Del odio al amor, un solo PASO

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Las PASO están de moda. Instauradas a nivel nacional en 2009 a través de la ley de Reforma Política, en estos seis años han logrado superar la desconfianza y las críticas iniciales para convertirse en la actualidad en una herramienta ampliamente valorada.

De hecho, en 2015 la mayoría de los partidos políticos aspiran a dirimir sus candidaturas a Presidente apelando a este mecanismo. Las PASO fueron ganando lugar, además, en el ámbito sub-nacional: ya son 11 las provincias, más la Ciudad de Buenos Aires, que recurren a dicha modalidad (es decir, más de la mitad del total, teniendo en cuenta que Corrientes y Santiago del Estero no eligen este año Gobernador).

Pareciera que, más allá del signo político y del nivel de gobierno del que se trate, existe un amplio consenso a favor de las PASO. Dicho consenso pone en tela de juicio dos críticas  opositoras vertidas durante el tratamiento legislativo de la Reforma Política, allá por 2009: ser un traje a medida del Gobierno y, derivado de ello, estar destinadas a no perdurar en el tiempo. En tal sentido, es interesante reflexionar sobre las razones por las cuales las PASO siguen vigentes y son reivindicadas –discursivamente o en la práctica- por gran parte del espectro político.

Cabe recordar que fueron dos los objetivos, al menos formalmente declarados, los que motivaron su instauración. El primero fue democratizar las estructuras internas de los partidos políticos: se argumentaba, no sin razón, que las candidaturas eran decididas por las cúpulas partidarias y que era necesario darle mayor poder decisorio a los ciudadanos. El segundo objetivo era contribuir a limitar la fragmentación del sistema partidario argentino (para ello, se estableció un umbral del 1,5% para competir en las generales).

El primer objetivo se cumplió gradualmente. Si bien en 2011 y en 2013, salvo raras excepciones, los partidos presentaron lista única, la experiencia exitosa de UNEN en Ciudad de Buenos Aires en las legislativas de 2013 parece haber marcado un punto de inflexión. En efecto, el FpV, el macrismo en alianza con la UCR y la Coalición Cívica, UNA (Massa y De la Sota), y el Frente de Izquierda de los Trabajadores, tienen previsto usar las PASO para definir sus candidatos a Presidente. Aunque en algunos casos ello responde a la imposibilidad de conformar una lista de consenso, entra en juego también un efecto “compulsión”: nadie quiere dejar de ofrecer a los electores buenas razones para participar en una primaria que, además de seleccionar candidatos, constituye una gran encuesta nacional, con repercusiones importantes en las elecciones generales.

En la propia evolución de las PASO, se comprueba además que los actores políticos no responden en forma automática a las nuevas reglas, sino que tardan en asimilarlas y ajustan sus comportamientos en base a la experiencia acumulada. Lo dicho se observa con nitidez dentro del FpV. En 2011 y en 2013 presentó lista única en la mayoría de los distritos. En 2015, en Ciudad de Buenos Aires, eligió un camino diametralmente opuesto (siete precandidatos), sin buenos resultados. Para las primarias presidenciales de agosto, finalmente, se encamina a una estrategia intermedia: ni lista única ni proliferación excesiva, solo dos listas fuertes que puedan polarizar y resultar atractivas para el electorado.

Con respecto al segundo objetivo, moderar la fragmentación del sistema partidario, es difícil arribar a conclusiones definitivas, aunque se pueden tomar algunos indicadores como referencia. Al respecto, entre 2009 y la actualidad hay 79 partidos políticos menos reconocidos por la Justicia (en 2009 había 656 y hoy hay 577). En esta merma, igualmente, no solo pudieron haber influido las PASO sino también los nuevos requisitos de afiliación impulsados en la misma Reforma Política (además, obviamente, de otras variables no institucionales). Donde sí se ve mayor efecto de las PASO es en la disminución de listas presentadas. Por ejemplo, en 2011 hubo 10 fórmulas presidenciales en las primarias: 3 quedaron en el camino (no superaron el umbral del 1,5%) y 7 pasaron a las generales. En cuanto a Diputados Nacionales, se puede hacer una comparación de elección a elección: en 2011, se presentaron en los 24 distritos un total de 203 listas a las PASO y 45 de ellas no superaron el 1,5%. En 2013, se presentaron 175 y 30 quedaron por debajo del 1,5%. En definitiva, aún con la incertidumbre sobre lo que ocurrirá en las elecciones 2015, hasta el momento, el efecto reductor se ha cumplido.

En resumen, el balance de las PASO no puede ser más alentador: pese a los pronósticos en contrario, no solo se han mantenido vigentes a nivel nacional, sino que cumplieron con los objetivos formalmente propuestos, y además, gradualmente, distintas provincias han hecho suya esta herramienta.

Sin embargo, cabe señalar que las primarias tienen algunos problemas y consecuencias negativas que merecen atención. En primer lugar, tornan más acuciante el problema del financiamiento político. Son una elección más y por ende los gastos se multiplican. No se quiere argumentar aquí, como los voceros de la “anti-política”, que la democracia es cara. Se hace hincapié en que la creciente dependencia económico-financiera de los candidatos y partidos es un problema para la democracia en su conjunto. En ese sentido, cabe decir que la estatización de la propaganda electoral en televisión y radio (instaurada también con la Reforma Política) es un buen instrumento pero insuficiente, pues no ha morigerado sustancialmente los gastos en los que incurren los partidos en tiempos de campaña, ni tampoco ha habido mayor transparencia en el manejo de recursos financieros electorales.

En segundo lugar, las PASO tienen el problema de alimentar el internismo y personalizar aún más la política. En tercer lugar, representan una suerte de penalización para el afiliado partidario, pues se lo iguala en su derecho al voto (para elegir candidaturas) con el ciudadano “ordinario”, que no tiene ningún tipo de participación dentro del partido político.

Para concluir, las PASO han logrado revertir la desconfianza inicial y hoy en día son reivindicadas por gran parte del arco político. Además, han cumplido, en alguna medida, los objetivos para los cuales fueron implementadas. Sin embargo, no hay que idealizarlas. Tienen algunos problemas que merecen ser incluidos en un análisis más global sobre la utilización de esta herramienta. Así como pueden resultar un efectivo remedio para democratizar las estructuras internas partidarias y evitar o paliar al menos la fragmentación del sistema partidario, suscitan otros problemas vinculados con la calidad democrática, como por ejemplo, la equidad y transparencia en el financiamiento electoral, la personalización de la política, y la dilución de la figura del militante partidario.

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