Reinstalar la movilidad social ascendente que caracterizó a la República Argentina requiere comprender que los problemas de la pobreza no se solucionan desde las políticas sociales sino desde las políticas económicas. Sabemos que hay que corregir errores y mejorar métodos en la forma de asignación de la ayuda social. Pero es imprescindible advertir que la tragedia cívica del clientelismo político no es producto de la asistencia social como gestión del Estado, sino de la desocupación como consecuencia de un modelo económico. En nuestro país la aparición de la figura del cliente político es coetánea con la del desocupado. Mientras en la República Argentina hubo trabajo, nadie fue rehén de un dirigente partidario.
(Néstor Kirchner, domingo 25 de mayo de 2003)
Voy a hacer un repaso de algunas cuestiones actuales vinculadas con el presupuesto y la situación actual.
Pobreza y presupuesto
El ciclo kirchnerista creó una revolución de los argumentos políticos y económicos en una Argentina después de décadas sin un Estado tan fuerte en la distribución del ingreso. Se generaron bandos de relatos antagónicos, que para algunos refleja una grieta. Grieta que en realidad no es de relatos, es de proyectos políticos con objetivos económicos e incidencia en la estructura distributiva y de poder de la Argentina. Los relatos entonces son una suerte de fetiche sobre el que se montan discusiones mucho más profundas sobre qué realidad tenemos y queremos construir.
En este orden de cosas, ocurre que mientras algunos niegan la realidad para hablar de herencia otros la niegan (la negamos) para no hablar de propios errores. Estos errores están vinculados con limitantes estructurales (restricción externa) que el kirchnerismo no quiso ver o decidió posponer para que sean resueltos por el siguiente gobierno.
El siguiente gobierno resultó no ser del mismo color político y si bien aborda esos limitantes estructurales con cierto éxito de corto plazo, sus políticas de atención al respecto (endeudamiento), no pueden menos que presuponer nuevos cuellos de botella en el futuro. En sólo 8 meses la deuda externa pública neta habría subido al menos un 6% del PBI.
En un contexto en que la pobreza ha aumentado sin lugar a dudas producto de la devaluación, la quita de retenciones y la eliminación de subsidios, llegando al 32% de las personas, el presupuesto debería buscar resolver estos problemas. Cabe destacar que toda disminución de la pobreza crearía mayor consumo y tensionaría las variables de la economía. Cuando se escucha que el consumo era excesivo, o que estaba fomentado con anabólicos, o que era una mentira que le dijeron a la gente no se tiene en cuenta que el consumo que se reduce ahora es el de los sectores más humildes. Esto es creación de pobreza, con o sin indicadores del Indec y la UCA.
El presupuesto para 2017 contempla de manera expresa 3.867.290 asignaciones universales por hijo (AUH), 75.660 asignaciones por embarazo, 4.841.415 asignaciones familiares, 6.629.534 jubilaciones y pensiones, 1.557.804 pensiones no contributivas, 203.887 del programa ingreso social con trabajo (Argentina Trabaja), que suman 18 millones de sujetos de derechos. Pero que figuran en el actual presupuesto de una manera mucho más evidente con la clara intención de partir aguas y mostrar lo que para algunos es un problema pero para muchos otros una solución.
Debe tenerse en cuenta que entre 2003 y 2015 el presupuesto público nacional creció un 1806% en lo que hace a gastos totales nominales. El PBI nominal creció un 1247% entre los mismos años. A su vez, la inflación sumó 758%, con datos de consultoras privadas (1020% según el desmedido PBI Congreso), entre esos mismos años. Esto lo que demuestra es que ciertamente el presupuesto subió más que el PBI.
En 2008 el gasto público consolidado nacional y subnacional, como porcentaje del PBI, supera al de 2001 por primera vez desde la crisis. En efecto, el gasto público consolidado era de 24,6% del PBI en 2001 y alcanzó 26% en 2008. Desde entonces aceleró su crecimiento hasta más de 40% en 2015.
Los ingresos registrados promedio de los trabajadores argentinos superaron el poder adquisitivo que tenían estos mismos salarios en 2001 en el año 2006. Téngase en cuenta que si bien la inflación acumuló un 758% entre las puntas 2003 y 2015, los ingresos medidos desde los salarios registrados promedio superaron los 936% en ese período.
El valor en dólares de los salarios registrados no mostraron una relación en dólares mejor a la de 2001 hasta entrado 2010. Todas estas variables mencionadas en los últimos párrafos sirven para hacerse una idea de las tensiones de la macroeconomía argentina. No debe perderse de vista que en tanto país en desarrollo, cualquier movimiento, de avance o retroceso, genera nuevas tensiones que enfrentan ciertas fracciones del capital por un lado, trabajadores y sectores humildes por otro.
El presupuesto presenta el plan del gobierno, pero no alcanza a ser exhaustivo con su letra escrita. La Argentina demostró a lo largo de su historia que la manera cómo se ejecuta el presupuesto reviste un rol clave en la actividad económica y el resultado productivo y social. En general en él se proyectan cuestiones económicas como el nivel de consumo, de inversiones, de exportaciones, de importaciones y otras variables económicas como la deuda, el déficit, el valor del tipo de cambio y la inflación. Con este conjunto se proyecta cómo será el país durante el año siguiente y qué gastar para lograr qué cosas.
Lo que se puede observar en el presupuesto 2017 es que el ajuste se realizó durante 2016. Que mejora en parte la proporción de gastos de capital, pero que la ejecución de ellos durante 2016 fue tan baja que difícilmente logre recuperar el terreno perdido durante 2017. El kirchnerismo venía de una ejecución en inversiones públicas del Estado nacional sobre PBI de cerca de 2,9%. Los cálculos preliminares para este 2016, suponiendo una aceleración en el último trimestre no supera 1,7% (de un PBI que a su vez baja). La situación es delicada. Asimismo, se espera una recaudación por aumento de exportaciones en niveles que no parecen factibles en el actual estado de cosas locales y mundiales. En definitiva es un presupuesto que asume el ajuste de 2016 sin crear un nuevo ajuste pero con proyecciones muy optimistas que difícilmente se cumplan.
En efecto, si se tiene en cuenta la proyección de cierre del presupuesto 2016, el dato vigente, el Gasto Público crece 22%, con funciones con subas importantes como la Seguridad Social (35,2%), Gastos de Capital (32,1%) e Intereses (32,3%); y con ajustes en Transferencias Corrientes (-1,5%, aquí se encuentra el recorte de subsidios económicos).
Llama la atención que después de muchos años el pago de servicio de la deuda (más de 10% del presupuesto) vuelve a superar la inversión en educación (6,7% del presupuesto). Un problema que parecía saldado pero que evidentemente requiere una disputa permanente.
Desproporciones
¿Por qué dice el título que vivimos una era de desproporciones? Porque hay una clara desproporción entre todo lo que se dice, lo que se hace y lo que pasa. Lo que quiero decir es que es cierto que hay un claro deterioro social, que fue potenciado por la actual administración, pero todavía la foto muestra una situación social que no es tanto distinta a la de 2011. Entonces, lo que falla es más la película que la foto. ¿Y esto que agrega al análisis? No poco, quiere decir que aún se está a tiempo de frenar el deterioro social en niveles aceptables. Y esto requiere mucha gimnasia y cintura política, conversación social y poder político.
Por una parte cabe decir que no era necesario devaluar antes de conseguir financiamiento externo, y no era necesario quitar retenciones si se había devaluado. No era preciso un tarifazo de la actual dimensión en el contexto de la devaluación. La deuda pasó de 15% del PBI en diciembre de 2015 a un número que va entre 21 y 25% según cómo se consideren los brutos, netos, vencimientos y pagos de deudas viejas. Ni era preciso comprar gas a Chile o desregular el sistema financiero en ese contexto. Tampoco se entiende por qué modificar diametralmente la Ley de Medios que reservaba alguna capacidad de regulación para el Estado, si de todos modos no se iba a ejecutar su viejo articulado. Al mismo tiempo el gasto público creció casi un 30% en el acumulado enero-agosto de 2016 sobre igual período del año anterior. Con una inflación que, según Estudio Bein, está en el orden de 44% entre agosto de este año y agosto pasado. Los problemas del gasto no terminan allí, los gastos de capital tienen un aumento nominal para estos 8 meses que muestran alta caída. ¿Si el Estado no puede mostrar inversiones, como puede traccionar otras inversiones?
Sin embargo, la oposición también ha caído en desproporciones. La pobreza ha aumentado mucho, no hay dudas, el Indec acaba de mencionar que hay un 32,2% de las personas bajo la línea de la pobreza, y dentro de ellas un 6,3% de los habitantes totales son indigentes. Sin embargo se trata de pobreza por ingresos, la pobreza estructural, la multivariada, que hace referencia a varias cuestiones, que había bajado según la UCA (sí, según la misma ultrapolitizada UCA, pero en año par se acuerdan de mostrar datos buenos) en base a la población con 3 carencias o más de 17,6% en 2010 a 15,1% en 2015, cabe suponer que sobre la misma muestra sesgada que calculan pobreza, lo cual hace al dato incluso más notorio. En este orden de cosas, estas carencias no aumentan a la misma velocidad que la pobreza por ingresos. Hay algo de década ganada allí, le guste a quien le guste. En el acápite del desempleo hay una situación similar. La suba del desempleo es notable, la información disponible muestra que de 6,6% en el segundo trimestre de 2015 se pasó a 9,3% en el segundo trimestre de 2016. Lo cual pone a la Argentina más o menos en el año 2006.
El Indec ha señalado una caída de la construcción en agosto de 3,7%, y una acumulada de 12,8% (ISAC). A su vez la industria cae un 4,2% según el Indec en el acumulado de los primeros 8 meses del año. Mientras tanto suben las importaciones de bienes de consumo. La actividad económica en julio presentó una caída interanual de 5,9%. Las jubilaciones y las AUH muestran una caída real de 10 puntos porcentuales de septiembre a septiembre.
Es verdad que esta caída de la construcción ya es mucho menor, y también lo es que se puede ver algún brote en la inversión relacionada con bienes durables importados. Acá surge una pregunta clave ¿acaso en un contexto de búsqueda de profundización de la inversión vinculada con capitales extranjeros, no se están dando las condiciones para que las inversiones mejoren la productividad en simultáneo con la expulsión de mano de obra? Si la respuesta a esto es afirmativa, lo que tendríamos es un “populismo inversor” que no es virtuoso en el mediano plazo, por el contrario resulta en un perjuicio social similar al observado desde 1994 en la Argentina.
Este conjunto de cosas hace pensar que la actividad, y la demanda agregada, no van a crecer en el corto plazo, lo cual, podría generar más desempleo y más pobreza. En la Argentina siempre que el Estado permitió que los sectores más transnacionalizados ganen los sectores populares se vieron relegados. En efecto, en este caso, bancos extranjeros (colocadores de deuda), multinacionales (con ingresos cautivos en sectores como energía o de estrategias globales como automotrices), y agro exportadores, que tienen condiciones ventajosas en esta coyuntura, y en asociación con los sectores más pudientes urbanos, casi siempre vinculados a estos, son los grandes ganadores tanto en lo material como en lo cultural, y en detrimento de los sectores populares.
Conclusión
Así las cosas, una mirada de altura, a ojo de águila nos podría explicar que la situación tiende a empeorar. Que no hay ningún indicador que nos muestre que la actividad puede mostrar un rebote en términos de generar inclusión y mayor bienestar de los sectores más vulnerables. Por el contrario, todo indica que las mejoras en la rentabilidad de los sectores mencionados tiene un efecto inverso en las clases más populares. En este sentido no sólo se habla de pobreza, mientras la formación de activos externos se duplicó entre enero y agosto (según el balance cambiario del BCRA), el poder adquisitivo de los salarios registrado promedio bajó un 9,2%. Seguimos mostrando desproporciones. Pero asimismo, aún hay tiempo de cortar con tanto perjuicio y aprovechar los márgenes para tomar deuda en función de un proyecto de país industrial y desarrollado.
Las estrategias que adoptan los principales grupos de interés también están desproporcionadas, o fuera de sintonía. Porque no se trata de ir al paro, o de no ir. Sino que emerge como crucial tener claridad de las necesidades de los trabajadores para que mejoren su performance, tanto en cantidad de empleo como en nivel de salario. Hay algo peor que un salario que se reduce y es un empleo que se pierde. Si bien ambas cosas van de la mano, es pertinente, en un contexto de salida de la restricción externa, empezar por plantear el cuidado del empleo. Es cierto que todos queremos todo, siempre, suena lógico, pero saber poner las cosas en su sitio hace a la táctica.
Antes que pedir reacomodamientos salariales, los sectores sindicales deben preocuparse por frenar las políticas que atacan el empleo, a saber: endeudamiento público no vinculado a obras, el cual suele venir con condiciones de ajuste (un clásico del FMI que ya se escucha de vuelta), pero aun sin estas condiciones genera un ajuste, en parte por la apreciación cambiaria y en parte por el achicamiento del gasto social que ejecuta el Estado, el aumento (o bono permanente) de las jubilaciones mínimas, el aumento (o bono permanente) de las AUH, el cuidado sobre la importación de bienes con producción local, o con potencialidad local (porque en conjunto con la deuda que aprecia el peso se generan incentivos a la importación), la transferencia de ingresos desde los bancos (regulando ganancias y márgenes) hacia los subsidios a las tarifas para cuidar el consumo de los sectores medios, medios bajos y bajos, entre otras muchas ideas, que apuntan a regular a los grandes para favorecer a los chicos. La creatividad debe estar al servicio del bienestar social y no al de la comunicación.
Si la inversión extranjera tiene como atracción poder fugar su retorno de la inversión a precios bajos del tipo de cambio, en un contexto de desindustrialización y desprotección comercial, su llegada no puede menos que estar vinculada con un proceso de endeudamiento para sostener el déficit de la cuenta corriente que en el largo plazo, se vuelve una bola de nieve para atender las necesidades de la economía, auto-provocando la necesidad de nueva deuda para reproducir todo el sistema.
La Argentina está peor que el año pasado en lo social, pero aún mantiene intacta su oportunidad en materia productiva si es que el Estado asume el rol de conducir la economía hacía la producción con innovación industrial y verdadero empleo de calidad.