Los servicios de la democracia

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Avallay, alias Sergio De Piero

 

“A la pregunta – ¿Por qué se hace tan larga la construcción de Tecla?-

los habitantes, sin dejar de levantar cubos, de bajar

plomadas, de mover de arriba abajo largos pinceles:

– Para que no empiece la destrucción – responden.

E interrogados sobre si temen que apenas

quitados los andamios la ciudad empiece

 a resquebrajarse y caiga en pedazos,

añaden de prisa, en voz baja: – No sólo la ciudad”

Italo Calvino

Las Ciudades Invisibles

 

Uno de los mayores referentes del análisis de las políticas públicas, y a la vez que contribuyó a su especificidad, el mexicano Luis Aguilar Villanueva de él se trata, señaló las dificultades en tanto proceso que conlleva la formación de la agenda de políticas y sus implicancias. El autor señala dos instancias claves en la formación de la agenda: en primer lugar la generación de una agenda “pública” o “sistémica” es decir las demandas generadas por grupos o espacios sociales las cuales para generar el segundo momento, deben ser tomadas por los gobiernos para convertirse en “agenda institucional”, esto es que el gobierno genera una respuesta para esa demanda. Lo que Aguilar Villanueva observa es que este proceso tiende a ser cada vez mas moderado, pues los gobiernos no quieren asumir promesas que quizás solo le generen ingobernabilidad, por la incapacidad de respuesta o respuesta deficiente. Esto lleva a que los gobiernos asuman estas demandas, sólo cuando sepan que cuentan con los recursos administrativos y políticos para hacerle frente, o bien (y sobe esto profundiza menos) porque la situación política lo impulsa a hacerlo. La agenda pública es general, imprecisa, a veces imperiosa; la institucional es delimitada, concreta y ejecutiva. La reforma del los servicios de inteligencia del Estado, parecen encajar en este encuadre, porque su presencia en ambas agendas fue intermitente en los últimos 30 años. Sin embargo “los servicios” siempre estuvieron allí.

Nunca, como en la salida de la dictadura militar, los servicios de inteligencia había cobrado tanto peso en la política democrática argentina (creados en la 1° presidencia de Perón); su accionar durante el proceso, y un poco antes también, en la represión llevó a la sospecha de la presencia de “servicios” en los sindicatos, las aulas universitarias, los partidos políticos, los clubes, las iglesias o cualquier otro espacio político y social. “Este es servicio” era un comentario de lo mas repetido en la dictadura pero también durante los 80. La consigna “desmontar el aparato represivo” corrió durante toda la presidencia de Alfonsín, como una de las expresiones de esa agenda pública instalada y a la que el gobierno radical respondía con diferente intensidad, entendiendo que lo central de ese aparato represivo estaba en las FF.AA.: modificó el código de justicia militar, disolvió la Policía Militar (dependiente de las FF.AA., pero que actuaba en asuntos internos) y juzgó a las tres primeras Juntas. El tema SIDE (a cargo de Facundo Suárez) quedó entre los temas que se irían modificando lentamente. Sin embargo, la dictadura había generado un grado de militarización de distintas áreas como la SIDE y la policía, que era difícil que al tocar las FF.AA. no se estuviese incidiendo en otras.  Valen dos hechos: a mediados de 1984, se descubre que uno de los custodios del propio presidente Alfonsín, llamado Raúl Guglielminetti, (parte de la “mano de obra desocupada”) había tenido una importante participación en la represión como agente de la SIDE desde 1968 hasta 1981, y se lo vinculaba a la banda de Aníbal Gordon, siniestro personaje al servicio de la dictadura en secuestros. En 1983, quien sabe quien, lo convocó a trabajar nuevamente en la Casa Rosada (lo había hecho en la década anterior) como custodia presidencial. No recuerdo y no logro encontrar el dato, en algún momento de 1984, fue descubierto públicamente su pasado y retirado de la custodia. Se fugó varias veces, imputado por diversos delitos. Actualmente está con prisión preventiva por delitos de lesa humanidad. No era mucho el descanso para el gobierno de Alfonsín en esta materia. Paralelamente a los juicios a las juntas militares, explotaron algunos artefactos de bajo poder en diversos puntos del país: bancos, lugares públicos, incluso cines y en alguno de ellos se estrenaba la película “Comiéndose a Raúl” (http://mla-s2-p.mlstatic.com/comiendose-a-raul-eating-raoul-1982-paul-bartel-vhs-16608-MLA20123989263_072014-F.jpg). Era año electoral. El 22 de octubre Alfonsín sorprendió al país anunciando que un grupo de ciudadanos estaba planificando un golpe de estado (las elecciones de diputados eran el 3 de noviembre) y ordena su detención.  En el grupo estaba el general retirado Guillermo Suárez Mason, otros cinco militares y seis civiles, donde sobresalían el analista político Rosendo Fraga y dos periodistas uno de La Prensa y otro del diario Confidencial; desde luego se hablaba de la mano de los servicios en esa historia. Pero quizás la inexperiencia, u otro factor, hizo que le PEN primero detuviera a los acusados y luego declarara el Estado de Sitio que le otorgaba esos poderes extraordinarios. El radicalismo ganó las elecciones y los acusados fueron liberados porque habían sido detenidos fuera de la ley.  La sombra de los servicios, por fuera de la cuestión militar, continuaron durante toda la década pero vinculados a diversas bandas que realizaban secuestros extorsivos hacia importantes empresarios (desde Osvaldo Sivak, que es asesinado, hasta Mauricio Macri, ya en los 90).

La década se cierra con otra sospecha de acción trágica de los servicios: el 23 de enero un comando del Movimiento Todos por la Patria, intenta copar el Regimiento de Infantería Mecanizada N°3, en la Tablada, Provincia de Buenos Aires. El Ejército reprime la acción y los muertos se cuentan casi hasta 50, pero también los desaparecidos que, se acusa fueron, 3. El juicio fue expeditivo y en pocos meses surgieron las condenas para las sobrevivientes atacantes; sin embargo el manto de misterio acerca del por que, sigue rondando sin respuestas definitivas. En una de esas respuestas, aventura que el MTP había sido infiltrado y alentado por la SIDE (o inteligencia del ejercito que ilegalmente seguía funcionando) a llevar adelante el hecho;  Después de todo, muchos de los miembros del MTP, eran ex ERP y a ellos ya lo había infiltrado y llevado al desastre del Batallón Viejobueno en diciembre 1975. ¿Los habían convencido de la posibilidad de un golpe que ellos anunciaron como una certeza y justificaba la acción? Mientras, muchos militares vieron en la acción de esos dos días, una especie de reivindicación por los juicios.

Cuando Menem llegó al poder colocó en la SIDE primero a Juan Bautista “Tata” Yofre, (el prolífico escritor de historia política de la actualidad) pero a los pocos meses lo reemplazó por Hugo Anzorreguy quien continuó hasta el fin de su mandato.  Indultos de por medio, el reclamo de desmantelamiento del aparato represivo, empezó a difuminarse en una sociedad ahogada por la crisis económica. Los servicios de inteligencia le encontraban la tortuga al hijo del embajador de EE.UU. James Chek (http://blogs.perfil.com/retro/2011/05/16/la-tortuga-de-james-cheek/), pero desaparecieron de las noticias por unos pocos años. Hasta que en 1992 y en 1994, sendos atentados volaron la Embajada de Israel en Argentina y la sede de la Amia, respectivamente, de los que hoy estamos nuevamente hablando. Ahora sí, los servicios y la SIDE desde su conducción cobraron protagonismo menos en la investigación y bastante más en el encubrimiento de la investigación, con argumentos que escapan a la cuestión local y ponen en juego el rol de los EE.UU., del propio Israel y la coyuntura internacional. Hoy, quien estaba a cargo del organismo, Anzorreguy, está aguardando el juicio por encubrimiento (junto a Menem y el ex juez Galeano). Es decir se los acusa de impedir resolver la tragedia; ni hablemos de haberla podido evitar. ¿Estuvieron, además de la policía provincial, los servicios también involucrados en la muerte de José Luis Cabezas? ¿Seguía (sigue) existiendo una organización dentro de la misma SIDE, con altos niveles de autonomía del poder político? Las cosas habían cambiado, la SIDE se había desmilitarizado, ya que las FF.AA. parecían muy ajenas a los debates políticos; pero la SIDE, reconfigurada, parecía haber transformado su capacidad de acción en el ámbito político, adaptada al nuevo escenario. Desde luego, en la órbita del poder del Ejecutivo.

La SIDE de la Alianza, a pesar de su corto tiempo de estadía en la Rosada, le alcanzó para estar sospechada de pagar coimas a Senadores para aprobar una ley de flexibilización de las condiciones de trabajo. Su Secretario, el banquero Fernando de Santibañez, fue juzgado y absuelto por el caso. La SIDE, en modo neoliberal.

La tragedia retornó en 2002, con el asesinato de los piqueteros Darío Kosteki y Maximiliano Santillán, bajo el gobierno de Eduardo Duhalde y la dirección de la SIDE, con el ya fallecido Carlos Soria. Familiares de las victimas y organismo de derechos humanos, denuncian que la SIDE hizo circular un escrito donde aseguraba que los piqueteros planeaban un golpe contra Duhalde (http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-51066.html). Recuerdo haber escuchado en aquellos días, personalmente, a algunos dirigentes peronistas decir “compraron lo de la SIDE” en referencia al gobierno. La SIDE demostraba no solo niveles de autonomía en la acción, sino capacidad de incidencia en la agenda de los gobiernos.

El kirchenrismo puso al frente de la SIDE primero a Sergio Acevedo y en diciembre de 2003 a Héctor Icazuriaga, quien ejerció la jefatura hasta hace muy poco cuando lo reemplazó Oscar Parrilli, junto con el nombre SI. En el medio surgieron investigaciones respecto a involucramientos de hombres de la SIDE, por ejemplo en el caso de las tres personas asesinadas que estarían vinculadas al tráfico de efedrina. Algunas organizaciones sociales denunciaron la existencia de un proyecto, llamado X, diseñado para espiarlas, pero en manos de Gendarmería. Hasta los hechos actuales, el impacto de la SIDE en la política pública no había cobrado un protagonismo notable, ni presentado casos como los que ya revisamos. Pero en diciembre de 2014 la agenda institucional dio el primer paso con los cambios, debido a lo que sería una importante crisis interna, es decir niveles de autonomía de agentes respecto del poder político, mas altos de los tolerable, digamos. Tras la muerte del fiscal Alberto Nisman, el vuelco fue mayor. Cristina Fernández de Kirchner, anunció el envío al Congreso Nacional de una reforma institucional profunda del sistema de servicios de inteligencia con la creación de una nueva agencia. Es el capítulo de los próximos días y, de seguro, años.

 

A mediados de de los ’80 Norberto Bobbio publicó una de sus últimas obras de peso: El Futuro de la Democracia. Entre capítulos que llamaban a la moderación en las expectativas, a pesar de la defensa del sistema democrático, sobresale el que refiere  a “Las falsas promesas de la democracia” (¿le estaba contestando a Arendt?). En ese capítulo el filósofo quería señalar que en ocasiones la democracia generó expectativas, “promesas”, que en realidad no podía cumplir. De ellas, rescato una que encaja perfectamente con lo que aquí me he referido: la persistencia del poder invisible, entre ellos los servicios secretos. El primer punto que destaca, es el escaso desarrollo que sobre el tema existe en la ciencia política (lo comenté e Twister “usted ¿Cuántos paper leyó sobre servicios de inteligencia?” “¿La ciencia política “muere” en los partidos políticos?”). En segundo lugar, ese “poder invisible”, no refiere solo a los servicios de inteligencia, sino a toda organización, en algún sentido clandestino que participa de decisiones de poder que implican al conjunto. Bobbio, alerta que esa tendencia al “secreto del poder” ha sido propia de todo gobierno pre democrático, y que la llegada de este sistema político podía desterrar, según lo planteaba su ideario. Lo cierto es que ello no sucedió; el secreto permanece en el conjunto de los Estados democratizados, y es difícil pensar que el “secreto de Estado” puede dejar de existir. Sin embargo, su dimensión ha variado con el correr de las décadas. Y ello nos alienta a plantear cuánto pueden correrse aún los límites de la transparencia en el conjunto de la información que puedan recibir todos los ciudadanos; pero no se trata de una mera transparencia instrumental planteada por los “luchadores de la corrupción”; no deberíamos pararnos exclusivamente en la democracia de los procedimientos, que garantizaría por la sola  transparencia de la informaicón, que los derechos de los ciudadanos queden garantizados. Como ha sucedido en la última década, si ahora nos planteamos nuevos servicios de inteligencia, es necesario garantizar, también (no en reemplazo de los procedimientos) la generación de políticas públicas  que involucren y respondan a las agendas que se generan en los diversos espacios sociales, a las agendas “públicas” que remiten a protección, a desarmar los circuitos delictivos y el crimen organizado que involucra también a las personas como mercancías. Fortalecer la noción de un Estado que respeta libertades y garantiza protecciones. América del Sur, vive uno de los períodos de mayor armonía entre los países que la componen; un problema menos del que deben ocuparse las políticas de inteligencia. Por eso hoy, desarmar los poderes ocultos, no se limita a mostrar números y nombres, a informar (que lo incluye desde luego) sino a ampliar participaciones, a crear institucionalidad más preocupada por el involucramiento y la consulta a los espacios sociales, que a mecanismos de transparencia manejados por expertos. No se hasta dónde pueden correrse esos límites de una dimensión, la del secreto, que hace al Estado moderno; pero queda claro que el panorama que hopy tenemos al respecto, no es el de hace 40 años atrás.

Dije años. Se trata de cambiar una tendencia que también se mide en esa cantidad. No hay que imaginar futuros imposibles, pero si políticas que transformen; frente al “este gobierno ya no tiene legitimidad para legislar porque se va en 11 meses”, seguir generando políticas e instituciones, es la mejor respuesta; es, otra vez, más Estado, no menos. En particular también frente al manto de rumores, sospechas y poderes, que se esparcieron por estos días.

 

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