Desde hace un tiempo a esta parte, los periodistas estrella de los medios opositores vienen vaticinando una victoria opositora en el 2015. El argumento es más o menos el siguiente: en la primera vuelta el kirchnerismo, con cualquiera de sus candidatos, estaría en condiciones de alcanzar la primera minoría (lógicamente no arribando al dorado 40% que le permitiría ganar) y que en la segunda vuelta, perdería sin más atenuantes contra la fuerza opositora que llegue al balotaje. La tesis del “fin de ciclo K” (algunos lo vaticinaron hace 6 años) es lo que sostiene dicha hipótesis-deseo, la cual rememora históricamente a las posibilidades del menemismo en la elección de 2003. Es decir, quien sale segundo en la elección de octubre de 2015 será el próximo presidente. El kirchnerismo, desde esta visión, entonces, ya perdió.
Junto con dicho argumento (y un tanto contradictorio con el mismo) la derecha económica, política, partidaria y mediática se muestra aún preocupada por el devenir futuro. Desde su cerril antikirchnerismo no logran disfrutar que la pole position de cara al 2015 no le muestra enemigos a la vista. Las principales figuras que hoy puntean en las encuestas es parte de la imagen del país con el que soñaron desde el año 2003. Ninguna candidatura les permite a estos sectores desconfiar del cuatrienio que se avecina, y la incertidumbre que rodeó la vida económica de los últimos once años parece evaporarse con dosis homeopáticas. Sin embargo, y a pesar de evidencia fáctica de que el kirchnerismo en la figura de su principal referente se retira del gobierno en poco más de un año, estos sectores se muestran preocupados. No los contiene siquiera que el próximo presidente será alguien que en mayor o menor medida les va a proveer de la certeza que vienen demandando hace una década. Esa certeza que no les incomode su clásica avidez a la fuga de capitales, su natural aversión a cualquier signo de populismo y su rencor de clase que se mantiene por siglos. A pesar de que durante los años en que imperó el modelo no perdieron en lo económico (ganaron, y bastante les dice siempre CFK), la suma les da negativo. Lo que demuestra que para una buena parte de estos sectores el eslogan es “no es sólo la economía, estúpido”. Desde allí, que la estrategia de avanzar en un plan que tiene como finalidad impedir que esta experiencia se reitere a futuro parece responder a la ecuación del “nunca más la incertidumbre será el barco en el que navegaremos como clase social dominante”. Para decirlo de un saque: el empresariado ganó (y mucho) con este gobierno; pero a pesar de ello nunca sintieron que tenían la llave maestra del poder, la certeza de los negocios y la ganancia segura. Y este hecho se torna capital (jugando con el término) para comprender la profunda animadversión que estos sectores sienten por este proceso político que no sólo quieren ver fuera del gobierno, sino que también con la bandera de la rendición incondicional flameando en el helicóptero.Una buena parte de estos grupos de poder, la experiencia kirchnerista les produce un hondo desagrado, no tanto por sus rindes económicos, sino por la incertidumbre que les genera no poseer “la manija” de las líneas estratégicas de la economía. La ecuación con este gobierno ganamos mucho, pero nos sentimos inseguros parece ser la mejor descripción para dar cuenta de una situación paradójica teniendo en cuenta que desde la teoría y el discurso el único objetivo del capital es los vaivenes de su tasa de ganancia.
Desde allí el “qué más quieren” que encabeza este post intenta sintetizar el deseo profundo de esta clase social que nunca se imaginó que el kirchnerismo llegaría a tanto. Ya no les importa que la sucesión de CFK les certifica la tranquilidad que otrora gozaron durante décadas, y que en cualquier modalidad de las cuatro opciones hasta hoy ganadoras en sus lemas le garantiza, sino que desean que este proceso termine de tal forma que no puede revalidarse en cuatro años.Los aterroriza una Cristina-Bachelet, aun cuando este gobierno jamás se salió de los márgenes del capitalismo dependiente argentino. Si no resulta inentendible el grado de enfrentamiento en que ingresaron durante estos últimos meses. Ya no les alcanza que el gobierno haya acordado con el Club de Paris y con Repsol, haciendo los deberes del manual de la ortodoxia. Tampoco que hay resuelto no crear una Junta Nacional de Granos, no tocar tierras improductivas, ni avanzar con la estructura de la propiedad. Esto resulta secundario ya que no hay medida alguna que hoy les alcance ya que el horizonte estratégico de estos grupos se encuentra en otro lado, y no se mide en términos de política económica. La presencia de un dirigente juvenil con formación académica keynesiana en el Ministerio de Economía les eriza la piel, los desboca, les canta mancha a su profundo sentir aristocrático. Esa fue una de las últimas medidas adoptada por la presidenta que les mojó la oreja a la pretendida certeza histórica. La designación de Axel Kicillof fue el agua que desbordó el vaso de una cartera que durante décadas los sectores del poder reales sintieron como una más de sus propiedades. Lejos de ver a un dirigente con solvencia técnica, preparado y con didáctica explicativa, ven a un improvisado marxista que hará una guerrilla económica contra sus dividendos. Un repaso de sus medidas económicas evidencia que el temor a Kicillof es una fábula parecida al “chiste del Cricket” (se acuerdan? “Metete el Cricket en el c…”). Y una pequeña nota al pié: Lo irrisorio de todo esto es que desde los sectores progresistas y de izquierda miren el final del gobierno desde el prisma de una virtual alianza con un empresariado que lo que más desea es su retirada desordenada, tumultuosa y de imposible repetición. Algunas veces los procesos políticos deben ser analizados a partir de los enemigos que amontona.
Y para culminar volviendo al comienzo: ¿es tan segura la derrota del kirchnerismo en segunda vuelta con cualquier candidato?¿Daniel Scioli perdería en un balotaje con Massa, con Macri, o con Cobos?¿La sociedad está hastiada del modelo autoritario de los Kirchner?¿la sociedad no le gustaría mantener algunos pilares del modelo?¿No expresa Scioli los rasgos de continuidad y ruptura que evidencia una buena parte de la sociedad argentina?¿No subió CFK en las últimas semanas su imagen positiva?¿No es Scioli un candidato que gana por las dos ventanillas de la grieta?¿Las posturas rupturistas, tipo como las que hoy (no ayer) expresa Massa y Macri (o Faunen) son superiores en el peso electoral que las que combinan continuidad y ruptura?
A la fecha nada parece seguro. La candidatura de Scioli daría la sensación de ser la más atractiva para el votante medio, ese que, en general, define las elecciones. Sabemos que los grupos de poder (del verdadero, no el que nos quieren hacer creer que es el político) simpatizan con Daniel. En teoría les provee dentro del dispositivo kirchnerista algo que tal vez otros no, la certeza, la seguridad que la llave tiene duplicado. Sin embargo, ¿será Scioli made in 2015, el Scioli histórico?¿Cuánto de continuidad y cuánto de ruptura ofrecerá a la clase empresarial y a la sociedad?¿Será el Néstor Kirchner del 2003, ese del que se esperaba menos del que finalmente fue?¿Tendrá algo en sus manos Daniel para sorprendernos?
Va culminando un período político que muestra en su firmamento más logros que fracasos. Comenzará otro que puede combinar rasgos de continuidad y cambio o ser sólo ruptura. La sociedad tendrá algo que decir al respecto. Las fichas aún están en juego. Hay que jugarlas.