El arte de la autopsia política

Escuchaba esta mañana a un dirigente radical declarando. No tenía más remedio. Estaba bajo la ducha. El riesgo de caerme en la maniobra de estirarme, empapado, para cambiar el dial, me hizo resistir. A esa hora, la radio es una ruleta rusa. Tal vez, por huir de un imbécil, uno puede cruzarse con un hijo de puta. Así que lo escuché. Por suerte fue breve. Inconsistente, sí, como siempre, pero breve. Y eso se agradece. Decía el hombre, radical devenido en radical K, devenido en radical nuevamente, que a la hora de pensar en futuras coaliciones debían fijarse en consensuar (ellos aman esta palabra tan sobreestimada) un programa. Debían hacerlo, decía, aburría, corría el agua, porque debían aprender de los errores del pasado para no repetirlos. Enseguida, con mis manos enjabonadas, evoqué ese pasado. Y es cierto. Para empezar, a quién se le ocurre unirse a Bartolomé Mitre para fundar la Unión Cívica. A quién se le ocurre confiar en Mitre. Pero no, el hombre opositor/oficialista/opositor no quería ir tan lejos. Se refería a los errores de la Alianza. A ese país tan cercano que hoy queda tan lejos. Debían consensuar un programa para que no les pasara lo de la Alianza. Curioso, ¿no? Aunque no tanto. Después de todo, no es la primera persona a la que uno le escucha decir esto. Intento, mientras pienso, abrir el champú. ¿Por qué es tan difícil? Suele criticarse a la Alianza el haber sido una unión hecha sólo para vencer al menemismo. Su pecado habría sido la heterogeneidad. Su condena, la falta de programa. Sin ser un experto en la materia, sin haber pasado mis días escrutando vísceras cadavéricas, quiero decir que esta lectura, esta autopsia del pestilente fiambre llamado Alianza, da risa. El problema de la Alianza no parece haber sido su falta de programa. Parece, más bien, haber sido su programa. Ese que se ataba de pies y manos a una convertibilidad demencial, el que seguía hasta las comas los designios del Fondo, el que disponía el ajuste del ajuste del ajuste. Ese es un programa. Un programa espantoso, claro está. Pero es un programa. Se llama conservadurismo, neoliberalismo, ortodoxia, como quieran. Pero es un programa. Y ni siquiera estaba muy oculto en las livianas plataformas electorales papel ilustración del binomio De la Rúa-Chacho, o en los spots lavados que traficaron Agulla y Cía. Ahora recuerdo que compré ese champú justamente porque era difícil de abrir. Porque me harté de que mis niños jugaran a espumar el agua de su baño con la sustancia que uso para lavarme el pelo. Y vuelvo. No parece cierto que el problema de la Alianza haya sido la crisis de gobernabilidad hija del carácter heterogéneo de aquel acuerdo electoral. El problema pareció ser que esas supuestas diferencias se resolvieron a partir del alineamiento reverencial de las fuerzas autodenominadas progresistas detrás del sector más reaccionario de la UCR. No hubo peleas que impidieran avanzar. Hubo silencio cobarde. Roto sólo para denunciar un caso de corrupción, gravísimo, cierto, pero no una disidencia de fondo. Ahí se abrió el envase. Creo que me levanté la uña. ¿Es sangre eso? Sigamos. De la Rúa podía ser un humanoide vacilante a la hora de expresarse, de moverse, de encontrar la salida de los estudios de TV, pero su acción de gobierno, el conjunto de medidas tomadas durante aquellos días, puestas en fila, parecen ser la obra de una fuerza política firme y decidida. Una fuerza que arrancó reprimiendo una manifestación y terminó reprimiendo otra. En un arco creciente que incluyó reendeudamientos, ajustes interminables, la entronización de Cavallo, el déficit 0, el corralito, el recorte de salarios y jubilaciones y la ceguera sobre todo lo que se derrumbaba alrededor. No parece ese el recorrido de un gobierno titubeante o carente de plan. Parece más bien el despliegue de una experiencia ultraconservadora completamente a destiempo (si es que hay un tiempo para las experiencias ultraconservadoras). Y claro, esta caracterización que algunos ocultan y a otros nos rompe los ojos, es difícil de remontar. Mejor hablar de las patologías de una figura que ya no está o de las desprolijidades que pueden mejorarse con sólo proponérselo. Ahora sí. Me enjuago y salgo. ¿Será muy tarde? ¿Podrían decir la hora en este programa alguna vez? Y entonces, ¿de qué murió la Alianza? O deberíamos decir más bien, ¿de qué mató? Cierro las canillas. Salgo. Me seco y pienso. Intencionalmente o no, congelar los fracasos políticos en su lugar más idiota parece ser una costumbre arraigada en nuestro empobrecido debate político. Sin ir más lejos, muchas de las defecciones de hoy, nos sorprenden más o menos en función, creo, de nuestra falta de precisión a la hora de la disección de los 90. ¿Qué fue el menemismo? ¿Un momento más o menos siniestro del peronismo, una expresión acabada del neoliberalismo salvaje, una banda de corruptos, un momento de decadencia estética, una explosión de frivolidad? Seguramente tuvo algo de todo eso. Pero ahora venimos a descubrir que no a todos nos molestaba lo mismo. Por eso, crecimos en el error de creer que los que estábamos en contra de aquello pensábamos igual. Ahora parece que a algunos les molestaban más las formas, a otros más la corrupción como algo que pudiera analizarse en el vacío y extraerse cual tumor, a otros la grasitud. Estaban aquellos a quienes lo que les molestaba del menemismo era en qué había convertido al peronismo. Estaban aquellos a quienes lo que les molestaba del menemismo era el peronismo. Ahora que todo se desagrega, venimos a darnos cuenta de las diferencias. Ya casi termino. Me visto y salgo. Juro que salgo. En los 90 podías ser progre y gorila a la vez. Ese peronismo facilitaba las cosas para la militancia palermitana. Ahora, eso se dificulta. Ahora que el peronismo estalla en toda su complejidad, pareciera haber poco margen para esa postura confortable. Y aparecen las grietas. Entonces, hay que preguntarse como el viejo doctor Quincy, ¿Qué fue el menemismo? ¿Qué fue la Alianza? Y es más, ¿Qué quedará de esto que da en llamarse Kirchnerismo y que algún día, más acá o más allá, terminará? Habrá que estar listo para matarse a piñas en la compleja arena de la resemantización política. De lo contrario, un día vamos a encontrarnos con alguien que crea que lo peor de la dictadura fueron las cadenas nacionales. Uy, mirá la hora qué es. Otra vez se me hace tarde por quedarme boludeando en el baño. Debería probar con cantar. Ocupa menos tiempo.

Acerca de Alejandro Turner

Tiene 40 años, es guionista y dramaturgo. Aunque prefiere pensar que es simplemente alguien que escribe. Escribió entre otras obras de teatro "La Salud de los moribundos" (1er Premio del Fondo Nacional de las Artes obra inédita de teatro, 2007); "Canciones tristes (cantadas como si fueran alegres)" (Primera Mención en el mismo certamen), "Dónde caerse muerto" (incluido en la Antología "Autores en construcción" editorial C. C. Rojas) y "Villarrica", estrenada en diciembre del 2008 en el Camarín de las Musas con la dirección de Gabriela Bianco, en el marco del Primer Festival de Monólogos NO HAY DRAMA.

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51 comentarios en «El arte de la autopsia política»

  1. No quiero distraer del nucleo del post, que me parece sugerente y con el que tiendo a acordar, pero ¿qué carajo es la militancia palermitana?

    1. No lo tome tan geográficamente en serio. Es una metáfora para referirme a ciertas formas de antimenemismo cool, es decir, que no iba contra la naturaleza nefasta del asunto. Si quiere, una exagerción.
      Gracias por leer.

  2. Excelente. Todo el análisis es brillante, pero me gustó especialmente la frase: «Estaban aquellos a quienes lo que les molestaba del menemismo era en qué había convertido al peronismo. Estaban aquellos a quienes lo que les molestaba del menemismo era el peronismo.»

  3. pagina literaria…y politica.Da la casualidad que hoy tambien se lee en el blog Miami,y a mi me parece que mucho tuvo que ver Menem con el 1 a 1 y los famosos viajes del»deme dos».Lo mas»sugerente» de esta»autopsia»es el ponerenos en guardia sobre otro retorno del neoliberalismo con otra»alianza»opositora cuyo unico objetivo es derrotar al peronismo actual.Me preocupa que Solanas identifique a Menem con Kirchner.

    1. Cierto. Uno no sabe si atribuir eso a la maldad, a la ignorancia. O a la edad, ¿no? Pero es indignante. Porque además es una forma de negarse a hacerle críticas interesantes al Kirchnerismo. Es un me levanto y me voy tan CC. Gracias por leer.

  4. Fantástico. A mí me gustó eso de que «congelar los fracasos políticos en su lugar más idiota parece ser una costumbre arraigada en nuestro empobrecido debate político»…

  5. La misión histórica del radicalismo (desde Perón) ha sido suplantar al peronismo cuando este se desgastó demasiado, haciendo un gobierno de «impasse» hasta que el peronismo, recompuesto, esté en condiciones de retomar el poder.
    Por eso De la Rua siguió la política menemista al pie de la letra, hasta que el helicóptero puso las cosas en su lugar, o sea, de nuevo el peronismo.
    Se volverá a repetir, dure lo que dure el kirchnerato.

  6. Muy Bueno Alejandro. Aunque no te perdono que te bañes escuchando la radio.
    Me gusta también que la gente escriba acá desde la experiencia cotidiana. Eso admiro de lucas carrasco por ejemplo. Un tipo que piensa la política de los últimos 20 años mientras abre el champú. Necesitamos mas de eso ¿no les parece?

    1. Bueno, hay que recordar que para ese entonces el cabeza era el enemigo nember uán del sultán de aniiaco. Se oponía al 1:1 como se habrá opuesto a cualquier cosa que viniera de un lugar que él no ocupa. Igual que ahora.

      1. Otro análisis con poco rigor histórico. Duhalde propusó salir de la convertibilidad en su campaña contra la Alianza. Para ese entonces, el sultán ya había pasado a la historia.
        En Duhalde está el origen del Modelo K. No olvides quien puso a Lavagna como ministro de economía.

    2. Omite usted, Mariano T, recordar que el único gobernador peronista que en 1999 se jugó a fondo por Duhalde – Ortega (por el partido, bah) fue Néstor Kirchner.

      1. Pablo D desde que lugar Geográfico escribe usted?? Esta usted en posición de afirmar con algún grado de certeza que el único gobernador que se jugó «a fondo» en 1.999 por el partido fue Kirchner? Me parece una afirmación temeraria e infundada como mínimo. Recomiendo analizar los resultados de las elecciones de dicho año para gobernador del Partido Justicialista (Frente para la Victoria Santacruceña + Partido Humanista + Frente de Unidad Trabajadora) 46724 contra los 28.233 de la Alianza y después con cariño mirar los resultados en las presidenciales donde Duhalde – Ortega sumaron 36.538 y De la Rua – Alvarez 42.629. Ojaldre que solo tengo en cuenta los números fríos y acepto que pueda ser una mirada parcial por tener en cuenta esto solo.
        Alejandro mis felicitaciones por el post.

  7. Que buen post !!
    que barbaro eso de desagregar el antimenemismo de los 90

    cuando decis :
    «Para empezar, a quién se le ocurre unirse a Bartolomé Mitre para fundar la Unión Cívica. A quién se le ocurre confiar en Mitre»

    … le estas dando una ayuda tremenda a los radichas para que debuten su eternamente postergada autocritica

    Que jodida fundacion tuvieron estos muchachos !!

  8. es el peligro de la radio, escuchar a un radical, para cuando vamos a tener radio solo K así no escuchamos imbéciles, ni hijos de puta, ni inconsistentes.

      1. Después del «stalinismo light» del Profesor Iglesias, llega el «stalinismo remolón», un stalinismo que está por controlar a todos los medios de comunicación todo el tiempo pero que nunca termina de hacer desaparecer TN, por ejemplo.

  9. Entre la larga lista de meas culpas que debo hacer, se encuentra la de haber votado contra la rata, es decir, a la Alianza. Y por Chacho, a pesar del bobo.

    A poco de andar, advertí que al Progre de Palermo no le molestaba demasiado hacer m*enemismo «honrado» (ya vimos cómo terminó). Cuando se destapó lo de Pontaquarto, saltó como leche hervida. La ley de flexibilización laboral, que dejaba a los trabajadores más o menos como en los tiempos de Robustiano Patrón Costas, no era el problema. El problema era que saliera con la Banelco.

    Ésto me recuerda a aquel personaje del negro olmedo, al que le afanaban la guita, violaban la jermu, le destripaban el Bobby, y todo bien. Pero le rayaban el siam ditella y se pudría todo.

    Así actuó también toda la progresía de los medios: Que te rompan el orto en el laburo, todo bien. Pero sin coimas, eh?

    Nada ha cambiado.

  10. Espectacular su análisis, Alejandro. Comparto plenamente.

    No suelo dedicar mucho tiempo al análisis de los radicales, decidí hace mucho aplicarles la máxima borgeana: son incorregibles.

    El menemismo, en cambio, todavía me produce pesadillas. En su momento me hizo desafiliarme del PJ, envenenado por su incapacidad de reacción ante esa abominación neoliberal.

  11. Es muy buena la entrada (más allá de que un poco dura con el radicalismo en general, lo cual demostraría la poca vocación democrática de los K, en caso de que Alejandro Turner lo sea; si no lo es, me caga la sentencia).

    Un poco en sintonía con lo que dice Eduardo Real, y que otra vez lo decía Tomás. Los señalados como responsables del episodio Banelco terminaron saliendo del gobierno. Pero Patricia Bullrich como (nueva) Ministra de trabajo defendió la ley a capa y espada. A nadie, dentro de la Alianza, se le ocurrió deslegitimarla, ni siquiera por su origen corrupto (hablo de la ley, no de Patricia).
    Eso es tener bien claro un programa. Eso es tener acuerdos programáticos claros.
    También digamos que algunos que no los tenían se fueron borrando de a poco.
    El análisis es impecable.
    Y está muy bien señalado que una tarea pendiente es la (auto)crítica de lo que fue el «antimenemismo».
    Saludos

    1. ¿Cuántas medidas de este gobierno debería ver con simpatía para ser considerado un «K»? Si me lo aclarás, puedo responderte. Y así vemos la veracidad o apresuramiento de tu sentencia. Yo no me considero tal cosa. Aunque, está claro, he defendido suficientes cosas del gobierno de Cristina como para que no se me considere opositor. Abrazo.

  12. Creo que ya podríamos decir que blandir el tema de la corrupción es una forma bastante fácil de encontrar acuerdos con respecto a nada y no sentirse mal por estar en contra de lo que sabés que no podés estar en contra. Veo que ahora se usa personalizar. Más arriba leí algo así como que «desde Santa Cruz no se decía nada». Es lo mismo. Como si pudiéramos debatir políticamente a través de biografías. Como si la política consistiera en adorar a algún ser perfecto. Tal vez provenga de la idea de «obediencia al príncipe» o «para mayor gloria de dios». Me gustó mucho eso de tener que prepararnos para debatir por la resemantización del kirchnerismo. Porque en el resto que pueda quedar de algunas de esas traducciones se juegan cosas tan feas como las que decís. Me ayudó mucho lo que escribiste. Gracias.

  13. Me gustó mucho el texto Alejandro, cierto tempo que tiene en la lectura que la hace muy agradable. Pero en los contenidos, el análisis también me gustó, me parece fecundo y me deja pensando más allá. Por un lado lo programático, cierto lo que dice, coincido. Lo relaciono con las críticas que han recibido estos dos gobiernos kirchneristas como ‘falto de rumbo’ y sin proyecto: ¿se dejó de hablar de eso en los medios? ¿o realmente reconocieron que hay un proyecto? En tal sentido parecen opuestos, de los K dicen que no tienen proyecto, que no hay un programa a futuro, mientras ellos mismos afirman que sí, en tanto de la Alianza dicen que no tenían programa cuando se verifica que sí, pero ellos mismos, participantes de la Alianza, dicen que no tenían un programa.
    En última instancia siempre hay programa, aún cuando no lo hubiera explícitamente. En el peor de los casos la falta de programa deja los espacios vacíos para que sean llenados por quien tenga el poder para hacerlo, y se sabe dónde lleva eso y es un programa en sí mismo.
    Esta frase suya me parece genial:
    «Intencionalmente o no, congelar los fracasos políticos en su lugar más idiota parece ser una costumbre arraigada en nuestro empobrecido debate político.»
    Alica-alicate, soy aburrido, padre de la democracia, imágenes. Fotos, no programas, al menos no mostrados en la foto, un velo que cierra, como el cortinado de un programa de TV.
    Pero no se discuten políticas ni programas en serio como alternativa al actual curso de acción política, o no hay alternativa o bien las alternativas que piensan no se pueden explicitar en un programa de gobierno, asustan.
    Otro hallazgo: «Ahora que todo se desagrega, venimos a darnos cuenta de las diferencias.» Pero las diferencias hacen a posicionamientos y ellos, tienden a ‘crispar’? El consenso entendido mediáticamente anula diferencias, homogeiniza, diluye y, consecuentemente elimina la posible confrontación. Pero como las diferencias existen, se las reconozca y respeto o no, la confrontación devengará violencia más temprano que tarde.
    Lo seguiré pensando. Le agradezco que me deje pensando. Mis respetos.

  14. estimado alejandro, sabias q hay dos momentos fundamentales en la vida de cualquier escritor: la ducha y lavar los platos. Tienen como una mistica especial… lo tuyo es la ducha…. y otra cosa, ¿¿sabias q fue lo q paso en los noventa????????… todo el menemato uso la misma logica: la «tachoideologia» (un invento de juan pablo feimann). Usaban el termometro 100pre positivo d los chupa-vidas para medir el progreso… los tacheros se qejaban d los 90s en los 90s????? mmmmm. Los tacheros son los unicos seres vivos q opinan d politica economica y no usan corbata… suerteeeee, me encanto tu post, y ahora, siguiendo la logica d la solidaridad blogera… tenes q visitar el mio, abrazooooo jaja

  15. Uh, se acuerdan del Superministro? Yo tenia 20/21 años, no me importaba un corno la politica, y asi y todo me parecio un horror que reapareciera ese personaje. Mi madre.

  16. «En los 90 podías ser progre y gorila a la vez. Ese peronismo facilitaba las cosas para la militancia palermitana. Ahora, eso se dificulta.» Supongo que eso quiere decir que ahora o sos progre o sos gorila pero no las dos juntas. Estan, finalmente, aquellos que no son ni progres ni gorilas. Esos estan en el gobierno. O bancando al gobierno. Estoy de acuerdo con el post, entonces, jeje.

  17. Muy interesante el análisis. Creo que le falta quizás un poco de contexto. En 1998, Brasil, Argentina y Uruguay tenían TC más o menos similares y crecían. 4 años después, los tres habían devaluado, los tres habian sufrido recesiones importantes, todos los gobiernos habían caído de manera más o menos estrepitosa y los tres habían sufrido una gran crisis de deuda externa. No estoy seguro de que existiera algún gobierno capaz de evitar ese destino. Salir de la recesión sin devaluar era imposible (AHORA sabemos eso que debíó ser obvio), pero devaluar era extremadamente doloroso. Implicaba el aumento dramático del endeudamiento interno y externo, para empezar, hasta un nivel casi intolerable. Y no hablemos de la dificultad de hacerlo de forma ordenada; avalancha de compra de dólares y retiro de los depósitos en pesos, colapso bancario, etc. etc. NO es casualidad que varios gobiernos distintos se resistieran a emprender ese camino en aquel entonces.

    1. Está bueno contextualizar, claro. Y enriquece la autopsia, para seguir con la imagen. De todas maneras, los posibles atenuantes no justifican el discurso que pretende soslayar la gravedad de aquellos días hasta convertirlas en problemitas de gestión. Abrazo.

  18. Aquello de En los 90 podías ser progre y gorila a la vez no lo insinuó Aliverti en el programa de la Televisión Pública 678?

  19. El menemismo fue una bendición para los periodistas progres. No hacía falta mucho trabajo para participar del olimpo bienpensante, alcanzaba con escandalizarse por la pista de Anillaco, burlarse de la avispa o denunciar el lujo instantáneo de los Fassi Lavalle. Hasta Nik era progre, con sus valientes caricaturas de la peluca presidencial. No era necesario el fastidioso trabajo de analizar el modelo, con hacer foco en la corrupción que ayudaba a instalarlo o en las formas groseras que lo acompañaban, el periodismo de investigación se daba por hecho.

    La Alianza voló por el aire por creer que el problema del modelo menemista era la corrupción o, como decían algunos menemistas críticos, la ¨desprolijidad¨.

    Hoy es un poco más complejo. Ya no alcanza con analizar las formas o estudiar talmúdicamente las intenciones, como quisiera el peso pluma Tenembaum o incluso pesos más pesados como Lanata o Caparrós. Hay que tomarse la pena de analizar cada caso, como hizo Lanata con la ley de medios, y que parece haberlo agotado ya que no quiere volver a repetir con Papel Prensa o la investigación judicial sobre los crímenes de la dictadura.

    El verdadero drama para los periodistas que brillaron en los ´90 es que ya no alcanza con ¨ser progre¨.

    1. Así es. La paradoja de la Alianza fue que sólo prometió honestidad. Y ni siquiera pudo cumplir esa promesa tan pobretona para un país destruido por el menemismo. Es decir, era poco y era mentira. Para mí es una de las páginas más penosas de la democracia Argentina.
      Salud.

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