Institucionalidad, crisis y (auto)destitución

 

Siempre hay un discurso que es oficial. La particularidad de nuestro país es que ese discurso no tiene un solo emisor. Además del gobierno y sus simpatizantes –comenzando por el propio Presidente de la Nación y en esta nueva etapa “abriendo” a más voceros- la línea es impuesta desde los medios de comunicación tradicionales, particularmente por aquellos periodistas que tienen capacidad de influencia editorial, ya sea en los diarios, las radios y la TV.

El punto a tratar aquí es que ese discurso oficial en la actualidad puede sintetizarse en tres o cuatro puntos claves:

  • “Este es el único camino posible. Toda alternativa es ficticia o engañosa o, peor aún, ineficiente e ineficaz”.
  • “La herencia recibida fue muy mala. Pero más mala aún de lo que decíamos los primeros dos años. Así que el error que cometimos fue no clarificarlo desde el primer momento”.
  • “La sociedad argentina debe asumir que son tiempos difíciles, pero que ya vendrán mejores. Deben ajustarse hoy para que ese futuro venturoso se concrete. No hay atajos”.
  • “Gran parte de la oposición política, sindical y social quiere que nos vaya mal y tengamos que irnos antes del gobierno. Pero no va a ser así, porque “la gente” sabe que esto es el camino correcto y nos apoya”.

Podríamos listar aquí un sinfín de declaraciones que sustentan este resumen de posicionamiento discursivo, pero para quienes duden alcanza con un par de búsquedas en internet.

Del mismo modo, se puede discutir punto a punto cada uno de estos argumentos, pero como hipótesis nos limitaremos a profundizar en el último de ellos: la existencia o no de grupos destituyentes. Y es precisamente aquí en donde por más insistente y con pretensión de performativo que sea el discurso oficial comienza a navegar por el vacío estelar.

¿Es realmente cierto que sectores del peronismo, el kirchnerismo, el sindicalismo, los gobernadores, la izquierda, los movimientos sociales, parte del empresariado y todo aquel que quieran sumar en la lista, quieren que Macri se vaya antes de terminar su mandato?¿Hay alguna evidencia concreta que pueda sustentar esta hipótesis? Aún más: ¿resultaría conveniente para alguno de estos sectores?

A cualquier oposición le conviene, para ganar elecciones, que el oficialismo llegue a esos comicios del modo más débil posible. Una oposición, aquí y en cualquier lugar del mundo, tiene como uno de sus deberes (por supuesto que no el único) el oponerse al gobierno. Y en ese ejercicio desgastarlo ante la opinión pública. Aclarado este punto vamos a lo estratégico.

Visto desde lo estrictamente electoral, y asumiendo que el plan económico que ha decidido el macrismo tiene por delante –al menos- un agravamiento de la recesión por lo menos hasta junio del año que viene,  a cualquier entramado opositor (sea el kirchnerismo, sea el peronismo racional, sean todos juntos, sean separados, sea quien sea) le conviene que el gobierno llegue a las elecciones y tenga su propia oferta electoral, preferentemente con Macri yendo por la reelección.

Otra razón, nada menor: cuando los vacíos de poder se producen, y un alejamiento del Presidente antes de tiempo es quizás la expresión mayor de un vacío de poder, el resto de los actores políticos también pierden poder relativo. Incluyendo, por supuesto, a los opositores. Y lo pierden porque no tienen los resortes para controlar la situación. Se produce aquí un descalabro “que no se sabe en qué y en dónde puede terminar”. Y a nadie que le guste la política electoral y democrática le gusta este tipo de incertezas.

Hasta aquí razones estratégicas que pueden compartir todos los sectores oportunamente mencionados. Pero aquí se bifurcan los caminos de la oposición. Y entramos al terreno de la táctica. Y quizás el repasar muy brevemente el accionar concreto de cada uno de ellos pueda ayudar a refutar el discurso oficial.

Cada uno tiene sus características propias por sus relativos lugares en el ecosistema político actual: no es lo mismo ser una fuerza básicamente parlamentaria como el kirchnerismo, que tener responsabilidades ejecutivas como los gobernadores; no es lo mismo  la necesidad de los movimientos sociales de negociar con el gobierno el aumento del valor de los planes o la provisión de comedores ante la emergencia del hambre que la presión que puede ejercer un sindicato cuando tiene sobre sus afiiados la presión de un más que probable aumento de los despidos.

Con lo cual podemos deducir que cada uno está oponiéndose como resulta más funcional a sus intereses primarios. Y oponerse, en estos términos, también implica negociación con el oficialismo. Lo cual es perfectamente entendible al mismo tiempo que marca un límite objetivo –al menos hasta este momento- a la posibilidad de articulación de una oposición única. Nadie quiere que esto, y esto es el gobierno nacional, se rompa antes de tiempo. Pero aquí juega el tiempo. Y será cuestión de tiempo que eso suceda.

Hasta aquí el panorama sobre si las oposiciones tienen actitudes destituyentes. Y desde aquí lo que consideramos realmente preocupante: quienes más están haciendo para desgastar, debilitar y esmerilar al gobierno nacional son los propios integrantes del gobierno nacional.

Comenzando por un presidente que parece obrar con una mezcla de capricho y vagancia. Siguiendo por funcionarios que toman decisiones absolutamente impolíticas de las cuales deben retractarse a las pocas horas, con un estado repleto de políticas enunciadas pero de absoluto vacío de realización, con las diversas fracciones de la alianza Cambiemos disputando espacios y posiciones a plena luz del día (el fin de semana de los “nuevos ministros que no fueron” fue tan escandaloso en estos términos que solo pudo ser superado por el acting de la diputada Carrió de esta última semana, amenazando de modo directo al Presidente, eso sí, en broma, de romper todo si no se hace lo que ella quiere), con la tremenda filtración a la prensa de las internas del gobierno, expresadas blanco sobre negro en cada uno de los diarios de este fin de semana

Esta breve enumeración puede tener muchos puntos para analizar: ¿se pelean en serio?, ¿es un modo de intentar ocupar la mayor cantidad de escenario posible?,¿es incompetencia?, ¿es que están perdidos? ¿es que pensaron que era más fácil gobernar un país como la Argentina? ¿es que no hay conducción?

Lo único seguro es que las propias acciones del oficialismo producen un enorme desgaste sobre la figura presidencial. Desgaste que no hace más que profundizar el generado por las políticas económicas del propio gobierno sobre cada vez más amplios sectores de la sociedad. Son heridas autoinflingidas y, en este sentido, mucho más destituyentes que las acciones de las oposiciones.

Pero, como se deduce: las dos son responsabilidad de ustedes muchachos. Si ustedes no se ayudan, bastante los están ayudando todos los demás. Háganse cargo que ya es tiempo y se hace tarde.

Acerca de Abe "Mendieta" Vitale

De chiquito, Mendieta no quería ser bombero ni policía. Soñaba con ser basurero. Ir colgado, como un superhéroe, del camión. Despúes se las ingenió para ser y hacer muchas cosas, todas más interesantes que lo que terminó siendo: un Licenciado en Comunicación, algunas veces como periodista, otras como funcionario público. Sus únicas certezas son su sufrimiento racinguista, la pasión por el mar y cierta terquedad militante. Todo el resto puede cambiar mañana. O pasado.

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Un comentario en «Institucionalidad, crisis y (auto)destitución»

  1. Mendieta:

    Casi podria darte la razón en todo salvo que Cambiemos no es un partido politico doctrinariamente consistente sino una coalición emergente que tuvo por principal proposito sacar al kirchnerismo del poder y cuya manera de gestionar, valores éticos y objetivos políticos fueron (y son) percibidos como la contradicción principal.
    Aún, con la gravísima crisis economica que estamos viviendo y el sinnumero de ineptitudes que muestra el gobierno, esa noción de «contradicción principal» persiste y basta mirar la desgraciada situación que hay en Venezuela, que hoy podemos conocer de primera mano a traves de los miles de exiliados, para que la frase borgiana «no los une el amor sino el espanto» recobre plena vigencia y poder cohesivo.

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