Aprendizaje Permanente

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“Recuerdo haber comentado un artículo de David Viñas. Él decía que “la generación del 45” se había equivocado. Y yo preguntaba: ¿desde cuándo los estudiantes son la generación del 45? También eran generación del 45 los jóvenes peones, los jóvenes empleados, los jóvenes seminaristas y los jóvenes cadetes. Y esa generación del 45 no se equivocó; estuvo en su posición. El que estuvo en posición equivocada fue el fubismo de los universitarios. La de 1945 fue una revolución de jóvenes”.

 Arturo Jauretche, julio de 1973[i]

 

Se acerca rápidamente el momento de definición, las elecciones que determinarán si el modelo distributivo iniciado en 2003 continúa o no su avance y profundización. Hablamos, por cierto, del cuarto intento democratizador de nuestra historia reciente. Que, como todo intento, muestra luces y sombras. El primer gobierno populista surgió, como era de esperar, de las primeras elecciones libres, en 1916. Pero sufría en realidad de un pecado de orígen, dado que se impedía todavía votar a la mitad de la población. Aun así, Yrigoyen gobernó por y para el pueblo, y fue cuando intentó ganar para el estado, es decir para el pueblo, una parte mayor del entonces novedoso pero ya millonario negocio del petróleo, que el poder imperial y sus eternos socios locales dijeron bueno, basta. De Perón y de Evita qué decir, sino simplemente recordar las bombas arrojadas en la Plaza como única manera de parar a un gobierno reelegido -con el 63% de los votos y luego de seis años de gestión- en las primeras elecciones verdaderamente democrácticas argentinas, el 11 de noviembre de 1951. Alfonsin, el querido Alfonsín, hizo lo que pudo y lo que supo en un país rendido y por lo tanto devastado económica y, sobre todo, culturalmente. Tuvo que pasar aun mucha agua y dolor, e inesperada fortuna, para que llegaran Néstor y Cristina. ¿Continuará y se profundizará el modelo anti-neoliberal que, al igual que en tantos países hermanos, a los tumbos se desarrolla en Argentina desde hace más de una década? En este post analizaremos tres cuestiones que entendemos son claves para que la respuesta termine siendo positiva.

I – Es la economía, compatriotas

Viendo lo que se venía en 2007, el capital –los grandes ganadores de dinero del país- iniciaron una de las más fuertes de las nueve fugas masivas de dinero de la década K, ya antes -pero también durante y después- de la primera elección de Cristina. Fue sólo un año más tarde, con el intento fundacional y frustrado de la 125, que se dio inicio a la pelea de verdad. La disparada de los precios basales de la economía comenzó entonces a desplegarse, pero implementada con la paciencia de los jugadores que saben. Le llevó al capital de hecho cinco años y una paliza electoral llegar al caos de la devaluación forzada. Y fue así que, un año atrás, los fugadores seriales ya se relamían esperanzados con el fin cercano de un nuevo hecho maldito en la política local, la llegada a la cabeza del estado de gente con ideologías distributivas.

Hace doce meses podía parecer, en efecto, que el juego estaba definido. Pero como todo el mundo ya sabe, la hija de un colectivero y de una sindicalista de La Plata, la abogada apatagonizada a la que le tocó en suerte llegar a la primera magistratura seis años después del estallido de 2001, no es de rendirse fácil. Eligió a lugartenientes de notable desempeño para la nueva etapa -la segunda parte de su segundo mandato o, si se prefiere, la tercera etapa de su gobierno, si consideramos a la primera como aquella que concluyó el 27 de octubre de 2010. Y se comenzó así a desandar los errores de política económica, que no habían sido pocos hasta entonces.

Evitándose las infinitas sugerencias de “periodistas” y “economistas” de tomar masivamente y de una vez deuda externa para financiar las pretensiones de divisas del capital, la fuga se mantuvo contenida y administrada, gracias al mantenimiento del cepo, a las importaciones pisadas y a diversas formas de endeudamiento -pero sin más que un intento fallido del peor endeudamiento, que es la emisión de bonos en dólares para los «mercados». A la vez, se corrigió el grave error político de haber incluído en el cepo, es decir restringido la compra de dólares, a parte de la clase media. El despiste salvado, es decir los dólares que en 2014 sí le vendimos a la clase media, nos costó nada menos que 2400 millones de verdes. No es poco, pero son migajas si se comparan con los 80 mil millones que sumó entre 2007 y 2012 la “formación de activos externos del sector privado no financiero”–es decir, la fuga de las elites, efectuada, claro, con dólares vendidos por el Banco Central. Divisas que, a su vez, habían sido trabajosamente juntadas por la alcancía del pueblo, pero para pagar más bien deuda (algo evitable en el futuro cercano, si hacemos las cosas bien), y también para financiar lo inevitable, o sea las importaciones y el derecho constitucional de viajar cada tanto a la tierra de los ancestros -o a Brasil, o a Miami.

Es importante no olvidar que, para mantener la fuga contenida, el gobierno se puso finalmente los pantalones largos recién en octubre del año que acaba de terminar, cuando comenzaron los controles de verdad a la compra masiva de dólares blue y a los mecanismos bursátiles y financieros de exportación de capital. Esto habría que haberlo hecho -decimos disponiendo del diario del lunes- con la introduccón del cepo, dos años antes. Pero tampoco es fácil. De hecho, los costos de mantener este tapón no son pocos. Los grandes ganadores de dinero del país, las multis y en particular los bancos, tienen muchos más pesos, pero muchos de verdad, de los que desean. Lo que a cambio negocian con el estado, a regañadientes y sólo porque lo estiman un arreglo fugaz, es comprar deuda a altos intereses que este emite, o sea deuda del Banco Central y deuda del fisco.

La deuda del estado en pesos creció así significativamente en 2014. Pero esta noticia no es, en realidad, la peor. Lo que sí es más preocupante es que en los últimos días del año el gobierno intentó su primer endeudamiento en dólares. Que fracasó, por suerte. Fracasó porque no se les dio a los grandes bancos internacionales -oligópolicos colocadores de las deudas soberanas- una tajada suficiente del negocio. Y sobre todo fracasó porque los tenedores mayoritarios del bono que se quiso canjear son, en realidad, esos mismos bancos y fondos de inversión, es decir los accionistas controladores de casi todas las multis del globo. Hablamos de la mundialmente famosa muchachada de Wall Street. O sea, la misma gente que quiere que paguemos con sangre o con hidrocarburos o con más deuda la totalidad de la deuda pre-kirchnerista –con el agregado de más que generosos intereses.

Sobre como solucionar estructuralmente el problema de la excesiva exportación de capital, mal típico de las naciones ex y no tan ex colonizadas, volvemos enseguida. Pero antes queremos destacar lo que entendemos es la otra gran corrección de política económica sucedida en 2014. Esto es, el programa de administración de precios “PC”, o Precios Cuidados. Basado en las estrategias bien intencionados, pero en última instancia fracasadas, de los años anteriores, PC puso puso en aprietes a los formadores de precios, es decir a las multis y a los hipermercados. Hoy, el 20% de lo que se vende en los hípers es parte del programa, generándose así un ancla eficaz que sólo puede ser levantada por el capital con dos posibles estrategias: el rompimiento de los acuerdos de precios o el desabastecimiento. Ambas serían muy impopulares, pero no es eso, por supuesto, lo que les preocupa.

El capital no ha declarado la guerra nuclear sólo porque el gobierno les da a cambio, a través del Banco Central, unos cuantos y crecientes dólares para fugar legalmente (mientras que la fuga por elusión y evasión es muy superior, a lo que hay que sumarle las ganancias intra-empresas resultantes de las estructuras productivas transfronterizas). Y la curva es clara: en 2011 fueron 4400 millones. Vino el cepo y en 2012 fueron 225 millones. En 2013 suben ya a 1300, y en 2014, a aproximadamente 1700 millones. Y es por esto, porque es mucho lo que se llevan, que escuchamos antentamente cuando algunxs kumpas dicen, che, aflojen con lo de la deuda, hay que tomar un poco, que si no se pudre todo.

Puede ser, pasa que estamos al borde, a tres años nomás, de un momento histórico. Si no tomamos masivamente deuda en dólares, y si no nos arrodillamos frente al carroñero poder judicial-financiero anglo-norteamericano, a partir del año 2018 pagaremos muy poco en deuda (ya habiendo sido para entonces pagada casi toda la deuda heredada en 2003, es decir más o menos 220 mil millones de dólares). Y eso, sumado a la posibilidad de cerrar la brecha energética, gracias a la histórica nacionalización de YPF (y a los dinosaurios que hace mucho vivieron en Vaca Muerta), convertirá ipso facto a nuestra economía en una de las más hot del planeta. ¿Por qué? Porque seremos una economía estructuralmente superavitaria en divisas. ¿Qué significa esto? Que podremos darle casi cuántos dólares quieran para fugar, a la vez que el peso será estable, dado que el Banco Central será superavitario. Y esto redundará con el tiempo en que volvamos, después de demasiadas décadas, a ahorrar en moneda nacional. Con lo que la economía se fortalecerá a un punto difícil de imaginar hoy, y así los salarios seguirán avanzando en un moralmente lento pero políticamente irreversible camino ascendente.

Lo que sí, el problema está en el casi. Primero, porque nunca les alcanza, siempre hay unos miles de millones más que pretenden fugar. Segundo, porque lo que faltó decir en el párrafo anterior es que además de corregir la fuga y el déficit de divisas, tenemos que corregir el creciente déficit fiscal. Déficit bienvenido en medio de la puja crucial por disciplinar al capital, pero insostenible en el tiempo a menos que se recurra a un endeudamiento que vuelva a debilitar al patrimonio del estado, y por lo tanto la viabilidad de nuestra economía. Claro que, en realidad, hay otra manera de reducir el déficit, de hecho la única forma no gorila que se ha descubierto hasta ahora. Esto es, aumentar las rentas de las que se apropia el estado, la materia pendiente quizás más importante de nuestra economía (y para quienes estén protestando con esta afirmación: sí, el crecimiento económico ayuda a disminuir el déficit; pero, considerando a donde se pretende arribar, no alcanza).

Frente a semejante herejía, lxs conservadores y liberales dicen, o más bien gritan, achiquen el estado, nazifascistas. Pero como es sabido, es justamente todo lo contrario lo que excita al peronismo K -que, como todo movimiento populista de izquierda, busca agrandar el estado. De hecho, durante el kirchnerismo el estado creció en más de 10 puntos del pbi. Una bestialidad, creannos, por favor, quienes no se especializan en economía. Y lo interesante es que eso no es tampoco tanto, porque nos faltan otros diez puntos al menos para poder disponer de un estado que haga casi todo lo que esperamos que haga -sean guarderías universales para bebés e infantes aun no escolarizados, o un sistema de corrección penal digno y efectivo para lxs más desafortunados, o una red de trenes por y para todo el país, que sea tan moderna que sea la envidia del mundo. O lo que a tu mente populoide se le ocurra. ¿Y quien paga entonces la cuenta? El capital, claro. Es decir, el 0,1% de la población que históricamente, aquí y en casi todos lados, se ha quedado con una parte inmoralmente exagerada de la riqueza generada por el pueblo.

Esa es la lucha en curso –desde hace algunos siglos, de hecho. El kirchnerismo logró llevar la desocupación al siete por ciento, incrementar notablemente los salarios reales, y fortalecer al estado -en casi todos los ámbitos de su acción- en su rol de equiparador y organizador social. Y es por esto, y por unas cuantas cosas más, que la juventud apoya al modelo. Y atenti, porque lo peligroso, para el capital, es que lo que caracteriza a los modelos distributivos o emancipatorios eficaces, es decir los que no son abortados, es la mala costumbre de retroalimentarse. Es decir: sólo profundizando la mejor distribución de la riqueza y el mejor acceso a los derechos universales –es decir sólo mejor combatiendo al capital y a las ideologías conservadoras- puede un populismo mantener la legitimidad electoral. Por eso, si ganamos en 2015, lo que se viene es la inevitable profundización del modelo.

Profundización que, para ser sustentable, tiene que enfrentar las causas últimas de una economía disfuncional. En el caso de nuestro país, hablamos ante todo de la excesiva concentración y extranjerización en áreas nucleares, como lo son los productores de bienes basales (cemento, acero, aluminio, petroquímicos), así como las cadenas de hipermercados, o las hiperdeficitarias industrias automotriz y electrónica. A eso hay que sumar los excesos increíbles de rentas de los pocos grupos -casi todos multinacionales- que manejan los bancos, las farmaceúticas, las mineras, y el comercio internacional de nuestro principal producto, los granos.

Todos esos sectores necesitan ser desoligopolizados, para revertir su capacidad de afectar los precios (y si el liberalismo local fuera verdadero liberalismo, también priorizaría este aspecto). Desogolipolizar es también clave para evitar el exceso de ganancias en pocas manos, que es económicamente ineficiente, como se ejemplificó antes en lo referido al impacto en la política monetaria. Y además, es necesario nacionalizar a estos sectores, como se hizo con YPF, incrementando la participación y regulación del estado en cada rubro, para así evitar que sigan siendo unidades económicas estructuralmente fugadoras, por la simple razón que los dueños de boliche viven en ultramar. Y que en cambio se transformen, como sucedió con YPF, en empresas que de verdad les interesa el país, es decir inversoras seriales, y así generadoras de mayor riqueza.

La democracia y el estado argentino deben madurar avanzando hacia los lugares donde ya han llegado los (muy pocos) estados realmente civilizados de mundo. Primero, profundizando el camino aun tímidamente encarado de enfrentar las mil y una maneras que las multis evaden al fisco. Segundo, denunciando en lugar de caer víctimas de la hipocresía de los países ricos en lo referido a la mentira de la libertad de comercio, así como sus efectivización práctica, que son las reglas pro-multinacionales establecidas por la Organización Mundial del Comercio.

Y es también mirando a las pocas sociedades que se acercan a la justicia social, que aprendemos que hay que ir mucho más alla, usando el verdadero poder del estado para moldear la organización de la economía. Por ejemplo, monopolizando la venta de medicamentos. O creando una cadena estatal minorista que compita en todas las ciudades con los hiper multinacionales. O nacionalizando de una vez el millonario negocio del comercio de granos. O recreando una línea naviera que rompa el oligopolio extranjero que transporta nuestros productos. O cambiando las cipayas leyes de minería y de entidades financieras, para darle al estado el rol ultra-central que debe tener en esas áreas -incluyendo, por ejemplo, el control de daños ambientales de la actividad minera. O cumpliendo con la promesa de un empresa estatal de telecomunicaciones, que compita y así disminuya las rentas oligopólicas de uno de los sectores más lucrativos de la economía. O creando una empresa automotriz propia, que no tenga un 70% de piezas extranjeras, como tienen los autos que nos venden hoy las multis que oligopolizan el mercado, sino, ponéle, un 7% (y para quienes dudan: si armamos satélites, si tenemos un millón de tuercas e inyenieri en cada barrio, ¿realmente no podemos crear una automotriz económicamente viable?).

La lista puede seguir largo rato, claro. Pero, también claro, lograr tales avances es algo tan fácil de enumerar como difícil de implementar. Sin embargo, para un pais con nuestras características estructurales, desde las demográficas a las geográficas, no hay otro camino hacia la prosperidad sustentable y la justicia social.

Si el gobierno que asuma a fines de 2015 elije la vía fácil de endeudamiento, casi nadie se enterará, porque la fiesta durará un buen rato. Pero la economía seguirá sufriendo crisis recurrentes, sin nunca despegar realmente. Lo que significa que no lograremos integrarnos al selecto club de países sin pobreza -naciones que, es importante repetir para no olvidar, también se caracterizan por disponer de estados modernos, eficientes y enormes.

Pero si, en cambio, ya en este año que empieza y en los años siguientes, seguimos avanzando en el camino de aprender a disciplinar y transformar al capital, haciéndole comprender que es inaceptable que se lleven 80 mil millones de dólares de una sociedad con tantas carencias, o que inflacionen por razones de codicia y no de mercado, haremos entonces un gran salto, uno equivalente o incluso superior al de estos memorables años, en dirección hacia la comunidad nacional que soñamos.

Y para lograr estas profundas reformas en la organización económica argentina necesitaremos, claro, ampliar aun bastante más la base de apoyo popular. Lo que, a su vez, es en buena parte función de:

II – La bisabuela de todas las batallas

Que tema áspero el de la batalla cultural. Nada rompe más amistades que lo que hoy se escucha en casi toda mesa argenta, o lo que se lee en buena parte de los 17 millones de muros de facebook locales. El disparador del conflicto suele ser algo así: “che, pero mirá que estás engañadx. Eso es lo que te hacen creer los que manejan los medios”. Y así comienzan las inevitables ofensas y las evitables puteadas. Es que sí, se trata de un tema bien complicado. No sólo porque es un argumento que hace blanco en lo más sensible de cualquier ego, sino además por su condición casi inasible. Es que hablamos de “esa superestructura espiritual que es complemento insoslayable de la dominación económica”, como decía, por ejemplo, Jorge Abelardo Ramos en Crisis y resurrección de la literatura argentina (1954).

De hecho, hasta donde sabemos, no disponemos aun hoy, a más de seis años del inicio del debate por la Ley de Medios, de un buen estudio de los consumos informativos del pueblo argentino. ¿O acaso alguien sabe exactamente, es decir con datos precisos, como impacta en la formación de las ideas políticas la todavía desoladora oferta granmediática argentina? Para que se entienda mejor: necesitamos disponer de miles de datos de este tipo, “un jubilado de 75 años, cuya fuente de información política proviene en un 85% del canal América, el 10% del diario Infobae, y el resto de las charlas de sus compañeros de bochas, tiende a tener las siguientes creencias políticas: …”. O también, “una adolescente que no lee diarios ni mira noticieros, que no habla de política en sus interacciones sociales, pero que abre siete veces al día su mail de Yahoo (el portal conservador que sigue al pie de la letra las instrucciones de la CIA, que es la sexta página más visitada del país, y que es principal fuente de información política para probablemente millones de argentinxs), tiene las siguientes creencias políticas:…”. O un último ejemplo entre tantos posibles, un joven emprendedor urbano, que cuando lee El Cronista y Ámbito cree que lee análisis económico y no una burda deformación orientada a priorizar los interes del gran capital.

Es difícil, sí, hacer un estudio así, pero para nada imposible. Hacerlo es prioridad, que debería ser promovida por el estado con urgencia. Facultades de comunicación y de sociales que se encarguen de ejecutarlo, por suerte sobran. De esta manera, podrá mejor informarse un debate y una puja que, dado el poder acumulado durante décadas aquí y en todo el mundo por quienes enfrentamos, en realidad recién empieza.

De todos modos, no es a quienes aun no la vieron que acá queremos intentar convencer. Más bien, queremos comentar algo que se escucha mucho desde este lado, es decir en la militancia nacional y popular. El razonamiento suele ser algo así: los medios están en contra en toda Sudamérica, sin embargo las elecciones se ganan. Por lo tanto, los medios no son tan poderosos. Respondemos sí a lo primero: las elecciones se ganan, ojalá que también ganemos la de octubre. Pero no coincidimos con la conclusión. Esto porque el punto no es si las elecciones se ganan o no. El punto es qué le pasa a una comunidad, en el más profundo sentido cultural y por lo tanto politico y económico, cuando un enorme porcentaje de la comunicación masiva está en manos conservadoras y/o liberales.

Y sabemos perfectamente que se ha avanzado mucho: hay un creciente número de voces que reflejan visiones colectivistas y distributivas, y que no responden al financiamiento del capital concentrado sino al estatal. Pero no alcanza, ni de cerca. Hasta que no estemos 50-50, en efectividad y no sólo en cantidad, no se llegará al lugar buscado. Esto significa disponer de medios que le compitan de verdad al sistema propagandístico del capital. Por decir un ejemplo, entre decenas posibles: hay que crear un canal estatal de noticias 24 horas, que cuente con equivalente presupuesto al de TN. Y que esté justo al lado de TN, en cada grilla de cada televisor del país (grilla que por cierto debería reorganizarse y unificarse prontamente en todo el territorio nacional). Ah, y ese canal debe ser financiado abierta y transparentemente, y no hay problema si es en un 100%, por el estado. Y después igual otro, que le compita a A24. Y otro al Canal 26. Y que Tiempo Argentino cuente con el mismo prespuesto que Clarín. Y así. Tanto que piden, hipócritamente, la competencia, démosela de verdad, comenzando por el mercado de los memes.

Para esto, hay que perder el miedo que han logrado inseminarnos en lo referido a la financiación de la comunicación popular. Los argumentos son claros, y el pueblo va comprendiendo que cuestionar la multiplicidad de voces es jugar en contra de sus intereses. Hay que ir más profundo, por ejemplo dejando de financiar la TV Publica con la publicidad oligopolizada de las multis. La publicidad masiva, además de su contraproducente impacto cultural, sostiene un sistema generador de concentración económica, ya descripto por John Kenneth Galbraith en 1958. Los medios públicos no deberían necesitar acceder al financiamiento del sector privado. Y así, además, quedará aun más claro porque los medios financiados por el capital interpretan la realidad de la manera que lo hacen.

Y para quienes coincidan ideológicamente con la propuesta pero la vean como ciencia ficción política, sepan que es el modelo de medios públicos vigente en algunos pocos países, como el británico y, próximamente, también el suizo. Más aun, lo que en realidad hay que fomentar desde el estado con mucha mayor intensidad es una masiva industria cultural. Para la cual además por suerte hay, gracias a que hablamos uno de los idiomas más difundidos, la posibilidad cierta de ser, con el tiempo, financieramente sustentable -al igual que lo es el aparato propagandístico hollywoodense. Y hablamos no sólo de la industria del cine, sino también de que junto al History Channel haya un Historia de la Patria Grande, y junto a Fox Sports un Oveja Sports, ponéle. Y todo eso sale mucha plata sí, pero para un estado que recaudó 1.17 billones de pesos en 2014 (y esto es solo el estado nacional), es poca cosa.

El efecto final que se busca no es entonces ganar elecciones, sino correr el eje del ideario político nacional. Es decir, de nuestra forma de vernos -a nuestra propia comunidad y también a la comunidad global de naciones. Hoy una buena parte del pueblo argentino cree -entre tantos otros memes políticos desorientados- que somos un país de segunda, si no peor; que toda persona que se dedica a la política es corrupta; que tenemos niveles de crimenes violentos entre los más altos del planeta; y que los árabes, y ahora de nuevo los rusos, son los malos, mientras que en el país de Wall Street están los buenos, que sí saben, ayy, como crear una sociedad feliz y democrática.

Se trata además, por supuesto, de esa misma parte del pueblo que ni por asomo se pregunta, porque nadie se lo ha jamás preguntado, qué impacto tienen en su vida y en la de sus seres queridos las prácticas del capital, es decir y por ejemplo, las cartelizaciones entre los hipers y los dueños de las cientos de marcas de consumo masivo que se albergan en toda memoria. Y es también la misma parte del pueblo que, como consecuencia del mundo en el que le hacen creer, suele vivir más armargada, estresada y desconfiada. En resumen, hablamos de la parte de la sociedad que debilita el capital social agregado -ingrediente que, como hace ya tiempo se sabe, es indispensable para generar una comunidad pacífica, próspera y justa.

Cambiar el eje referencial ideológico enriquecerá nuestra democracia, generando una larga serie de cambios estructuales. Por ejemplo, el surgimiento de una oposición digna y responsable, que no responda al sistema propagandístico del capital sino a los intereses reales de las mayorías. Una oposición que sea, si hacemos las cosas bien, mejor que nosotrxs.

La batalla cultural recién empieza, es necesario priorizarla, alzar la puntería y animarse a mucho más. Y todo esto lo decimos conscientes, desde ya, que no es poco lo avanzado desde aquellos primeros carteles de “Clarín miente” –allá hace ya algún tiempo, cuando la prensa independiente no andaba tan pero tan nerviosha.

III – La legitimación del populismo

El impacto socialmente negativo del sistema mediático es, en realidad, algo fácil de postular. Al fin y al cabo, todo lo que estamos diciendo es que hay que competir mejor con las cosmovisiones de ellos, es decir lxs darwinistas liberales y lxs egoistas conservadores. Frente a semejante misión, nuestros egos sólo pueden inflarse.

Más difícil en cambio suele ser reconocer los errores propios. Ya nos hemos castigado un poco aceptando cuanto nos costó, en riqueza no generada y/o distribuida, lo que se tardó en reaccionar frente a las conductas inflacionarias y fugadoras del capital concentrado. Aun así, en esta autocrítica también seguimos más o menos cómodos, dado que seguimos apuntando, como corresponde, al arco contrario.

Quizás más complejo es aceptar que, en nuestro objetivo de expandir un estado fiscalmente sustentable, como forma de impulsar la civilización en nuestra patria, también solemos caer en errores propios. Errores que tienen como principal y grave consecuencia la deslegitimación de las ideologías estatistas, es decir colectivistas y distributivas, debilitando por lo tanto su sustento electoral.

Los errores a los que nos referimos son de dos tipos: por un lado lo más obvio, que es el uso abusivo de fondos públicos. Imposible decir algo no trillado de una mala conducta tan evidente. Y ni hablar del material que se le regala al sistema propagandístco del capital en los (más bien pocos) casos en que las malversaciones son ciertas.

Más compleja aun es la cuestión de la inversión estatal ineficiente. Todo el estado argentino, desde el nivel nacional a los más pequeños municipios, presenta bolsones no menores de excesiva ineficiencia e ineficacia. Lugares donde se labura poco, bah. Y pocas cosas engendran más individualismo, liberalismo y conservadurismo que ver al prójimo ganar plata fácil con fondos del estado. Y puede parecer una tarea imposible intentar modificar un patrón de conducta que no sólo es tan antiguo como el país, sino que además es común a casi todos los estados del mundo. Sin embargo, no es tan así. Basta la decisión política de generar un verdadero sistema de desincentivos a la baja productividad estatal, y de implementar con paciencia el cambio.

No hablamos de lograr los niveles de psicótica “eficiencia” que se impone a lxs trabajadores de tantos ámbitos del sector privado, generando así infelicidad, alienación y por lo tanto violencia social. Hablamos en cambio de, simplemente, que no se regale el dinero público a quienes dicen trabajar para el estado (otra historia, por supuesto, son los indispensablemente masivos subsidios sociales). Y si logramos esto, si acabamos con la percepción de que el empleo público a veces es una generosa beca, debilitaremos considerablemente a los memes individualistas tan difundidos, que atentan contra la generación de una sociedad pacífica, próspera y justa.

A modo de cierre, creemos que vale la pena resaltar que todos los puntos aquí tratados tienen al menos este hilo en comun: es realmente difícil gobernar una polis como Argentina –o si es por eso, practicamente todas las naciones del globo. Lograr que una creciente porción del pueblo comprenda esto es parte de la maduración democrática, y hará significativamente mejor el camino. Y esto aplica desde la más nimia tarea llevada a cabo por una comuna rural, al impacto que en nuestras vidas tiene el accionar del mayor núcleo de poder del planeta en los tiempos que nos tocan: el capital concentrado global, las elites, ese 0,1% de la población que, en naciones propias como ajenas, abusa del resto. Algo bien expresado por el ministro Kicillof el domingo pasado, cuando explicaba que “Estados Unidos empieza con la crisis con los derivados financieros, en 2008. En la primera etapa se discutía sobre la aplicación de las normas internacionales de control bancario. Hoy, en cambio, la preocupación de casi todos está en el funcionamiento de la banca en las sombras, al margen de toda regla, en las guaridas fiscales y a través de fondos de inversión que utilizan para armar negocios especulativos. Encontrar cómo se los combate es un aprendizaje permanente”.

Y no es exagerado, lamentablemente, el recurso al concepto de combate. Esto porque, como decían hace poco la Presidenta y el Jefe de Gabinete, a lo que los estados nacionales se enfrentan no es a juegos mentales de quienes no tienen mejor que hacer, sino a un real y concreto terrorismo económico de quienes no consideran necesario o relevante una mejor distribución de la riqueza. Y es así entonces que conviene acostumbrarse a la idea que gobernar, y sobre todo autogobernarnos, sólo puede ser un inevitable, eterno y colectivo aprendizaje.

 

 

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[i] En la revista Cuestionario, comentando el triunfo de Cámpora del 25 de mayo de ese año. A su vez citado en Caras y Caretas, Mayo de 2014, donde la cita continúa así: “(…), a pesar de esa ausencia. Recuerdo que el día de la proclamación de la fórmula Perón-Quijano, frente al Obelisco, en medio de la multitud, me encontré con un viejo camarada de lucha: el teniente coronel Gregorio Pomar. Veía a la multitud y se afligía: ‘¿Será posible que estos triunfen?’. ‘No tengo ninguna duda. Estáte seguro que van a triunfar’, le dije. ‘Lo que caracteriza a esta multitud es la edad, ¿no ves que son todos jóvenes?, le pregunté. Poco días despúes, era la proclamación de la fórmula Tamborini-Mosca, en una esquina homóloga: Av. de Mayo y 9 de Julio. Fui a ‘mosquetear’ y lo encontré a Pomar, que ahora estaba en lo suyo. Estába eufórico, y empezo a hacer la consabida cuenta: son tantos metros cuadrados, tantas personas por metro cuadrado… para llegar a la conclusión de que había más gente que en el acto de programación de la fórmula Perón-Quijano. Le recalqué: ‘Lo que da la sensación de la fuerza de un movimiento, como te dije el otro día, Goyo, es la presencia de la juventud. ¿No ves que es un mitín de viudos tristes?”.

Acerca de Napule

es Antonio Cicioni, politólogo y agnotólogo, hincha de Platense y adicto en recuperación a la pizza porteña.

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