Los discursos de la noche electoral

(Artìculo publicado en la revista El Estadista.)

Comparados con los de la noche del 14 de agosto, los discursos del domingo 23 de octubre fueron anticlimáticos. La amplitud y lo anunciado del resultado, restaron urgencia a las reacciones de los candidatos. Sin embargo, dejaron algunos argumentos para el análisis. Toda la atención estuvo puesta en lo que diría la Presidenta reelecta. Cristina Fernández de Kirchner dio dos discursos: uno en su comando electoral y otro en la Plaza de Mayo. Ambos fueron moderados en su contenido pero personales y emotivos en su tono. En su contenido, siguieron las líneas marcadas en campaña: moderación, apelaciones a la unidad nacional, ningún rastro de agresividad para con las otras fuerzas políticas.

No fueron, sin embargo, aburridos. Cristina Fernández ha crecido mucho como oradora política (siempre lo fue en lo que era su ámbito de acción, el Senado). Y lo ha hecho, sobre todo, porque aprendió a decir menos en sus discursos. Ahora son más simples, más personales, establecen con más facilidad un ida y vuelta afectivo con su público, usan más el humor y se mueven en un registro más intimista. Lo que sus discursos han perdido en tono épico han ganado en cercanía y personalidad. En el Hotel Intercontinental, Cristina Fernández tuvo dos momentos notables: cuando se emocionó al evocar la figura de Néstor Kirchner (“no como marido, sino como cuadro militante”) y cuando calló a su público, que rechiflaba sus menciones a los candidatos opositores. La frase “no seamos chiquititos, en la victoria hay que ser mas grandes”, fue una de las más memorables de la noche. En este discurso, además, pareció dejar a un lado rumores sobre una posible rerelección (dijo “yo ya no deseo más nada”). En síntesis, Cristina continuó con la línea de los últimos tiempos: tranquilo, afectivo, centrado en construir un vínculo con los que escuchan y en enfatizar su rol de Presidenta y garante de la institucionalidad.

Su discurso en la Plaza de Mayo, dirigido a los jóvenes, fue un poco más encendido en su tono y contenido. El núcleo de sus palabras fue una comparación entre esa plaza kirchnerista y las plazas de las juventudes peronistas. En esa comparación se marcaron continuidades pero también diferencias. “Ahora nadie los echa de la Plaza”, dijo Cristina. Esto marca uno de los núcleos del discurso kirchnerista, no sólo de esta Presidenta, sino de Néstor Kirchner: ambos hicieron hincapié, una y otra vez, en lo que podríamos llamar la presentación épica de la normalidad. Si bien el discurso kirchnerista se nutre de lo épico y lo pasional (ya sea por su contenido, ya sea por su tono afectivo), esta carga emotiva no se pone al servicio de grandes utopías revolucionarias, sino de una épica de “un país normal”. Es una inversión muy interesante.

La forma de los discursos de Cristina, más típicamente populista, se pone al servicio de valores como la normalidad, la institucionalidad, la pluralidad, y la unidad. Lo “revolucionario” del kirchnerismo sería entonces lograr implantar la normalidad y romper la “normalidad anormal” de un país signado por las crisis. A menudo se señala que el Gobierno de Cristina Kirchner es “setentista”. Y es cierto que, en cada discurso, Cristina Kirchner enraiza su genealogía ideológica en la militancia juvenil de esa época. Sin embargo, en esta recuperación hay tanto una recuperación como una crítica. No sólo se marca un rechazo a la lucha armada, sino que se sostienen valores como el pluralismo, la tolerancia y la paz, que no estaban en la agenda de esa época. Es una evocación transformativa antes que nostálgica.

Con respecto a los discurso de los candidatos perdedores, no dejaron demasiado para el análisis. En general, dijeron poco.Hermes Binner, el único que tenía algo para festejar, dio un discurso poco memorable, aunque esto forma parte, a esta altura, de las características del candidato. Su discurso puede resumirse en una frase: “Seremos una oposición racional pero implacable”, y su estilo podría condensarse en “Hermes Binner, antipopulista”. No se le pedía, sin embargo, que dijera mucho más, ya que esta no era su noche, y cumplió su rol adecuadamente.

Los discursos de Eduardo Duhalde y Ricardo Alfonsín estuvieron marcados por una idea común: marcar que no piensan retirarse de la política argentina (“No cometeremos los mismos errores”, dijo Alfonsín; “Seguiré participando”, dijo Duhalde). El tiempo juzgará la verdad de estos dichos. Rodríguez Saá, por su parte, hizo una nueva demostración de su nuevo estilo oratorio, que roza la comedia de stand up.

Párrafo final para el discurso de Elisa Carrió, tal vez la figura política más castigada de las últimas elecciones. Enfrentada a un verdadero castigo electoral a su fuerza (tal vez no haya paralelo mundial para una figura que pasó de segunda en 2007 a sacar el 1,8% cuatro años después) Carrió decidió redoblar la apuesta. Anunció calamidades inminentes (“el dólar y el super”), responsabilizó a la mayoría de su propia estupidez (“de esto se tendráç que hacer cargo el 53% que la votó”) y anunció su pase de la política electoral a serla líder a una “resistencia al régimen” que llevarán a cabo ella y “un grupo”. No vale la pena decir más sobre estas aseveraciones, que no pertenecen, strictu sensu, al discurso público-político. Sin embargo, el aviso de Carrió de que seguiría liderando el bloque de diputados de la CC da la pauta de que Carrió no piensa democratizar internamente su partido, el cual se reducirá, sin duda, al núcleo mínimo de seguidores de una líder cuasi mesiánica.

Así visto, el electorado argentino premió a los candidatos que privilegiaron en sus discursos elementos de racionalidad política, moderación y tolerancia (Cristina Fernández de Kirchner, Hermes Binner, Rodríguez Saá) y castigó a aquellos que construyeron discursos apocalípticos e intolerantes (Duhalde y Elisa Carrió). Esto habla muy bien de la salud del discurso político en nuestra democracia.

Acerca de Maria

Politóloga. Me interesa la teoría de la democracia y el estudio del populismo.

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18 comentarios en «Los discursos de la noche electoral»

  1. María, me detengo en ese señalamiento del tónica populista (en cuanto recurso a lo efectivo) de Cristina. Recuerdo que en este mismo blog (no se si eras vos o Alejandro) se planteaba hace unos años el carácter no populista del kirchnerismo, en el sentido clásico y/o el laclausiano, en la medida que su sustento tenía más que ver con lo institucional ( institucional real, las estructuras de poder territoriales y los gremios, no el ideal republicano) que con el establecimiento de vínculos sentidos como personales entre el líder y el pueblo. Por este lado digo: el éxito electoral es la incorporación de millones de votantes de «clase media» que no acompañaron antes. Luego, el populismo es más importante para conseguir el apoyo de los sectores medios urbanos que el de otros. El populismo sería un fenómeno de clase media.

      1. Es piola ese muchacho Guido, debería tener un blog (no sé si ya lo tiene). Leí varios de sus comentarios en diversos artículos y me parecieron, para usar un término «modosito», muy atinados.
        Creo que la única «oposición programática» que queda es la del PRO. El resto quedó muy opacado.
        Buen post.

        Post scriptum offtopicoso: ¡¡REFORMA TRIBUTARIA!! VAMOS POR MÁS!

    1. Perdón que me meta, pero me parece que a lo que se apuntaba cuando se decía del kirchnerismo que no es populista, tenía que ver con la deficiente conceptualización de populismo que se hace desde el liberalismo. Es decir, el populismo no es ese instante estúpido de las masas en el que habrán de apoyar a un tirano déspota que les ofrece fiesta a corto plazo sin preocuparse por el futuro al tiempo que nadie advierte que se restringen las libertades cívicas. El populismo es un formato de representación, de contenido indeterminado o variable según se prefiera, pero no deplora la institucionalidad sino que plantea repensarlas, reformularlas en función de qué intereses atenderá y el modo en que lo hará.

      Saludos.

      1. Mmmmno, soy demasiado vago (y tecnológicamente inútil) para buscar el post. Pero el planteo era que el kirchnerismo no constituía una construcción populista, ni el sentido laclausiano, ni en el más clásico.

      2. Pablo, mi percepción es seguramente muy subjetiva, surge sencillamente de la gente que conozco, y por ello es muy limitada.

        Amplío un poco. Entre la gente que conozco, ligada a la militancia territorial o sindical o la rosca política de cargos electivos y de los otros, que en general acompaña a Kirchner (aka: el candidato de Duhalde) desde el 2003 no percibo nada de esa relación sentida como personal entre el líder y su seguidor que, entre otras cosas, se suele llamar populismo, en el sentido más clásico (acá corresponde una confesión: solo leí un Laclau glosado, y sobre todo en blogs, su forma de escribir me enerva). Se apoya a los kirchner, se acuerda con lo que hacen (no siempre), pero no se lo «sigue» en la medida que la «teoría del populismo» (quizá es un énfasis exagerado hablar de teoría) supone. En líneas generales, sin embargo, sectores así fueron el sustento principal del oficialismo hasta, mínimo, 2008. Bancan, aceptan al conductor, se sienten parte del mismo proyecto, pero no son asimilables a esa conceptualización que vos llamás liberal.

        En contraste, y siempre desde un percepción ligada a gente cercana, la tengo a mi vieja, profesional cercana a la jubilación, devenida en sandrarussista radicalizada. Y a algunos amigos no militantes extasiados con cada palabra que dice Cristina. Todos ellos de «clase media» (a falta de una expresión más rigurosa) desde «media baja» a «media alta». Es en este grupo donde si veo una relación vivida como personal con la conductora. Se habla de lo que sufrió con la muerte del marido con el tono compungido y preocupado conque yo hablaría de alguna tía. Surge una preocupación genuina (que para mi es a un tiempo adorable e incomprensible) por su salud y se salta literalmente al cogote de los críticos. Es más, alguna gente que conozco de este grupo ha llegado a pelearse (pero mal, quitarles el saludo) con amigos que hablaron pestes de Cristina). Se dan incluso situaciones curiosas: ninguno de ellos es militantes y me ha pasado que yo (que soy el que les llevó las boletas para repartir en el laburo durante las elecciones) he tenido que defenderme ante sus tarascones enfurecidos por osar objetar esta o aquella decisión puntual del PEN que me parece errónea o una gilada. Compran los libros de Fernández, Feinmann y Sandra Russo, ven 678, van a las marchas como «gente suelta» y sinceramente sienten que Cristina les habla. Ellos si se parecen, sospechosamente, a los seguidores de un líder populista cirka liberalismo.

        Repito, es un recorte muy parcial el que hago, pero me parece que buscando un poco, no es difícil encontrar «populismos» (siempre entendidos desde ese vínculo «sin mediaciones» con el líder) de clase media en la historia. Como con «clientelismo», el problema más grave del concepto es la pretensión de circunscribirlo socialmente a los pobres, nabos, manipulables, etc.

        Rodrigo, gracias. No tengo blog, pero llevo varios años comentando los de otros. Algún día alguien debería reconocer la paciente (y algo parasitaria, es cierto) labor de los comenteros. No se un banner que diga: graciar por estar siempre al pié rompiendo las guindas, o algo así.

  2. pienso que la psicologia social de la clase media nacional tradicional,tirando a clase altacomo nariz respingada,ha ido desapareciendo en el proceso socioeconmico,y en cambio hay otro tipo de gente ,que ascendio por las medidas tomadas,con lo que tenemos otra clase media,mayoritaria,fuente de los votos obtenidos,en los que se suman aquellos que ideologicamente dejaron la izquierda pura al darse cuenta de que el castigo que sufrio el dogmatismo y la violencia es demasiado duro.

  3. El más memorable me pareció el de Ricardito. El tipo tenía cara de «llevo dos meses y medio de sufrimiento, pero en cinco minutos se termina; ¡iúpi!»
    Daba lástima. De verdad, hermano, pobre tipo. Sí, la culpa es de él más que de nadie más. Pero era un tipo sinceramente aliviado de no tener que volver a aparecer en público, defendiendo una estratagia que todo el mundo ya sabía que había sido desastrosa.
    Y pensar que hace ocho meses creíamos que era la mejor de las oposiciones existentes. Pobre tipo, nos dimos cuenta todos de lo poco que vale.

  4. Lo que afirma Isabel es muy atinado, me parece. Es hora de que vayamos pensando (repensando) eso de la «clase media». Ha sido muy habitual, y hasta justificada, una actitud de lúcida alerta frente a los consabidos prejuicios que porta la clase media argentina por parte de la opinión militante. Una desconfianza basada en la constatación de que las clases medias han portado, históricamente, las posiciones del bloque de clases dominantes. Pero yo creo que ya es tiempo de pensar la cosa atendiendo a una mayor riqueza sociológica del asunto. La clase media es un lugar de cristalización de reservas de energía social potencialmente muy ricas: es un lugar aspiracional de los trabajadores, un lugar de logros (a veces largamente idealizados) materiales y simbólicos. Individuos de clase media han sido los sostenedores, como cuadros para administración y otros importantes menesteres políticos, de los proyectos populares argentinos desde que éstos existen. Hay que asumir eso como un bien, no como una excepción, y pensar a la clase media como parte necesaria e imprescindible de un país integrado que procure la igualdad social.

  5. «…Carrió no piensa democratizar internamente su partido…» Este comentario no es en defensa ni ataque de Carrió, figura totalmente marginada por los hechos, pero cuales son los partidos argentinos con estructura interna democratica en serio?

    1. Tenés razón, creo que me expresé mal. Lo que quería decir es que Carrió, a pesar de pasar a la clandestinidad, no piensa hacer lo que le reclaman desde adentro del partido, que es irse y dejarlo a Adrián Pérez y sus otras víctimas, para que vean que pueden rescatar.

      1. Gracias por la aclaración. El tema de la democratización de los partidos, que la piramide se nutra de abajo hacia arriba y no al revés, la situación actual, es fundamental a la democracia, y es tema pendiente.

  6. María, disculpame no quiero que lo tomes a mal. Soy un joven peronista, justamente me siento peronista a partir de Néstor y Cristina (que levantaron las banderas de aquel peronismo histórico y me lo transmitieron con sus actos). No entinedo bien por que siempre se intenta marcar esa separación entre «peronismo» y «kirchnerismo» (o te referís al pejotismo?). En todo caso, esa tendencia a separar, parece servir de aglutinador para los kirchneristas «culposos» ¿Hablaban de la clase media en algunos comentarios? Yo también soy de esa clase media ¿Será producto de nuestra educación?¿Será el producto del borramiento de la historia y de su transmisión en las escuelas de Perón? Como también fue borrado Rosas de las mismas curriculas y rescatado por la propia Cristina, como también lo fue Perón y Evita ¿Vendrá de ahí tanto miedo y necesidad de separar al Kirchnerismo de ese movimiento? Vaya a saber, tema para otros debates.

    Justamente en este sentido, sin que lo tomes a mal reitero, te pregunto: ¿En que parte del discurso de la plaza de mayo del 23 de octubre pasado está la frase «Ahora nadie los echa de la Plaza»? Te lo pregunto por que hacés justamente un subrayado especial en esa frase para justificar una comparación entre la plaza de la Juventud Peronista y la plaza Kirchnerista y así de nuevo justificar esa separación.

    La verdad volví a ver 4 veces el discurso desde que leí tu post pensando que no estaba escuchando yo, o que me había perdido esa frase que vos entrecomillás del discruso de Cristina. No se, no la puedo encontrar. Encuentro referencias a «otras plazas» menos felices que ésta, «que nos encontraban enfrentados a los argentinos» (acá seguramete hay una referencia a esa plaza pero entre otras). Hay alusiones a los enfrentamientos de la plaza en diciembre de 2001, también menciona una plaza en 2005, hace especial incapié en la plaza de apoyo durante el conflicto del campo («momentos de adversidad»)y llama a la unidad y a la organización de los jóvenes «fundamentalmente para que nadie pueda arrebatarles lo que hemos conseguido y el futuro de todos ustedes». Fin de las alusiones a las plazas(Sigo pensando de donde sale la idea de que «El núcleo de sus palabras fue una comparación entre esa plaza kirchnerista y las plazas de las juventudes peronistas»)

    Prefiero entonces quedarme con este último pedido y frase textual de Cristina, que creo que es más positivo y mirá para adelante en vez de la otra frase que vos rescatas del mismo discurso(que yo no escuché y te pido me indiques en que momento es pronunciada por CFK) que parece ensayar de nuevo un intento por diferenciar las cosas hacia adentro y despegarnos de una historia fundacional.

    Al que le interese revivir ese discurso (y quizás buscar la frase que señala María a modo de juego como «Donde está Wally?») paso el link al discurso completo: http://www.youtube.com/watch?v=izNGDyxZPHY

  7. María:

    En el post “Hoy somos un país mejor” introduje sendos comentarios sobre el discurso presidencial, como resultante de un aprendizaje (y también de políticas, obviamente) que llevó al gobierno a recuperar proximidad con las expectativas de la sociedad y de cómo dos figuras políticas como Cobos y Carrió, prácticamente inexistentes, tenidas a maltraer y ninguneadas por doquier (por decir lo más leve), vinieron a aportar sustancia al discurso y la gestión del “kirchnerismo tranquilo” (dixit José Natanson)
    Si la gestión oficial a menudo se explica forzando la comparación con el primer peronismo, decía en otro comentario que para “afirmar” el liderazgo de Cristina Fernández se adoptaba el “decisionismo” atribuido como un rasgo propio de Perón (un Perón sin intermediarios -sin sindicatos- en contrario de su historia): “el que quiera disputar los votos que se presente a elecciones”, “soy un puente tendido”, “yo ya lo tuve todo”, etc., abonando en el verticalismo, el militarismo y el disciplinamiento. Decía entonces, previo al 14 de agosto pasado, sobre este tipo de construcción política que se explicita en el discurso de CF: “esta concepción, (si se quiere) extrapolada en el tiempo, desde luego errónea, baste observar como buena parte del electorado ha decidido su voto (en Capital, Santa Fe y Córdoba), se hace imperativo desplazar, más allá del resultado electoral de octubre”, y daba cuenta de que los espacios para el debate sobre estos asuntos lucían acotados.

    Respecto a Carrió, José Natanson en “Un liderazgo en crisis”*, afirmaba que “la diputada tiene más cosas en común con el ex presidente de lo que habitualmente se piensa: el sistema radial de relación con su gente, el decisionismo, la desmesura discursiva y, por supuesto, la lógica amigo-enemigo, aunque en Kirchner la división sea pasado-presente (neoliberalismo versus progresismo, dictadura versus derechos humanos) y en Carrió ética (ladrones versus honestos) o republicana (populistas versus institucionalistas)”. y que la crisis de su liderazgo no obedecía a su forma de comunicarse o por la resistencia del radicalismo a su figura, sino “porque reúne una serie de atributos que la semejan a Kirchner”, “…asume posiciones extremas que la convierten en cualquier cosa menos en una figura consensual, con el paradójico efecto de que se acerca a los Kirchner cuando su intención es alejarse.”, Concluía su nota: “Quienes la cuestionan por irracional se equivocan, pues sus posiciones pueden ser intransigentes pero responden a una lógica política. En este sentido, no es casual que algunos opositores también crean ver detrás de algunas decisiones de Kirchner un fondo de locura.”

    El discurso post-electoral de Carrió, en tanto expresión anti-sistema, guarda una extraordinaria similitud con la actitud de Néstor Kirchner después del “voto no-positivo”. No obstante, “resistir”, ejercer “resistencia” a un gobierno está dentro de los cauces democráticos. Al fin y al cabo todos dan cuenta de la “resistencia” al gobierno de Menem que también fuera elegido por el voto popular.

    Párrafo aparte merecen el comentario de la respuesta a Guillermo: “Lo que quería decir es que Carrió, a pesar de pasar a la clandestinidad,…” y también la pregunta de Rodrigo sobre la expresión que se adjudica en la nota a CF: “Ahora nadie los echa de la Plaza”.
    No es lo que se quiere decir, sino lo que se dice.
    Se puede estar en desacuerdo con lo que expresa Carrió, pero no asociar livianamente que ejercer la “resistencia” es “pasar a la clandestinidad”, como si en nuestra historia no hubiera toda una carga trágica por decisiones erróneas como esa.
    Cristina Fernandez no expresó esa frase. No es algo simple, que se agrega o que se quita, total no hace al fondo de la cuestión. Es necesario aprender y extraer enseñanzas de los desencuentros del pasado.

    Saludos.

    * http://www.elargentino.com/nota-103383-Un-liderazgo-en-crisis.html

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