¿Qué está en juego en estas elecciones? Pregunta marmota si las hay. El gobierno, no solo en las elecciones, sí en el día a día, pone en juego su “modelo” frente a los efectos de la crisis mundial. Y para ello, mas que llamar a la unidad nacional frente al mundo, apela a resistir la crisis mundial con la fórmula de su equilibrio de tensiones internas. Producción e inclusión, tan contradictorias en tiempos de crisis, se tradujo siempre en rentabilidad y paritarias. Derrame moviendo la copa.
Esta es La Elección porque permite cristalizar los desplazamientos posteriores a la crisis con el campo, hecho que suma vértigo no a la gobernabilidad entera, sí al tipo de gobernabilidad (negociación) con la que el gobierno enfrentará los próximos y difíciles años. Basta de Consejo del Salario, que se venga el Consejo de las Retenciones, cuyo único consejo a los oídos oficiales será: bajalas.
La oposición hace lo que tiene que hacer: unirse. Y es un camino lento, en el que también están en juego las identidades políticas. El viento sojero que ayudó a los éxitos del gobierno, desde el 2003, también en su “resistencia sojera” a las retenciones, trajo viento de cola al campo opositor. Y la oposición recién a seis años de un gobierno, madura sobre lo único que le queda: defender a los ganadores. En esa clave es que el kirchnerismo produjo su corte: no se vinculó con el sujeto agrario, con su producto histórico. El kirchnerismo como pura misión estatal de reconstrucción, se afilió a un afán industrialista. Puro municipio. De allí lo mejor: sus nervios distributivos. De allí lo peor: su fiaca universalista para el reparto.
El gobierno apeló a su verdad construida: en la bonanza gana el que gobierna. Bien. Que vayan a elecciones los que gobiernan. Es la inversión de la lógica delarruista para rajar de los resultados de octubre de 2001: “yo no perdí porque yo no me postulé”.
Doy mi opinión.
No me gustan las cosas que hay que explicar demasiado. Y a las candidaturas testimoniales hay que explicarlas demasiado. No me parecen tan gratuitas las distorsiones formales. La pérdida del cuidado de “las apariencias” ayuda a alimentar la lengua de payadores. De eso en los años 90 se hizo el picnic del Frepaso.
Que el mejor post a favor de las testimoniales se escriba en lenguaje jurídico habla mal de la decisión política. Porque que una decisión tenga que confirmar que no está fuera de la ley es algo mas que un detalle sobre el conocimiento constitucional de la gente, que siempre es bajo.
La “obra de gobierno” kirchnerista está por encima de su táctica electoral. Es una obra, a los ojos de muchos, “sin autor”. Hay algo del discurso mediático / opositor que se instaló en la locución porteña: la buena economía, el crecimiento y las mejoras sociales parecen la obra de un viento de cola, de una mano invisible, del mundo, de fuerzas externas a pesar del gobierno. Claro que el mundo es mejor para nosotros desde hace años. Claro que el gobierno algo habrá hecho.
La elección del método testimonial no puede inspirar teorías de vanguardia, no es el fruto de una vocación innovadora, ni estira los límites de lo posible. Es política en carne viva. Es política sin formas.
Las candidaturas testimoniales son la salida hacia arriba con la que busca el kirchnerismo superar el laberinto en el que se metió tras la 125. Es una jugada conservacionista que reingresa la “vieja fórmula” Kirchner – Scioli al territorio político que lo obsesiona: el bonaerense. El kirchnerismo negocia todos los territorios menos uno. Menos el peor. Es un descenso al terreno realista no sólo de lo que está en juego, sino el reconocimiento estructural de dónde está lo que está en juego. Las candidaturas testimoniales ofrecen las costuras del juego político: conurbano y gremios.
“Hacia adentro” la maniobra desnuda que no se dotó de poder a mucha gente. ¿Qué es esto? Que no hay tantos kirchneristas exitosos capaces de ir al rodeo. Poder es dar poder. Menem previó la decadencia corporativa de la política (a la que estimuló) y granjeó nombres para su proyecto, como el de Reutemann y Scioli, que tienen hoy la altura de verdaderos hombres de estado. (¡Menem era un dotado!) En el kirchnerismo fue: primero la Dama 05, después la Dama 07, hoy el Rey 09, después el Rey 11. ¿Está bien? ¿Podría haber sido distinto? ¿Quiénes tenían la fascinación y la fuerza energúmena para llevar adelante ciertas ideas? Probablemente nadie y, ergo, en absolutamente nadie confiaron.
¿Sobre qué correlación de fuerzas el kirchnerismo escribió su hoja de ruta? ¡Kirchnerismo a río revuelto! Su versión en cómic podría narrar el asalto al poder de una Civilización del Frío que había preservado en el freezer ciertos símbolos de la Nación, del peronismo y de la gente.
La sociedad en ebullición después del 2001 se contenía mejor en la fórmula duhaldista para definir Crisis: un momento en que todos tienen razón. El kirchnerismo tomó por las astas esa sociedad visceral, y le dio la razón… hasta que no a todos. No todos tienen razón, dijo. No todos son humildes compinches de la recuperación nacional. Y ahí perdió su relato de unidad nacional, su lengua global. Pasó de ser “duhaldismo portador sano”, de malos modales con los de ajuera, a una criatura con cuitas mas viejas que las del 2001, con los de adentro. Su obsesión por los Derechos Humanos también podía traer un mensaje cifrado: “venimos de lejos”.
El sojuzgamiento ideológico del gobierno es elemental: está acusado de tener una. ¿Es verdad la ausencia de los partidos políticos? La ausencia de la idea de partidos que en los años 80 se patentó, y que en los años 90 se sostuvo, podría ser factible. Pero hoy, este clima parroquial, radicheta, encuentra a todos repitiendo lo mismo: hay que volver a los partidos. Un partido, para mí, es una hipótesis de conflicto. El entierro de Alfonsín, en sus cientos de lecturas posibles, acaso incluye la lectura de que se llevó a cabo en él un entierro tardío: el de los partidos políticos, tan pesados como una empresa estatal. Fueron ahí todos a llevar sus flores.
El finado caudillo legó una versión del diálogo y el consenso: un diálogo sin fin, sin plazos, sin mediaciones, sin ideología. Un diálogo gagá a la espera de que el huevo del “bien común” se empolle espontáneamente. Un diálogo que convierte a todos “en partes iguales”. Un diálogo que balcaniza la política (“nadie está a la altura del Estado, el gobierno no gobierna el bien común, etc.”). Una ceremonia de fe laica, danza de una fuerza sobrenatural llamada diálogo capaz de segar la cosecha política: el medio justifica olvidar los fines.
Y ante ese ritual de las formas el gobierno ofrece dientes (¡las testimoniales!). Ofrece su tribalismo peronista. A la exageración formal… una exageración clasista. A la demanda de las formas, el fin de las formas. A las formas… el contenido.
En este tren, la oposición tiene dos versiones también: una formal y una real. La formal, la cívica y radical, tiene una dicción de lo institucional para menores de 13 años: las instituciones son eso que pensaron nuestros “próceres” y que en su inercia nos lleva al paraíso. La versión real, la del peronismo disidente y pre-kirchnerista, se potencia en acumular un peronismo díscolo devenido en un evangélico coro de voces que parecen traernos las “buenas nuevas” de sus años en el desierto, detrás de Macri y De Narváez.
Pero es así la política tras el conflicto agrario. Este es el resultado, esta es la política que dejó: una política de mejor representación. Juego limpio: cada chancho a su teta. Un devenir corporativista. Carrió vuelve a los brazos del partido que sigue tallando Nosiglia. Uno podría decir: ¿para qué se fue? Todo es territorio. Se acabaron las caretas decembristas. Las “nuevas políticas”.
Y en un punto medio, otro hecho burgués del país maldito: De Narváez, el hombre del momento. De Narváez “acusado de rico”. Un empresario de medios da: político en potencia. Ya conoce los medios, ahora va por los fines. De Narváez consuma el espectáculo político de su acumulación originaria: hice dinero para estar acá. Invierte los modos: no necesita la política para hacer dinero. Vengo con todo mi dinero para la política, dice. Una extraña teoría del derrame hacia la política: hice dinero para gastarlo acá. Un empresario testimonial. Eso: un empresario testimonial. Amasa la fortuna para brindarse a lo público. Enfrenta de cara el tabú progresista: ¿un empresario en la política? ¿No es como la explicitación de los compromisos? No, De Narváez es el mejor representante de un ciclo, supera en eso a Macri. (Macri arrastra un lejano eco siciliano de hijo natural de la política, padre pobre: hijo recontra cheto.) De Narváez es un político de la reducción normal de los significantes que cabían en “Un país en serio”. Hay que acostumbrarse a la nueva lengua: lo que es insulto “en kirchnerista”, socialmente no lo es. De Narváez para poner en orden la representación política de la economía kirchnerista, del producto bruto kirchnerista, del fin de la negación cultural de los años 90. Un vindicador en esta década de consumo popular. Una década abierta de ampliación de las pautas culturales de consumo. El país con mas celulares. De Narváez como representación de los ganadores. De Narváez como equilibrio inevitable de esta década que ya hizo ganar mucho a muchos mas. De Narváez, el inevitable, el que llega a decir que hay que seguir ganando, pero que además, moralmente, está bien ganar. La casa está en orden. El país… perfectamente representado. A votar.
Me parece que este post va a traer mucha cola…
Lejos, de lo mejor que leí acá.
Pero me gustó sobre todo lo de «Se acabaron las caretas decembristas. Las “nuevas políticas”». Las testimoniales representan algunas fallas propias en la construcción, claro, pero también son la expresión de eso que mencionás, cierto abandono por «las apariencias». Lo cual habrá que ver hasta dónde garpa y hasta dónde se nos va a cobrar.
Abrazo.
Martín,
En otras culturas los heroes son los industriales y empresarios como Edison, Franklin y Bell. En Argentina los heroes son Maradona y el Che Guevara.
Si queres eliminar la pobreza tenes que cultivar la riqueza.
¿Qué es eso de cultivar la riqueza? ¿El derrame? Vamos, que a esa la conocemos. Incluso a este gobierno se le derrapa cada tanto el discursito, apenas se descuidan un poco, porque ellos tampoco están libres de gérmenes de la infección. No, no y no, córtenla, neoliberalotes que por esa vamos al hundidero.
No queremos ser como esas culturas cuyos héroes con Edison, Franklin y Bell, y cuyo presidente más digno, inteligente y honorable dice que hay que seguir ocultando las fotos de torturadores para no dañar la imagen del país. Y que elige como salvataje ante la crisis seguir enriqueciendo a los que la causaron.
Muy de acuerdo Balvanera, salvo que este gobierno adhirió implícitamente a esa teoría del derrame. Sólo que la llama «modelo» y habla de distribución sin tomar muchas difíciles medidas técnicas y políticas, acumulación de pequeñas intervenciones, que ahoran son casi inviables políticamente pero que no lo eran hace un año, dos, dos y medio.
un detalle balvanera, los «neoliberales» en eeuu se oponen fervientemente a los salvatajes.
oponerse a eso y dejar que quiebren ES una idea liberal.
que el estado intervenga y ayude para sostener la industria, los puestos de trabajo,etc es una idea mas bien heterodoxa.
digo, para no mezclar todo.
Sí, WW. Claro. No es ninguna novedad, ni asustamos ni sorprendemos a nadie diciendo que este es un gobierno con contradicciones. Por suerte, dados los gobiernos que tuvimos sin contradicciones (milicos, Menem, aunque a su modo las tuvieron, pero dejemos el tema para otro momento). Y no sólo implícitamente. Como ya dije, a veces a algún funcionario, incluso de bastante arriba, se le chispotea eso de que hay que crecer para repartir. Al fin y al cabo, ¿de dónde vienen? No hubo ningún intento de replanteo serio de esa herencia recibida sino un montón de manotazos bienintencionados para restituir una serie de cosas abandonadas en el camino durante los 80 y 90 y que más o menos volvieron a escena y produjeron los cambios que celebramos y queremos defender y ampliar y potenciar, (y que ahora la restauración conservadora quiere barrer como sea, incluidos dentro de esa patriada sus agentes en sectores del gobierno o los aledaños del gobierno). Pero, en general, el planteo es mucho más implícito que explícito, y eso no es poca cosa. De acuerdo que tampoco es poca cosa (por el contrario: es muy serio, y las consecuencias las estamos pagando y las vamos a pagar más aun, y el gobierno las va a pagar) que no se tomen ni se hayan tomado esas difíciles medidas técnicas y políticas. Pero el hecho de que un gobierno asuma explícitamente que no está a favor del derrame, y critique la teoría del derrame, tiene su importancia, da una base, frente a quienes la asumen abiertamente y la santifican y la vuelven a proponer como panacea. De hecho, se toman medidas que hacen trinar de furia a los que defienden la teoría del derrame. Dejo de lado el uso del término «modelo» que es una barbaridad. Entre otras cosas, pero no única ni principalmente, porque lo usaban Menem y Cavallo. Algunos de sus más lúcidos asesores, le aconsejaron a NK que la eliminara del repertorio, básicamente porque el ciudadano y el votante no la entiende, literalmente. No sabe a qué se refiere. Y parece que esta vez prestó oidos, porque, que yo sepa, ultimamente no se la escuché.
pepe: no me animo a decir «los neoliberales de EE.UU. piensan esto o lo otro». De economía no sé más que algunas cosas que leo. No es, ni de lejos, un área que domine, y menos aun podría hablar de las distintas posiciones en juego respecto de la economía norteamericana. Estamos de acuerdo en que esa posición de los neoliberales yanquis contra los salvatajes implica una oposición a la idea «estatista», «populista», «heterodoxa» o «keynesiana» de que el Estado intervenga para sostener la industria, la producción y los puestos de trabajo. Pero yo estaba hablando de los salvatajes a las financieras, a Wall Street. Copio, para no inventar, lo que leí. Fragmentos de un artículo de Santiago O’Donnell sobre la política de Obama: «¿cómo va a hacer [Obama] para lograr reformas significativas en el sistema financiero, como prometió durante su campaña, sin confrontar ni afectar los intereses de los gigantes de Wall Street, tal como garantizó con sus nombramientos y primeras medidas dirigidas al sector? Queda claro que Obama quiere fortalecer a las instituciones privadas que causaron el derrumbe financiero de su país. Su argumento es que dejarlas caer profundizaría la crisis./ Pero ese mismo sector financiero que recibió el beneficio de un rescate actúa de usina de pensamiento neoliberal, con resonancia política en un Partido Republicano supuestamente renovado y reconvertido en una máquina de transparente eficiencia, desprovista de fundamentalismos, lista para dar la batalla ideológica contra la vieja y maldita tradición de los “waste and spend democrats” que encarnan Obama y su déficit estratosférico que acaba de aprobar el Congreso de Obama, los demócratas que “gastan y pagan” en la tradición del viejo Roosevelt, sin entender que el mundo ha evolucionado hacia una sociedad de la información que no necesita las pesadas burocracias y los costosos programas del Estado de bienestar./ En su discurso por los cien días, Obama dijo que su principal deuda pendiente son precisamente las reformas de fondo para el sector financiero. Pero es difícil imaginar que pueda avanzar mucho cuando ya les solucionó el problema de liquidez y les sacó de las manos sus activos tóxicos, o sea que les removió los incentivos para someterse a una disciplina distinta. Es difícil imaginar la imposición de un marco regulatorio tan severo como el prometido desde el atril a fuerza de mimos y concesiones para que los bancos vuelvan a ganar dinero y para que no emigre el “talento de Wall Street”, como algunos asesores cercanos a Obama todavía llaman a los que fundieron a Estados Unidos. […]/Antes que aprovechar el derrumbe para construir algo nuevo sobre sus cenizas, Obama parece haber optado por salvar lo que pueda del naufragio, convencido de que no existe alternativa a la economía de libre mercado, la economía de riesgo, aunque en esta etapa se requiera más vigilancia del Estado.» Eso es lo que sabía. Ignoro si es «neoliberal» o no el rescate del sector financiero, que, según acá dice O’Donell, actúa de usina del pensamiento neoliberal. Lo que sí sé es qué harían nuestros neoliberales, puestos a escoger entre que el Estado rescate al sector financiero o invierta dinero en más empleo, industria, vivienda y producción.
yo no soy un experto balvanera, ni mucho menos.
una cosa es las reformas del sector financiero y otra los salvatajes.
los pensadores liberales (que no poseen empresas que necesiten salvarse) creen que no hay porque financiarles los errores a las aseguradoras, automotrices,etc y que si les va mal que quiebren y a lo sumo subsidiar a los trabajadores que perderian el empleo, porque sino no tiene sentido el juego del libre mercado, d eigualdad de oportunidades, unos pierden, otros ganan,etc. Seria mantener a traves del estado a empresas en una elite dominante. No me parece mal esa posicion. Lo que no concuerdo con estos es que creen «gasto innecesario» la politica de poner guita en manos de la gente para mantener el consumo(muchos de esos apoyaron a Bush, gobierno que incremento el gasto y el deficit)
por otro lado estan los dueños de empresas y aseguradoras que utilizan el clasico metodo «liberal cuando gano, socialista cuando pierdo».
por otro lado estan los que son un poco mas heterodoxos como Krugman, que afirman que en vez de mantener a los que se mandaron las cagadas y garparles salvatajes que valen mas que la propia empresa, el gobienro deberia nacionalizarlas parcialmente. Ademas de apoyar los planes de reactivacion a traves del gasto publico y no preocuparse tanto por el deficit.
eso creo entender yo.
saludos.
Nada tengo que decir sobre eso, Pepe, excede mis conocimientos y capacidades. Sí tengo que decir lo que dije al principio, respondiendo a Barrick: no quiero (y muchos no queremos) ser como esas culturas políticas que lo mejor que consiguen ofrecer es a uno de sus mejores representantes, en medio de la más grave de las crisis, destinando enormes fondos a salvar a Wall Street.
Error. Los que nombrás son los héroes del culto a la inventiva, los inventores, no los gigantes empresariales posteriores (estamos hablando de los mitos de una etapa anterior del capitalismo, digamos, la etapa weberiana virtuosa).
Los dueños de la riqueza (los Morgan, Rockefeller, Vanderbilt) fueron llamados » los barones ladrones» por el primer movimiento populista surgido desde el interior del sistema, el del viejo Roosevelt, el Teodoro, quien obligó a dividirse (y sanearse) a los grandes trusts como la Standard Oil, la Bell Co., etc.
Curiosamente, ese mito virtuso acaba de ser reivindicado por Cristina en la figura de -nada menos- que Bill Gates («riqueza por el poder del intelecto» o algo así) durante la inauguración de una inversión de Microsoft en un parque industrial de Campana. Como sabe cualquiera que conoce la biografía de B.G., incluirlo en esa genealogía es una expresión de deseos.
Pero no del todo. Es cierto que aquellos inventores que se honraba fueron, al mismo tiempo, feroces defensores de su derecho a enriquecerse como empresarios por sus inventos, tradición incipientemente abortada entre nosotros merced al aperturismo en sucesivas etapas post ’55.
La diferencia de aquellos con B.G. y el empresario exitoso de hoy es que su talento consiste en dominar comercialmente un mercado explotando inventos ajenos.
Martín, no te olvides: en la política, como en el arte, la forma ES contenido. La «apariencia» no es mera apariencia; y el velo que cubre el objeto, es el objeto. Todo gesto es político.
Si, qué pena..
Brillante post. Hacía rato que no leía algo tan bueno por acá.
Comparto los elogios. Aunque me parece injusto decir que es «lo mejor» en Artepolítica, Martín Rodríguez dice cosas a la vez inteligentes y originales sobre esta campaña electoral, lo que es muy difícil (En realidad, no es fácil unir los dos elementos en cualquier tema).
Eso sí, me parece que en su búsqueda de la frase perfecta, cae en un error que acecha a los inteligentes y originales: exagera.
Su planteo más importante lo vuelca en una afirmación terminante: «Esta es La Elección porque permite cristalizar los desplazamientos posteriores a la crisis con el campo». No lo veo así: reconozco la lucidez con que fundamenta lo que dice, pero si uno toma distancia de sus argumentos por un minuto, y mira a su alrededor, percibe que esta elección, a lo sumo, puede llegar a ser el comienzo de los desplazamientos que provoca la emergencia del «nuevo sujeto agrario» y, por supuesto, el refuerzo de la identidad de su inevitable contrapartida, el conurbano + los sindicatos + las industrias destinadas al consumo interno. En esta elección se empiezan a «varear» cuatro propuestas de articulación, que se aprontan para el 2011: la de la alianza entre el PJ bonaerense y los sindicatos, la del peronismo de la pampa gringa, la de los empresarios populistas (Macri, De Narváez, Heller) y la del panradicalismo. Surgirán otras, o habrá acuerdos parciales entre algunas de ellas. El partido recién empieza.
Lo que me pareció acertadísimo es su descripción del «proyecto De Narváez». Seguramente se la plagiaré.
Saludos
Brillante post. Te sigo a todos lados, tenés una prosa excelente, pero aceptarte es un tanto desesperante, como llegar a una fiesta donde pasan música bien baja. Me gustaría saber qué es lo que está más allá del oficialismo y el no oficialismo, más allá y más acá por cómo pactan -son.
siempre el contenido importa más que la forma? No podría pensarse otras estrategias para ganar las elecciones? no serán estas fallas el precio que van -mos- a pagar en un futuro, no por falta de imaginación, sino por las intenciones reales de un gobierno capitalista, innovador sólo por lo que pasa en el extrangero? al lado de chavez, lula y evo, qué es el caso argentino?
El post me parece extraordinario.
Si lo entendí bien, la condena al rol de Solanas y Sabatella es lapidaria.
Están sentando las bases de la autocrítica que se van a hacer dentro de 20 años. Pero esta opinión es mía, y me la sugiere MI interpretación del post. No sé si Martín quiso decir algo parecido a eso.
Saludos
a mi , que tampoco me va la de la «lucha contra los enemigos de la patria», me parece que tiene razon con lo del consenso.
es un chamuyo barato que ahora pega, «el consenso», si, muy lindo, pero y que haces con el dolar? y con las retenciones? las bajas? y como financias el hueco fiscal? y con que financias «acabar con la pobreza»?
Péguele en la boca (gritaba el viejo de un amigo a boxeadores de puños lentos tapados por las palabras rápidas de Osvaldo Príncipi). Péguele en la boca. Hay que golpear a la constitución política del Estado hasta que aparezca el dueño. Tal vez la piedra fundacional del kirchnerismo haya sido la decisión de disputar una por una las piezas de la nación sin vérselas con los principios que las ordenan. Kirchner ha sido un gran goleador en la cancha del menemismo (la cancha del conurbano y los gobernadores, la cancha, por qué no, de esos hijos no queridos del menemismo que son la CTA y la FTV). Habría que preguntarse una y otra vez qué quiere decir volver al 2001. Esto es, habría que preguntarse qué significaría la descomposición de los lazos de poder no ya a manos de su incapacidad para producir bienestar general sino por otros motivos. Por motivos, esta vez sí, o mejor dicho, esta vez solamente, vinculados a los principios que sostienen a esos lazos de poder. Y es ahí donde nos tenemos que ir a las manos con la constitución política de la patria. El conurbano es a la política del 2010 lo que el puerto era a la de 1850. Hoy todos necesitan la federalización del conurbano bonaerense. Aunque no lo digan. Quisieran arrancárselo a la provincia y ofrendarlo a la constitución de la nación. Aunque no lo digan. Menem fue el primero en intuirlo. De la Rua jamás lo entendió. Kirchner fue el primero en comprender que no había nación posible si no se nacionalizaba el conurbano. Eso es Cristina 2005 y Néstor 2009. La aceptación de la previsión menemista de que había que fundar el poder político en una columna distinta a la del poder económico. La previsión menemista puso le puso como condición al poder político el deber de forjarse en el polo excluído de la modernización excluyente. Menem lo hizo y Kirchner lo leyó. Contrariamente a lo que pensaba el cavallodelaruismo, la política post reforma neoliberal no pasaba por «la city», no pasaba por la mesa de los vencedores. Pasaba por los que habían perdido en la transformación. Con esa trampa hay que vérselas todo el tiempo. Vivimos adentro de la jaula trampa de «el desacuerdo» menemista. La nación está fuera de quicio. Oh suerte bendita, que haya nacido Martín Rodríguez para enderezarlo!
Amargo y sin propuestas de solucion.Criticar es facil,y es bueno,pero «dont le me down».Ademas contra lo que dice Mariano,no se ocupa Martin de los monoritarios como Solanas o Sabatella.
Ademas,como extrañarse por el ingreso de Narvaez si todos buscan el negocio…,no servir a la gente.
A votar.
Un texto exquisito y de largo alcance interpretativo. Entre tantas aristas, me quedo con esa depuración de las representatividades políticas después del conflicto agrario, la desnudez que queda expuesta com construcción política obligada: la territorialidad como el espacio ahora sí explicitamente reconocido por el kirchnerismo acechado: Conurbano + Sindicatos, lo que siempre estuvo ahí, pero se escondía en el altillo cuando venían visitas. Y ahora se suma otro territorio, el sujeto agrario con su vandorismo patronal. Y es cierto, Menem leyó esa transferencia hacia un clivaje a partir del poder político despúes de la noche oscura: desmantelar al Estado para dotarlo del poder que había dejado de tener:lo que usufructúa con inteligencia el kirchnerismo.
En el empuje territorial se cuece el vacío metodológico que aqueja a la obsoleta cantata progresista desde el rancio recuerdo frepasista: el poder se construye desde un lugar desconocido.
Saludos
Que misteriosos y literarios….
Como repubicano menor de trece años les advierto que la falta de límites y de capacidad negociadora para hacer política aceleran el autoritarismo, la corrupción y los errores en la gestión. Sin República no hay justicia social ni redistribución y, a la larga, solo hya dictadura. Es una lástima que no terminen de entenderlo. O que no hayan ni siquiera empezado.
Barata la radicheta…
Quintín, una persona que promueve la candidatura de Prat Gay debería llamarse a silencio, como mínimo…
Un relato brillante -en rigor, un haz de mini – relatos, que dicen distintas cosas en una summa descontracturada-. No puedo estar en desacuerdo con todo, ni puedo acordar con todo, porque en ambos casos sería demasiado.
Me quedo, sin embargo, con esta pieza, una de varias:
«Las candidaturas testimoniales son la salida hacia arriba con la que busca el kirchnerismo superar el laberinto en el que se metió tras la 125. Es una jugada conservacionista que reingresa la “vieja fórmula” Kirchner – Scioli al territorio político que lo obsesiona: el bonaerense. El kirchnerismo negocia todos los territorios menos uno. Menos el peor. Es un descenso al terreno realista no sólo de lo que está en juego, sino el reconocimiento estructural de dónde está lo que está en juego. Las candidaturas testimoniales ofrecen las costuras del juego político: conurbano y gremios.»
La jugada es conservacionista, el territorio es una obsesión -ya la había retratado Martín en «Conurbano y derechos humanos: el humus kirchnerista», publicado en Página
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-120503-2009-02-25.html
…pero lo cierto es que el problema, que Martín no dice acá pero conoce, es que el kirchnerismo, sus sujetos y su relato sólo existe en función de su lugar en el peronismo bonaerense. Ya no estamos en 2003: ya no gobierna el país quien gobierna el conurbano, y los mismos éxitos en la promoción de nuevos «sujetos», nuevos ganadores, han fortalecido nuevas territorialidades, frente a las cuales no hay interpelación. Dicho en criollo, en Córdoba, Santa Fe, y peor aún en el resto del país, no existimos. O negociamos con los actores tradicionales para que se pongan (un rato, dale) nuestra camiseta, o perdimos el puente con los nuevos actores.
Y lo mismo sucede con los sindicatos.
Entonces, cabe preguntarse: ¿Había otro territorio al que lanzarse? ¿Había otra opción para el kirchnerismo en esta hora?
El retrato de De Narváez, maravilloso.
Saludos.