Filosofía en liquidación: ¿Autoestima?

UNO. Martes a la tarde. Un bello conjunto de bosques, lagos y montaña le pone marco a una reunión que tiene lugar en el noroeste patagónico. Dentro del laboratorio y en las mesas blancas sobre las que habitualmente se enhebran lentamente las vueltas de rotores eléctricos, se ha improvisado una reunión. Esta vez hay mate y facturas, traídas por el último nombre que figuraba sin tachar, en una lista que fue prolijamente armada en una computadora e impresa y pegada sobre una pared. Casualmente se trataba de Bertoni, el que conduce la reunión. Una manera de decir porque Bertoni tiene muchos años con el grupo y su autoridad formal se fue diluyendo en la medida en que fue emergiendo su autoridad a través del ejemplo: es metódico, incansable, no se le escapan detalles que cualquiera del resto consideraría redundantes. Lo que no se le ha diluido es esa tonada, esa marca que él orgullosamente lleva y que transforma cada erre mendocina en eye. Aún cuando, modestamente, insista que se le fue en sus años mozos en la Universidad de Córdoba.

El tema es importante. Los plazos para el armado del sistema de comunicaciones del satélite empiezan a imponerse en el horizonte, firmes como piedras, y quieren estar seguros de que los pueden cumplir. Mendelsky, el “polaco”, intenta una lista en un papel que del lado opuesto tiene un par de fotos de sus sobrinas que viven en España con su hermano Lucas. Nunca ha franqueado cuánto lo extraña. Al menos no en el laboratorio. Pero sabe que en el laboratorio lo ven más apagado que cuando Lucas se fue. Va a responder a esas fotos con otras. Con las que se sacaron con Sandra, su mujer, la semana pasada en el cerro Tronador. A las nenas les van a encantar.

El último ítem de la lista dice NASA. Los tipos van a enviar desde Huston un par de especialistas para coordinar tareas. Coordinar tareas es lo que dicen los yankees, siempre tan proclives a los eufemismos. Vienen a inspeccionar y a monitorear; quieren garantizarse que el programa de avance del tercer satélite espacial en misión conjunta con estos, en el culo del mundo patagónico, está firme. Está seguro de que vuelven a enviar a Tim. “Buen tipo” piensa, “lástima que sea tan cuadrado, tan de manual. Pero al menos podés charlar con él”. La última vez que vino, el polaco lo llevó a su casa y con Sandra le hicieron un asado. Estaba encantando el johnny, y la pasaron bien; se soltó y hasta charló de política. Americana, obvio; el tipo ni siquiera sabe cómo se llama el presidente de México ni en qué lugar del mapa está Brasil

Cuando se va, caminando hacia el auto, el Polaco está seguro que cumplen de sobra con los tiempos previstos y que el satélite va a andar bárbaro, como los anteriores. Por un momento piensa que la confianza que se tiene le parece una cuerda invisible que lo une secretamente a los otros integrantes del equipo en el laboratorio. Se queda pensando si ellos sentirán lo mismo.

DOS. Jueves temprano. Frío en Córdoba. Raro en esta época del año. López estaciona su auto en el mismo lugar de siempre, el que le asignaron cuando lo hicieron supervisor. Pero hoy lo dejó cruzado. Íntimamente sabe que eso le pasa cuando está nervioso. Anoche casi no pudo pegar un ojo. La tarde anterior se había enterado que la filial en Indonesia modificó su programa de entregas.

Le piden a la planta argentina que anticipe cinco mil unidades para principios del mes que viene. Y él sabe, íntimamente, que sólo en caso de que algunas de las otras plantas resignen cuota, la cantidad que pide Indonesia es demasiado alta para ser cumplida. Sabe lo que viene. Lo ha vivido. Es un buen negociador y lo demostró en los últimos años. Comprobó en carne propia, conversando con las plantas “clientes”, que el producto que fabrican cumple con creces lo que se espera de él en este mundo urgente y complejo: es bueno, barato y confiable. Al principio la casa matriz, en Alemania, desconfiaba. Bastante. Cada tanto pedían que les envíen unidades de muestra y López se encargaba de esos despachos. Los hacía con un íntimo, secreto orgullo. Y sabía que ese orgullo era compartido por cada persona de la planta cordobesa: desde el operario más joven a los directivos más veteranos, con los que compartió muchas crisis y muchas bonanzas. Nunca nadie se lo dijo, pero el sentimiento al armar esos paquetes era “tomen, alemancitos, tomensé este calmante”.

Hace un par de semanas avisaron desde Alemania que evalúan instalar el equipo en la nueva gama de autos. Esa semana en la planta estaban todos exultantes: no sólo garantiza continuidad laboral, también es la cucarda que le ponen al toro campeón. Hubiera dado un dedo por verlo publicado en los diarios. Una tarde, como jugando, en la vuelta a casa, pensó un texto: “Estimado rico y poderoso vecino cordobés que tiene la fortuna de manejar un auto alemán último modelo, totalmente automatizado y que es la envidia de la tecnología, el confort y la seguridad: sabía que la potencia que emerge de su motor, esa del un rugido grave y musical, llega a las ruedas a través de una transmisión hecha con pasión y dedicación por decenas, cientos, de manos cordobesas?”

Sabrá López que las válvulas de ese mismo motor se fabrican a 400 kilómetros de donde él vive? Y los pistones a 700? Por manos, si no cordobesas, al menos argentinas.

TRES. La reunión se desvirtúa. “Son demasiados”, piensa Verne. “Deberíamos llegar a esta reunión con una participación más acotada. El tema es importante.” Hablan de la programación de producción para el mes que viene. Pero inmediatamente reprime la idea: ninguno de los que están acá podría faltar. Todos están afectados a la producción. Rápidamente, mientras pide silencio y orden, mira y estima un número al voleo. “Debemos ser como 35”, piensa. Y lo lleva a palabras: “muchachos, hoy somos muchos y no tenemos toda la tarde, ordenémonos para hablar. Además quiero que presten atención: Alonso trae un anuncio importante para hacer.”

Alonso ve que es su turno y se levanta. Llegó esta mañana de Buenos Aires. Pero en realidad el viaje era de más lejos. Un par de días atrás estaba en Japón. Está cansado pero feliz porque sabe que va a dar una buena noticia. Y se despacha. “Solamente quería informarles que los ensayos metalográficos y de rendimiento que hicieron en el RX7 en Japón dieron positivos. Que estaríamos aprobados y que estamos negociando un primer despacho en la segunda quincena del mes que viene, si llegamos con los tiempos.” Lo tira así, en potencial y abajo. Nunca le gustó el estilo napoleónico. “Más bien tranqui”, prefiere, “nada de subirse a la mesa”. Pero no puede reprimir los aplausos y murmullos que estallan y algunos silbidos. Están felices. Costó muchísimo entrarles a los japoneses. Cuatro veces vinieron. Mandaron todo lo que tenían: inspectores de calidad, gerentes de compras, hasta enviaron un tipo de logística que preguntó cuales eran los elevadores con los que se cargaba el material en el barco. Él ya lo sabe, para preguntas pelotudas, los japoneses.

Mientras se sienta, Alonso piensa, “si supieran que a través de los japoneses nuestros fierros van a participar en la Fórmula Uno. Estos japoneses equipan piezas en Ferrari y en MacLaren. Esta noche lo largo en la cena, les va a encantar”.

En vez de encausarse, la reunión sigue avanzando en el desorden. La programación del mes que viene parece caer en la desgracia. Pero ahí está Verne para ponerle el cascabel al gato.

CUATRO. Podríamos seguir. Empresas de producción de alimentos. De maquinaria agrícola. De investigación medicinal. Energía nuclear. Software. Industria textil. Decenas, cientos de historias como estas ocurren cerca de nosotros, casi a diario. Las unen denominadores comunes: ocurren en nuestro país y las protagonizan argentinos; nombres y detalles pueden variar, pero en su esencia, son historias reales; tienen lugar en las más variadas esferas, en la empresa privada y en la institución pública, en la ciudad y en el campo, están aquí y en cualquier lado; pero en algo muy fuerte, muy evidente, a los ciudadanos de a pie nos resultan sospechosas, disonantes, difíciles de creer.

CINCO. Debe ser porque nos hemos dejado permear por 30 años de un discurso que habló de muchas cosas y que, como un locutor radial, para todo tenía una opinión, un punto de vista que pronto se fue haciendo lugar común: desde “achicar el estado es agrandar la nación”, pasando por “entonces, qué van a decir los extranjeros de nosotros” hasta el “así haremos nuestro ingreso en el primer mundo” el discursito ganó por persistencia. Al principio no se notaba su perversión. Y se fue convirtiendo en el marketing del sentido común. Te tomás un taxi y el mismísimo decano del volante y la rueda: “pasa que acá nadie quiere laburar, viste” … “cuchame, en este país laburamos nosotros nada más, los giles, entendés?… los que tienen la torta… esos no labura ninguno” …

30 y pico de años de campaña publicitaria. Aunque sea mala, termina quemándole el bocho a mucha gente. Los resultados son tan poderosos, han sido tan naturalizados en nuestra cosmovisión del mundo y de nosotros mismos, que a veces yo mismo dudo. He escuchado las justificaciones más inverosímiles y las más aberrantes sobre nuestro “eterno fracaso, el del país anti-Japón, ese que teniéndolo todo, es pobre”: xenofobia, fundamentalismos, causas climátcas, improbables teorías inmigratorias.

La campaña fue un éxito. No sólo porque dejó a una gran mayoría en estado de total desconcierto, ensayando argumentos que hubieran hecho dubitar a Goebbels, Stalin, o McCarthy, sino porque su éxito supremo residió en quebrar en la mayoría de nosotros la autoestima, esa autoestima social, nacional. El motor de cualquier gran logro que pretendamos alcanzar como sociedad. Y no estoy hablando de ganar un campeonato del mundo de fútbol: siento decir que eso lo hacen 22 argentos y su equipo técnico. No son la patria, por más que VISA te quiera vender que vos también ganaste.

Hablo de efectivizar logros colectivos. Y de que el proceso fue destructivo y desolador porque quebrándonos la autoestima, los profetas del fracaso nos quebraron la voluntad.

En ciertos ámbitos está ahí, latente. Ese “qué sentido tiene empezar este o aquel proyecto, si estamos en la Argentina, si somos argentinos?”

SEIS. Podríamos seguir profundizando en las causas y consecuencias de este enorme déficit que nos dejan décadas de pensamiento único y ultra-ortodoxia liberal, de Reorganización Nacional, de Consenso de Washington, de Neustadt y María Julia. Podríamos decir, por ejemplo, que la autoestima está mucho más quebrada en los sectores medios y medio-altos que en las bases de la pirámide. Paradójico…paradójico, porque si alguien sufrió en forma material y directa las consecuencias de esta aguda campaña de operación sicológica, fueron los sectores marginados. Y sin embargo creo que, cuando cantan el himno en su desvencijada y periférica escuela estatal (aquellos que todavía resisten y tienen las luz suficiente para ver en la educación la vía del ascenso social), lo hacen con una esperanza mucho más genuina que los chicos medio-pelo de las escuelas privadas centrales, los que en cuarto año del secundario te cuentan que se quieren ir a vivir afuera, a España, porque “este país no da, viste?”.

Si algo se llama autoestima social, autoestima nacional, estos pibes la tienen fracturada. Muchos miles de ejemplos como los que inician este texto no alcanzarían para curar esa herida. ¿Importa que esos pibes adolezcan de esta “autoestima argentina”? No lo sé. Creo que son los que terminan el secundario y eventualmente la universidad. Y no todos se van a España. Los que quedan son nuestras “clases dirigentes” del futuro, los que en las organizaciones y empresas les bajan línea a los otros, al pobrerío. Y cada vez que, en la vuelta a casa, paran en un semáforo, tienen tiempo para meterse el dedo en la nariz y para pensar ideas muy lamentables sobre los males que nos aquejan. Eso no sería nada si no fuera porque después las “operan”, las activan. Y lo putean al que les pasa la esponja por el parabrisas. En todos los casos creo que ese tipo de actitutes condena la autoestima nacional y la incapacidad de crear, innovar y avanzar en menos diez. No podemos darnos ese lujo.

SIETE. La gestión anterior, el ex-presidente, dio breves pinceladas sobre este tema en algún discurso, allá por el principio de la gestión, un par de menciones.

Sí. Yo también pienso que estas cosas se comparten y se hacen carne entre nosotros con hechos, más que con palabras. Pero creo que tienen que ser una parte permanente del relato, si lo que se pretende es construir futuro. En especial considerando nuestro pasado y nuestro presente. Porque los enlaces y los significantes que se construyen alrededor de un discurso que apela a la autoestima no sólo son de reconstrucción moral en lo individual, también llaman al sentido comunitario y apelan a la acción. Este cóctel es un antivirus genial, grandioso. Porque su resultante es la solidaridad. El mejor antídoto contra el individualismo. ¿Qué fueron el conflicto agropecuario y la estatización de las AFJP, por ejemplo, sino eso: el más triste y patético individualismo camuflado de reclamo social mediatizado?

Eso sí, no solo tiene que estar en el discurso de los líderes. También tiene que ser parte permanente de la brújula que marca nuestro Sur. Como con el del Polaco, el de López, el de Verne y Alonso.

17 comentarios en «Filosofía en liquidación: ¿Autoestima?»

  1. Así es. El otro día una amiga y colega investigadora me decía «Afuera se vive mucho mejor, nadie tiene tres laburos, tenés oficina y biblioteca, la universidad te paga hasta el gimnasio. Con razón publican tres artículos por año.» A lo cual yo le contesté, «y pero vos también publicaste tres artículos el año pasado.»
    Ojo, no hay que hacer de esto una mística de la pobreza y pensar que está bien dar clases en una facultad sin calefacción y sin baños. Pero también podemos darnos, de vez en cuando, una palmada en la espalda.

  2. Además esa idea tiene la virtud de mirar diferente los males y conflictos propios. Es un poco también cotagiarse algo (alguito nomás) de ese «yes WE can».

  3. Impresionantes los argentinos, lástima que no son un poco más reflexivos cuando votan, pero a lo mejor es porque son capaces hasta de sobrevivir a eso. Igual, tampoco hay que confiarse demasiado.

    Un placer leer sus posts, Contradicto.

  4. Muy bueno el aporte de Contradicto,sobre todo el parrafo 7.Es un tema de nuestra psicologia social.Si por un lado el poder economico y sus medios de comunicacion estimulan lo mas negativo de nuestra autoestima apuntando a los triunfos deportivos por otro nos bajonean permanentemente con el fomento de la oposicion politica sucia,la exaltacion dr la criminalidad y las muestras de nuestra pobreza,sin aportar soluciones.El real progreso en nuestra autoestima se dara si nos unimos mas,creamos proyectos consensuados y hacemos algo para que se realicen.

  5. Contradicto, muy bueno lo suyo, lastima que la ideología de nuestra minusvalía persista con tanta fuerza, como se refleja en un comentario de este pots.- Saludos

  6. Muy bueno, muy reflexivo, inverso al discurso derrotista superficial. Hoy venía para el trabajo y en el subte aparece una publicidad de un tal Foro XXI, donde un par de jetones dicen que es bueno leer y al final rematan «todos soñamos con un país distinto..bla bla» pero somos unos imbéciles y lo echamos a perder, todos sin distinciones. El discurso pegó, no hay duda
    Saludos

  7. En el sector agrario se tardó 15 años en vencer el discurso de «refractario, retardatario, enemigo de la innovación y poco reactivo al estímulo económico». Y por suerte el conflicto llegó en uno de los puntos más altos de la autoestima. Espero que no se quiebre, porque puede ser otra década perdida.
    Y espero que Moreno les deje exportar esas válvulas a los ponjas, y que ningua terminal le sople al oido que es mejor que queden acá.
    Me siento mucho más emocionalmente atado a los muchachos del proyecto que mencionás de lo que te podés imaginar.

  8. Durante todo el siglo XX la pampa humeda ( agrario por exelencia) fue el sector hegemonico de la economia que le impuso al resto del pais, la teoria de la «especializacion», segun ellos la naturaleza obligaba a que la argentina fuera productora agropecuaria solamente.
    Para ellos todo intento de desarrollo industrial era una perdida de plata y tiempo ya que con lo que se ganaba en la pampa humeda se podian importar produstos mejores y mas baratos que los nacionales.
    O sea el famoso pais «agro exportador» que reclamaban Deangelis, Buzzi y Cia. Saludos

  9. Mentira Hedctor. Eso se los habrán metido en la cabeza los fracasados de siempre como excusa o coartada.
    Las válvulas de Rafaela, en plena zona agrícola y tambera piamontesa, desmiente que haya una influencia negativa.

  10. Mariano: estoy seguro de que sabés perfectamente que la SRA en el ’40 le bochó a Pinedo el plan de estímulo de la industria sustitutiva que crecía espontáneamente por el aislamiento forzoso. Argentina se mantuvo neutral en la guerra para poder alimentar a Gran Bretaña con gran disgusto de USA, que bloqueó la exportación de armamentos mientras armaba a Chile y Brasil. El ejército creyó que debía hacerse cargo para asegurar la defensa y la industrialización se hizo vía Peronismo, para bien o para mal. Aquellos polvos trajeron estos barros, dice el refrán. Mejor aceptarlo de una vez y asumir nuestra historia para mejorar el futuro.
    Contradicto escribió el post más hermoso de la historia de AP. No lo ensuciemos.

  11. Buenas tardes.

    Muy buen post.

    No sé quién es el Alonso del final, pero el contenido y la idea que transmite es central, básica, fundamental.
    El discurso no lo es todo, pero es mucho más de lo que casi todos creen. Y creo que esa vanalización y desvalorización del discurso como herramienta social formó parte esencial del proceso de de 30 años de destrucción de la identidad nacional al cual el texto hace alusión.

  12. Lo que expresa Niron me recuerda al tema de la importancia y el peso de las palabras que hace poco paso por el blog,y a aquellos comentarios me remito…

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