Entre la orfandad y el liderazgo

Las principales fuerzas de la política cordobesa han obtenido, como saldo de este año electoral, una situación que oscila entre la orfandad de dirigentes nacionales de peso y un liderazgo local logrado que satisface expectativas modestas.

Nuestro sistema político se ha rediseñado sobre la base de una confrontación, latente o manifiesta, con la matriz de poder que resultó vencedora, el kirchnerismo; y así como dos años atrás Córdoba tenía tres opositores vocingleros ante un Gobierno nacional débil, hoy tiene tres tibiezas que transitan entre la crítica vergonzante y el reconocimiento impostado frente a un Gobierno fuerte.

La política cordobesa sigue reflejada en un espejo diferente al que expresa a la nacional y surgió un divorcio que no es beneficioso para ninguna de las partes.

A pesar de la contundente victoria del justicialismo a nivel nacional, niJuan Schiaretti ni José Manuel de la Sota pueden decir que el peronismo que pregonan sea el que hoy gobierna el país.

Más cerca del peronismo federal que del sello Frente para la Victoria y más próximo a la liturgia peronista que a la camporista, el justicialismo cordobés aguarda mejores épocas para emerger como voz cantante en el concierto nacional.

El cordobesismo duerme un sueño del que algún día espera despertar airoso.

Atienden su juego. El Frente Cívico juecista tampoco puede hacer un balance demasiado positivo respecto de su presencia más allá de las fronteras cordobesas. El Frente Amplio Progresista (FAP), del santafesino Hermes Binner, sólo pudo lograr un segundo puesto que se parece más a un tercero, pues el porcentaje de sufragios es similar al que obtuvieron Horacio Massaccesi en 1995, Ricardo López Murphy en 2003 y Roberto Lavagna en 2007, ninguno de los cuales ejerció luego como líder opositor.

Además, tiene una cantidad considerablemente inferior de diputados y senadores en el Congreso Nacional que el radicalismo y el kirchnerismo, y en la única provincia que gobierna –Santa Fe– deberá hacer un delicado equilibrio con una Legislatura opositora.

La Unión Cívica Radical también sufre la orfandad de liderazgos fuertes a nivel nacional. Sostenidos por una base municipal amplia, un grupo de intendentes desafía a la actual conducción, presa de los estigmas que dejó el magro 11 por ciento del 23 de octubre.

No es casual que la lucha la encabece Ramón Mestre, quien gobernará un distrito que pesa electoralmente lo mismo o más que muchas provincias.

En suma, cada uno atiende su juego: José Manuel de la Sota intentará gobernar una provincia con profundas grietas económicas, Ramón Mestre tratará de renovar un partido anquilosado a través de una difícil gestión municipal y Luis Juez buscará construir una estructura partidaria que por primera vez desde su creación no contará con una “pata” estatal que lo ayude.

Estos son los retos de nuestras principales fuerzas que, como dice el tango, van y vienen entre “la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser”.

Luis Juez reconoció que tal vez debería haberse mantenido un período más en el municipio de la ciudad de Córdoba; se lanzó hacia la gobernación y quedó a mitad de camino.

José Manuel de la Sota esgrimió una independencia indómita en tiempos del conflicto agropecuario, pero quedó herido luego de la muerte de Néstor Kirchner.

Ramón Mestre se envalentona con un papel actoral como uno de los líderes de la UCR nacional, pero una sufrida ciudad le reclamará más atención de lo que puede parecer a primera vista.

En síntesis, “a mitad de camino”, podría llamarse la película. Grandes en su pago chico, pero pequeños en la escena nacional. No pueden descansar en las fortalezas de un partido o líder de peso nacional; dependen de sí mismos, pero tampoco sus propias fuerzas y condicionantes coyunturales les permiten soñar, por ahora, con un rol más relevante que el que ya tienen.

Enclave difícil. El divorcio entre la política cordobesa y la nacional también se da a la inversa. El kirchnerismo no logra construir una base propia de poder con candidatos y espacios fuertes que le respondan, y Córdoba demuestra una vez más intentos de vivir de espaldas a lo que sucede en la escala nacional.

El voto cordobés manifiesta, aunque de manera tímida, un sistema de equilibrios que no se ve en la Nación. Sólo aquí se dieron conjuntamente tres elementos: Cristina Fernández ganó con menos de 40 puntos porcentuales, los votos sumados del segundo y tercer candidato superaron a los de la Presidenta y obtuvieron aproximadamente 20 puntos cada uno, demostrando una competitividad menos débil que la que se dio en otros distritos.

El balance queda signado por tres fenómenos: la diferenciación con la política nacional, una dependencia de la que se reniega y una competitividad entre tres fuerzas nacionales que no se da en otras geografías. De nuestra dirigencia dependerá, en gran medida, que la administración de este singular y complejo sistema redunde en un mejor futuro para los cordobeses. Hasta ahora no ha sido así.

(El autor es politólogo, del estudio Graciela Römer y Asociados. La columna fue publicada en La Voz del Interior)

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Un comentario en «Entre la orfandad y el liderazgo»

  1. A uno le queda la duda de si no era este el momento de soltarle definitivamente la mano a de la Sota y Schiaretti, aunque se perdiera la provincia. Pero como decía el Gral, a veces hay que tragarse el sapo.

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