El libro «Scioli Secreto. De Menem a Kirchner. De Motonauta a Presidente«, de los periodistas Pablo Ibáñez y Walter Schmidt, permite acercarse de manera precisa, entretenida y equilibrada a la vida del precandidato a la Presidencia. Hay datos, hay anécdotas, hay hipótesis. El panorama es completo. Léanlo.
Daniel Scioli -«Yioli», en la fonética del expresidente Néstor Kirchner- es esto que es hoy, a esta hora. Pueden analizar en el libro la suma de capas geológicas que parece haber generado en su personalidad y en su experiencia su vida familiar, su vida deportiva y sus etapas políticas bajo las alas políticas de Carlos Menem, (Adolfo Rodríguez Saá), Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner. Cada uno sacará sus conclusiones.
Por el momento, me voy a centrar en lo que parecen ser los «verdaderos» Wikileaks del gobernador. Sabemos qué dicen los cables de la Embajada de los Estados Unidos que fueron filtrados. Si rompo puede tambalear el gobierno y yo no lo voy a hacer, fue el razonamiento de Scioli ante interlocutores diplomáticos. Hubo otro momento de un Daniel silvestre, relajado, espontáneo, podría decirse que en estado de naturaleza. Se trató de su desempeño como vicepresidente en las semanas que fueron del 25 d e mayo al 19 de agosto de 2003 en las que el ex motonauta desarrolló una agenda propia.
El libro recuerda aquellos días. Los repasa.
- El 3 de junio, a poco más de una semana de iniciada la gestión, el vice viajó a Estaos Unidos y, de esmóquin, participó en la gala anual de la Sociedad de las Américas en el Lincoln Center en Nueva York. Allí dialogó con Bill Clinton, con el titular de la OEA, César Gaviria y con Henry Kissinger. Se fotografió con todos. Los diarios dicen que en aquella gira Scioli también se entrevistó con el entonces número uno del Citigroup, William Rhodes.
- El 11 de junio, Kirchner realizó su primer viaje al exterior: a Brasil. En ejercicio de la Presidencia, Scioli encabezó un almuerzo de más de ciento cincuenta empresarios que organizó el Consejo Interamericano de Comercio y Producción, encabezado por Julio Werthein. Se presentó allí como «un amigo abierto». «Basta con esto de que las empresas o los bancos son los culpables de todo. Es una hipocresía con la que hay que terminar», afirmó. El libro relata que con Kirchner en el exterior y ante los hombres de negocios, el vicepresidente se comprometió a «trabajar para resolver temas pendientes como deudas, tarifas, compensaciones a bancos, reforma impositiva, reemplazo de los planes sociales por empleo y un nuevo régimen de coparticipación».
- En un viaje a Miami, Scioli se encontró con empresarios y políticos anticastristas en un hotel de Coral Gables, criticó a Fidel Castro y, recuerdan Ibáñez y Schmidt, «en nombre de la Argentina respaldó a Miami como sede de la cumbre del Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA), que impulsaba Estados Unidos». El vice «elogió el proyecto, dijo que sería positivo porque Estados Unidos sería el garante de los buenos resultados y aseguró que la Argentina no podía quedar al margen de ese nuevo acuerdo comercial».
- El vicepresidente también viajó a España, donde se entrevistó con el presidente José María Aznar y el Rey Juan Carlos de España, a quien dijo conocer «de antes, de la motonáutica».
- El 12 de agosto, Scioli se presentó en una reunión del Instituto para el Desarrollo Empresarial de la Argentina (IDEA). «No puede ser que se hable solo de María Julia Alsogaray o de las extradiciones a militares», afirmó allí. Además, en una recordada reunión a puertas cerradas, el vice dijo a empresarios que se autorizaría un aumento de tarifas. Precisó que sería en el mes de octubre en los casos de la electricidad y el gas.
- Unas horas después, en un acto dijo «en un país serio las leyes no se anulan, al cuestionar la decisión de anular las leyes de Punto Final y Obediencia Debida.
Una semana más tarde, Kirchner echó a todos los hombres de Scioli en el Gobierno y ordenó a todos los dirigentes del PJ no dialogar más con el vicepresidente. La situación se extendió por tres largos años en los que el teléfono del actual gobernador y también los de sus colaboradores, literalmente dejaron de sonar.
Pasó mucha agua debajo del puente. Scioli fue electo y reelecto gobernador -las dos únicas elecciones en las que se ubicó primero en su carrera política-. En 2008 sorprendió con un «con la comida no se jode» -frase que, quizás, debería integrar la segunda edición de la obra- y en la campaña de 2009 se comió una piña de un chacarero. Kirchner murió, Cristina Kirchner fue reelecta y este año hay elecciones nacionales con el líder de la «Ola Naranja» -hasta el momento- plantado dentro del Frente para la Victoria.
Bien. Trato de ir un poco más allá. No me quedo en si Scioli es «de derecha». Me pregunto, más bien, si no había -o si no podía conformarse- una cierta mayoría (electoral) que en 2003 pensara como pensaba Scioli. Por qué no. Cuando uno ve las encuestas sobre la imagen de Scioli -las de ahora y las de hace muchos años- uno puede pensar si no es que en realidad ya existía una mayoría social «sciolista». Desde este prisma, la pregunta que uno podría hacerse no es tanto «cómo puede ser que después de doce años el kirchnerismo no logra tener un candidato propio». Si lo que podría estar ocurriendo es que, quizás, en todo caso, el kirchnerismo apenas retrasó doce años que la sociedad exprese su espontáneo y silvestre «sciolismo».
¿No hay acaso una mayoría de argentinos que no vería problema alguno en la redacción de un tuit del gobernador que reza: «La mujer es el corazón de la familia y pilar básico de nuestra sociedad, por eso en su día les deseo lo mejor a todas #FelizDíadelaMujer«? ¿No nos gustan, compañeros, el turismo, el deporte, la plata, la farándula, las mujeres bellas de piernas largas, los príncipes italianos, el Lago Di Como, Miami, las frases cortas, una sociedad claramente jerarquizada, el consenso, la Policía, los empresarios, la previsibilidad y la inversión? No nos gusta «mal», eh, ojo. No «de derecha». Nos gustan así, en la cocina de casa, de manera silvestre, hipnotizada, natural.
Podríamos pensar, por lo tanto, si no es Scioli el que logra verdaderamente activar la utopía consensualista y de «sentido común» que entonces hable sin empachos de «mantener lo bueno y cambiar lo malo» ante el «pase de rosca» de dirigentes a los que -aquí y en toda Sudamérica- acecha como un peligro una banquina muy cercana, muy tentadora pero plagada de malezas.
No habría ningún problema en el FPV si no fuera porque (ay) el kirchnerismo también existe. Al día de hoy, la presidenta Cristina Kirchner está lejos de llegar chamuscada al final de su mandato como lo hacía Raúl Alfonsín o aún Carlos Menem. No hay problema si Scioli decide que debe acallar las diferencias que tiene con el kirchnerismo. Si decide dejar su espontaneidad, su estado de naturaleza parcialmente de lado Ahora: ¿el kirchnerismo debería actuar de una forma similar, en espejo? El debate está abierto.
Eso sí, no sea cosa que terminemos preguntándole al actual oficialismo quién fue que le «ató las manos».
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