Segunda vuelta en Colombia: Santos o Uribe

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(Esta nota fue originalmente publicada en el sitio PolíticaArgentina. com)

El próximo domingo el candidato de la Alianza Centro Democrático (CD) Oscar Iván Zuluaga y el actual primer mandatario Juan Manuel Santos por el Partido de la “U” (PU) dirimirán en la segunda vuelta electoral quien residirá en la Casa del Nariño por los próximos cuatro años. Luego de una elección caracterizada por la fragmentación de las preferencias electorales (la diferencia entre el primero y el cuarto fue menor al 15%), el candidato uribista y el presidente-candidato se ungieron con el primer y el segundo lugar con escasas diferencias entre ambas propuestas. A pesar que se preveía una elección reñida y polarizada, los resultados reflejaron una importante segmentación del voto y una mínima ventaja superior al 3% a favor de Zuluaga. La suma de votos entre los dos candidatos más votados fue inferior al 60% y la asistencia electoral orilló el 40% de los votos, convirtiéndose, por la baja cantidad, en un record histórico en lo que hace a elecciones presidenciales en los últimos veinte años. En ese marco, el segundo turno electoral presenta más interrogantes que certezas y las primeras encuestas realizadas muestran un virtual empate técnico. Aquí se sugieren algunos elementos de análisis y escenarios a futuro:

  • De cara a la segunda vuelta, el presidente Santos puede exhibir como dos activos de su administración el proceso de paz frente a la guerrilla y una aceptable situación económica, en línea con la media sudamericana. A pesar de mostrar niveles de aceptación de su gobierno superior al 40%, no pudo en esta primera vuelta electoral superar el 30% de los votos. Sin duda, los déficits en la política comunicacional, será uno de los factores en los que el primer mandatario deberá poner el acento en vistas a mejorar la perfomance electoral. Por otro lado, Zuluaga, ex ministro de economía de Álvaro Uribe, y su delfín en esta contienda, logró penetrar en las capas descontentas colombianas con un discurso basado, en líneas generales, en un fuerte tono anti acuerdos de paz. Logró instalar en la primera línea del debate al clivaje histórico uribista de guerra contra las‘FARC’ en un contexto donde el mismo avanza a pasos agigantados, como nunca antes en la historia en materia de negociación entre el Estado y la guerrilla.
  • Esta paradoja que exhibe la elección colombiana muestra que a pesar de los éxitos del proceso de paz con las ‘FARC’ propuesto por quien había sido el principal enemigo de la guerrilla durante el gobierno anterior (Santos fue ministro de defensa de Uribe en los momentos en que las ‘FARC’ sufrieron los golpes más fuertes:ReyesBetancourt, etc.), no logró convencer al electorado de las bondades del mismo. Como así también, evidencia que las posturas más duras expresada por el candidato uribista contienen una suerte de evaluación positiva que reniega de contextos y fortalezas. Las ‘FARC’, hoy se encuentran en la mesa de negociación deLa Habana como producto de un proceso de desgaste ante la opinión pública, una capacidad militar herida luego de años de acoso estatal y con una rotación en el interior de su conducción política militar luego de que varios de sus jefes fueran abatidos. Lejos de ser una fuerza con la capacidad militar de antaño, hoy la guerrilla sueña con una salida decorosa que el Estado colombiano está en condiciones de procesar sin los costos del pasado.
  • En ese marco, las posibilidades del presidente de mostrar las ventajas del proceso de paz aumentan al compás del zigzagueo del candidato uribista, quien, desde la victoria en la primera vuelta, pasó de una oposición cerrada a los acuerdos de La Habana a un tímido apoyo a su continuidad con nuevas exigencias. En ese sentido, de cara a la segunda vuelta, las posturas más moderadas parecen a priori partir con ventaja, por lo que Santos puede ahondar en ese clivaje para alimentar su sueño reeleccionista. Sin embargo, el “factor Uribe” es un fenómeno que tiene a favor Zuluaga para neutralizar estas ventajas oficiales. La popularidad del expresidente permite comprender, a grandes rasgos, como un candidato prácticamente desconocido hace un mes logró alcanzar el balotaje en un escenario fragmentado.

  • El dominio del uribismo durante los últimos doce años se expresa en que el expresidente ha sido durante los ocho años de gobierno (2002- 2010) una figura central de la política del país y ha sido el gran elector en las votaciones presidenciales 2010 y 2014. Inclusive, la candidata que obtuvo el tercer lugar en la elección del domingo 25, la representante del Partido Conservador Marta Lucía Ramírez ha sido parte del gabinete uribista en la cartera de defensa durante la primera presidencia del líder antioqueño. Los altos niveles de aceptación que concita la figura del expresidente aún se mantienen, aunque no en las alturas de los años presidenciales. En ese marco y con niveles de aceptación superiores al 70% durante sus dos gobiernos, Uribe no logró sortear los escollos institucionales para ir por una nueva reelección, a la cual buscó y la Corte Constitucional negó, y debió consolarse con ungir a Santas como su candidato a sucederlo en el interior del Partido de la “U”. Durante el actual gobierno, la figura de Uribe no logró ser eclipsada a pesar de que Santos (quien lo calificó como un dirigente del pasado) heredó la jefatura del PU y muchos de sus recursos de poder institucionales y financieros, otrora en manos del expresidente. En ese marco, el liderazgo político de Álvaro Uribe se convirtió, durante este último quinquenio, en el epicentro del sistema político, y a pesar de no haber sido candidato presidencial en las últimas elecciones, se convirtió en el protagonista principal de ambas contiendas electorales.
  • Que las primeras tres fuerzas (CD, PU y PC) ostenten un discurso ubicable en el espectro de la derecha ideológica hayan obtenido más del 70% de los votos evidencia que en el país cafetero, los sueños integracionistas de Bolívar no calaron hondo en una sociedad que desprecia las alternativas de izquierda, que en muchos casos, asocia con la propia guerrilla. En el interior de los sistemas políticos sudamericanos, Colombia es el único país en el cual el “giro a la izquierda” que inundó el continente en estas últimas décadas pasó desapercibido, y no logró concretar una herramienta partidaria con potencial de votos que dé cuenta de estas transformaciones ideológicas en el continente.
  • Las alternativas políticas de tinte conservadora y neoliberal han permanecido en Colombia manteniendo un atractivo entre los votantes y los guarismos obtenidos durante las últimas décadas así lo atestiguan. La izquierda colombiana no ha podido constituir una fuerza política con potencia electoral y continúa condenada a mirar desde la tribuna la definición del partido principal. Las opciones antineoliberales no lograron superar en esta elección el 15%, como atestigua la candidatura de Clara López del Polo Democrático, que a pesar de haber aumentado el caudal de votos en comparación con la elección presidencial de 2010, lejos se encuentra de empardar el caudal de votos (alrededor del 25%) de los años 2003-2007. Otra de las paradojas de esta elección, es que la izquierda colombiana con sus sectores más duros a la cabeza (Piedad Córdoba e Iván Cepeda, por mencionar dos) ya han declarado su apoyo a la candidatura de Santos, el “menos malo” de la derecha cafetera.
  • Que los candidatos que compiten por la presidencia en el balotaje del 15J no revelen grandes diferencias en el terreno de la política económica, resulta una novedad para la media electoral de la región, pero no para el caso colombiano. Desde los años del Frente Nacional(1958-1974), su sucedánea alternancia entre los Partidos tradicionalesConservador y Liberal, y los años del uribismo, la discusión en Colombia sobre el modelo económico social se ha encorsetado en torno a una visión que combina en parte iguales dosis de neoliberalismo y conservadurismo. La ausencia de un potente partido de izquierda o progresista en uno de los países donde la desigualdad se extiende a pesar de los avances del PBI y del desarrollo económico, plantea nuevos interrogantes sobre el papel que juegan los liderazgos y el sistema de partidos en el interior de la política colombiana.
  • ¿Qué impacto tendrá esta elección para la Argentina y Sudamérica? Sin lugar a dudas que el resultado sonará fuerte en Venezuela y Ecuador. Los chispazos de principios de año entre el gobierno bolivariano y Uribe alertan sobre nuevos desencuentros si el domingo próximo se repiten las posiciones de hace dos semanas. Para el resto de Sudamérica, un triunfo opositor crearía un importante signo de interrogación sobre la perdurabilidad de los acuerdos de La Habana e introduciría un elemento inquietante sobre el impacto que esto pueda generar en la región. Para la Argentina, quien gané el 15 de julio no parece ser una preocupación, ya que hay que recordar que los lazos entre el uribismo y el kirchnerismo no se conmovieron durante los siete años de relación y tuvieron picos de intensidad durante el fallido rescate de tres rehenes en manos de las ‘FARC’, en diciembre de 2007 en las selvas colombianas. Durante esas jornadas, el propio Néstor Kirchneren persona fue partícipe de esos sucesos que concentraron la atención de la región durante los días calientes de finales de aquél año.

El 15 de junio habrá nuevo (o mismo) presidente en Colombia. Las ramificaciones del resultado se extenderán por toda la región y su impacto será mayor de la que hoy predicen los medios locales. A cara o cruz se debate hoy la suerte que tendrá el proceso de paz en el país de Jorge Eliécer GaitánGabriel García Márquez y Fernando Botero.

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Acerca de Mariano Fraschini

Doctor en Ciencia Política y docente (UBA- UNSAM- FLACSO)

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