Bajo distintos gobiernos, los periodistas argentinos han sido víctimas de toda clase de abusos. Han padecido insultos, amenazas, arrestos, palizas, condenas, secuestros, torturas y asesinatos. Por eso, muchos se sintieron reivindicados, el lunes último, cuando el corresponsal del matutino La Nación en la Casa de Gobierno, Mariano Obarrio, la emprendió a gritos contra el ministro del Interior Florencio Randazzo. El funcionario público sólo atinó a pedir respeto, mientras el nuevo ídolo de la prensa libre seguía a los alaridos. Randazzo había anunciado el escrutinio definitivo de las elecciones primarias del 14 de agosto, en las que la presidente CFK incrementó su ventaja del escrutinio provisorio sobre las distintas minorías, al alcanzar el 50,24 por ciento de los votos afirmativos válidamente emitidos, como indica la Constitución Nacional. Sin embargo, esta información quedó relegada a un título menor en la tapa de Clarín “Acusan a Clarín y La Nación de atacar a la democracia” y, más pequeño “Cristina amplió su diferencia”, y no apareció en la de La Nación “Duro ataque de Randazzo a la prensa y a la oposición”. La invisibilización del único dato relevante, desplazado por un episodio menor en el que los propios diarios son actores, va en la misma línea informativa que el ministro objetó en su conferencia de prensa. La transmisión en cadena de ambos diarios es cada vez más frecuente. En los 31 días del mes de agosto, coincidieron trece veces en el tema principal; en otros diez días el título principal de un diario fue el secundario del otro. Sólo en ocho días no hubo coincidencia alguna.
La reivindicación Leer más