(Advertencia preliminar: Leo y veo por ahí que ahora resulta que somos todos técnicos. Que se escriben a lo pavo textos, que se hacen declaraciones, no tanto para hacer una autocrítica o decir lo que se puede mejorar, sino para recriminarle al de al lado lo que supuestamente hizo mal. Sigue primando la idea de que es momento al interior del oficialismo de tirarse codazos para quedar mejor posicionado. O, de paso, condicionar a la conducción. Si hay crítica, debería haberla para todos, en su medida y armoniosamente. Este texto apunta a la reflexión. Si es interpretado como una de tantas excentricidades para levantar chicas a la orden del día, no fue la intención. Y a desdramatizar un poco, de paso. Considero que crecí. No escribiría hoy lo mismo que en 2009. Hay que matizar, tomar aire, serenarse y ampliar el foco).
«En América latina, la mayoría de políticos hacen sus campañas usando la intuición, el entusiasmo ideológico y la publicidad, sin integrar a su trabajo las herramientas indispensables de las campañas modernas: la investigación política sistemática y la estrategia. El PRO es el único partido argentino que utiliza sistemáticamente estas herramientas y en el que se discute de política como se debe hacer en el siglo XXI«.
Jaime Durán Barba, pensador contemporáneo
¿Cómo gobierna Mauricio Macri? ¿Cómo se posiciona ante cada uno de los temas de la agenda pública? Realiza encuestas de opinión y allí va.
Así, si a la mayoría de los porteños, pero sobre todo a aquellos que están por encima de la línea de pobreza y que viven en Villa Lugano, les parece que las personas de tez oscura que pueblan una tardecita de diciembre el Parque Indoamericano deben ya retirarse de allí a como dé lugar, pues eso es lo que plantea.
Y si la mayoría de los porteños ve allí una cierta «invasión extranjera», surge el planteo de la «inmigración descontrolada».
¿Eso quiere decir que Macri no tiene ideología? Sólo con ver bailar a Mauricio y a sus colegas de estatus social en el escenario del búnker macrista puede percibirse que no es así. Que la tienen.
Con ver cómo se ejecuta el presupuesto porteño se ve que la tienen. Se ve que en muchas oportunidades, el planteo de Macri (que, a no dudarlo, surge de las encuestas) coincide con su propia idea.
Una hipótesis: un intendente o un gobernador puede actuar así, posicionándose en base a encuestas. Los menos profesionales, con algún otro «sistema de información». Haciendo seguidismo de lo que pide «la mayoría».
Un Presidente tiene otra función. Todos te miran para que vos digas qué hacer. Para que lideres. La necesidad de proveer de gobernabilidad al país implica no siempre seguir los dictados de «las encuestas». Sumado a eso, un Presidente debe lidiar con factores de poder reales. Aliarse o no con la CGT no es una estrategia que pueda surgir del sondeo de opinión que marque los niveles de aprobación de los dirigentes gremiales. Agreguémosle a eso el manejo de la macroeconomía y las relaciones exteriores. Si la Argentina es el país de América Latina con mayor sentimiento antinorteamericano, el país no va a modificar así como así políticas como colaboración en temas de terrorismo, narcotráfico, trata de personas, no proliferación nuclear, etc.
El «seguidismo» de encuestas ha hecho que, en algunas ocasiones, Mauricio Macri se pelee con parte de su «coalición». Por ejemplo, al apoyar el matrimonio entre personas del mismo sexo lo que le valió un llamado de atención del cardenal Jorge Bergoglio (primero se le enrojeció el auricular del teléfono a Gabriela Michetti, claro).
Si la encuesta dice que no hay que criticar a Cristina Kirchner, pues no se critica a Cristina Kirchner. No importa lo que digan tus amigos del country. No se critica a Cristina Kirchner.
Tu electorado «más fiel» (ver los resultados de Macri en las comunas 2, 14 y 13, Norte de la Ciudad) te perdonará los dobleces. Es uno de los nuestros. Hay ideología.
Hagamos un jueguito. Imaginemos que el kirchnerismo designa un «compañero» para seguir la misma estrategia. Seguir la encuesta para ganar la capital aquí y ahora ¿Qué dirían «los kirchneristas»? ¿Se bancarían los dobleces bajo la premisa de que «es uno de los nuestros»? ¿Nos lo bancaríamos los que apreciamos tanto la impronta política del «oficialismo nacional»? ¿O saldríamos a pedirle más «peronismo», más «kirchnerismo», más «huevos», más esto, más lo otro?
Para el oficialismo porteño parece quedar eso o cambiar a los porteños. Para ganar aquí y ahora, digo.
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