Crecer en el oasis

Para muchos de nosotros, trashumantes urbanos con hambre urgente de realidad, con fruición por desmenuzarla y seccionarla en mil pedazos para digerirla luego con la calma de la saciedad, desechando lo fútil y lo accesorio para nutrirnos de lo medular,  lo esencial, ARTEPOLÍTICA se ha convertido en uno de los oasis predilectos en los que empezamos a congregarnos desde hace poco tiempo.

Independientemente de la extracción política de origen, de los caminos y las experiencias vividas y del trayecto último para llegar, el manantial que ARTEPOLÍTICA  nos ha brindado con desinterés y complicidad, una vez aquietadas las aguas de la borrasca que significó la resolución 125, nos ha permitido dar el salto de calidad que significa reconocernos en la superficie calma del bebedero y reconocer a otros que bebían junto a nosotros.

Una mayoría, que ha llegado aquí como sobreviviente de una travesía que incluyó, como mínimo, el largo y yermo desierto político del menemismo , pronto pudo identificar que, además de encontrar el agua fresca y clara de un dato nuevo y revelador y la grama madura de un análisis robusto, también encontraba pares que, como uno, disfrutaban de este espacio de reflexión no sin cierta íntima alegría.

Como siempre, la belleza del páramo y la virtud de congregar congéneres iba a convertirse en condición única y suficiente para llamar la atención de los habituales depredadores.

Herbívoros como somos, nos negamos a arriar las banderas que en los momentos más duros y extenuantes de la travesía en el desierto, nos supieron dejar en minoría, solos, frente al ensordecedor e indiferente paso de la manada: que los derechos humanos son un valor irrenunciable para construir una sociedad más justa, que no es sustentable ninguna construcción en la que atributos tales como justicia y la equidad sean pasibles de reemplazo, que las etiquetas de habitante y ciudadano son precedentes a las de consumidor y votante y que la libertad de opinión y de expresión es un derecho indelegable.

No obstante, los depredadores, carnívoros con vocación destructiva, no sólo han llegado y se han afincado entre nosotros sino que además utilizan en su beneficio, apócrifamente, los principios que para nosotros son fundacionales. De la misma manera que la patronal agropecuaria sacó rédito de una bandera inquebrantable para la actual administración, no reprimir las manifestaciones sociales del colectivo que fuesen y con el objetivo que los reuniera con violencia armada, y hasta se victimizó cuando una extemporánea orden judicial removió del fundillo del pantalón a algún dirigente para ponerlo en un camión de la Gendarmería, parece que algunos lobos y hienas que nos circundan quieren llevar a cabo una tarea de degradación empleando caminos similares:

·         dañar con descalificaciones groseras, con epítetos abusivos y con injurias desmedidas cada uno de los que de otra manera serían fructíferos y honestos debates de ideas y posiciones. Debates, por otra parte, en los que calificar a un interlocutor de estalinista no le hace ningún servicio genuino a la metáfora ni al parangón, o bien

·         apelar a una sobreactuada queja de censura, íntimamente deseada, como el camino más directo al escándalo. Por algún motivo me viene a la memoria el reclamo de un comentador que, desestimando todas las provisiones publicadas respecto de primera participación en este espacio, no dudó en utilizar otro blog un poco menos plural y participativo que este, para denunciar de manera urgente que era objeto de censura.

Algunos herbívoros que recorremos estos paisajes sin otro ánimo que el de ser mejores personas y más integras por la vía de pensar más, saber más, razonar más, vemos con preocupación como se degrada el debate cuando lo que prima es el improperio y la ofensa.

De entre nosotros, los de cueros más crecidos producto de los años más que de la experiencia y la sabiduría, recomendamos a los mismos que envidiamos, los de sangre más joven y caliente, desestimar y soslayar las trampas que van poniendo los carnívoros en el paso: así, la indiferencia dará lugar al hambre y con el paso de los días el hambre y el ánimo destructivo llevará a lobos y hienas a buscar víctimas en otros oasis.

Confío también en quienes tienen la difícil misión de regular contenidos y posiciones en este espacio: deben recorrer el delgado límite entre pluralidad genuina y honestidad ideológica y filosófica en las intervenciones. Confío en que seguirán comiendo hierba y que NUNCA censurarán. Pero también confío en que sabrán reconocer las hierbas venenosas y en dicho caso TENSARÁN al máximo el sistema de RESTRICCIONES ya existentes respecto de la moderación de comentarios para sostener el ÚNICO ATRIBUTO QUE HACE DE ARTEPOLÍTICA lo que es: contenidos, calidad y limpieza en el debate.

Creo que no hay nada que crear, que lo que tenemos alcanza: decirle nazi o decirle estalinista a alguien sin que dicha calificación explique una determinada idea, la justificación de un razonamiento o la prueba de una tesis es, lisa y llanamente, un agravio y debe ser tratado como tal.

Debo subrayar que me siento orgulloso de ser herbívoro y que mi posición y mi naturaleza no me hacen inferior que quienes ocupan otro eslabón alimentario, casi siempre muy a la derecha. Soy un herbívoro que, por astucia y audacia, morirá de viejo. Y creo firmemente que también ustedes.

Quiero seguir enorgulleciéndome de pertenecer y quiero que el rebaño al que pertenezco sepa de mi orgullosa participación. Quiero usar este espacio  como referente de análisis profundo y racional de la realidad, para mí, para mis cachorros, para otros congéneres jóvenes y viejos. Quiero que quienes están lejos y hasta el momento veían la realidad a través de los equívocos portales electrónicos de los diarios tengan una visión alternativa. Quiero que los congéneres que están como yo estuve un día, buscando un ojo de agua en el desierto lo encuentre aquí. Y finalmente hago votos para que los que cambiaron este oasis por un populoso parque de diversiones social de objetivos nunca confesados, encuentren un incentivo para volver: su presencia no sólo nos hace más, también nos hace mejores.

2 comentarios en «Crecer en el oasis»

  1. Contradicto, en algunos escenarios son imprescindibles los carnívoros: nos mantienen atentos, nos bajan a la realidad , nos obligan a afilarnos, y además permiten también hacer crecer al oasis( ojo que hablo de carnivoros , no de carroñeros) Y así sabremos quienes son los lobos reales, los enmascarados, los cazadores, las caperucitas. Saludos y ud siga así, que los que usan recursos oscuros, es porque algo de iluminación les falta.

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