La caída de Westminster

En poco tiempo, meses más, meses menos, caerá el último de los mohicanos: el modelo de Westminster. El sistema electoral inglés, mayoritario simple (a una vuelta) con distritos uninominales, está a punto de llegar a su fin. Las últimas elecciones dieron ganador a David Cameron que, con el 36% de los votos, necesitó de una alianza con la tercera fuerza, los liberales-demócratas de Nick Clegg, para formar gobierno (habrá que estudiar alguna vez, el fenómeno de la tercera fuerza progresista que viene arrasando -¿en las redes sociales?- y a último momento, se pincha en las urnas, ¿verdad Mockus?). La alianza con Clegg tendrá, eso sí, un costo: pasar a representación proporcional, terminar con el uninominalismo y abrir la puerta a nuevas ofertas electorales. El fin del bipartidismo inglés. La fragmentación social, tío Plinio querido (?), pasa hasta en las mejores e inglesas familias.

El término, aunque bastardeado, es bastante más académico de lo que parece: lo que quedan, muertas las «democracias mayoritarias», son las «democracias de consenso», definidas por Lipjhart como aquellas que intentan optimizar la mayoría gobernante en vez de darse por satisfechas con una estricta mayoría definida por una regla electoral. La democracia de consenso implica coaliciones de gobierno, separación de poderes, bicameralismo equilibrado, pluripartidismos (multidimensionales), en fin, todo lo que hace a una democracia más o menos plural: reaseguro de la representación de las minorías. Todo esto teniendo en cuenta, claro, que se trata de un tipo ideal y que su aplicación en la práctica está condicionada por las circunstancias.

¿A cuento de qué viene todo esto?

Me parece que resulta difícil pensar un escenario de una democracia mayoritaria consolidada y permanente, en cualquier país del mundo. La explicación merecería un estudio serio y acabado, pero debe tener que ver con sociedades con muchísima capacidad de producir demandas (las nuevas tecnologías y los derechos de tercera generación deben tener algo que ver también). Esa producción sobrepasa los marcos institucionales del accionar político, los excede y reexige continuos reacomodamientos. Coaliciones, digamos, circunstanciales. En este contexto es difícil plantear el esquema clásico de la formulación de una plataforma, la adhesión de algunos sectores a eso y luego el acompañamiento. Por otro lado, se dificulta la construcción de coaliciones parlamentarias, sea el sistema político que fuera, que perduren demasiado en el tiempo. Los acuerdos partidarios, incluso, no construyen mayorías automáticas.

Pasa en EEUU, donde cada ley es, para Obama, un pequeño parto (alguna vez se deberá hablar de esa enorme operadora que se llama Nancy Pelosi). Y pasa en Argentina, donde la composición del voto parlamentario ante cada ley, difiere. La explosión del sistema de partidos políticos en 2001 no hizo desaparecer definitivamente a ninguno, pero los multiplicó. La Argentina tiene, luego de eso, un sistema de partidos más fragmentados, con más partidos que «cuentan»: que pueden imponer condiciones para sancionar algunas leyes. Un estudio empírico posiblemente arrojaría que el kirchnerismo aprobó leyes con un núcleo de legisladores más o menos constante (lo que no podría decir el estudio es, por ejemplo, qué leyes prefirió no tratar para no sufrir derrotas políticas en el Congreso), pero también que necesitó, sobre todo luego del recambio legislativo de medio término, de alianzas circunstanciales: el kirchnerismo dejó de ser condición suficiente y pasó a ser, apenas, condición necesaria para sacar una ley. Lo que cuenta es, cada vez más, la capacidad de ofrecer incentivos selectivos (ideológicos, materiales, etc.) a los márgenes de los partidos que se tienen más cerca. En términos parlamentarios, no es menor que Elisa Carrió, quien en términos discursivos aparece como diametralmente opuesta al Gobierno, se haya sentido en la necesidad de, casi, votar un proyecto impulsado por el oficialismo como el matrimonio igualitario. Por el contrario, es un dato que falsea un sentimiento generalizado acerca de la imposibilidad del diálogo entre fuerzas políticas (si diálogo es algo más que sentarse a charlar para no acordar nada). A la inversa, el apoyo del oficialismo a un proyecto que no le es propio, da cuenta del mismo fenómeno. Se me ocurre que la política dialoga más de lo que parece. Sin parábolas: muy lindo todo lo de la ley de matrimonio igualitario, pero, ¿hay estómago para hacer las cosas que hay que hacer durante una negociación parlamentaria para avanzar en todo lo que falta? Correr las preferencias implica la-bu-rar. No es que vale todo y que viva la corrupcion (acá les dejo la chicana abierta para el que quiere tirar la pelota afuera). Pero para hacer las cosas que hay que hacer, hay que agarrar y hacerlas. ¿Hay estómago -entendido como capacidad de negociar- o solo hay parábolas?

Pero la idea va, quizás, un poco más allá de lo que resta hasta las próximas elecciones. Gane quien gane, el próximo gobierno tiene muchísimas chances de ser un gobierno dividido, es decir, de no contar con una mayoría propia en ambas Cámaras. Eso va a exigir para el próximo gobierno una capacidad instalada de formar coaliciones específicas ante determinados temas. Las instituciones en la Argentina funcionan, y en ese sentido hay una sola preocupación. Que en la legítima lucha por formar esas coaliciones, se introduzca el discurso maximalista fomentado desde fuera de la clase política. Si los próximos gobiernos serán divididos, habrá que aprender, en el ejercicio, a convivir con la idea de que los legisladores tienen un margen de autonomía para la negociación política, y que esa negociación no sólo es legítima sino que es necesaria. Con el límite claro del respeto a la ley, el resto de la negociación parlamentaria es política. Sin parábolas: que Morales Solá diga que alguien dijo que la Banelco es más moral. Pero que los tipos que se tienen que se tienen que sentar a negociar no se prendan en esa. Que formen otras coaliciones, que traigan a sus tipos a votar, que prometan sillitas en los próximos gabinetes, que negocien cosas o se apropien de la autoría intelectual de las leyes. Que hagan.

Gobernar es, y será hacia el futuro, ampliar. El Congreso, joven argentino, no es el lugar habermasiano de puesta en común de las posturas independientes y la llegada a un acuerdo racional a través del debate en la sesión. No lo es en Argentina, joven argentino, ni en el resto del mundo.

Fuente de la foto.

11 comentarios en «La caída de Westminster»

  1. muy buen articulo!
    es asi como vos expones igual el mas perjudicado en el caso de que se de esta reforma va a ser el partido laborista que ya esta tirandose demasiado a la izquierda, pero con las leyes electorales y los districtos actuales saca muchos mas votos de los que le corresponden. los conservadores no tiene a la derecha alguien que les tracciones votos como es el caso de los lib dem.
    igual es muy interesante el caso ingles ya que nadie pensaba que se iba a poder formar una alianza

  2. «la capacidad de ofrecer incentivos selectivos (ideológicos, materiales, etc.) a los márgenes de los partidos que se tienen más cerca.»

    Creo que el kirchnerismo aprendio mucho en estos ultimos 2 años sobre este tema.

    Aca una propuesta de incentivo : tomar buenas leyes de otros partidos y promoverlas

    Por ejemplo el proyecto de ley de trenes de Proyecto Surf.
    De esa manera los desTNizas un poco

  3. Bueno, yo creo que el planteo de Lijphart merece como mínimo un análisis serio, pues que yo recuerde en ninguno de sus dos libros concernientes a la temática se establece una jerarquización valorativa entre un modelo u otro (cosa que se intuye en la lectura de este artículo). Es más, el sistema electoral en sí no es la variable desencadenante de dichos sistemas, sino un elemento más de las mismas. Encuentro, pues, una (comprensible) malinterpretación por parte del autor del artículo en cuanto a la obra.

    Si bien es cierto que en uno de los sistemas encontramos una esencia más «democrática» desde el punto de vista de la sociedad como sumatoria de individuos (¡teóricamente!), cierto que en el otro dicha representación se traslada a un plano microrregional, que en ocasiones es, evidentemente, de utilidad…sobre todo cuando lo suma de singularidades personales tiende a difuminarse en una voz representativa ambigua y ajena a su centro de pertenencia. Después reclamarle descentralización a Magoya.

    Por mi parte y dado mi contexto, defiendo a pleno una democracia de modelo neozelandés, que conjuga la representación proporcional con los representantes respectivos de cada circunscripción.

    1. sepan disculpar la falta de exquisitez de mi contexto : el boliviano.

      Ahi tambien se conjuga la representación proporcional con los representantes respectivos de cada circunscripción

    2. Lijphart es bastante pro-consociativo: de hecho dice que su libro demuestra que el modelo westminster no es la única garantía de estabilidad política, como se creía mayormente en la época.

      En cuanto al paso de modelos westminster a modelos más fragmentados, no diría que es un fenómeno actual (ni propio de las nuevas tecnologías, nuevas demandas, etc.); de hecho, el tipo ideal westminsteriano ya no existía ni en Gran Bretaña hace tiempo, y no existe en casi ningún otro lugar. La representación proporcional se empezó a usar en varios países hace 100 años, cuando estos elementos no existían. Y Colomer tiene un argumento bastante elegante: cuando la RP se adopta, no hay vuelta atrás (por da oportunidades a la fragmentación partidaria, y por ende hay menos interesados en volver a un sistema mayoritario). Si ese argumento es cierto (aunque también hay contraejemplos, incluyendo varias provincias argentinas), parece que hay factores que en el tiempo conducen a las democracias a la multiplicación de actores.

  4. No va a ser fácil, te diré. Con la puesta en tela de juicio de cualquier atisbo de negociación política, con los medios insertos definitvamente en la pelea política en pugna por sus propios intereses empresariales -aunque en forma ilegítima-, con la masificación de cualquier gesto.

    El kirchnerismo ha logrado abroquelarse en el Senado. Recuerdo a Hernán Brienza en 6-7-8 (junto a Pichetto, Filmus y el fueguino Martínez), el 24 de febrero de este año, diciendo, respecto de la preparatoria frustrada de aquel día que el Grupo A no logró reunir los famosos 37. Dijo, Brienza, que la clave, de allí en más, serían los senadores que entienden de que se trata la gobernabilidad. Y hete aquí que el gobierno ha salido por intermedio de Latorre (que gobernó codo a codo con Lole en Santa Fé), Lores y los fueguinos (que funcionan casi en bloque junto a sus gobernadores y las necesidades de gestión que ellos tienen), bongiorno (cercana a Pichetto, que juna como ninguno del tema de meterse en el barro).

    Recuerdo también un trabajo que leí alguna vez acerca del rol de las terceras fuerzas como equilibristas cuando las paridades entre las grandes fuerzas participantes del sistema político argentino (Los partidos provinciales y el gobierno dividido en la Argentina, creo que se llamaba), que planteaba algo parecido.

    Digo, va a estar todo muy en tela de juicio. Y va a ser gráfico de lo que será lo nuevo en política. El sistema como se lo conoce hasta acá, si por él fuere, estará a salvo, se pone a sí mismo a salvo: A ver, CFK se ha sentado a negociar dos veces con la ronda entera de gobernadores, ha tomado un proyecto ajeno para destrabar el uso de reservas, la vemos mano a mano con sus pares en cuestiones de política internacional.

    Las dificultades se superan, pero las presiones vienen de los poderes fácticos: Esto del Senado Shopping lo revela. Se juntaron en la Rural, vieron que en el Senado no pasarán, y el «moderador» del «debate» de aquel día en la Rural, Morales Solá, oh casualidad, empieza a machacar con las nuevas coimas a las que ahora llama de otro modo. Se prenden algunos de los que asistieron aquel día. Se suma Nelson Castro en Pérfil anticipando lo del «SMS a un senador» equis, la noche de la 125. AL toque, ese equis pasa a ser Rached. Y a todo esto, no hay pruebas de nada. Pero lograron instalar la discusión, y han marcado agenda igual, entorpeciendo el escenario.

    Está tdo enrarecido, por nada. Porque hasta Menem ha quedado a un paso del juicio oral, o sea que esa línea se les está por caer también, y nada importa un carajo.

    Con lo cual, el futuro yo lo veo igual que vos. No opino una coma diferente a lo que decís en el post. Pero, tengo mis reparos. Será cuestión de poner negor sobre blanco que hoy ya no basta con negociar en el plano meramente dirigencial. Eso ya está, ya se logró. Ahora hay que soportar otro tipo de presiones. La pregunta a responder es si todos van a estar dispuestos, si todos van a tener estómago, sangre, huevos, para patear el tablero y decidirse a, como vos decís, la-bu-rar, y que lo que dicen diarios, radios, revistas, blogs, canales, acusándolos de espurios, no les va a importar un carajo de nada.

    Del gobierno no me caben dudas. Está, como una vez leí, más loco que cualquiera. Y de patear el tablero la sabe lunga. Veremos el resto, porque ahora no se basta por sí solo.

  5. Tengo una duda con respecto a la democracia de consenso basada en la multiplicación de actores políticos acá en Argentina. La ley de partidos políticos que establece internas abiertas y obligatorias, ¿no establece también que para ser candidato hay que obtener en esas internas un porcentaje del padrón que, tengo entendido, roza los 600000 votos? ¿Eso no limitaría las perspectivas electorales de los pequeños partidos tipo Proyecto Sur o Coalición Cívica y no beneficiaría acaso a los paridos tradicionalmente mayoritarios (al menos como perpsctiva de proyecto de sistema político)? es decir, con esta ley, ¿la UCR y el PJ no han decidido que esto del multipartidismo es un verdadero quilombo y que hay que concentrar el poder político, no distribuirlo?

    1. Es verdad. Hay que prestar mucha atención al efecto que tendrá la reforma política en las elecciones legislativas, no solo en las presidenciales.

  6. Una aclaración con respecto a la posición de Lijphart
    El es TOTALMENTE pro consenso.
    Como buen holandés, se dio cuenta que había un modelo alternativo al anglosajón, viendo como funcionaba en su propio país.

    Y en la parte final de “Modelos de Democracia” utiliza indicadores económicos, sociales, y políticos para medir “Eficacia”, “Representatividad” y “Benignidad”
    Al medirlos, Consenso aplasta a Mayoría en Representatividad y Benignidad.

    Y empatan en eficacia. Sin ser concluyente en términos estadísticos, incluso Consenso parece mejor que Mayoría contra toda la teoría previa sobre “eficacia económica”.

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