la política económica y de máxima un fuerte deterioro de las condiciones de vida de la población.

5) Frente a eso, la regulación de las divisas surge como una herramienta indispensable del próximo gobierno. Cambiemos allanó ese camino, dado que la violenta devaluación de este año, apalancada por una pésima administración por parte del Banco Central, dejaron en claro que la liberalización total del mercado cambiario no es viable.  No obstante, los cacerolazos, el mercado paralelo y la brecha significativa con el tipo de cambio observada durante el último gobierno del kirchnerismo deberían ser prueba suficiente para advertir que tampoco es posible el control total del mercado.

En función de lo anterior, el discurso del kirchnerismo debería, en primer lugar, sostener su principal bandera: Crecimiento con inclusión. Que precisamente se logra (re)incluyendo a esos sectores particularmente perjudicados por las medidas de Cambiemos: los estratos más vulnerables, jubilados/as y la clase trabajadora, en especial aquella vinculada con la industria. Ahora bien, eso debería venir acompañado de cierta mesura en el mensaje, advirtiendo los riesgos y las dificultades para lograrlo, por la abultada necesidad de recursos en moneda extranjera que va a demandar el pago de la deuda.

En este sentido, la madre de todas las batallas en cuanto a la sostenibilidad de la economía se encuentra en la estabilidad del tipo de cambio real, lo cual requiere, por un lado, reconocer que la inflación es un problema y por lo tanto que debe ser incorporada explícitamente como parte de los objetivos de política económica; y por otro, mostrar que va a resultar necesaria la regulación del mercado cambiario, pero que de ningún modo eso implica el retorno del cepo.

Una narrativa de este estilo mantiene la esencia del kirchnerismo, reconoce errores anteriores que serán corregidos, confronta fuertemente con el discurso que plantea Cambiemos, pero a la vez le disputa sus principales elementos, vinculados con el problema de la inflación y la idea de un futuro mejor. Es decir, tiene los componentes necesarios para tratar de recuperar los votos de esa parte del electorado que se perdió entre 2011 y 2015.

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Un comentario en «A ser distinto a lo que se parece»

  1. El post es muy inteligente y fundamentado. Es un digno acompañante del post anterior de T y V.
    Por cosas que he visto, diría que hubo «errores no forzados» en la implementación de ciertas medidas.
    – En un momento se habilitó la compra de dólares para ahorro en proporción a los ingresos. Los empleados en relación de dependencia pudieron hacerlo sin problemas (aunque no sé por quién terminaron votando). Para los independientes no fue así. A muchos y muchas les denegaron la compra «por falta de ingresos» en casos en que eso no era cierto.
    Al preguntar en AFIP contestaban «es cosa del BCRA».
    Pero se sabía -y estaba escrito- que eso lo decidía la AFIP.
    En cambio, las divisas para viajar (100 dólares o equivalente por día y por persona) se conseguían sin problema.
    Es evidente, entonces, que hubo fallas de implementación.
    Yo creo que aun con el panorama que nos espera, se debería permitir que se hagan esas compras pequeñas. Pero hacerlo bien.
    Y habría que decirlo en la campaña: hay restricción externa pero se va a permitir el ahorro personal, acotado, en la moneda que cada uno quiera. Creo que esto va en el mismo sentido de lo que usted propone.
    – Otra mala implementación fue que se interrumpió la disminución gradual de los subsidios apenas la oposición mostró un poco los dientes. No había más de quitar un pequeño porcentaje de subsidio cada comienzo de año. No hubiera habido bronca y las cuentas habrían andado mejor.
    – También se debería haber manejado distinto el tema de la importación de energía, que agregó mucho a la restricción externa.
    Espero que unos cuantos políticos lean estos post de Artepolítica porque son muy esclarecedores.
    Que terminen bien el año y comiencen bien el «interesante» (en el sentido chino) 2019 que se viene.

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