Reflexiones a partir del diálogo entre Iñigo Errejón y Chantal Mouffe

Iñigo

Esta nota fue publicada originalmente en www.elloropolitico.com 

El 7 de octubre de 2015 se produjo un encuentro en el Centro Cultural Kirchner entre la politóloga belga Chantal Mouffe y el dirigente español de Podemos Íñigo Errejón. La charla sirvió de ocasión para discutir cuestiones vinculadas con las experiencias latinoamericanas progresistas del siglo XXI y su comparación con la situación europea. En ese momento, faltaban pocos días para las elecciones presidenciales en la Argentina, en las que el candidato del kirchnerismo Daniel Scioli aparecía como favorito. Ese optimismo era compartido tanto por Chantal Mouffe como por Iñigo Errejón. Más allá de los pronósticos, hay varios elementos para rescatar de aquella charla y que pueden contribuir a reflexionar sobre la situación actual no solo en nuestro país sino en la región.

El rol performativo del discurso. Uno de los aspectos centrales del planteo teórico de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe es su anti-esencialismo. En contra de todo determinismo, los autores consideran que las identidades políticas son el resultado de una construcción y no la expresión de algo subyacente en las estructuras económicas y sociales. Frente al tradicional postulado marxista, se oponen a declarar a priori la centralidad de la clase obrera en un movimiento transformador. En tal sentido, los discursos tienen un rol performativo: sujeto y discurso se construyen en un mismo proceso. La clave del éxito político consiste entonces en lograr un discurso hegemónico que articule demandas y necesidades de distintos sectores sociales.

La agrupación Podemos recupera esta idea central: con un discurso novedoso busca atraer a sectores de la sociedad descontentos con el orden bipartidista tradicional (conformado por el Partido Popular y los socialistas). Así, instaura consignas novedosas como “los de arriba frente a los de abajo”, o introduce el concepto de “la casta” para identificar los enemigos del pueblo. Son solo dos ejemplos que muestran nuevas articulaciones discursivas no solo frente a los dos partidos principales, sino también frente a la izquierda tradicional. Hay un lenguaje nuevo, que intenta captar la complejidad y heterogeneidad de un mapa social que resulta imposible de interpretar con las categorías políticas y analíticas tradicionales.

Este planteo puede ser utilizado para pensar la experiencia kirchnerista y el futuro del movimiento nacional y popular. Tanto Néstor y Cristina revitalizaron al peronismo, retomando algunas de sus banderas tradicionales pero introduciendo también nuevos temas, como por ejemplo, la defensa de los derechos humanos, el matrimonio igualitario y la ley de medios. De esa manera, pudieron interpelar e incorporar políticamente a sectores sociales que habían sido refractarios al peronismo.

Ahora bien, en los últimos años hubo cierta pérdida de efectividad en la narrativa kirchnerista. Tanto en la elección de 2013 como en la de 2015, los ejes estuvieron puestos más en los logros conseguidos que en las nuevas metas y desafíos a conquistar. ¿Hasta qué punto ello se encuentra relacionado con la pérdida de dinamismo del modelo económico y el estancamiento de muchos de los indicadores sociales? Sin menospreciar tales limitaciones estructurales, creemos, no obstante, que hubo fallas en el terreno político: parte del rechazo de una franja importante de los sectores medios hacia el kirchnerismo es atribuible a las dificultades para interpelarlos correctamente.

La idea de Cristina, lanzada en Comodoro Py, sobre el Frente Ciudadano, parece ir en dirección de un reconocimiento sobre la necesidad de buscar llegar a nuevos y más amplios sectores sociales. Es una buena idea, pero aún muy general: hay que crear nuevas articulaciones discursivas, más precisas, con mayor contenido concreto, para que pueda realizarse en forma exitosa.

Clases medias y los procesos populares. Iñigo Errejón y Chantal Mouffe reflexionan sobre la famosa paradoja según la cual los gobiernos populares producen clase media, pero una vez concretado el ascenso social, estos sectores terminan siendo hegemonizados por la derecha. ¿Cómo evitar entonces lo que denominan el efecto de escalera mecánica de las clases medias, que suben y te abandonan?

Según Errejón, muchas veces se cae en el error de pensar este problema de manera esencialista: “las clases medias son por naturaleza reaccionarias o no progresistas”. En verdad, existe una falla de hegemonía: esos gobiernos nacionales y populares han tenido políticas que han sido muy buenas en el plano distributivo pero no han generado lo que Gramsci llamó una “reforma moral”. No han creado nuevas formas de subjetividad. Errejón pone como ejemplo el caso brasilero: Lula hizo cosas muy buenas, sacó a millones de personas de la pobreza pero que, en su mayoría, se transformaron en meros consumidores. En momentos económicos difíciles, esa gente se te vuelve en contra.

Errejón señala un posible camino para revertir esto: hay que hablarles a esas nuevas clases medias como lo que son, no hablarles por lo que fueron. Se requiere un nuevo imaginario, alternativo y opuesto al imaginario de la democratización del consumo.

Sobre la necesidad de consolidar los procesos de construcción de gobiernos progresistas en América Latina. Después de una década de transformaciones, dice Errejón, surgía la necesidad de hacer lo mismo -pero en sentido contrario- a lo que hizo el neoliberalismo en Europa. Es decir, construir una sociedad y un Estado tal que, en caso de que el adversario gane las elecciones, deba ingresar al Estado como un intruso. Así hizo el neoliberalismo en estos 30 años: si una formación política con voluntad incluso tibiamente reformista gana las elecciones, entra al Estado casi pidiendo perdón.

Cabe preguntarse: ¿en qué medida el kirchnerismo logró institucionalizar determinadas conquistas que le dificultan al macrismo avanzar sobre ellas?

Populismos de derecha. Chantal Mouffe habla de la necesidad de estudiar en profundidad las estrategias hegemónicas de los partidos de derecha. Es decir, cómo hacen para lograr constituir mayorías; indagar en las razones por las cuales un programa regresivo en términos sociales logra penetrar y ser aceptado por sectores populares y obreros.

Desde nuestra perspectiva, estas son preguntas centrales para comprender la naturaleza del nuevo gobierno en la Argentina. En tal sentido, ¿podrá el macrismo consolidar como propio el caudal electoral logrado en el ballotage? En alguna medida, se trata de ver si puede realizar en forma exitosa el pasaje de un triunfo político a la construcción de una mayoría social. En definitiva, ¿representa el macrismo un nuevo bloque hegemónico capaz de perdurar en el tiempo?

Hasta el momento, la estrategia discursiva del gobierno parece estar centrada en demonizar al kirchnerismo (la pesada herencia) y, especialmente, machacar con la corrupción. Puede resultar una estrategia medianamente efectiva en el corto plazo, para pasar la etapa del ajuste. No parece ser, en cambio, sustentable en el tiempo. La pregunta es: ¿tendrá el macrismo la capacidad de instaurar nuevas fronteras discursivas en la sociedad, forjar un nuevo mapa de apoyos y articulaciones con sectores sociales diferentes?

Señala Errejón la paradoja de que las nuevas derechas latinoamericanas han tenido que asumir buena parte de los suelos discursivos de los gobiernos progresistas (Capriles en Venezuela es un ejemplo elocuente). Esto, aclara, no es solo marketing electoral: refleja que el sentido común de la sociedad en cierta forma ha cambiado.

Uno estaría tentado a pensar que la batería de medidas de ajuste que practicó el gobierno de Macri en apenas cinco meses desmienten la anterior afirmación: parecieran indicar que no había un consenso tan amplio como se pensaba en torno a ciertas conquistas sociales. Sin embargo, una mirada más atenta permite observar que dicho consenso existe y constituye, al menos por ahora, un límite para el accionar gubernamental. El macrismo pudo aumentar tarifas y realizar una devaluación del orden del 60% porque existía cierto acuerdo general previo sobre la necesidad e inevitabilidad de hacerlo (acá hubo una operación hegemónica exitosa, en la que los medios tuvieron un rol destacado). Otras medidas, sin embargo, como la estatización de Aerolíneas o la Asignación Universal por Hijo, gozan de un respaldo social amplio y por ende, los costos políticos que entrañaría su eliminación resultan hasta el momento una efectiva valla de contención (para expresarlo en términos kirchneristas, son un triunfo en la batalla cultural).

Liderazgos. En la charla, Iñigo Errejón vuelve sobre un tema tradicional, el rol de los liderazgos y el uso que ellos pueden prestar para articular un conjunto de descontentos que no tienen necesariamente algo en común (como un programa o un interés objetivo). Los liderazgos muchas veces pueden servir para comunicar o tejer grupos sociales fragmentados, que en principio solo comparten su insatisfacción.

Por nuestra propia historia, la cuestión de los liderazgos no constituye nada novedoso. Pero sí es importante pensar en su necesidad como forma de lograr construir una oposición exitosa al macrismo. En tal sentido, lo que se ve hasta ahora es que las medidas regresivas del gobierno generan un descontento social amplio pero existe una gran dificultad para expresar dicho descontento en forma homogénea en el plano político.

Sobre los traidores. Errejón, casi al pasar, da una definición sobre cómo concebir las “traiciones” de dirigentes y partidos, que puede resultar muy útil para el momento actual: “Desterramos desde el inicio la palabra traición como forma de explicar las cosas, porque es una gramática política llorona, que lo único que hace es diagnosticar que los malos son malos y hacen maldades, y los buenos somos buenos y nos traicionan. Creo que es una gramática que moraliza los  problemas. Lo que hay que hacer es tener explicaciones políticas, pensar qué relaciones de fuerzas han operado para que un dirigente o gobierno cambie su parecer”.

Esta frase puede ser leída junto al eco que aún resuena de las palabras de Cristina en Comodoro Py, cuando frenó los insultos que la multitud profería contra Diego Bossio: “Así no van a convencer a nadie”.

Plantearse por qué algunos dirigentes se alejaron del kirchnerismo y qué expresan socialmente dichos alejamientos puede resultar políticamente más fructífero. Es parte de la necesaria autocrítica que hay que hacer para poder proyectar el futuro.

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