Garantismo habitacional

Todavía hacen eco los sordos ruidos de la batalla de Soldati.
Todavía andan sueltos por ahí los detectives espontáneos de la cuestión urbana buscando las cifras, los datos duros, que permitan inducir la relación causal entre una situación habitacional x y una acción social y. Pero en el medio de una y otra, en el medio del hacinamiento y la toma, está la política. La articulación política que le da sentido a la acción y la hace inteligible en el marco de un contexto político más amplio. Lo que tardó en «llegar» al Indoamericano no fue el Estado sino la articulación política de esa ocupación de tierras. No existe un Estado a priori del sentido, un Estado que interviene sobre una cuestión social pura que se mide por calorías, por personas que duermen en una misma habitación, por la calidad de los materiales. Es por eso que el Estado primero tuvo que construir el sentido (construcción cuya pieza clave fue el discurso de Alejandro Salvatierra en la Casa Rosada) y recién después intervenir.

Pero aunque permitió resolver de la mejor manera la cuestión más urgente, la articulación política de la ocupación del Indoamericano [Macri xenófobo y ajustador del gasto en vivienda + Duhalde cosechador de tempestades] no va a poder ser usada cada vez que surja un conflicto de este tipo. Es por eso que hace falta construir un marco en el cual la informalidad y precariedad habitacional y la acción pública orientada a resolverla sean inteligibles para quienes sufren ese problema, para todos los funcionarios que se ocupan y deberían ocuparse de él y para la sociedad en general. Ese marco no puede ser otro que la explicitación del hábitat adecuado como un derecho y de la intervención del Estado como la garantía de su ejercicio. El discurso de derechos tiene dos grandes ventajas. La primera es que anula buena parte de la oposición basada en la denuncia del «privilegio» que significaría ser objeto de la ayuda estatal. No se trata de la distinción ideal entre política electoral y política constitucional que propone Gargarella sino de una articulación concreta que permita abrirle el campo político más amplio posible a la situación habitacional de cientos de miles de habitantes de la Argentina. La segunda ventaja es que los derechos, y principalmente los derechos sociales, hay que cumplirlos con acciones concretas. Ayer publicamos un texto del Chino Navarro que avanzaba en la definición de esas acciones poniendo como horizonte el acceso al lote propio con servicios. Esa es una solución que sirve si se la combina con otras. Y es por eso que quería volver sobre el tema de los alquileres.

Se sabe que en las villas de Buenos Aires florece desde hace tiempo un importante mercado informal de la vivienda del que el alquiler es un importante segmento. La antropóloga María Cristina Cravino estudió la dinámica de este mercado en un muy interesante libro. De esa investigación surgen datos relevantes como que el 65% de los locadores habitan en la misma vivienda que los inquilinos y que el 50% de los inquilinos accedieron al cuarto o vivienda que alquilan a través de un amigo/pariente/vecino. El alquiler es la puerta de entrada a la villa, pero ¿cuál es la puerta de salida del mercado formal? Mi hipótesis es que más que el precio, el problema está en las condiciones de ingreso a un contrato de alquiler. En general se piden una o dos de las llamadas «garantías propietarias», un mes de depósito, y un mes de adelanto. No hace falta tener una imaginación frondosa para adivinar cuán difícil es para los sectores populares acceder a este kit de acceso al alquiler formal. Es por eso que a la garantía del mercado que protege al más fuerte hay que oponerle la garantía del derecho al hábitat que protege a todos. Hay muchas maneras de ayudar a que los sectores populares no se caigan del mercado formal a través de instrumentos financieros que ni siquiera violen las leoninas reglas del libre mercado. Leemos que el Gobierno de la Ciudad, a través del Banco Ciudad, va a otorgar garantías para que las familias de clase media puedan alquilar. Obviamente las condiciones dejan a muchos afuera (el alquiler no puede superar el 35% del ingreso familiar y el costo va a variar desde el 80% hasta el 150% de un mes de alquiler). Es hora de actuar fuerte sobre los sectores que ningún banco va a cubrir por sí sólo. Lo que pasa con los alquileres formales recalienta el mercado informal que está fuertemente localizado en las villas. Hay que frenar ese mecanismo cerrando la puerta que da de la formalidad a la informalidad con medidas realmente populares.

Dime qué garantizas y te diré quién eres.

18 comentarios en «Garantismo habitacional»

  1. Muchachos, tengo una idea: ¿qué pasa si la gente de «izquierda» y bienpensante pone en juego su patrimonio personal y sale de garante a los villeros?
    Ese sería un gran paso adelante y una mayúscula muestra de compromiso.
    Imagino que los interesados podrían anotarse en los locales de «La Cámpora» con nombre y apellido y los militantes saldrían por la villas a ofrecer garantías de alquiles a costo cero.

    Eso trae algunos inconvenientes, los villeros no están acostumbrados a pagar la electricidad y otros servicios… pero eso se resuelve fácil: los pagarían de su bolsillo los Nac&Pop.

    Lo digo en serio, déjen de hablar y hagan algo, júntense y saquen a los villeros de la villa con su propio dinero y patrimonio… vamos a ver cómo les va….

    1. Alcides… antes que vos habia gente que decia que «los grasitas» levantaban el parquet de los departamentos que les otorgaba Perón, para hacerse el asado.
      Te aconsejo que tomes antigorilon en dosis concentradas porque la enfermedad que tenes se llama gorilismo pibe

  2. Alejandro, deci lo que quieras pero el respaldo estatal al derecho de vivienda que defendes es exactamente lo mismo que defiendo yo. Lo decis de un modo complicado («articulación concreta que permita abrirle el campo político más amplio posible a la situación habitacional de cientos de miles de habitantes de la Argentina») pero decis lo mismo. Bienvenido sea.

    1. Roberto, la diferencia es que yo no creo que haya dos políticas (una constitucional y otra electoral) que existan a priori de los sujetos que las practican. En definitiva lo que me cuesta a mi es pensar un derecho escindido de las relaciones de fuerzas que permiten garantizar su ejercicio.
      En todo caso me parece que estamos en una situación bisagra en la cual es insostenible la gestión emergencial permanente de la cuestión habitacional pero todavía no se configura claramente ni en los actores sociales ni en los estatales un marco que tenga como horizonte el derecho.
      Eso es lo que yo llamo «articulación concreta»: la conjunción de un sujeto y un predicado que está en la base de la acción política. La distinción entre «electoral» y «constitucional», en cambio, se me aparece como previa a la acción, me equivoco?

      1. pero si te cuesta pensar el derecho escindido de las relaciones de fuerza te aconsejaria que lo pienses de modo diferente. de mi parte, lo vinculo con esas relaciones de fuerza, y lo he escrito mil veces. es mi problema con este gobierno: que arma y mantiene una estructura de poder que dificulta la satisfaccion de los derechos, que necesita ver los derechos como privilegios, que se reclaman y conceden. lo de sujeto y predicado que decis no lo entiendo tampoco. y lo de electoral y constitucional no, no es como decis, es simplemente una clasificacion para evaluar lo ya hecho (por ejemplo, simplemente: cumplieron con sus obligaciones constitucionales o no?). abrazo

      2. Será que estamos de acuerdo, entonces. Al menos en torno al derecho y las relaciones de fuerza (de paso, no es que pretendo que vos ignores esa vinculación, sólo me parece que de alguna manera la dejás en segundo plano).
        Me parece que es más productivo discutir en torno a «acción social y derechos» que sobre el gobierno. A mi me parece que el gobierno viene enriqueciendo el entramado de derechos y que, en todo caso, el problema no es que dificulta su satisfacción sino que tiene una concepción que lo lleva a densificar todos los derechos en un punto (el del trabajo registrado) dejando otros menos cubiertos.
        Con lo de «sujeto y predicado» quise enfatizar el enlazamiento entre sujeto y práctica que funda la acción política. Visto desde una pesrpectiva política, el derecho existe no tanto como norma sino como horizonte de sentido de la acción. De ahí que para mí no sea tan importante decidir si una determinada acción «se ajusta a derecho» sino si el derecho es el marco en el cual cobra sentido.
        Por ejemplo: qué pasa con la ocupación del albariño? Tiene como marco de sentido el derecho a la vivienda o la apropiación de un espacio público? Eso no lo decide quien ocupa sino que es parte de una lucha más amplia por el sentido de esa acción. Y de acuerdo a cómo se resuelva eso va a ser constitucional sacarlos por la fuerza o lograr una solución consensuada, etc.

  3. Me preocupa tan pocas voces hablando de cómo descentralizar el país. Aun un análisis tan profundo como éste parece omitir o a penas sugerir el tema. De momento parece un objetivo que no está en la agenda del gobierno ni de la Opo.

    1. Hace ya mucho tiempo leía un libro sobre México, en que el autor se preguntaba cómo evitar que la ciudad de México siguiera aumentando su población. El problema central para el autor era el agua: el valle de México recibe agua de lluvia para alimentar de agua unos 4 millones de personas; el resto son cantidades increíbles de agua, que hay que traer a través de cerros y sierras. El tipo opinaba que el problema de México no era cómo llevarse a la gente afuera, sino «quitarle a México los imanes» que atraen gente. Hoy creo que México tiene otros problemas muy serios: por ejemplo, el tráfico de Buenos Aires es una niñería comparando con México D.F.

      Descentralizar la población, me encanta la idea, pero primero evaluemos para qué querría la gente irse a vivir afuera, por qué razón dejarían de soñar con irse a vivir a «la capi».
      No hay más trabajo en el interior que en el GBA y CABA, y la desocupación es mucho más seria, porque el que no encuetra trabajo, no lo encuentra por muchos meses; no hay changas cada tanto, como en las grandes ciudades, cuando no hay trabajo, no hay en ningún lado. Y eso para el laburante no especializado. Para el especializado, cuando no hay trabajo en lo suyo, lo más probable es que no haya de eso en 200 km a la redonda.

      Si uno tuviera en claro que hay potencial de trabajo en una región y estuviera más o menos seguro de que el empleo va a crecer en el mediano plazo, entonces en el corto plazo el empleo se crea en la industria de la construcción, construyendo casas para que el 50% sea ocupada por sus propios obreros.

      El aumento de la producción agrícola no genera por sí mismo trabajo. Si la soja desplaza otras producciones ganaderas, genera trabajo; si desplaza otras producciones agrícolas, deja algunos desempleados; pero si desplaza producciones intensivas como la leche, la caña de azúcar, el algodón y los frutales, deja camionadas de gente en la calle. La pregunta no es cómo alojar a esa gente, sino cómo impedir que se vayan a las grandes ciudades, a inundar una infraestructura al borde del colapso por sobreexigencia.

      Tal vez la planificación para el lustro que viene tenga que ser mirada a mucho más largo plazo que el que estamos acostumbrados. Hasta ahora, con planes que tienen efectos a corto plazo la están haciendo bien, pero posiblemente el gobierno fracase si no empieza a planificar a largo plazo.

      La otra posibilidad es, claro, que gane la oposición, que no logra mirar mucho más allá de los titulares de los diarios de los próximos cuatro días.

      Marcelo

      1. Disculpen, pero a mi me parece que a Buenos Aires hay que darle un millón y medio más de habitantes. También hay que atender el desarrollo de otras regiones con potencial. Pero ya lo ven, acá seguimos siendo pocos.

      2. «Disculpen, pero a mi me parece que a Buenos Aires hay que darle un millón y medio más de habitantes.»

        Qué razçon habría para un disparate semejante, agregar gente en una ciudad colapsada por el tránsito y la demanda de servicios en un país de tan escasa densidad demográfica.

        A, ya sé. Ese millón y medio vendrían a votar al kirchnerismo. Bueno, eso es lo que están intentando. Dsepués lo llevan a Boudu de candidato y pierden igual.

      3. Quintín, seguramente en Manhattan, en Phoenix, en Los Ángeles, hubo algún piola como vos que dijo que densificar era un disparate. Por suerte nadie le prestó atención.

      4. La capital solo es parte(la más densa) de un conglomerado donde viven 14 millones de personas, en el 0,5% de la superficie del país.
        A mi me parece que por el contrario, gobernar bien es lograr sacar a 2 millones de personas hacia el interior con buen trabajo.

      5. No estoy del todo seguro que descentralizar sea por sí misma una buena opción. La población no va a ir a Melincué, Taco Pozo ni a Pico Truncado, va a ir a las ciudades grandes. Más de la mitad de las capitales provinciales tienen un porcentaje más alto de la población de cada provincia que la que tiene el GBA respecto del país. Y muchas de esas ciudades también están al borde del colapso por sobrepoblación, especialmente al norte (por pobreza) y al sur (por crecimiento excesivamente rápido de la población). A otra escala, claro.

        Sí, claro, es más fácil anticiparse a solucionar estos problemas antes que se produzcan en ciudades medianas que en el GBA. Ahí (por la GBA) ya no hay espacio para levantar nuevos hospitales cerca de donde está la gente, los descampados son cada vez más chicos y alejados de las zonas pobladas, ni hablar de encontrar corredores por donde pasar autopistas. En las ciudades medianas todavía es posible. Pero la infraestructura hay que planearla antes de mandar mucha gente para allá.

        El problema es que nunca se sabe cuáles serán las ciudades que crecerán rápido, porque las causas del crecimiento se dan en forma prácticamente simultánea con el crecimiento mismo. Hay, sin embargo, algunas pistas: las ciudades del sur crecen muy rápido; todas. Las ciudades junto a las fronteras crecen muy rápido (y con mucha pobreza); siempre. Las capitales de las provincias del norte crecen muy rápido; casi siempre. Las ciudades de la región pampeana, especialmente la zona medianamente seca, crecen comparativamente lentas. Fuera de eso, no hay mucha forma de prever el crecimiento de ninguna región.

        Quintín, una vez en la vida podría limitarse a comentar acerca de lo que se discute, ¿no?

        Marcelo

  4. Me preocupa tan pocas voces hablando de cómo descentralizar el país. Aun un análisis tan profundo como éste parece omitir o a penas sugerir el tema. De momento parece un objetivo que no está en la agenda del gobierno ni de la Opo.

  5. Un Ministerio de la Vivienda. Para que la respuesta no sea sólo una seguridad progresista, que en definitiva, discute con la derecha si cargar a tiros o contener a los pobres. Digo, un ministerio que articule la complejidad: terrenos fiscales, programas de construcción de vivienda, precio de alquileres, algún mecanismo de otorgamiento de garantías, etc. Orden. Hay que dar vuelta esa palabra: lo que hay que ordenar son las políticas públicas, que nacieron al calor de la crisis, pero que ahora necesitan dar respuestas sistémicas, profundas.
    Abrazo, muy buena la nota.

    1. Gracias por comentar Fede. El tema sería unir tierras y viviendas y salir del paradigma de la «vivienda social».
      Está la Comisión de Tierras para el Hábitat Social Padre Mujica pero no pasa nada ahí, no?

  6. Me encanta como algunos acotan con miedo eso de «no descentralizar» porque parece que «fuera una moda».
    Che, leyeron textos argentinos de hace 70 años? Estaba de moda ese tema ya, por el enorme problema del megaurbanismo de la capital y los centros del interior. «La cabeza del goliat» dfe Ezequiel G. Estrada fue el disparador del debate, y obviamente todos llegaron a la misma conclusión de generar más polos intermedios (influenciados además por el nacionalismo de raíz tradicional y su nostalgia por la vida de campo que había tenido la Argentina rosista y pre-inmigración descontrolada). Realmente ya en esa época el crecimiento de los centros se dio sobretodo por inmigrantes que no se dispersaron lo suficiente. Aunque nada que ver con hoy día que ya es el absurdo qeu tienen la capital como «la meca» y la «megalópolis» como ideal de vida (antes por lo menos un tercio de la población se iba al campo y pueblos del interior y otro tanto a las capitales de provincia, el resto a la capital federal… hoy seguro q más de la mitad viene para Buenos Aires, y los que no pueden entrar se meten al conurbano «casi en lista de espera» a la primera oportunidad para mudarse)

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