Hay varios modos de vivir la política. Y digo «vivir» y no «entender» porque me quiero referir en esta oportunidad a un tipo de relación con lo político que no se da a partir del pensamiento, sino que se fundamenta en ese tipo de disposición existencial profunda que Bourdieu llamó «habitus.»
Voy a postular, como base, que hay dos grandes habitus políticos. Hay una manera de vivir la política, que es la de la acción; y hay otra manera, que es la del juicio. Tomo este tema de Hannah Arendt, quien en sus últimos libros habló de dos modos de vivir la política: el del actor político y el del crítico político.
Mientras la primera manera tiene que ver con efectuar cambios en el mundo lanzándos a lae impredecible acción, el segundo, la segunda comprende a lo político como la actividad que tiene como objetivo la construcción de un sistema personal de referencias que permita juzgar adecuadamente cuáles actos políticos (de otros) son adecuados y cual inadecuados.
En esta última vía de acceso a lo político se produce una estetización de la política. Hannah Arendt lo dice explíticitamente en sus últimos escritos: la crítica política es un subtipo de juicio estético; el saber político de esta clase pertenece a la misma clase que el saber sobre pintura, música o literatura, y tiene que ver, sobre todo, con la capacidad de distinguir (estéticamente, o sea, intuitiva y no téticamente) entre lo bueno y lo malo, lo bello y lo feo.
Habermas también concuerda; por caso, para Habermas la actividad política que se lleva a cabo en la esfera pública es, antes que nada, la formación dialógica de juicios colectivos sobre lo que la acción política ha realizado. (En este sentido, resulta interesante que, en Habermas, la discusión sobre cuál es el fundamento y la esfera de la acción política propiamente dicha, como algo distinto del juicio, resulta marginal.)
Ahora bien, lo que me interesa en este breve escrito es complementar estas dos miradas, muy cercanas al pensamiento liberal de izquierda, con la mirada más estructural de Bourdieu.
Porque el problema de vivir la política como un juicio estético perpetuo es que, de esta manera, el político se transforma en connoisseur. Y un sistema organizado alrededor de la figura del connoisieur es un sistema basado en la creación de la diferencia.
Ya Bourdieu le propinó una crítica demoledora a las ideas liberales-románticas del gusto al demostrar que aquello que llamamos «gusto» no es otra cosa que un mecanismo para la creación simbólica de estratificación social, basado en la creación de una distancia entre una «cultural alta» y una «cultura baja.» La diferente capacidad de distinguir u operar esta distancia es la fuente de la inequitativa distribución del capital simbólico.
En este sistema, la capacidad de distinguir las marcas que diferencian (justamente) lo alto de lo bajo define al figura del connoisseur. El connoiseur es al mismo tiempo el sacerdote y el ícono del gusto. Un connoisieur es aquel que sabe qué libros leer, qué cine ver, en qué restaurantes comer. El connoisieur es aquel de quien se dice «tiene un gusto impecable.» Para el connoiseur, la vida es una perpetua elección, en la que queda comprometida toda su personalidad, su talento, y, lo más importante, la percepción de sí mismo. Ser un connoisieur es, antes que nada, ser una personalidad, alguien que tiene las competencias y la formación estética necesarias para evitar un «faux pas» en aquellos consumos que definen a una personalidad «interesante.» (Todo connoiseur es, no olvidarlo, un diletante.)
Existe también, a no dudarlo, un connoisseurismo político. Una visión estetizante para la cual la política es, también, un sistema del gusto estruturado en base a la perpetua creación de diferencias y en donde la acción política se vive, no cómo acción efectiva sobre lo real, sino como expresión de una personalidad.
Para este habitus, lo más importante de una opción política no es su eficacia sino lo que ella refleja sobre la personalidad de quien la la realiza. La política entendida como juicio estético se vuelve así completamente reflexiva: así como el cinéfilo que ve cine iraní lo hace porque esto lo hace sentir bien con sí mismo y con su capacidad de evitar el cine masivo de mala calidad, el connoisseur político decide su voto o su militancia para sentir que su juicio político es de una calidad superior al de los demás.
Por supuesto, un habitus político de este tipo precluye, casi por definición, la pertenencia a un proyecto político de mayorías; la opción mayoritaria no puede ser nunca la opción del connoiseur, quien encuentra solaz y autoafirmación en la diferencia. Sin embargo, no hay que dejar de ver este habitus como una estrategia de posicionamiento eficaz en mercados hipercompetitivos: es decir,como una búsqueda del nicho.
En arte o en política, la búsqueda obsesiva de la diferencia es la búsqueda del nicho, ya sea en la música, el café, o la política. El connoiseurismo político opera como esas tienditas de diseño de Palermo Soho, (o los cafecitos que te venden molido de Africa, Egipto y las Islas Seychelles, o esos restaurants «a puerta cerradas», exclusivos por recomendación.
Sin embargo, hay que preguntarse si, en política, es factible olvidar que lo que importa no es tanto lo que el juicio político dice de quien lo realiza, sino cuál que su productividad sobre el mundo.
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Con Mussolini, los trenes llegaban a tiempo, y eso era lo importante
¿Eh? ¿La eficacia política es sòlo de derecha? Estamos todos al horno si es así.
Bueno, ah’i ten’es un caso invertido. El fascismo hace un uso pol’itico de la est’etica. Sobredetermina el gusto art’istico al gusto pict’orico, arquitect’onico, literario.
Muy bueno MEC.
Igual quedaría preguntarse si la política del connoiseur no construye desde el nicho aquello que mañana será «mainstream».
Concuerdo que la política tiene que ver con transformar al mundo. O que la acción política tiene que ver con eso. Pero, ¿hacia adonde?
Esos «hacia adonde» me parece que se construyen en espacios de nicho antes de volverse parte de lo masivo.
Pienso en FORJA, pienso en la UCeDé de los 80, pienso en el origen de la AUH…
No estoy diciendo que el connoiseur devendrá líder de masas, digo que sus ideas pueden terminar siéndo masivas, y que sin estos connoiseur tal vez la política perdería capacidad de transformación; como Hollywood seguirá produciendo «tanques» que vendan millones de entradas pero encontrará la novedad en películas que vieron 5 personas (cuyo director terminará o no dirigiendo Rambo XI).
No la veo, che. La UCEDE siempre quiso tener eficacia polìtica. Lo hacía tras bambalinas, pero Alsogaray fue ministro de economía en la década del sesenta.
La UCeDé cuando Meriyuli, Adelina y Albamonte (cuando ya Neustadt nos había intentado quemar el cerebro) si quería tener eficacia política, el Capitán Ingeniero no se… me parece que lo suyo (después de ser Ministro de Economía) fue siempre más «testimonial». De todas maneras es pelearse con el ejemplo y no con la idea (lo que no significa que mi idea se sostenga).
Sí, tenés razón. El tema es si esas opciones minoritarias producen ideas nuevas o sólo se busca la diferencia por la diferencia misma.
Que lindo, que claro. Pero guarda con el presunto connoiseur de la praxis, que construye su diferencia como nicho dentro del nicho, contando una y otra vez su última expedición a los indios ranqueles. Está disputando sentidos en el mismo campo, desde la parrillita de enfrente.
(no es tu caso, por supuesto, pero cada vez me cruzo más de estos y quería decirlo)
Y otra variante: el connnoisseur de la militancia, para quien el hecho de meterse en «la experiencia militante de base» (visitar unidad básica, ir a marcha, participar de asamblea, hacer paro, prender la hornalla de una olla popular, etc) es una expedición a los ranqueles convertida en campaña iluminista para «bajar los dones al pueblo». O sea, un connoisseur con pretensiones de divulgador. Cito de memoria al referente de una agrupación de juventud en una entrevista televisiva hará un mes: «decidimos estratégicamente que para efectuar los cambios que queríamos había que meterse y ocupar posiciones en el partido». Los recibieron, seguramente, con bombos y platillos y pancartas que decían «los estábamos esperando, gracias por venir»…
Avalo, y la clave aquí es la palabra «presunto».
Brillante. Un placer de lectura (ups! je). Gracias!
Pero un proyecto político que incluya a las mayorías sólo puede ser pensado desde las diferencias que incluirá para aspirar, precisamente, a convertirse en una mayoría (in progress, se podría decir). No encuentro muy acertado el análogo entre el connoisseur político y el cinéfilo (o el cafetero), quizás es sólo un modo de denostar a alguien (en ese caso, mejor nombrarlo). Yo no le daría un carácter de trascendencia al concepto de habitus, creo que es más bien algo inmanente a las prácticas sociales.
Uy. Telèfono para unos cuantos que conozco.
María lo que define la estética es una idenidad, quien la observa, el connoisseur, no es malo a priori, de hecho dentro del espectro de las carreras de Ciencia política la del «analista político» ocupa un amplio espectro. Ud sabe de eso, el tipo vive de eso, como un curador, un catador,etc.
Para no catalogar su post de mala leche, creo que lo que sería mas positivo sería analizar la utilidad de esta practica política ya saldita de los ámbitos académicos. Y de vuelta encuentro que un hipercrítico político a priori no es una inutilidad total, seguro que no es masivo pero es funcional incluso a los movimientos populares.
Su ubicación es la del segundo, no está en la hegemonía, sino es el chueco Mazzón, con buen olfato, es el Manzano que ve debajo del agua, sin duda no es la estrella pero la estrella basa su juicio político en este tipo de personajes que son auxiliares a la política.
¿Qué significa «ya saldita»? No sé quién es el chueco Mazzón, así que no me dice nada el ejemplo. Voy a averiguar.
Charly, toda identidad se define por oposociones que constituyen un sistema de referencias. Pero lo que está en cuestión aquí, me parece, es que el connoiseur estructura su campo con arreglo exclusivo a una exterioridad, como elemento fundante de su especificidad. El resultado es un campo que toma la forma de un sistema cerrado, porque los flujos pueden desestructurar ese sistema de referencias que le da carnadura identitaria.
Por todo eso me resulta extraña la referencia al chueco Mazzón o a Manzano. Por definición, su campo, el de la rosca, es abierto. Su su objetivo es articular habitus diferenciados en un campo mayor. Y las reglas del juego al interior del campo en que se mueven están estrictamente determinadas por sus efectos, por su productividad en el mundo.
Me gustó el comment.
Errata: «el connoiseur estructura su campo con arreglo exclusivo a una exterioridad a la práctica política concreta»
Muy bueno María. Agregaría una cosa; en política, el connoiseur, por más que defina sus preferencias con criterios estéticos, creo que siempre presentará esas preferencias como éticas. De ese modo hace más complicada la crítica a su posición. Cuando decís «la opción mayoritaria no puede ser nunca la opción del connoiseur, quien encuentra solaz y autoafirmación en la diferencia. » El dirá «no puedo elegir una opción mayoritaria si eso implica transar con el sistema».
Lo menciono nada más que porque creo que es la defensa clave de ese tipo de posiciones.
Si, pero justamente esto es la estetización de la moral, o la moralización de la estética.
No hay moral en política salvo la consecuencialista, o sea, juzgar a las acciones por sus consecuencias.
María:
Para vos entonces «el fin justifica los medios». Para vos la esfera de la política es el de las acciones instrumentales que, en cuanto tales deben ser juzgadas no en sí mismas, sino con base en el mayor apego para el logro de las metas. Estás entonces con la descripción de Maquiavelo, quien en sus «Discursos» escribe que «Cuando hay que resolver acerca de la salvación de la patria, no cabe detenerse en consideraciones de justicia o de injusticia, de humanidad o de crueldad, de gloria o de ignominia. Ante todo y sobre todo, lo indispensable es salvar su independencia y su libertad»
Y si es así, ¿quién es el llamado a juzgar, en su caso, que la patria está en peligro? ¿Un connoisseur? Y si es así ¿Hitler, Stalin, Mussolini, Mao, Fidel,Perón, Menem, revistieron esa condición?
Si en los tiempos en que vivimos, especialmente en nuestra sociedad,desvinculamos la acción política de la moral, y nos sentamos a esperar los resultados,no resultará ya demasiado tarde.
(resultado del fin)-(costo del medio)==justificacion.
A fines practicos de la charla, citar a Maquiavelo como lo hiciste es lo mismo que citar a Hitler. Que, oh! casualidad, tambien hiciste.
http://es.wikipedia.org/wiki/Ley_de_Godwin
Si para el amigo Godwin, cuando se cita a Hitler:
«La idea subyacente es el mal gusto de comparar trivialidades con genocidios, etc.», el tema de la moralidad en las acciones políticas vendría a ser una trivialidad, creo que ha dado en el blanco: para el kirchnerismo la moralidad en política es algo intrascendente, lo importante es que algunos tengan algo para comer al final de la acción política, no importa que algunos otros menos tenga un poquito más.
Sigo agradeciendo los aportes sinceros al debate.-
¿Tiene algo de justificación este post o sólo soy yo, malintencionado? ¿Hay algo de culpa subrepticia en este tipo de explicaciones y diferenciaciones claras?
Todo pensar es pensamiento de alguien. Ya la identidad arrastra una culpá (soy yo, esto me pasa). Si partimos de ahí, no salimos nunca. Me interesa resaltar que el diletante de la política vive la política como representación. Y, como con cualquier cosa a su paso: representación de sí mismo. Cané lo dice abiertamente. Si el «sí mismo» es lo único digno de ser representado, lo que está afuera es indigno. Retomando lo que dice Sergio, en términos éticos: si en mí está la moral, fuera de mí instalo la inmoralidad.
Vos decís por Perón-Perón y el neomenemismo de Audi, Champagne y unidad básica? puede ser no? Palermo se transformó en el lugar del deseo del snob de la militancia; Peronistas de Belgrano R.
(sobre el topic del título) Que algunos «militantes»(?) dejen ya de poner sus barcitos en Palermo Hollywood que en cualquier momento lo renombran como «Palermo K» … y no queda muy «popu» eso de manejar los negocios del barrio más cheto y cool de la capital.
El ministro marplatense compró uno de los bares más chetos de su ciudad natal. Pero bueno, al lado de un five star luxury hotel no es nada.
No comparto tu lectura de Arendt. La estetización de la política no es, según ella, una práctica para quienes prefieren opinar sobre política que practicarla. Por el contrario, Arendt sostiene que el juicio estético es la práctica política propia del mundo moderno, donde los juicios categóricos, es decir, aquellos vinculados al conocimiento, son incapaces de restituir una autoridad legítima.
Sí, estamos de acuerdo. Sin embargo, para mí esto conduce efectivamente a una estetización de la política. Claro está, esto no lo dice Arendt. No es casual, entiendo, que desde el interés de Arendt por el actor político en La Condición Humana ella se haya interesado cada vez en la perspectiva del crítico, hasta terminar reivindicando el lugar del crítico cultural en la política en LA Vida del Espíritu y las Conferencias sobre la Filosofía Política de Kant. En ellos, varias veces retoma la metáfora de la política como una obra de teatro que sólo completa su sentido en la mente del espectador.
No es que el juicio sea poco importante; sin embargo, queda el problema de quién, y con qué fundamento, realiza la acción, cuyos efectos serán luego juzgados. La política parece transformarse en una acción ciega.
Efectivamente es un problema. Pero creo que hay que darle más crédito a Arendt en haber ensayado una respuesta. Pienso que la estetización de la política no implica que el actor político hace cualquier cosa, y después un crítico dice si le gusta o no. Digamos que toda obra de arte anticipa el gusto de los demás y trata de generar un acuerdo, y esa anticipación, vinculada a un sentido común intersubjetivo, es lo que a Arendt le interesa recuperar como «fundamento» de la acción política. Entonces, creo que el interés por «el crítico» de la política no implica un desinterés por «el actor», ya que para Arendt actuar políticamente es siempre actuar para otros que juzgarán la acción (diría que en este punto no hay cambios de La condición humana en adelante).
María, esa división entre práctica y teoría no se sostiene mucho. Las figuras que dibujás ahí son criaturas formadas por tu imaginación. El mundo real está conformado por otra materia en el que la práctica se hace imposible sin la reflexión, en todo caso sucede así con la práctica por la que puede pasar la conciencia previamente.
Ah! Me olvidaba: Si alguien se va a incorporar contento a un proyecto de masas, a vivir igual que las masas, sino es una falta de respeto con el ser humano, que para colmo tiene conciencia de lo que hace. De lo contrario que se haga cargo de su condición social y que viva acorde a la misma. Ya seas kiosquero, investigador del CONICET, o militante de un partido que no putea contra lo que uno disfruta diariamente. Si no se arranca asumiendo la conciencia sobre la que uno está sentado, difícil que de esa cabeza puedan salir ideas brillantes.
Saludos
depende que entiendas por incorporarse Diego.
yo siendo de clase media puedo apoyar un gobierno populista como este que NO busca eliminar a la clase media (ni a la alta), al contrario se apoya en ella para alimentar el consumo
lo que seria absurdo es que apoye, anhele o «luche» por la revolucion cubana.
Me parece bien tu posición, Pepe.
Éste gobierno de Cristina, a mi modo de ver, tiene sus mayores problemas en otros aspectos que no tienen que ver con contradicciones entre teoría y práctica de sus militantes. En el sindicalismo que apoya se encuentra lo que ya sabemos que se encuentra… Entiendo que sea una alianza táctica con un grupo que en todo caso hace a las entrañas del peronismo. Eso no quita que la democratización de esta parte del cuerpo no quede automáticamente en agenda una vez que los muchachos se sentaron en la mesa.
Saludos
ma que alianza táctica.
Al menos como yo lo entiendo, no se plantea una fractura entre teorización y práctica, sino la existencia de dos habitus diferenciados, uno de los cuales se define a partir del rechazo a operar sobre lo real. No es lógicamente razonable derivar de allí que el habitus restante abjure de la teoría.
Guido, es certera tu observación.
Lo que queda sin plantear en ese esquema de habitus es cómo se desarrolla la teoría y esta «transformada» en discurso cuando se hace política. A ese tema el post prefiere esquivarlo. Justamente a ese producto con el que se marcan las diferencias dentro de cualquier organización. Los lugares de sujeto para con el discurso es todo dentro de cualquier organización, empezando por la familia. El discurso naturaliza cuestiones que no lo son tales, esto sucede siempre que hablemos de relaciones humanas. Pero al post le inquieta la subjetividad de aquellos outsiders que teorizan tomando un cafecito en la mesa de un bar. ¿Quién piensa sin estos? ¿Cómo serían las nuevas formas del pensar?
Todo esto gira en torno a una idea ilusoria, porque militante o no para poder reflexionar sabemos que se necesitan ciertas condiciones materiales: tiempo libre, condiciones de comodidad para el cuerpo y saber que en casa habrá comida cuando lleguemos.
No es que se abjure de la teoría pero en el texto del post hay un «como sí» en donde todas las escenas en que aparece citada el saber teórico es adjetivado con un baldazo de agua fría.
¿Cómo evitar la estigmatización? ¿Adhiriendo al supuesto movimiento de masas? ¿así se tendría más injerencia sobre el «mundo real» que publicando un artículo crítico sobre la actualidad política en un diario o en una revista? Para publicar un artículo, vuelvo a repetir, se precisan determinadas condiciones materiales empezando por el tiempo.
Excelente post de MEC.- Al leerlo no pude dejar de pensar en Tomás Abraham, en Tenembaum, en Lanata, Jorge Asís y en muchos conocidos que tengo, generalmente muy intelectuales y -algunos- muy de «izquierda».- Todos obviamente maravillados al escucharse a sí mismos elucubrar discursos «inteligentes» ridiculizando a los K mediante ironías de todo tipo.- Desde las alturas de un imaginario pedestal en el que se autocolocan dictan cátedra sobre los acontecimientos políticos diarios, la manifiesta incapacidad de los gobernantes y sus contínuas claudicaciones.- Ellos sí que se sienten «conoisseurs» integrantes de la exclusiva casta de los que saben todo y deciden explicártelo en una charla de café o a los postres de un asado.- El problema les aparece cuando les decís «Está bien.- Si en octubre no votás por Cristina, entonces a quién? Saludos.-
Se olvidó de Caparrós, capitán!
Muy cierto, yo mismo quise ser un connoseuir en el poco tiempo diario que dedico a la politica.
Ahora creo que prefiero defender mis intereses directamente y convencer a mis ocasionales adversarios de que o bien mis intereses son los de ellos, o bien que hay «externalidades» positivas para las mayorias en mis ideas.
Me gusto el tono del texto.
Me pregunto: y el juicio sobre los que juzgan a los críticos? ¿no hay una pretención de saber sobre el connoisseur político? ¿no sería un connoisseur del connoisseur?
Digo, sólo para seguir jugando.
Buenísimo, María.
suscribo 100%. un constitucionalista a la derecha!! o bue el te diria que es de izquierda…
Estaba tentado de decir que sin crítica no sé si es posible la acción política. Lo iba a decir para reivindicar al sibarita y porque me pareció la forma más fácil de defender a este personaje, a mí, en realidad. Pero me detuve cuando observé que los actos políticos -por ponerles un nombre- no suelen surgir de la reflexión. O tal vez surgen sólo de la autoconciencia, del momento en que percibimos que nuestros intereses, nuestras tripas o nuestros sueños están siendo afectados, lo cual es la forma más berreta de la reflexión. Para mí que es por eso que sigo enroscado a la idea pre moderna de que la política es un arte.
maría, pero precisamente este artículo no sería un ejemplo de estética pura?
saludos