Ser dirigente no es tarea fácil. Aclaro esto, que es sabido por cualquier papanatas que haya tenido que organizar un picado entre Contabilidad y Personal, pero que es olímpicamente ignorado a la hora de mensurar la labor de quienes tienen exposición pública. Sobre todo cuando el rol está “socialmente menospreciado”.
Y cuando hablo de dirigentes meto a todos en la bolsa, no solamente a los políticos. Hablo de los dirigentes empresarios, sindicales, religiosos, barriales y –también, por qué no- de los periodistas formadores de opinión. Porque para opinar sobre la labor de los demás estamos mandados a hacer y es casi absolutamente gratis, pero te la quiero ver cuando está en tu espalda la tarea de “dirigir” “gente”.
Hay que saber consensuar, pero también decidir ante contextos dilemáticos, acumular una masa crítica que te respalde sin quedar prisionero de esa misma masa, aguantarte las presiones cotidianas de tu organización sin descuidar el frente externo, elaborar tácticas y estrategias con respecto a medios y fines, y un montón de tareas así de sencillitas.
Ahora bien. Si ser dirigente es de por sí difícil, infinitamente más complejo es ser un “buen” dirigente. Y, para Mendieta, un buen dirigente es aquel que sabe mantener un delicado pero imprescindible equilibrio entre la “función representativa” y la “función pedagógica” con respecto a sus dirigidos.
La función representativa no merece demasiadas aclaraciones. Pero la otra, en nuestro contexto político, sí: un dirigente que sólo “representa” a sus bases, pero no le agrega nada (no dirige “hacia”) es un demagogo. Da lo mismo que fuera él, que cualquier otro. Un mediocre, bah.
El problema es que, en una sociedad tan “mediatizada” en tiempo real como la que nos toca vivir, el margen de acción del dirigente para ejercer su rol pedagógico se angosta cada vez más. Un ejemplo: si vos estás negociando algo en representación de tu sector e, inmediatamente de terminada la reunión, tu informe a “las bases” está mediatizado por un movilero de un canal de TV, lo más seguro es que termines diciendo lo que quieren escuchar antes que la verdad. Pues en realidad, las mediaciones que sí necesitarías poner en práctica para informar el avance de la negociación (tu primer círculo de dirigentes nacionales de la Federación , de ahí a las regionales, de ahí a las seccionales y éstas con “las bases”, suponiendo que hablamos de un sindicato) se tornan absolutamente inservibles.
Digamos que el “horizontalismo” es un buen socio a la hora de pintarse la cara, pero un muy mal consejero cuando hay que arreglar. Y como siempre, pero siempre, los conflictos terminan y alguien tiene que hacerse responsable de terminarlos, el riesgo que corre un dirigente exclusivamente “representativo” es que terminará siendo acusado de “traidor” si no consigue el cien por ciento de las reivindicaciones de su sector. Y como nunca se consigue el 100%, siempre terminará siendo acusado de defeccionar.
Por el contrario, un dirigente que –vaya a saber por qué cuestiones- termina recostándose exclusivamente en su “función pedagógica” sin establecer un ida y vuelta con sus dirigidos corre dos riesgos: perderle el pulso al clima de sus bases (en definitiva, su única fortaleza en la mesa de negociación) y ser acusado de “autoritario” por sus propios dirigidos. Corolario: como tampoco podrá garantizar el 100% de sus reivindicaciones, será acusado de incapaz.
Como en casi todos los órdenes de la vida, el equilibrio entre estos dos aspectos o funciones –la representativa y la pedagógica- no está sujeto a ningún manual ni se puede transferir por ósmosis. Es un arte. El arte de la dirigencia y la conducción.
Pongan ustedes, relacionando estas líneas con la actual coyuntura política nacional, los nombres propios que quieran poner donde consideren que pueden ser puestos.
Porque no es cuestión solamente de “con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de los dirigentes”. También es cuestión de empezar a pensar en “con dirigentes -con cabeza- a la cabeza».
No sólo eso…
También hay que tener en cuenta lo que dice José Pablo F. en el post intitulado No hay pelotudo que no tenga blog…
La sociedad ultra-mediatizada es favorable al amasijo cambalachero mediático donde cualquiera (todos los emisores valen lo mismo) pude categorizar, definir, insultar, calificar y activar. Y no quedan intocables ni cosas indecibles, algo que a priori parece copado, pero….
… los dirigentes terminan recibiendo golpes que se dan desde esquinas insospechadas, sembrado dudas y “develando” tongos –hasta los inexistentes– que van aumentando la desconfianza de las bases.
Resultado: menos política, menos partipación, menos bases, más definición en el ring mediático controlado por los más poderos y que no se postulan en elecciones ni asambleas.
Quizás el punto es pensar esto en función del campo específico en que esto puede desarrollarse. Leo esto en el contexto en el que los representantes de las 4 entidades deciden levantar el paro con un día de anticipación en el que la misma decisión iba a ser (lo fue) vertebrada en las rutas y asambleas, en las bases. Ayer Felipe Solá, en el programa del otro Solá, Morales, intentó prácticamente darles una clase de dirigencia política. De conducción. Con mucha rudeza, o prepotencia, con alguna ironía. Pero ahí no pude mas que pensar: se trata de algo en lo que Felipe Solá, quizás, ya no tiene contacto… es decir, con alguna base, con algún tipo de representación. Los 4 tipos, en ese momento, se me representaron como tipos con dilemas honestos. Eran 4 tipos que tenían que vérselas con la conducción de un proceso real, de energía social real, no de encuestas o de humores, sino con cientos que tomaban mate en la ruta. Felipe Solá discutirá la política con un núcleo duro de operadores. Y con la excitación de medir en el desgaste general del gobierno, de la coyuntura, y del mismo campo, una oportunidad inigualable para medir su reinstalación. En la política pura y dura de lucha por el, digamos, poder central, la decisión de «tener base», partido, programa, regionales, etc., sobre la que los radicales han hecho un culto laico, por ejemplo, es una decisión que parece correr contra el signo de los tiempos. La Argentina que sueña desde Kirchner hasta Carrió, es una Argentina en la que una figura política eclipsa y subordina a otra Argentina corporativa, para el lado o la clase que sea, o la rama que sea (sindical, empresaria, etc.). La velocidad, la velocidad de decidir, de cambiar, que es la libertad innegociable de todo «buen político», se da de narices con una en la que las decisiones tienen que, aún ejerciendo con guante de seda la noción pedagógica, legitimarse en ámbitos de decisión masivos, colectivos. Kirchner, después de cavilarla, terminó por asumir la síntesis que ya el tiempo había puesto en sus manos, el PJ, cuya verdad de que «el que gana conduce y…» sólo contradecía sus propios preceptos discursivos… Estoy de acuerdo con esta teoría del equilibrio, pero aplicada a campos específicos. La política, en la política, me cuesta mucho mas. Casi diría: allí, la base a representar, es mas vaporosa, aunque ancle algunas porciones en esos pedazos orgánicos (como K lo hace con la CGT), pero tiene una presencia sombría. En tal caso, ¿qué asegura Delía? Decisión automática, apariencia colectiva, ejecutividad. Nunca lo va a detener una asamblea en El Tambo para salir a contracacerolear.
Mendieta, un dirigente puede ser un buen estratega que se adelante a las demandas, que evite los conflictos, que tenga preparada la vía directa de negociación. Mientras las bases estén amparadas de conflictos, la parte pedagógica puede dejarse de lado, porque el mecanismo de resolución está en manos del dirigente. Es el caso de los porteros de edificios de copropiedad: ellos reciben la sorpresa del aumento, mucho más de lo esperado. No necesitaron ponerse de acuerdo en asambleas sobre cuánto aumento pedir, no necesitaron movilizarse, no hicieron nada. Su Sindicato opera mediante una vía de constante negociación con la patronal, en este caso, casi una ficción pero legal, donde un grupo de administradores de edificios opera como patronal en la negociación con el Sindicato. Aquí hay inteligencia, estrategia pura de conducción. Los afiliados todos contentos.
Muy bueno, Mendieta.
Pero hay que tener en cuenta que la faceta pedagógica del dirigente compite a su vez con otros emisores de pedagogías, además de historias y expectativas disímiles. Lo nuevo, en todo caso, es que ese movilero de tv, también es un emisor -y muy potente, en el caso de Buzzi (¿o vos hablabas de otro tipo?), cuando en realidad, las mentadas bases no son tales, por cuanto cobran protagonismo los «autoconvocados» que son un modo de potenciar dos procesos: la interna de la FAA y la autonomía de los líderes regionales, previsible en una entidad patronal tan demandante de los diversos estamentos del estado, y en el marco de un mapa nacional del campo tan disímil.
Saludos.
Excelente, Mendieta. Y muy bueno el aporte de Lucas. Creo que los ruidos que se generan por otros discursos acerca de la cuestión política en juego atenta notablemente contra esa función pedagógica (especialmente los medios que naturalizan un discurso particular sobre la realidad).
Esto se complementa con la idea instalada de que «lo espontáneo» es mejor que «lo organizado». Esa lógica impide toda función pedagógica porque anula antes que nada la función representativa: la pretensión de democracia directa se impone contra «la dirigencia manijera».
Eo establece una jerarquía importante, parecería que la función pedagógica sólo existe luego de la representativa. Esto al menos en el trabajo político tradicional.
Sin embargo, creo que no hay una sóla forma de pedagogía, creo que los dirigentes que han construido con sus bases una relación previa desde la horizontalidad (lo que implica un aprendizaje «a la Paulo Freire») podrían mantener esta función, porque no es sólo un delegación de confianza, sino de que se comparten intereses («objetivos») y posiciones («en el campo», poniéndonos sociológicos). Hay una historia de construcción conjunta.
Quiero decir, para mi esto depende de la forma de hacer política. En las estructuras verticalistas tradicionales (cuya capacidad operativa no está en discusión, especialmente en territorios amplios y trabajo de masas) el dirigente está condicionado porque la representatividad «es previa» a la función pedagógica. En procesos más horizontales (que dificilmente puedan exceder grupos y territorios pequeños)la modalidad de construcción política que se haya dado es determinante para dar ese margen (probablemente vinculado con la mayor «capacidad» o no de los cuadros de leer políticamente, ya no estamos hablando tanto de masas porque ha sido un proceso de construcción colectiva y no simplemente de asambleas multitudinarias).
No quiero ser ingenuo con lo que estoy diciendo, la horizontalidad funciona hasta cierto punto. Cuando la estructura crece siempre es necesaria una jerarquía y también reconocer roles y capacidades. Pero la ruptura de las representatividades obliga a volver a terreno. Si el espontaneísmo copa la parada ya no hay margen para la política. Hay que esperar a que pase la ola para pensar que se rompió y volver a empezar.
Me parece que el tema es que muchos dirigentes (sindicales, politicos, sociales, etc) han construido su masa critica justamente a traves de los medios y no de una trayectoria dirigencial. Son en general lo que podriamos definir como dirigentes mediaticos.
Luego, es la propia logica de los medios(ha rey muerto, rey puesto) y el vertigo político de la Argentina los que termina de deglutir a esos dirigentes.
Américo: comparto. Sólo agregaría una sospecha: menos política también se debe a dirigentes demasiado sujetos a «representar» los humores de las encuestas y poco propensos a «conducir» hacia algún lado.
Martín: Me rompió el argumento. Touche.
Eva: La función pedagógica no es sólo ante conflictos. Quizás sea así en términos sindicales, pero en dirigentes políticos debiera ser más que eso, no? O sea: el «tenemos un sueño» de MLK es pedagógico.
Lucas: Sí. Hablaba de >Buzzi. Y de Kirchner. Y comparto lo suyo.
Primo: firmo al pié.
Galimatías: tambiém firmo al pié.
Gracias por compartir.
Ahora que alguno entre a oponerse, que tanto.
Muy interesantes el artículo y todas las reflexiones.
Hay dos puntos que me parece que han traccionado puntualmente este conflicto que nos atañe (el de la renta sojera): el impacto de los desarrollos tecnológicos (no sólo comunicaciones) en la vida de las personas y relaciones sociales, sumado a que se dió en un contexto sumamente inorgánico (sector rural con una crisis de identidad en la Federación Agraria Argentina).
Este impacto genera una serie de fenómenos nuevos como la urgencia cuasi financiera en las relaciones y expectativas sociales (blúmberg, ventanita deangeli y el próximo lider emergente a ungir).
Sobre dirigentes, dirigidos (o conducidos), sociedad mediática (comunicación mediatizada), el tercero excluído (gracias Manolo) y ámbito geográfico de los actores se escrito y debatido y coincido con muchos puntos de vista plenamente.
saludos
En líneas generales acuerdo con lo que se dice aquí, pero me gustaría ir más allá del conflicto campo / gobierno y los dirigentes ruralistas.
Personalmente no soy muy proclive a verle el lado «artístico» a la la política por lo que pienso que en realidad ser un buen dirigente y encontrar ese justo equilibrio se aprende y se adquiere en la práctica política cotidiana. Para eso está también la faceta pedagógica del dirigente, que ayuda a formar no solo a las bases sino que potencia a aquellos que pueden reemplazarlo o asumir responsabilidades mayores.
Lo que no se aprende es a ser Líder, a tener ese «ángel» que destaca por encima de los demás y caracteriza al vilipendiado caudillo. Lo que no se aprende (aunque se puede subsanar parcialmente con mucho esfuerzo y ayuda del colectivo político) es lo que vulgarmente llamamos «olfato político» y que consiste en la capacidad de abstraerse de la coyuntura para poder mirar un poco más allá y dar allí un giro novedoso/acertado a la conducción.
Hay dirigentes trabajando para el aquí y ahora. Hay dirigentes trabajando para mañana y pàra pàsado mañana. Hay dirigentes trabajando pàra el futuro. Cada uno con sus pàrticulares misiones y con sus tiempòs políticos personales. Más allá de los intercambios teóricos que son muy buenos (lo digo en serio) opìno que pàrte del trabajo cotidiano, del imprescindible autoexamen y trabajo mantenimiento en nuestra tarea es chequear dónde estamos pàrados, cuán lejos estamos de nuestro objetivo pòlítico, cómo va el saldo de nuestra vida y pònerse a laburar con las mejores herramientas dispònibles.
El siglo XXI con sus herramientas tecnológicas, discursivas, sus conductas y sus manifestaciones ya está hace rato. Que sigamos haciendo y diciendo cosas del siglo XX es un p`roblema nuestro que tedremos que ver en cada caso pòr qué nos sucede. Un abrazo. Julio César.
erdón pòr las tildes, es el pùto teclado.