¿Reformas al Sistema Binominal en Chile?

En los últimos días ha reaparecido en la escena política chilena el debate alrededor del Sistema Binominal (en adelante, SB) para la elección legisltativa. La posibilidad de que los partidos que conforman la Coalición de gobierno, formada por Renovación Nacional (RN) y la Unión Demócrata Independiente (UDI), reconsideren la posición de rechazo que tuvieron en las últimas décadas en relación a la modificación de aquel sistema electoral, parece cada vez más cierta.

* El SB chileno fue diseñado por el constitucionalista, ex Senador y asesor jurídico de Augusto Pinochet , Jaime Guzmán Errázuriz, y fue incluido en el marco de la Constitución de 1980 e implementado democráticamente desde la reforma constitucional de 1989.

La novedad institucional se encaró con dos objetivos. El primero fue reducir el número de partidos con respecto a la cantidad que existían antes del golpe de Estado de 1973. El segundo fue incrementar la representación de la derecha parlamentaria. Es decir, obedece a una particular lectura política (de los sectores conservadores) sobre las causas de la fragmentación y polarización partidaria y del quiebre del régimen democrático de principios de los años setenta.

La ecuación era simple. La existencia del sistema de representación proporcional habría provocado la conversión del sistema partidario chileno en un multipartidismo que contribuyó a erosionar cualquier posibilidad de formar mayorías estables capaces de llevar a cabo los programas de gobierno. Partiendo de esta premisa, se promovió un sistema con una muy baja magnitud que se ofreciera como garante de la eficacia del sistema político y la moderación de los partidos, generando un contrapeso a partir de la representación de las minorías y evitando el supuesto peligro del multipartidismo (fundamentalmente que el PC acceda a una banca).
La aplicación del SB tendió a sobre-representar tanto a la Concertación como a la Alianza (luego Coalición por el Cambio), e incluso benefició más a esta última en el Senado. Los grandes perjudicados fueron los partidos que disputaban las bancas por fuera de los dos grandes frentes electorales.

*En el plano político-territorial, Chile está dividido en 60 distritos o circunscripciones electorales para la Cámara de Diputados y 19 para la Cámara de Senadores. En cada uno de los distritos se eligen dos Diputados (con un mandato de cuatro años),  alcanzando  un total de 120. En la elección de los 38 senadores (con un mandato de ocho años), cada Región elige dos representantes con la excepción de la quinta, séptima, octava, novena, décima y la Región Metropolitana que eligen cuatro senadores en dos distritos binominales. Además del SB, el sistema electoral chileno contempla una fórmula mayoritaria para la elección del Ejecutivo nacional y los Alcaldes, junto a una fórmula proporcional para las elecciones de concejales municipales.

De esta forma, en las elecciones legislativas nacionales, cada lista presenta dos candidatos por circunscripción para ambas Cámaras. Una vez finalizada la votación, el Tribunal Calificador de Elecciones cuenta los votos de cada uno de los candidatos de las listas y suma ambas cifras, obteniendo el número final de votos del partido o alianza electoral. La lista o nómina con mayor cantidad de sufragios obtendrá legítimamente las dos bancas en disputa sólo si excede en el doble de votos a la lista que se ubica en el segundo lugar de las preferencias. Si esto no ocurre, las bancas serán ocupadas por el candidato más votado de cada una de las dos listas que obtuvieron mayor cantidad de sufragios.

Naturalmente, en el ámbito de una dinámica política como la chilena (con un incipiente  pluripartidismo moderado a partir  del surgimiento del PRO de Marco Enríquez Ominami), fueron muy pocas las votaciones en las que un mismo partido político o pacto electoral obtuvo la representación de las dos bancas en disputa, siendo el común de la regla que la Concertación y la Alianza  se dividan los cargos, trasladando al plano legislativo aquella reducción de la oferta electoral.

De esta manera, el SB fomenta la formación de dos grandes coaliciones e impide a fuerzas minoritarias o agrupaciones que no estén contenidas en grandes bloques acceder a una banca. De hecho, su aplicación no necesariamente produjo la reducción de la cantidad de partidos políticos, sino que estimuló a la unión de estas fuerzas alrededor de dos coaliciones partidarias que lucharon durante los últimos veinte años por obtener la mayoría Parlamentaria. Y si bien antes de 1973 también existían coaliciones, no revestían la relativa solidez a su interior que ha caracterizado tanto a la Concertación como a la Alianza.

*El politólogo Patricio Navia, quien le reconoce muchos defectos al SB, afirmó, sin embargo, que contiene un rasgo positivo si consideramos que otorga estabilidad ( y previsibilidad) a la competencia política, moderada por la conformación de dos grandes bloques que promueven la contienda centrípeta. Este criterio trae la discusión entre aquellos que privilegian la estabilidad y la gobernabilidad frente a quienes defienden la posibilidad de representación de terceras fuerzas, partidos independientes y minorías activas, defensores de la proporcionalidad.

Pero los disensos con el SB son muy consistentes. Este sistema electoral, como se puede advertir, permite que eventualmente un candidato con una votación nominal menor que otro pueda ocupar una banca. ¿Cómo sucede esto? Supongamos un caso en que el partido más votado obtiene el 65% de los votos y el segundo un 25%. Luego analicemos la posibilidad que los votos en la lista ganadora sean en un 50% para un candidato y 15% para el otro, mientras que en la segunda en la preferencias uno de los candidatos obtiene el 20% y el otro el 5%. El candidato que obtiene el 15%, con diez puntos menos que el más votado en la otra lista, ingresa igualmente al Congreso porque su lista supera por más del doble de votos a su immediata seguidora. Y el ideal de convertir a las instituciones representativas de la sociedad en un fiel reflejo de sus preferencias queda, cuanto menos, postergado.
Además, este sistema genera desinterés en grandes sectores de la sociedad que están obligados a emitir un sufragio instrumental que les presenta el dilema de votar útilmente a una de las dos grandes coaliciones, considerando que optar por otros partidos carecería de sentido. Así, teniendo las dos coaliciones prácticamente asegurada su representación, la disputa principal se dirime entre las élites partidarias de cada una de ellas a su interior para posicionar a su candidato en una ubicación expectable.

*Las preguntas que surgen son, en principio, dos. ¿Por qué la derecha pretende debatir sobre una eventual reforma del SB cuando históricamente estuvo en contra de todo tipo de discusión al respecto?, y en segundo lugar ¿Es factible la reforma con la actual composición parlamentaria?

En cuando al primer interrogante, como comenta Claudio Fuentes, la necesidad de contar con mayorías para gobernar motivó que las dirigencias de RN y de la UDI plantearan la necesidad de modificar el sistema electoral, ampliar el número de senadores y –ejem- posibilitar la reelección presidencial. En este sentido, el presidente Piñera continuó con los clásicos argumentos pero modificó la estrategia para sostenerlos : adelantó, con el objetivo de solidificar la estabilidad política al país y la gobernabilidad de las mayorías, que apoyará la reforma del SB, mejorando “la inscripción automática, el voto voluntario y el voto de los chilenos en el exterior”.

Lo cierto es que, con una mayor cantidad de senadores y diputados (sólo se puede lograr con una reforma constitucional mediante la aprobación de dos tercios de ambas cámaras), es decir, ampliando la magnitud de los distritos, se incrementarían proporcionalmente las posibilidades de ingreso de nuevas fuerzas en las Cámaras, y con ello la capacidad del Ejecutivo para desarrollar alianzas y acuerdos específicos con fuerzas minoritarias pero representativas.

La voluntad política del gobierno de cumplir con un viejo anhelo de los partidos minoritarios, cuya posibilidad de acceso al Legislativo estuvo vedada por la ingeniería electoral, les permitirá obtener nuevos aliados en la gestión del gobierno.

Con respecto al segundo planteo, la Concertación no podrá rechazar una reforma que propuso durante los veinte años de su gobierno (y que no pudo cristalizar por la recurrente oposición de RN y la UDI) y el PRO dejará de hablar de hostilidad en el sistema electoral, ocupando, muy probablemente, una gran cantidad de bancas en varios distritos en los que ha tenido una muy buena performance en las últimas elecciones.

El cambio se da, en definitiva, no sólo porque la Coalición ahora es gobierno, sino porque aparece una tercera fuerza con gran presencia en la escena política, que reclama de esta reforma para viabilizar cualquier tipo de acuerdo legislativo con el oficialismo.
De esta manera, la tarea de Piñera será convencer a sus legisladores de las utilidades de la apertura del sistema ( y de que no corren riesgos sus reelecciones) y disciplinar su conducta parlamentaria. Y nada indica que no lo logrará.
Así, el SB en Chile tal como lo conocemos, parece tener los meses contados.

Foto.

10 comentarios en «¿Reformas al Sistema Binominal en Chile?»

  1. Si, muy bueno y claro.
    Me parece que jugarse por la reeleción a Piñera le va a ser difícil, salvo que haga un excelente gobierno (digo lo obvio). Peor el punto es si en Chile, también puede haber un «sacudon» de sus sistema de partidos, como ha ocurrido en casi todos los países de Sudamerica.
    Salutti

    1. Gracias Dotor.
      Creo que las consecuencias de una eventual reforma del SB van a provocar cimbronazos en todos los partidos. Aunque no estoy tan seguro que provoque una atomización del sistema.
      Abrazo grande.

  2. Pingback: Chile vota

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