Siguiendo el razonamiento que hemos expresado aquí a princípios de agosto en Cristina ya ganó. Cristina ya perdió, podemos afirmar ahora, aunque muchas afamadas voces hablan de un sorpresivo triunfo arrollador del oficialismo, que ese resultado no es sorpresivo y que Cristina no ganó su reelección, cosa que hará en octubre, sino que ganó la “palabra”. La palabra pública, la que se le negaba con el cerco mediático impuesto desde el famoso y ahora “paleolítico” conflicto agrocerealero de 2008. Ella pedía la palabra y recién el pasado domingo se la otorgó el pueblo con un contundente 50% de los votos. ¿Cómo es esto? Veamos. Hace unos días, decíamos aquí:
“Antes incluso de que comiencen las campañas proselitistas para las elecciones primarias, tanto los medios hegemónicos como muchas figuras de la oposición ya intentaban instalar en la opinión pública el hecho de que los resultados de las últimas elecciones provinciales indican que en octubre habría segunda vuelta, y que por lo tanto el kirchnerismo había llegado a su fin. Esto parece una reacción a la instalación que habría hecho el oficialismo nacional del paradigma de que este año “Cristina ya ganó”. Ante este contrapunto es hora de sopesar los argumentos y contrastarlos con los hechos, o mejor dicho con los números, que son la única fuente de verosimilitud de ellos. En esa elección Cristina Fernández obtuvo el 45% de los votos, y la siguieron Elisa Carrió con el 23%; Roberto Lavagna con el 17%, y Alberto Rodríguez Saá con casi el 8%. El panorama político de ese entonces mostraba que Carrió gozaba una imagen excelente comparada con la actual, y se presentaba además aliada con el socialismo de Binner, con quien hoy compite por los mismos votos. El radicalismo, debido a su debilidad, tuvo que llevar un candidato peronista como Lavagna para mejorar sus guarismos. Actualmente, vemos que los candidatos que se repiten son la misma Cristina, Lilita Carrió, que según todas las encuestas (las creíbles y las increíbles) está más cerca de colocar una coma entre los números de la cifra que logró en 2007 que de repetirla, y Rodriguez Saá, quien debe esforzarse para repetir aquel guarismo. Los nuevos contrincantes con posibilidades son Duhalde y Alfonsín, que, según las mismas encuestas, compiten por el segundo puesto con alrededor del 15%, cinco puntos más que los que siguen en el pelotón de cola. La dispersión de los opositores deja casi un 50% de votos a merced de la habilidad de la presidenta para conquistarlos. Las elecciones primarias serán una encuesta electoral sin margen de error, irrefutables. Allí se develará si estas especulaciones tienen algún asidero, y de su resultado surgirán dos posibles carreras. La principal es la carrera de CFK por alcanzar el 45%, o el 40% y superar al segundo por un 10%, que la reelija automáticamente en su cargo (si es que no los alcanza ya en agosto); y la segunda (y quizás la menos probable), la carrera entre quienes secunden a la presidenta, cuyo objetivo será robarse mutuamente votos para lograr ser quien compita en una segunda vuelta (si no se da el fatídico, para ellos, 45% de CFK). También puede darse el caso de que haya un acuerdo entre algunos partidos para “cederse” votantes para intentar que uno de sus candidatos arree los votantes de los otros y así forzar una segunda vuelta. De no darse ninguno de estos últimos escenarios, la presidenta podrá hacer la plancha hasta octubre e invertir más tiempo en gobernar y organizar su segundo mandato que en encharcarse en la lucha preelectoral, disfrutando del clima que llamamos «Cristina ya ganó». Contra eso, tanto los medios hegemónicos opositores como la oposición en sí, tratan desde hace unos días de imponer su propio clima preelectoral, que podríamos llamar “Cristina ya perdió», basándose en los resultados electorales de hace un par de meses, principalmente los de Capital Federal y Santa Fe.”
Como vemos, ese 45% fatídico para la oposición no sólo estaba al alcance de la mano de Cristina Fernández sino que fue superado, y la presidenta puede dedicarse ahora mucho más a gobernar que a estar atenta a las peripecias y menudencias de la campaña. Probablemente, veamos más estocadas de sus escuderos más relevantes (Anibal Fernández, Florencio Randazzo, Héctor Timerman y Amado Boudou) en los posibles debates mediáticos que se den rumbo al horizonte de octubre que intervenciones directas de ella. El ajedrez político y sus reglas están de su lado. Quizás algunos anuncios de gestión puedan atraer más confiabilidad y votos hacia el remolino cristinista que se evidencia desde ahora, aunque no es de esperarse un aumento muy grande en los guarismos presidenciales. La oposición se comportó casi igual que como habíamos arriesgado, y como la dimensión del triunfo dependía de la “muñeca” de la presidenta para quedarse con ese 50% a su disposición, ellos se quedaron pedaleando en el aire y compartiendo una derrota aplastante. Y Carrió cumplió bastante bien con nuestras espectativas, colocó efectivamente una coma entre los números de su elección de 2007, e incluso fue vencida por los votos en blanco.
Se aprecia bien ahora, con los crudos resultados en la mano, que el intento de los medios hegemónicos de grabar en el imaginario colectivo nacional que ya había comenzado la decadencia del kirchnerismo (haciendo pié en los resultados de los escrutimios desfavorables para el oficialismo y no en los favorables), o ha fracasado o no influyó suficientemente en la decisión final del pueblo soberano. Si se toman los resultados nacionales de 2009, donde el kirchnerismo ganó las elecciones por muy pocos votos (aunque perdió en Buenos Aires), es evidente la gran remontada del oficialismo, y esto se puede explicar, como decíamos a princípios de mes, «por la evidente rehabilitación de la imagen de Cristina y la valoración de su acción de gobierno». Y entonces afirmábamos que «En definitiva, la situación electoral del oficialismo nacional de hoy no difiere mucho de la de 2007, al menos tampoco en Santa Fe, por lo que la oposición debería trabajar más sobre las propuestas que ofrece al electorado que blandir los resultados circunstanciales que se dieron hasta ahora». Tan era así que también decíamos sobre Santa Fe que “el techo para los votos de CFK en esa provincia podría muy bien ser el 38,14% de los votos logrados por la lista de legisladores provinciales encabezada por María Eugenia Bielsa” y finalmente CFK casi alcanzó ese techo con su 37,87% final. Ahora se abre un interesante desafío para los analistas políticos profesionales y amateurs, el que señalábamos entonces: «El escenario de «Cristina ya ganó» que preanuncian todas las encuestas no parece hasta ahora desaparecer del horizonte de octubre, por lo que lo que el interés debería centrarse más en la cantidad de diputados que cada partido pueda sumar al congreso desde diciembre”.
Muchos decíamos, casi contra la corriente mayoritaria tanto mediática como política partidaria, que no veíamos «razones objetivas por las cuales Cristina Fernández no pueda repetir el resultado de 2007, y sí veo razones subjetivas por las que pueda mejorarlo» (en nuestro caso aquí), basados principalmente en que si observábamos al espectro opositor, no se apreciaba que «las opciones opositoras ofrezcan (a la porción del electorado no partidaria) mejores alternativas que la oficial para gobernar el país, sobre todo en estos tiempos particulares en el mundo y con un crecimiento de todos los índices positivos de Argentina». Incluso aquí arriesgábamos el viernes anterior al comicio un 48,8% para Cristina mientras muchos “expertos mediáticos” ponían en duda que llegara al 40%.
Ante los resultados ampliamente favorables a CFK, la probable reacción del conglomerado económico-mediático-político no opositor sino directmente antiK es el su vuelco «a favor de quien salga segundo, ninguneando a los demás opositores que le hagan sombra, y tratando de limar cualquier resquicio de cristinismo que sobresalga para restarle votos por derecha y por izquierda» como decíamos aquí. Aunque, como dicen los fríos números, esa operación de sumar votos antiK hacia uno de los segundos es prácticamente imposible, políticamente impracticable, y luego de unos primeros días de sorpresa, aturdimiento y deliberaciones nerviosas algo intentarán para socabar ese enorme apoyo, aunque sean un puñado de puntos e intentaran inflar algún opositor, pero nunca se sabe de dónde pueden venir los tiros…
Ahora bien, ¿por qué un humilde bloguero (aunque no era el único, por supuesto) con modestos recursos técnicos y económicos pudo llegar a la conclusión expresada en el artículo referido más arriba y hecho los comentarios referidos al tema en otros artículos ajenos, adelantando acertadamente los resultados de estas elecciones generales dentro de un estrecho margen de error, similar al proclamado por las encuestadoras, y todo contra la corriente y el “sentido común” socio-político previo a las mismas? ¿Por qué los mas famosos y renombrados comentaristas y editorialistas de los medios hegemónicos opositores (y algunos con simpatías por el gobierno), además de todos los políticos opositores, la gente de a pié, y periodistas a granel saturaban nuestros oídos y ojos con el advenimiento del fin del kirchnerismo, la debacle cristinista y la llegada del límpido horizonte del llamado grupo A? Para estas preguntas hay al menos dos respuestas posibles. La más simple (y vanamente codiciada por este Basurero) es atribuir este pronóstico acertado a la lucidez, profundo conocimiento, desprejuiciado análisis e inspiración divina de quien lo realizó… La más compleja, pero ahora clara como el agua y lógica con el diario del lunes, es que una enorme parte de la sociedad mediatizada vivía en un microclima (macroclima, mejor dicho) de fin de época de un gobierno autoritario, falto de escrúpulos, mentiroso, con una aceptación minoritaria y un rechazo mayoritario de la población, la que a su vez estaba ansiosa de la aparición de una oposición que arrojara al kirchnerismo (no peronismo) a la vera del camino de la historia política argentina. Pero no sólo el pueblo estuvo atrapado por este microclima “contrera” (aunque la mitad de él no se sentía incluído en esa oposición casi salvaje, pero aun así la creía mayoritaria), sino que probablemente también muchos de los políticos opositores (y algunos ex oficialistas) y sus asesores, muchos periodistas del conglomerado de medios opositores (y algunos no opositores también) quedaron presos de la telaraña antikirchnerista hegemónica. Incluso, muchos ni notaron los indicios certeros, evidentes de que ese microclima no era lo que se respiraba en la calle. Los festejos del bicentenario, los índices económicos y de consumo de cualquier producto, y el hormiguero de gente de todo tipo en el velatorio de Néstor Kirchner no fueron suficientes para que lo vean, el prejuicio nublaba sus ojos. No era lo mismo la temperatura real y la “sensación térmica” que inventaban los medios, pero las anteojeras “opositoras a todo” filtraban demasiado, y este domingo de agosto amanecieron sorprendidos por la contundencia de la realidad política nacional. Los fenómenos sociales no son previsibles como los fenómenos físicos, pero sí dentro de unos límites probabilísticos determinados. No es tema de magos ni de científicos locos sino de analistas lo suficientemente desprejuiciados como para intentar buscar la verdad sabiendo que es imposible alcanzarla sino aproximadamente. Queda para más adelante el análisis sobre el significado de estos resultados, cuando los papelitos de los festejos de muchos y los nubarrones de la bronca y la desesperanza del duelo de muchos se dispersen. Y, finalmente, podemos arriesgar que el secreto de los pronósticos acertados, tanto de los encuestadores y analistas (profesionales y amateurs) que acertaron, entre los que se encuentra este humilde servidor público, es tan eficaz como antiguo, y mucho menos desconocido que realmente utilizado, como decíamos aquí: «No se trata de adivinar ni de proyectar deseos personales, es sólo un ejercicio de lógica… más una cucharita de subjetividad.»
Retomando el párrafo inicial, este humilde bloguero se atreve a reafirmar que, como hemos visto, el triunfo arrollador del gobierno no es sorpresivo (y este Basurero no es un genio de los pronósticos) y que Cristina no ganó su reelección, sino la “palabra”. De ahora en más, lo que ella diga y haga no podrá ser ocultado, negado, ridiculizado, banalizado ni tergiversado por nadie, sin ponerse al descubierto crudamente y ser penalizado por casi todo el pueblo con la desconfianza, la reprobación popular o, peor aún, que quien lo haga sea simplemente ignorado. Los límites los puso la sociedad. Esa misma sociedad, la parte que festeja y la que se mantiene silenciosa, marcó la cancha en la que debe jugar tanto el gobierno como las oposiciones políticas, mediáticas y corporativas. A partir de este 14 de agosto una cosa quedó muy clara: la agenda pública será fijada, de ahora en más, (aunque no sin resistencia) como nunca antes por la titular del 50% de los votos reales del pueblo.
esta bueno y acertado.