(Columna publicada en Revista El Estadista.)
Con el décimo aniversario de la asunción al mando de Néstor Kirchner se cierra una década de grandes cambios para la política nacional. Pero el 25 de mayo de 2003 es también una fecha relevante para marcar el inicio del llamado “giro a la izquierda” de Sudamérica. Sin duda, el Gobierno de Néstor Kirchner reforzó una deriva que había comenzado con la victoria de Hugo Chávez y, luego, Lula da Silva.
Dos años después de la asunción de Néstor Kirchner, este giro a la izquierda se demostró en la histórica “IV Cumbre de la Américas” en Mar del Plata. Luego, con las victorias de Evo Morales, Rafael Correa y Fernando Lugo, el 75% de la población de Sudamérica llegaría a vivir bajo gobiernos de centroizquierda.
La destitución de Lugo y la muerte de Chávez marcan que la marea está un poco más baja. Pero el Frente Amplio está sólido en Uruguay, el PT tiene buenas perspectivas de conservar el Gobierno en Brasil y es casi seguro que Michelle Bachelet recuperará la presidencia de Chile luego del mediocre gobierno de Sebastián Piñera. Así que, aunque la dominancia de la centroizquierda en la región no vuelva a ser tal, tampoco se dan signos de un giro a la derecha. ¿Qué conclusiones pueden sacarse de esta década excepcional? ¿Qué podemos esperar hacia el futuro? ¿Dejará en pie nuevas y durables instituciones este giro a la izquierda o se tratará de un puro desvío artificial de un curso histórico fijado en otro dirección?
Existen dos paradigmas centrales para responder esta pregunta. El primero puede ser llamado el paradigma liberal-democrático. Para algunos observadores, el futuro de la democratización de América Latina depende de hasta qué punto la sociedad civil y el Estado puedan relacionarse efectivamente según patrones institucionales inclusivos. Así, el desarrollo de esfuerzos asociacionales voluntarios, de capital social y de organizaciones no gubernamentales podría proveer de instrumentos más efectivos para el control de las agencias estatales y de los partidos políticos, de tal manera de asegurar gobiernos más eficientes, transparentes y participativos.
El segundo paradigma podría llamarse el radicaldemocrático. Para éste, la consecución de un régimen político más igualitario e inclusivo requiere de mayor espacio para la participación de aquellos movimientos sociales que han sido más críticos de las políticas neoliberales, como los de campesinos, de desempleados y/o de trabajadores.
Lo interesante, desde un punto de vista analítico, es que ambas visiones normativas se construyen, en gran medida, en oposición a lo que se considera que es el estado actual de las relaciones entre Estado y sociedad civil en Latinoamérica. Con muy pocas excepciones (las llamadas “izquierdas moderadas” de Chile y Uruguay y, con mayores matices, Brasil), se considera que los Estados latinoamericanos no llegan a construir relaciones auténticamente democráticas (liberales ni radicales) con sus respectivas sociedades, dado que caen en la tercera y más inauténtica opción: la ‘populista’. El populismo estaría caracterizado por la cooptación de la sociedad civil (entendida como las ONG y los movimientos sociales) por parte del Estado a través del mantenimiento intencionado de niveles de alta desigualdad social y del uso de redes clientelares.
Es decir, ambas señalan que, en realidad y con las excepciones de Uruguay y (probablemente) Brasil, el giro a la izquierda de Sudamérica encubre un tercer paradigma, llamado ‘populista’, y coinciden en sus fallas. En él, los gobiernos populistas de izquierda se acercan hacia las organizaciones de la sociedad civil con la intención de manipularlas, disminuir su autonomía y, eventualmente, subsumirlas o cooptarlas.
Hola María! A mi entender esta tercera visión, comprendiendo al «populismo» en su sentido vulgar,peca de simplista.Opino que trasmite una visión que puede cuadrar bien con las dos corrientes anteriores que describís pero que se aleja mucho de la realidad latinoamericana de hoy.
Pregunto: No es posible pensar las relaciones estrechas entre las organizaciones sociales y el Estado desde una perspectiva de Estado ampliado a lo Gramsci, comprendiendo que esto no es «cooptación» sino «co-gestión» o si querés «comunidad organizada» en el lenguaje peronista?
Quizás estabas realizando una crítica a los paradigmas vigentes y es muy válido el aporte en ese sentido.
Podría ser una variante a la «cooptación» la de «co-gestión» pero juzgando por los resultados de este gobierno se parece más a la «congestión» o en el lenguaje peronista «LTA».
el problema es el estado, como problema y como solución?? y entra en escena el termino hoy de moda de governanza para explicar esta nuevas relaciones entre estado y sociedad civil, en el fondo creo que esta en juego las capacidades del estado para darle orden y dirección al desarrollo…
no convien mezclar terminosy por ende conceptos que alimentan la confusion como populismo,liberal,radical.Por lo menos sin definirlos o redifinirlos previamente.
en cuanto al titulo pienso que encierra una verdad,pero el desarrollo no lo fundamenta.