Strange fascination, fascinating me
Changes are taking the pace
I’m going through
Ch-ch-ch-ch-Changes
(Changes, David Bowie)
Desde el mes pasado se han registrado algunos cambios esperables mientras se desarrolla el proyecto de largo plazo del oficialismo que tiene por objetivo central reformular las jerarquías sociales en la Argentina.
Tal como venimos debatiendo en este blog desde que asumió el presidente Mauricio Macri, su manera de concebir la política, el Estado y las relaciones sociales tiene similitudes con otras experiencias políticas en la Historia nacional. Si su principal bandera es la de la “modernización”, este es un plato que en la Argentina no marida con cualquier tipo de dinámica política. Si hay “modernización” -como horizonte principal, entendido como “ponerse al día” con “el mundo”- habrá algún tipo de “exclusión” política. Y si la política es pensada de esa manera, la forma de definir problemas y prioridades y de ordenar los esfuerzos del Estado estará puesta siempre en primer lugar en las unidades económicas más “modernas” (más grandes, más dinámicas y/o más vinculadas al mercado internacional). Recién después, todo lo demás. Esto a su vez hace que quienes integran el elenco gubernamental deben ser “los mismos” -provenir de las mismas universidades, barrios, círculos sociales, trayectorias laborales y familias, deben compartir el mismo lenguaje- que los que se encuentran del otro lado del mostrador. Las señales son importantes. Como indica Guillermo O’Donnell en el texto citado, “el movimiento se demuestra andando y la ortodoxia también”.
En términos económicos, un modelo con tasas de interés positivas y apertura total a la circulación de capitales es una paralela que no se toca con otros esquemas que han tenido en cuenta al mercado interno y a la industria. Es un buen ejercicio repasar las múltiples declaraciones de funcionarios del Gobierno que consideran que en la Argentina hay un sistema financiero demasiado chico y una industria demasiado grande. Las políticas públicas que surgen de ese diagnóstico son simples consecuencias.
¿Queremos llamarle “neoliberalismo”? Ahora que sabemos que hay privatización, desregulación y apertura comercial podríamos perfectamente llamarle de esa manera, aunque el conjunto de conceptos que facilitan la interpretación de lo que ocurre siguen siendo, a mi entender, los que se encuentran en los párrafos anteriores.
De fondo, como señalamos, hay un proyecto de más largo plazo que implica una reformulación de las jerarquías sociales (alguna lectura al respecto aquí y aquí). Una mayor distancia social entre gobernantes y gobernados y también entre los distintos estratos sociales. Mandan los que tienen que mandar, gobiernan los que tienen que gobernar, algunos que tienen determinado origen y realizan determinadas trayectorias y no otras. Dicho de otro modo: que gobierne una persona como Mauricio Macri deja de ser una excepción y comienza a convertirse en una regla.
¿Qué es lo que ha cambiado desde fines del año pasado, tras el triunfo electoral de la coalición Cambiemos en las elecciones legislativas?
En primer lugar, la agenda del Gobierno se volvió más clara. El presidente Macri planteó una agenda con tres reformas “de mercado” (previsional, impositiva y laboral) que dejaban muy poco lugar a dudas sobre su orientación, incluso en el aceitoso terreno en que se ha convertido el debate público.
La aprobación de la reforma previsional en medio de represión a protestas sociales y la continuidad de los aumentos de tarifas y alimentos en medio de las “diferencias” de un equipo económico que coincide en relegar el poder (adquisitivo) de los trabajadores empezaron a delinear un panorama de contornos bastante reconocibles. Ahí aparecen las sumatorias de elementos como el desapego del Gobierno en el manejo de la crisis del ARA San Juan, los despidos en el sector público y el sector privado, el “affaire” del ministro Triaca con el trabajo en negro y un extraño nepotismo como instrumento en la “lucha contra la corrupción”, los beneficios millonarios a la familia Macri y sus “amigos de la vida” por “negocios entre privados” y varios etcéteras de los que el jefe de Gabinete, Marcos Peña, debió “rendir oral” un 19 de enero en el living de un personajes permanentes del poder como Marcelo Longobardi y el Grupo Clarín/Telecom.
Cacería de exfuncionarios que son enviados a la cárcel sin argumentos legales, ataques mediático-judiciales a sindicatos y el decreto para quitarle poder de negociación al principal sindicato docente forman parte también del “telón de fondo” del discurso de Macri en el CCK, en el que opinó que hay demasiados gremios en la Argentina.
El segundo elemento de este cambio está dado por el hecho de que los dirigentes opositores, que principalmente son peronistas, han comenzado a hablar el “mismo idioma”, más allá del sello partidario al que recuerden que están adscriptos.
Como no ocurría probablemente desde hace ya casi seis años, puede percibirse un doble movimiento: uno, de coincidencias conceptuales (de interpretación y de concepción) entre esos sectores sobre todo peronistas, al mismo tiempo que comienzan a registrarse divergencias -o, más que nada, dudas acerca de si, en palabras de Marcos Peña “esto puede funcionar”- en los “eslabones más débiles” del oficialismo.
Pasados dos años de Gobierno, esto es lo que es. Y no hay mucho más. Que cada uno (de los opositores) haga con eso lo que mejor pueda debería ser un deseo de todos (nosotros).