El diario de la gripe – «El amor era esto»

Hete aquí, divino mortal gracioso, que después de soñar y actuar soñando de tantos paraísos, de poesías subjetivo-objetivizadas, de muertes personales, después de tanto intentarlos, aún no crees que estás desalienado.

R.F.

Murieeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeendez. Y la concha de tu hermana. Y la puta que te parió. Porque con un latigazo no alcanza. La maravillosa fiesta que me había prometido Muriendez era la presentación de un libro firmado por no se cuantos autores en el nuevo tugurio under de la noche porteña.  Le pusimos ZAS por Miguel Mateos, me dijo un chico en la puerta mientras pretendía cobrarme 15 pesos que supuestamente me daban derecho a todo. Derecho a escupirte me da, le dije. El chico se rió y me dijo, que mala onda, vos siempre sos así. Entonces cuales son mis derechos, le pregunté. A la feria de libros, a las lecturas. Silencio. Hoy leen 5 poetas entre ellos uno que encontramos en la calle, porque apostamos a la marginalidad como nueva manera de sacudir la literatura argentina, porque creemos firmemente en la abolición de todo tipo de clase social. Los chicos cada vez vienen más piolas. Te abolirías a vos mismo, le pregunté. Esos cruces de miradas con los venados muertos. Voy a entrar igual y no te voy a pagar, le dije. Esos cruces de miradas con los visitantes del Once. Entonces comenzó a emitir sonidos, sonidos que no registre porque antes de empezar la pelea, la mano fría y delgada de Muriendez me arrebato el placer de vincularme con el dolor. Me tomó del brazo, me arrastró hacía las entrañas de este prostíbulo sin putas y murmuró con su voz de asmático: viene conmigo. Flash-back y las pupilas contraídas del cobrador. Flash-Foward y pasa esto. Nuestro primer abrazo con Muriendez. Ya está todo bien, me dice, ya esta todo bien. Soltame, le dije, qué haces. Muriendez me soltó de inmediato, pero al mismo tiempo tan lento, tan lento. Pensé que estabas mal, me dijo. Estoy bien Muriendez, aparte nos conocemos hace muy poco. Muriendez me miró y note ese brillo estático congelado y comprendí que siempre indefectiblemente voy a terminar diciendo algo vinculado al dolor.

La poesía es un animal con reglas propias, un bicho canasto, un felino en la noche, un pájaro en la oscuridad. Hola nena, me dice. Lo miro. Los anteojos marco cuadrado ya no marcan la pertenencia de clase. Es algo que deben saber. Hola nena, yo organizo esto. Acodado contra la barra de pino revestida en pintura, tuerce la cadera, acomoda el codo sobre la barra humedecida por el calor y en su lenguaje, dice, apurar una cerveza. Estamos cambiando la cosas. Tose. Disculpame es que estoy a full, pero a mi la enfermedad no me para. Vuelve a toser. La enfermedad tiene procesos selectivos extraños. El más letal de todos es enfermar con cierta constancia a ciertos individuos pero fulminar fatalmente a otros. La vida. Muriendez se fue al baño con serias intensiones de pegar coca coca coca coca sarli. Yo, sola en el moridero de moda, hago lo que puedo. Miro un punto fijo en el horizonte y pienso en la belleza. Vos escribís, que haces. Esas preguntas duelen. No hablas, me pregunta, estas sola. Estoy conmigo misma. Lo miro. No sostiene. No puede sostener. Inevitable, como la caída de la noche en enero.

Muriendez sale del baño expulsado. Tambalea un poco a mitad de camino. Muriendez, vení acá. Enfoca en mi, viene. No me dejes sola Muriendez, no me dejes sola. En los nervios, en la desidia me lastime las manos, cosa que sigo haciendo, costumbre horrenda partirse las uñas, no comerlas, partirlas una contra otra.  Se te saltó el esmalte, me dice Muriendez. Pongo las manos sobre la barra. Que desastre. Muriendez pide cerveza de litro, esta cambiando y no es la sarli. Es en serio lo que me dijiste, me pregunta. No puedo mirarlo, porque estoy buscando el esmalte en mi bolso. Comienzo a sacar cosas, la primera una botella de agua mineral. En serio qué Muriendez, en serio qué. Si en serio que nos conocemos hace poco, si es en serio. Del fondo del bolso sale una novela de Corin Tellado, «Tuviste que ser mia». Dos días Muriendez, hace dos días que nos conocemos. Se acerca a mi, lo sé porque nuevamente me toca con el filo de su rodilla, pero sigo sin mirarlo, solo el fondo negro de cuero, contenedor de las cosas inauditas. De la nada salen unas llaves que no son mías. Las observo, son el pasado, que se enfila junto a la novela rosa y la salud de mi cuerpo. Yo siento que te conozco desde siempre. Siento el aliento que para mi asombro no es de cerveza, no es de menta, no es ni siquiera humano, es solo una ráfaga tibia de los restos de un dependiente asmático. Un disco de Virus, de mi bolso sale un disco de Virus. Mira Muriendez, mira que lindo. Muriendez me aparta la mano. No me toques Muriendez, le digo, no me toques más. Muriendez insiste en tocarme la mano, yo insito en que Muriendez no me toque. No te quiero lastimar Muriendez, pero voy a hacerlo. Se aparta, me da la espalda, sigo buscando en mi bolso, siguen saliendo objetos, brotan cosas, todo es inútil, nada funciona, la billetera que no es billetera, el porta documentos masculino y negro, las monedas sueltas, las llaves verdaderas, ningún labial, un cepillo para el pelo, un número de teléfono en la esquina de una hoja de papel arrancada, mi cuaderno rivadavia, una birome, the clash de fondo, Muriendez a mi lado, la gente observando el desperdicio sobre la barra, yo buscando algo tan pequeño y al mismo tiempo tan fácil de encontrar, pero solo encuentro la negación y en el medio de todo eso solo consigo exponer los rastros de una vida privada, que hablan de una persona que vuelve en el colectivo sola, leyendo novelas rosas para no tener que lidiar con la vida, la vida, que si tuviera que describirla con un lugar común, seria gris, ni siquiera negra, porque el black out y el fundido a negro muchas veces es el sueño despues del amor, en cambio los tonos medios, albergan las pesadillas. Corte.

La vida por kiiiircchhhner, suena atronador, el grito de corazón, de fondo. Me ilusione, por un momento me ilusione que era verdad, pero eso duró lo que tardó  en engendrarse la rabia en mi. Segundos. En la dictadura militarista del amor, la palabra performance será abolida, todos sus descendientes desterrados y todos sus productores desviscerados. Políticamente vivo en un estado de juventud eterna, como si los textos de Debord, leídos en circunstancias no educativas, fueran el proto-punk de mi vida. En términos racionales de suba de cuentas y pagos a fin de mes, vivo en las reglas del capitaismo, nunca conseguí ser hija del Estado. Entonces acá estamos, un tipo enfundando en un catsuit rojo, lanza la consigna. La gente, ¿la gente?, grita, ¿grita?, aplaude, ¿aplaude?, se emociona, ¿se emociona?.  Esta es por la ley de medioooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooos. Y salta, ¿salta?, desde la tarima hacía el público, ¿el público?, que ríe, ¿ríe?, festeja, ¿festeja? y finalmente pide más, ¿más?. Y eso es todo. Él alza las manos, dice gracias, gracias, gracias por venir, esta noche, recién empieza y estoy muy feliz, realmente muy contento de esta convocatoria tan numerosa, de la repercursión que estamos logrando, que es, bueno, porque todos ustedes vienen y nos apoyan, así que loco, nada, o sea, estoy, muy emocionado, esto lo hacemos entre todos, unos locos lindos, a pulmón – (ríe) – con mucho esfuerzo, a nosotros no nos banca nadie, solo ustedes y bueno, nada, estamos acá, haciendole el aguante a la poesía que nos gusta, bueno, estoy muy emocionado, ah! se me sale el corazón del pecho de verlos acá, haciendo de la cultura algo nuevo, loco, peleandole a la derecha, colectivamente, porque somos un grupo de trabajo, loco, somos un grupo de trabajo horizontal, un grupo en donde hay lugar para todos los que que, bueno, tengan algo para dar, o sea, acá, son todos bievenidos, loco en serio, gracias por venir, este es un día verdaderamente peronista, loco, pero nosotros hacemos otro peronismo, un peronismo, loco, más humano, más de nosotros, o sea loco, buen, nada, ya saben de lo que hablo, o sea, el peronismo es un sentimiento, loco, o sea, yo lo siento acá, -(golpe en el pecho)- que somos un colectivo popular, nada, por una acercamiento diferente con la cultura loco, un acercamiento más artesanal, más nada, o sea, bueno ya saben, más de nosotros, con las pequeñas editoriales y los jóvenes autores que hoy nos acompañan, loco, la mejor, o sea, nada, unos genios, unos tipazos y unas re minas, loco y bueno en fin, nada, loco, gracias por venir, ahora van a leer 4 poetas del carajo, así que loco, que no pare, sigue sigue, quedense, loco, hay birra barata, hay lindas chicas – (guiño) – y bueno nada, la onda de siempre loco, aguanteeeeeee. Se va al trote del escenario entre grititos histéricos de unas chicas que de lejos y de verba parecen de 20 y de cerca y de oído pasan los 40. Físicos. Mentales. Reales. Llega a la barra. Y nena, me pregunta, te gustó lo que hice. Lo miré, le corría el sudor por la frente, el catsuit de nylon de 50 ctvos el metro en Pasteur marcaba lo peor de su cuerpo que no tenía mucho margen de lucha con lo mejor, por otra parte, casi inexistente, tan solo imaginario. Siento un ruido que identifico como mío y siento como tal. Res non veba. Al performer se le va la sonrisa, entre su sudor, entre su vaso de cerveza, entre lo escatológico y lo real, un fragmento de mi, pintado de rojo profundo, navega en su vaso, flota, real, nitido, tan tibio como el hilo de sangre que me corre por el dedo y el látido que lo corona. Pum, el corazón.

Muriendez me esta limpiando la mano en el baño. Yo estoy llorando, por el dolor. Cómo te hiciste esto, me pregunta. No me di cuenta, le digo. Con la otra mano me seco los ojos. Muriendez como puede me limpia la mano. Sale mucha sangre, me dice. Una parte importante de mi mano, se quedo teñida de sangre seca. Con un pedacito de jabón de lavar, Muriendez, la va despegando de a poco. No te da asco, le digo. Muriendez niega con la cabeza. Esta muy fría el agua, me dice. Intenta con la otra canilla pero no sale nada. No tengo nada con que atarte, me dice. Yo tampoco, le digo. El agua sigue corriendo y se van formando diferentes ríos rojos. Cómo te hiciste esto, me vuelve a preguntar. No sé, le digo. No te muevas me dice. Muriendez se seca las manos y empieza a mirar a su alrededor. Me mira, mira mi mano, mira el agua, siente los sonidos. No lo puedo creer, pero sucede. Un pedazo desgarrado de la camisa de Muriendez me cubre la mano. Con esto vas a aguantar hasta que llegues a tu casa, me dice. Las paredes dicen cosas, esas cosas que dicen solo los que se aman sin prejuicios. Me abrazo a Muriendez. Él, frío, me dice, estás bien. Y le digo, no Muriendez, no estoy bien. Alguien entra al baño. Qué haces le digo, esto es íntimo. Se va.

Esa noche nos empezamos a querer.

Acerca de Helena

Me llamo Helena, nací en el oeste y vivo en el barrio de Boedo. Estudie cine en el IDAC y fotografía en la escuela popular de La Boca. Me dedico a la música organizando fechas para el circuito de bandas indie, desde mi banda Los Galgos, desde distroiart rec y desde medios digitales como velvet rockmine o germen terror (chile). Crio una fauna de 2 gatos y una perra. Vivo enamorada.

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5 comentarios en «El diario de la gripe – «El amor era esto»»

  1. Si total, si yo acompaño a alguien a semejante moridero es que mi compromiso amoroso quiere un para siempre. Lo mínimo es que sea mutuo. Lo bueno, teniendo en cuenta el moridero, es que no sucedio aún, nadie me pidio semejante cosa, pero me han pedido otras.

    No sé como se hace para contar esta época. Se aplica demasiado la literatura del yo, pero la del blog, la del confesionario el yo a secas como si todas las vidas fueras interesantes y tuvieras confesiones «candentes» que realizar. No es así. Porque ese yo no esta exacerbado o violentado, tampoco esta puesto en crisis o en duda; solo esta puesto ahí con un supuesto ánimo de obtener cierta importancia en un nucleo de no más de 200 personas, como mucho, carece de habilidad para trascender, no ambiciona. Por eso comenté lo que comenté en la entrada de «Y tus cuentos donde estan». Y los mios en mi biblioteca, los firman, parker, cheever, conti, gallardo, chernov, carver. Y tanto cheever, como gallardo, como parker narraron una década, capote también ni hablar faulkner, pero creo que su ambición era por sobre todas las cosas escribir bien. Acá los blogs y esas antologías y esas reuniones son una busqueda desesperada, lamentablemente de otra cosa.

    Y Muriendez es Muriendez.

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