Hasta el último día

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Decimos Mariano Fraschini y Nicolás Tereschuk.

Cuando dijimos “tenemos que escribir algo sobre Cristina antes del domingo” la pregunta que nos rondaba la cabeza era: ¿Cómo hizo CFK para evitar el escenario del llamado “pato rengo” y gobernar “hasta el último día”? Y nos dimos cuenta de que en realidad la pregunta misma (ni siquiera la respuesta) invita a detenerse y pensar un poco.

El afecto es parte esencial de todo aquello que involucra a la actividad política. “La política es la administración del amor”, dijo alguna vez un doctor en Ciencia Política amigo nuestro. Y nos es imposible eliminar el afecto de estas líneas. Aunque quizás haya más que eso.

El próximo domingo serán las elecciones nacionales y, sea cual fuera el resultado, la Presidenta comenzará a iniciar el descenso de este Jumbo sobre el aeropuerto del 10 de Diciembre. No fue un vuelo tranquilo. Pasamos turbulencias, rayos y centellas. Pero aquí estamos.

Un triunfo en primera vuelta de Daniel Scioli sería la coronación ahora mismo de una estrategia, de una de las estrategias posibles. Impensadas para muchos hace unos meses. Si hay segunda vuelta, podría concretarse un poco más adelante. Con alguno de esos dos resultados, Cristina lograría algo inédito: que un presidente peronista le entregue la banda y el bastón a otro peronista (esta frase debe leerse con un énfasis especial en la palabra otro entendido también como “diferente”). Esto nunca ocurrió en la historia. Primero porque el Partido militar nunca lo hubiera bancado; y segundo, porque a pocos peronistas les gusta mucho dar los símbolos de poder y la autoridad a otro compañero.

Si alguna vez bajara la espuma de las pasiones que ha despertado CFK, la forma en la que la jefa de Estado se las ha arreglado para llegar a este punto en el que estamos hoy debería ser digna de análisis. Pero insistimos, no desde un análisis maniqueo que no pueda observar las virtudes y los defectos que todo proceso político contiene en su extensión.

Pensar cómo en contextos políticos e institucionales similares algunos presidentes se mantienen en sus puestos y logran desplegar buena parte de su agenda, mientras a otros ese logro les es esquivo, nos parece un ejercicio fundamental para entender a la política. En particular en países como el nuestro (y otros de Sudamérica) en el que las instituciones y las reglas escritas aparecen siempre cambiantes y poco respetadas -por todos los actores-, y por lo tanto no permiten explicar a partir de su “lectura” todas las situaciones sociales, políticas y económicas que nos rodean. Así, un análisis que pose su lente sólo en las instituciones se perdería la mitad del panorama, y con ello la posibilidad real de entender cómo se dan algunas dinámicas políticas en nuestras latitudes. Los presidentes ostentan recursos de poder de tipo institucionales, financieros, partidarios, y pueden crear nuevos recursos a partir de la acción concreta de gobierno. Y estos nuevos liderazgos vaya si crearon nuevos recursos e hicieron jugar los que tenían a mano para modificar el status quo. Y , además (por si esto fuera poco) lograron lo más importante: dotar de estabilidad política e institucional a sus países en un contexto en que no es fácil para los presidentes terminar sus mandatos. Convertirse en Alfonsín, De la Rúa, Collor de Mello, Carlos Andrés Pérez, Bucaram, Cubas Grau, Sánchez de Losada o Lugo puede ocurrir. Y ocurre. Si no, miremos a Brasil.

Los liderazgos presidenciales en el siglo XXI en Sudamérica han sido un tema de escaso interés para la ciencia política y la opinión pública en general. La etiqueta inmediata de “populismo” “autoritarismo competitivo”, “autoritarismo” a secas o hablar de gobiernos que se valen del “clientelismo” abundó en la categorización de los líderes que inauguraron en la región sus gobiernos a partir del 2000. Este tipo de enfoques nos privan de la posibilidad de tratar este nuevo fenómeno sin anteojeras ideológicas (o bajo el manto de la verdad revelada). La inmediata (des) calificación de estos nuevos liderazgos regionales invita a reflexionar sobre la naturaleza y la acción que estos presidentes le imprimieron a sus gobiernos, para ver si hay algo de novedoso, de original, de interesante, en estos protagonistas del cambio en América del Sur. Nunca en la historia política de la región se dio una perdurabilidad tal en gobiernos democráticos de un mismo signo político. Repasemos: vamos hacia 20 años de chavismo, 16 de petismo, 13 de evismo, 10 de correismo y 15 de frenteamplismo.

 

Para decirlo de otro modo: si vale la pena contar o dar conferencias sobre como Pep Guardiola o José Mourinho, Gregg Popovich o Julio Velasco, sacan campeones a sus equipos… ¿carecen de interés estos otros “liderazgos” de los que hablamos? Dar estabilidad a sistemas políticos problemáticos y plagados de nubarrones institucionales, ¿no tiene ningún valor para la politología sudamericana? ¿O sólo alcanza con decir, que todo fue posible porque se trató de liderazgos autoritarios que gozaron de un muy buen pasar económico?

Nos viene a la memoria el caso de Richard Neustadt, politólogo norteamericano (fundador de la Kennedy School of Government de Harvard) que escribió uno de los libros más influyentes (y pioneros) sobre el liderazgo presidencial. Lo hizo en 1960, profundamente impactado por el presidente de su país que había gobernado entre 1933 y 1945 y que cambió el mapa político y social del país, Franklin Delano Roosevelt. Ese era el  ideal de presidente que Neustadt tenía en mente, bastante alejado del estilo que desplegaba el militar Dwight Eisenhower al momento en que lo escribió.

En ese marco, analizar cómo una presidenta enfrentó, a ver hagamos cuenta: la crisis del agro de 2008, la crisis internacional de 2009, la derrota de su partido en las elecciones de mitad de mandato de aquel año en la provincia de Buenos Aires, la muerte de su esposo y socio político en 2010, conflictos por aplicar restricciones cambiarias y a las importaciones, una tragedia tremenda como la de Once en 2012, cacerolazos multitudinarios en las principales avenidas de uno de los distritos clave del país entre ese año y el 2013, una nueva derrota en las elecciones de mitad de su segundo mandato en la provincia de Buenos Aires en octubre de 2013 (¡y por más de 10 por ciento!), una traba financiera internacional por parte de la acción de fondos buitre y tribunales norteamericanos en 2014, el enfrentamiento de un sector de los gremios y una crisis política como la que se derivó de la muerte del fiscal Alberto Nisman en enero de este año, llegó hasta donde llegó, nos parece que requiere, al menos, algún nivel de indagación, de explicación. Salvo que creamos que, insistimos, unos buenos precios de algunos productos que exporta la Argentina permitan dar cuenta de todas las respuestas que buscamos….

¿Cómo fue que Cristina resultó reelecta por un porcentaje récord de votos, impulsó la aprobación de la Ley de Medios, de Matrimonio Igualitario, de la nacionalización de los fondos de las AFJP, del manejo de acciones de las principales empresas del país por parte del Estado, hizo que la Argentina llegara a una cobertura casi total del sistema previsional, cambió el funcionamiento de los trenes urbanos de pasajeros, estatizó Aerolíneas, reformó la carta orgánica del Banco Central y descabezó la SIDE? ¿De qué manera logró que la mayoría de su partido no se saliera de cauce luego de dos derrotas electorales en el principal distrito del país? ¿Cómo fue que Cristina pudo mantener bajo relativo control el Congreso, con mayorías más -como en los períodos 2007-2009 y 2011-2015 o menos holgadas -como entre 2009 y 2011? ¿Cómo logró hacer que los sindicatos no fueran un desafío serio a su hegemonía? ¿Cómo fue que sostuvo tanto tiempo en su puesto a funcionarios atacados día tras día por la Justicia y los grandes medios? ¿Cómo se las arregló para hacer de la debilidad que significaba la designación como Papa de Jorge Bergoglio, la fortaleza de tener como “amigo” al Santo Padre?

¿No hay nada para estudiar ahí? ¿No hay nada para pensar sobre la “yegua”, como la llaman en los barrios más ricos de nuestras ciudades? ¿No hay nada para pensar en la única presidenta del período democrático que subió en la consideración pública en el último tramo del mandato? ¿Qué decir de la “impotencia” de un “círculo rojo” que siempre le desconfió, que nunca la quiso y que trató por todos los medios de esmerilar su poder? ¿Qué nos dice eso, no sobre ella, que en todo caso es un elemento que queda para la Historia? ¿Qué nos dice sobre nosotros mismos, sobre nuestra sociedad, sobre cómo es la relación entre política, sociedad y economía en nuestro país?¿Es casual que sus pares de Brasil y Chile estén casi con la lengua afuera y atajando penales en el cotidiano y CFK logra retirarse de su gobierno con niveles altos de apoyo popular? Insistimos ¿no es relevante todo esto?

Empieza a terminar el mandato de Cristina. Aunque puede ser que pensar un poco sobre cómo fue que lo hizo sea una tarea que siempre esté empezando.

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