El 1º de enero, en un día en el que generalmente pasa muy poca cosa, en el que ni siquiera salen los diarios, fue para la provincia de Río Negro un día cataclísmico. En la madrugada de ese día, Carlos Soria, el primer gobernador peronista de una provincia que desde 1983 fue siempre gobernada por el radicalismo, murió en su chacra de Paso Córdoba, en las afueras de General Roca. La hipótesis más fuerte es que recibió un disparo de arma de fuego de su mujer, Susana Freydoz. Llevaba en el gobierno sólo 22 días.
Como siempre sucede, la cobertura de las implicancias políticas del “Caso Soria” en los medios nacionales estuvo dominada por preocupaciones que no se corresponden con las cuestiones centrales del escenario que se observa desde el punto de vista de la política local.
Por caso, es importante comprender que, para la mayoría de la población de Río Negro, la trayectoria de Soria en el escenario político nacional (su paso por la SIDE durante el gobierno de Duhalde, su relación con los Kirchner y, sí, inclusive su responsabilidad en los asesinatos de Kosteki y Santillán) resultó un factor secundario a la hora de determinar el voto. A pesar de que los medios y analistas basados en Buenos Aires entienden la política en términos sólo nacionales, la política provincial se rige por sentidos propios, y con opiniones formadas en otras esferas públicas, estrictamente locales (en el caso de Río Negro, para comprender la política provincial no es de ayuda leer Clarín o La Nación, si no se lee antes el diario regional “Río Negro,” publicado en Roca.) Como ejemplo de que la conexión entre la actuación nacional de una figura política y su posición en los liderazgos locales no es automática, no hay que ir más lejos que la figura del otro rionegrino, el senador Miguel Angel Pichetto. El rol principal que tiene el senador Pichetto en el Senado y su centralidad para el ciclo político kirchneristas no se ha traducido en un liderazgo territorial comparable. En los últimos años, quedó claro que el líder del peronismo rionegrino, el único capaz de unificar un partido que llevaba décadas funcionando como un archipiélago de políticos de alcance municipal, era Carlos Soria, por dos razones; primero, su carácter enérgico (si bien es conocido su apodo de “Gringo,” no todos saben que en la provincia muchos lo conocían también como “el loco Soria,”) y segundo, la fama de buena gestión que revistió sus períodos al frente de la intendencia de General Roca, ciudad que es el corazón de la zona frutícola del Alto Valle del Río Negro.
Este dato no es menor. Soria llevó adelante una campaña a gobernador basada en la idea de buena gestión y resaltando los logros (sobre todo de inversión en obra pública) de su intendencia. Esto resultó ser central en una provincia en la que existía ya desde algunos años una mirada muy crítica sobre la eficacia de gestión del partido radical. Por diversas razones que sería demasiado extenso analizar en este artículo, el Estado rionegrino ha sido históricamente menos desarrollista que el de las provincias vecinas de Neuquén, Cubut y Santa Cruz. La inversión estatal provincial en caminos, viviendas, hospitales y saneamiento, entre otros, se ha percibido siempre como menor a las otras provincias patagónicas (como ejemplo, puede señalarse la histórica incapacidad provincial de asfaltar la ruta 23, obra que sólo se comenzó en los últimos años, con fondos nacionales.) La salud pública y la educación rionegrina no gozan del aprecio que aún tienen los sistemas públicos de Neuquén o Santa Cruz, por ejemplo. Y el gobierno del radical Miguel Saiz sumó a esta dinámica inercial un problema propio: la percepción de ser un gobierno, además, de poco eficaz, poco transparente en el uso de los fondos públicos. Dos datos sirven para comprender esta sensación: por una parte, desde el 2003 a la fecha, su administración multiplicó la masa salarial del Estado por diez, pasando de 384 millones de pesos en el 2003 a casi 3.800 millones en el 2011; por otra, el gobierno de Miguel Saiz se vio sacudido por la revelación de que gobernador y ministros cobraron rutinariamente desde 2004 sobresueldos que equivalían a 30 veces su salario (por ejemplo, el ministro de Gobierno cobraba un sobresueldo mensual de 81.550 pesos mensuales cuando su sueldo de planilla era de poco más de 7.000 pesos)
Soria ofrecía, para el votante rionegrino, la imagen de alguien que podía hacer dos cosas: unificar al PJ provincial detrás de un liderazgo claro e imprimir otra dinámica de gestión al Estado provincial.
El escenario político a futuro es una gran incógnita. Muchos dudan de que las batallas abiertas (con razón o sin ella) por Soria, como la drástica puesta en disponibilidad de todos los contratados todos los empleados de planta y la caída de los contratos del Estado provincial, puedan ser libradas (mucho menos ganadas) por otra persona, sin sus espaldas políticas. Alberto Weretilneck, el vicegobernador que asumió la gobernación, no es un hombre del PJ, sino del Frente Grante. Había llegado a la fórmula de gobierno como prenda de acuerdo, y porque él también tenía la fama de haber sido un buen intendente de su ciudad, Cipolletti. Sin embargo, de ninguna manera el nuevo gobernador puede presumir de tener la lealtad automática del peronismo rionegrino, que estuvo en un tris (según dicen) de pedirle que renunciara para llamar a elecciones anticipadas, hasta que un llamado de la Presidenta cortó la embrionaria rebelión. El único hombre que podría apuntar a construir para sí la legitimidad que tenía Carlos Soria, Miguel Angel Pichetto, no tiene manera instiucionalmente válida de asumir el gobierno. Sin embargo, el nuevo gabinete incoporó a su hijo, Juan Manuel Pichetto, como ministro de Producción, y a un hombre de su confianza, Hugo Lastra, como ministro de Gobierno, aunque el senador Pichetto asegura en todas las notas que “el gobernador es Weretilneck.”
Por supuesto, existe un factor aglutinante para el PJ rionegrino: un fracaso de este gobierno clausuraría sus chances de imponer una hegemonía peronista duradera. Si bien podría decirse que a este gobierno no lo une (hoy) el amor sino el miedo, también es cierto que, en política, nada enfoca la voluntad más que la visión del abismo.
(Esta nota fue publicada originalmente en la revista El Estadista.)
Me pareció interesante esa ligazón entre la exposición nacional y sus réditos a nivel provincial, es decir, porque Si Soria y no Pichetto.
La única duda que tengo es la siguiente: teniendo en cuenta que el radicalismo tuvo por 28 años la provincia y el PJ pudo esta vez ganar por vez primera desde el retorno democrático ¿existió el efecto CFK en dicha elección?
Saludos
Si, existió. Sin ninguna duda, ya que la provincia de Rio Negro fue muy beneficiada en tériminos de obra pública, sobre todo construcción de viviendas y el asfalto de la ruta 23, que cruza la Línea Sur.
Pero el tema clave es que, si bien es probable que Pichetto hubiera ganado esta elección, la duda es sobre la gobernabilidad luego de la elección, dada la serie de medidas duras que el nuevo goberandor tendría que tomar (entre ellas, recambio del tribunal de cuentas, por ejemplo.)
Existió la tracción CFK pero, mas importante creo, existió el empuje radical. Los 28 años de gobiernos radicales de mal en peor nos empujaron a votar al finado. SIEMPRE el PJ presentó al peor candidato posible en Rio Negro y siempre perdió por eso.
Esta vez tambien Soria fue el peor candidato posible pero ganó pues se presentó despues de una gestión Saiz inolvidable, 4 años de regalar tierras publicas y darle basura como comida a los comedores escolares etc etc y un Barbeito corrupto (como el 90% de los radicales) e inutil como pocos (lució su inoperancia, desidia y caradurez pues era ministro de educación).
Saiz fue la gota que rebalsó un vaso con 28 años de goteo.
La victoria de Soria fue
50% traccion CFK
40% empuje radical
10% fuerza del finado.
Vivo en Rio Negro. Pero para llegar a donde vivo tengo que venir de Neuquen. Se llama La Perlas, pertenece al egido cipoleño. HAce diez años se cruzaba en balsa hasta acá. La Forestadora del Limay SRL hizo un puente con la plata de un juicio a Rio Negro en los años de la crisis 2001-2002.Hoy transportan frutas y áridos para la cantidad enorme de construcciónes de Neuquen Cipoletti. Neuquen hoy ya no tiene el sistema de salud de otras épocas: Sobisch gobernó 12 años siguiendo a Menem y Sapag no reconstruyó nada.En educacion,la matrícula privada que era muy reducida hace 20 años y mayoritariamente religiosa. Ahora se lleva practicamente el 25 a 30 %. del total de estudiantes. La deserción recien se detuvo con la AUH, y muchos no ingresan al secundario.Esto solo para empezar. Claro que Massacesi y Verani hicieron grandes negociados que Saiz no desarmó. Pero es una provincia con muchas potencialidades: con una administración prolija tiene que mejorar notablemente. Tiene una diferencia con la mayoría de las provincias: tiene tres regiones diferenciadas que son el Alto Valle, Bariloche y Viedma. Falta alguien que hilvane esas economías.
Hugo, estoy de acuerdo con lo que decís. Y también en que el tema clave es aunar en una sola identidad al Valle, a Bariloche y a la zona Atlántica. Rio Negro casi que no es una provincia, sino tres (o cuatro, contando la Línea Sur.) El problema con esto es que las regiones compiten entre sí por los recursos, llegando muchas veces a un empate muy difícil de romper.
Muy buen análisis Maria. Me parece que se torna necesario incorporar en AP este tipo de analisis, donde la explicación de los fenómenos provinciales sean explicados desde ese lugar y no a partir de la mirada porteñocéntrica. De ese modo podemos empezar a separarnos de las fórmulas ya gastadas de considerar a los políticos provinciales que gobiernan como pseudo señores feudales que, pese a tributar fidelidad al poder nacional de turno, representan valores conservadores y tiene sometidas a sus sociedades. Obviamente lo que digo es una generalización que admite cientos de peros y contraejemplos, pero el hartazgo de los cuentos sobre «Los Gioja», «Los Isfran», etc. se ha convertido ultimamente en un comodín que nos releva de pensar las razones que conducen a la consolidacion de ciertas hegemonías. Como bien se señala arriba, explicar Soria desde la SIDE Duhaldista o con las fotos con un jerarca nazi poco aportan a dilucidar la cuestión Soria. Mejor pensar en el enclave del Alto Valle, en las gobernaciones radicales, en el rol de los grandes medios provinciales, en como se reparten geograficamente las listas de legisladores, en como se articulan las alianzas, en que sectores se ven beneficiados, etc.
Quien esto escribe no lo hace desde una provincia, sino desde una esquina de villa crespo. Me parece que «el interior» ya no es lo que era. O nosotros ya no somos lo que eramos. Es hora de hablar de eso. Saludos